lunes, 24 de mayo de 2010

Sin techo. (Octubre de 2003)

SIN TECHO


Andamos estos últimos días a vueltas con la suerte y destino de un grupo de personas a los que denominamos “sin techo” y a los que habría que denominar también “sin lugar” porque bien parece que no se sabe dónde ponerlos como si de otra escultura polémica se tratase; pero éstos, son conciudadanos nuestros, los más. Son personas con nombres y una situación compleja detrás de cada uno. Anoche dando una vuelta por mi amado Oviedo antiguo conocí a tres de ellos: Manolín, Javier y Aníbal. Tres ovetenses con vidas destrozadas física y anímicamente y una situación familiar completamente desestructurada.

Cuando hablamos de ellos, nos referimos a este colectivo como transeúntes. Creo que habría que referirse a ellos más bien como indomiciliados, porque en su mayoría son ovetenses que carecen de un techo, de una casa, de una atención específica y cuyo problema, mucho me temo, no se soluciona por la vía policial por mucho que andemos con un quítame allá esos bancos, o esas pajas, que tanto da… o pon cien policías en la plaza del paraguas, o limpia 15 veces donde mean. Esto es como lo de la energía que nos enseñaban en el cole: ni se crea ni se destruye. Se trasforma. Evidentemente, no justifico, ni mucho menos, comportamientos o actitudes incívicas o contra las normativas municipales, pero insisto, este problema no se soluciona con medidas policiales, por muchas vueltas que le demos. Con la presencia policial, lo único que conseguiremos es lo que estamos consiguiendo: trasladar el problema de un lugar a otro, y así sucesivamente. Es preciso ir al origen de problema. Y ahí es donde deben entrar los responsables municipales del ramo. Buena parte de la intervención policial se evitaría con una clara y decidida intervención social. La política social es competencia en gran parte municipal y ¿qué hace el ayuntamiento de Oviedo con los indomiciliados…? Según decían recientemente, sólo destinar 238.000€ a convenios con el albergue Cano Mata, con Calor y Café, o con la cocina económica, y esto está bien. ¿Pero cuánto se está ahorrando…? Mucho, gracias a la participación en gratuidad de tantos voluntarios que se dedican a estas personas y sobre todo por esas vidas entregadas de las Hijas de la Caridad, trabajadores sociales a 24h. sin turnos, con alma, vida y corazón. Porque que yo sepa, estas tres instituciones no son ninguna nacida al amparo del consistorio, sino que las tres están en el ámbito de la iglesia de Asturias. Repito que me parece bien que se colabore con estas iniciativas, pero el ayuntamiento no debe renunciar a llevar a cabo su propia política social, política que sin lugar a dudas debe de ser ambiciosa. Una política social integral que aborde a cada persona de forma individual, analizando su problemática concreta, tanto sanitaria, como laboral, como habitacional. Y no hablo de dar viviendas sin ton ni son. Hay que empezar por intentar dar una mínima estabilidad a la persona, lo que le permitiría por ejemplo algo tan básico como cumplir con sus tratamientos farmacológicos o saber dónde va a dormir esa noche, para poder llegar después a una fase de terapia ocupacional. A través de talleres ocupacionales, escuelas taller, de empresas que colaboren en planes de inserción laboral, que hay muchas que podrían hacerlo y bien. No se trata de buscar actividades lucrativas, sino de tener mentes y cuerpos ocupados. Se trata no de cambiarlos de sitio, sino de intentar con todas las fuerzas sacarlos de la calle. No quiero caer en la demagogia, pero era chocante ver como por una parte, se hace el esfuerzo de regar las calles en la noche para mantenerlas en perfecto estado de revista, cuando a escasos metros, un puñado de conciudadanos, son víctimas de sus propias circunstancias y malviven entre la marginación y la indiferencia. Está bien destinar 238.000 euros para alojar a los “sin techo”, pero ¿qué pasaría si un día las hijas de la caridad, se van a Bemberequé, o Cáritas decide que va a ejercer su política social en Somalia? He dicho en una ocasión que una de las patas sobre las que debe asentarse la política municipal, es la política social y vuelvo además a poner el mismo adjetivo: ambiciosa. Nuestro ayuntamiento no puede ni debe renunciar a tener su propia política social, ambiciosa, repito una vez más. Y se que no es empresa fácil, pero una ciudad no puede presumir de nada, mientras algunos de sus ciudadanos vaguen por la calles sin techo donde cobijarse, llevando a sus espaldas una situación que a nadie beneficia.

Termino esta reflexión con una frase de la escritora Concepción Arenal que debe de darnos que pensar: “¿Los pobres serían lo que son, si nosotros fuéramos lo que deberíamos ser?


Publicado en La Nueva España en octubre de 2003.

No hay comentarios:

Publicar un comentario