lunes, 27 de febrero de 2017

LILLO, EL PATRIMONIO DE OVIEDO

El Otero

Lillo, el patrimonio de Oviedo

El valor que el Prerrománico aporta a la ciudad

27.02.2017
Lillo, el patrimonio de Oviedo
"Sin embargo, cuando hubo descansado su ánimo de la perturbación interior, para no entorpecerse el ocio, construyó muchos edificios, distantes de dos millas de Oviedo, con piedra arenisca y mármol en obra abovedada. Así, pues, en la ladera del monte Naranco fabricó tan hermosa iglesia, con título del arcángel Miguel, que cuantos la ven atestiguan no haber visto jamás otra semejante a ella en hermosura, lo cual bien conviene a Miguel, victorioso arcángel que, por la voluntad divina, en todas partes triunfó al príncipe Ramiro sobre sus enemigos". 
Así se refiere la crónica de Silos a la iglesia naranquina de san Miguel de Lillo, patrimonio de la humanidad desde 1985 y, sin duda, patrimonio ovetense desde siempre por méritos propios. Miles de veces, la arquitectura ramirense ha sido definida como "joya". Marta Cuadrado, en su trabajo "Arquitectura palatina del Naranco", recoge cómo en pleno siglo IX , el anónimo autor de la crónica asturiana A Sebastián, manifiesta su admiración: "Si alguien quisiera ver un edificio similar a éste no lo hallará en España". Por tanto, son las edificaciones prerrománicas auténtico motivo de orgullo para los ovetenses y asturianos y, dicho sea de paso, bien estaría un esfuerzo notable para mejorar el espacio circundante, que buena falta le hace. 
Sobre Lillo se podría pensar que está todo dicho. Cierto es que se han escrito miles de páginas y se podrían escribir miles más. En mi caso, la chispa que encendió estas líneas procede de la mirada que, hace unos días, dirigimos sobre la vida y obra de Aurelio de Llano y Roza Ampudia. Fue él quien, en 1916 acometió excavaciones con el fin de reconstruir el trazado de la primitiva planta de san Miguel de Lillo, Liño, Lino o Linio, que, como dice, "con todos estos nombres figura en las crónicas" 
Hasta nuestros días ha llegado un tercio de la construcción inicial. A finales del siglo XVI o principios del XVII debido a la mala calidad de la cimentación y a la proximidad de un arroyo, se derrumbaron las partes que faltan. 
Con intención de revelar las auténticas medidas de la construcción, De Llano inicia excavaciones. Sigamos su apasionada narración: "El día 8 de octubre de 1916, acompañado de varios obreros pagados por mí, fui a san Miguel de Lillo para dar comienzo a las excavaciones de exploración según el plan que tenía preconcebido. Después de varias horas de trabajo encontré la prueba de que la iglesia tenía más de "cuarenta pies de largo". Detrás del templo, en correspondencia con su fachada septentrional, hallé un trozo de cimiento de cuarenta metros y cincuenta centímetros de largo. ¡Qué emoción sentía mi alma al oír el choque del zapapico contra la invisible obra de fábrica! ¡Cuidado! ¡Despacio! ¿Qué hay ahí? Restos de edificio, restos humanos; una sepultura, otra; ¡más sepulturas! Entre las raíces de un roble centenario los golpes de las herramientas suenan de una manera especial: un esfuerzo más y se descubren dos trozos de cimientos; uno en línea con la fachada meridional y el otro en paralelo a la fachada posterior. Los restos de fábrica hallados los voy dibujando y el perímetro de la antigua planta va a adquiriendo su forma primitiva; las líneas se corresponden en todas direcciones y la parte del templo que queda en pie parece que las atrae se une a ellas en estrecho abrazo. He tenido la fortuna de hallar la longitud deseada de tan discutida planta; desde la imafronte al eje del muro posterior, la planta tiene un largo de quince metros y ochenta y cinco centímetros. Después de mil sesenta y ocho años se han puesto al descubierto las piedras de los cimientos del santuario, que por ser las primeras, acaso presenciara Ramiro I la colocación de ellas. 
Varios siglos hace que se destruyó el templo y, desde entonces acá, los hombres tenían allí enterradas páginas que le interesan al arte y a la historia: aquellos trozos de muro en cimiento se conservaron allí como milagrosamente esperando ser descubiertos para reivindicar lo que ha sido en el siglo IX el templo de san Miguel de Lillo que, como dice un historiador, constituye a la vez para Asturias, por su primor, una verdadera joya artística y por su antigüedad un blasón de nobleza que representa los primeros albores de un arte nuevo originalmente español y cristiano". 
Y dicho esto, no tengo más que añadir.
http://suscriptor.lne.es/suscriptor/oviedo-opinion/2017/02/27/lillo-patrimonio-oviedo/2064373.html

lunes, 20 de febrero de 2017

LEOPOLDO ALAS, FUSILADO UN DÍA COMO HOY

Leopoldo Alas, fusilado un día como hoy

El rector recibió una descarga de odio y balas gritando "¡viva la libertad!"

20.02.2017

Leopoldo Alas, fusilado un día como hoy

20 de febrero: Leopoldo Alas, fusilado. Así titula un capítulo de su obra "Asturias, catorce meses de Guerra Civil" el asturiano Juan Antonio Cabezas, quien se definía amigo del rector de la Universidad de Oviedo, Leopoldo Alas Argüelles, fusilado, con total iniquidad, hace hoy ochenta años. No vamos a aportar nada nuevo a lo mucho escrito y contado sobre la vida y muerte del rector Alas, pero me parece pertinente, en este aniversario, colaborar a mantener viva la llama de su recuerdo y rendir un humilde homenaje a una persona de la que nadie pudo demostrar que hubiera cometido delito alguno merecedor de tal veredicto. 
¿Pudo ser su sentencia una patada a su padre, Leopoldo Alas "Clarín" en las posaderas de su hijo? La ciudad burguesa y levítica que Clarín retrató en la Regenta, posiblemente, se cobraba viejas deudas aún pendientes. Puede ser. 
Cuenta Cabezas su último encuentro con Alas. Fue en la tarde del domingo 19 de julio en el paseo de los Álamos. Allí se cruzó con él, "menudo, ágil de movimientos, nervioso y de rápidas reacciones, me recordaba siempre la imagen que me había formado de su padre 'Clarín', cuya biografía había escrito en el año 1935. Hablamos. Coincidimos en distintas apreciaciones. Para mí -dijo Alas- el Coronel (Aranda) prepara sin prisas la sublevación. Aprovecha su amistad con Prieto para preparar el golpe con toda minuciosidad (...) Leopoldo me pidió que lo acompañase. Caminamos hasta el final del paseo, en la confluencia de la calle de Toreno". Continúa Cabezas el relato en el que ambos hacen valoraciones sobre lo que estaban viviendo en esos momentos históricos. Inmersos en esa conversación llegaron hasta la calle Altamirano, 8. "Nos despedimos hasta el día siguiente y nos deseamos buena suerte. No volveríamos a vernos. Poco después fue detenido y, seis meses después, sería ejecutado". 
Inútiles resultaron las peticiones de indulto aparecidas en la prensa internacional ni las remitidas por numerosos profesores de universidades europeas y americanas. 
Tampoco sirvieron de nada las gestiones y testimonios a su favor de varios testigos: el catedrático de la facultad de Derecho Sabino Alvarez Gendín, el magistral de la Catedral de Oviedo Benjamín Ortiz, y los estudiantes de Derecho, alumnos de Leopoldo Alas, Braulio Canga Rodríguez, Eugenio Miñón Ferreiro y Antonio Pérez Campoamor. La farsa de consejo de guerra emitió su fallo. El día diez de febrero, el ya general Antonio Aranda, aprobaba la sentencia dictada y daba orden de que se comunicase telegráficamente a la Secretaría de Guerra del Estado, quedando en suspenso su ejecución hasta que llegara el "enterado" o la "conmutación". El "enterado" llegaría diez días después, el 20 de febrero. Entonces, el juez instructor y el secretario acudieron a la cárcel y procedieron a leerle la sentencia al prisionero Leopoldo Alas, que horas después sería fusilado. 
Así narra tal ignominia Cabezas: "El día 20, a las cuatro de la tarde, en un patio de la cárcel Modelo de Oviedo las balas de un piquete atravesaron el menudo, el endeble cuerpo del rector Leopoldo Alas, que cayó envuelto en su propia sangre. Pared por medio del patio, en una dependencia carcelaria dedicada a las mujeres, que denominaban las escuelas, se encontraban detenidas, entre otras, las esposas de Javier Bueno, de Amador Fernández, de Vallina, de Belarmino Tomás, de Mulero, de Oliveira y una maestra de Tineo llamada Teresa Vázquez. (..) La noticia de que iban a fusilar a Leopoldo y otro condenado corrió por la prisión. Las mujeres estaban a la escucha detrás de la pared del patio. Oyeron que hablaba con una voz nerviosa, pero muy enérgica. Entendieron: ¡Mujeres que me escucháis al otro lado de esta tapia. Que esta sangre sea la última vertida. Que sirva para aplacar los odios y las venganzas! Unos segundos después se oyeron las descargas". 
Faltan, para concluir este breve relato, las últimas palabras que gritó el rector antes de la descarga de odio y balas. Unas palabras que, ochenta años después, no podemos ni debemos olvidar: "¡Viva la libertad!".
http://suscriptor.lne.es/suscriptor/oviedo-opinion/2017/02/20/leopoldo-alas-fusilado-dia-hoy/2060515.html

lunes, 13 de febrero de 2017

PETRA Y PERICO

El Otero

"Petra" y "Perico"

Las andanzas de los osos que fueron un símbolo de la ciudad

13.02.2017 
"Petra" y "Perico"
Los mayores del lugar seguro que recuerdan al oso "Perico". Como los que fuimos niños allá por los setenta recordamos a "Petra". Qué niño de entonces no compartías sus galletas o barquillos con la pobre "Petra" que daba vueltas y vueltas a su jaula del Campo supongo que anhelando la libertad perdida y el frescor del bosque. Lamiendo su pena. Pobre "Petra"... Murió el día que estrenábamos el verano de 1976 en un mes aciago para los niños que al día siguiente perdíamos a Fofó, con el que tanto habíamos reído. "Petra", como nos informaba LA NUEVA ESPAÑA de entonces, "murió silenciosamente, escondida a las miradas indiscretas, a causa de esa paraplejía que venía a ser consecuencia de sus años". 
A "Perico" lo tenemos estos días de nueva mudanza. Tras su muerte, el 23 de enero de 1956, fue disecado para vivir en el olvido polvoriento en un almacén municipal. Con la inauguración de las dependencias del talud de la Ería, para allá que se fue y, desde hace unos días, se encuentra en el vestíbulo de la Facultad de Biología de la Universidad de Oviedo -en espera de la cesión oficial- que, se me antoja, no es mal sitio. 
"Petra" y "Perico" llegaron a Oviedo en 1952. Previamente, en la sesión de la Comisión Permanente del Ayuntamiento de Oviedo del 3 de julio de 1952 se había acordado "aceptar el ofrecimiento del Sr. Ingeniero Municipal del Distrito Forestal, para exhibir, durante una temporada, en el Campo de San Francisco tres oseznos, a cuyo efecto se realizarán las obras necesarias para el acondicionamiento de éstos". 
Se construyó un precario recinto que no reunía las condiciones óptimas para albergar a los osos; atados con una cadena a un hierro que apenas sí les permitía moverse. Esto motivó a los concejales Pérez Argüelles, Marcelino Fernández, Álvarez Calzón, Maride y Julio Vallaure, a presentar una moción instando la "permanencia y acomodamiento de los oseznos en el Campo". La petición de estos concejales se debate en el Pleno del 26 de noviembre de 1952 en el que el concejal Francisco Martínez, manifiesta que "el Campo no es un parque zoológico y que, por lo tanto, será indebido que los oseznos, lo mismo que los ciervos, continúen en dicho Campo, ocasionando un verdadero lodazal en la zona de su recinto y produciendo incluso olores repugnantes". Continúa detallando el acta que el concejal propone que "se elija otro lugar, en sitio apropiado de la ciudad, si es que la Corporación decide instalar un parque zoológico". A continuación, el concejal Francisco González L. Villamil aconseja que "de permanecer los oseznos en el Campo, se construya para ellos una jaula y una gruta adecuadas". El concejal Pérez Argüelles entiende que "la permanencia de los oseznos en el Campo, satisfaría los deseos manifestados por el vecindario, deseos estos que la Corporación debería de tener en cuenta". Finalmente se acuerda que "el asunto relativo a los oseznos y ciervos sea estudiado e informado por los concejales Vallaure y López Villamil". Y así fue. Presentaron al Pleno del 16 de diciembre un proyecto de cueva y osera. 
Tras la muerte de "Perico" en 1956 se trajo otro osezno procedente de los montes de Teverga pero murió al poco tiempo y "Petra", quedó en su jaula con su añoranza, su pena, su soledad. 
Aquel día del incipiente verano de 1976 corrimos curiosos al Campo. Y era cierto. "Petra" ya no estaba. Queríamos creer que, por fin, paseaba, feliz por la espesura del bosque del que nunca debió partir. En aquella jaula vacía quedó también un pedazo de nuestra infancia carbayona.
http://suscriptor.lne.es/suscriptor/oviedo-opinion/2017/02/13/petra-perico/2056900.html

lunes, 6 de febrero de 2017

AROMAS DEL TIEMPO

El Otero

Aromas del tiempo

Sobre los recuerdos que traen a la mente olores de la niñez

06.02.2017 
Vacas pastando en una finca entre Vallobín y La Florida. 
Bastó un segundo. Un solo instante. Un momento fugaz en un frío paseo por las apacibles orillas verdes de nuestra ciudad. Una tímida fogata dejaba escapar perezosas volutas de humo. El cielo plomizo, triste, parecía empapizarse. Y un prado recién segado acogía las brasas lánguidas de ese fuego aseador. Fue ese olor. La mezcla del humo y de la yerba recién guadañada el que obró el milagro. El prodigio de sentirme, de pronto, en otro lugar distante, sino en distancia, sí en el tiempo. 
Nunca dejará de sorprenderme el poderoso poder evocador de un simple olor. Son aromas que, a saber por qué, quedaron grabados indeleblemente. Asociados, para siempre, a un momento preciso. Fotogramas de la larga película de la vida que quedan congelados. Conservando la luz y la viveza originales. Es como si en esa hora hubiéramos dejado abierta una ventana por la que, desde un futuro que ni sabíamos que llegaría, nos pudiéramos asomar y mirar hacia atrás sin riesgo de convertirnos en estatua de sal. Una mirada efímera, sin carga alguna de inane nostalgia. 
No me dirán que no les ha pasado nunca... Y sí. Basta un indolente fuego. Una yerba vencida. Un huidizo perfume que laceas furtivamente. Y te sorprendes contemplando la ería del Vallobín recién segada a la espera de la fiesta del verano. Los barraquistas montando los caballitos, las lanchas, el tren de la bruja, las tómbolas, el quiosco de la orquesta, el bar... el olor de los álbumes de fiestas, del papel impregnado de la grasa de los bollos preñaos, de las docenas de voladores que, temerariamente, custodiábamos en el sótano de casa. Todo por esa yerba. 
Y el humo... ¿Por qué nos daría por hacer tantas hogueras? Que había una sebe crecida; la quemábamos. Que alguno de los tenderos del barrio tiraba en el prao unas cuantas cajas de fruta; pues nada, apiladas y fuego. Quizá fuera, aun si saberlo, un rito atávico, una especie de herencia ancestral. 
Ya ven. La mezcolanza de yerba y fuego bastó para trasladarme a la infancia, la única patria que tiene el hombre en opinión de Rilke. Solo me faltó el olor de la leche hirviente para verme tumbado en el suelo de la cocina contemplando como caen las rojizas brasas de la cocina de carbón. En silencio curioso únicamente alterado por un sigiloso crepitar. Quien me diría entonces que años más tarde sería consciente de que sólo cuando nos adentramos en el silencio absoluto es cuando realmente estamos en disposición de escuchar. 
En fin? no es mi intención caer en triviales y estériles añoranzas que para nada sirven, pero ese instante del paseo del otro día avivó unos recuerdos que, estoy seguro, muchos pueden compartir. Hagan el ejercicio. ¿Cuál es ese olor o ese sonido que, por sí solo, tiene la fuerza de trasladarles a un momento de su infancia? Seguro que, a poco que busquen, lo encontrarán sin dificultad alguna. Todos tenemos ese Vallobín, Arcadia feliz. Ese pueblo en el que crecimos. O nuestras polvorientas y embarradas calles de un Oviedo en blanco y negro; particular paraíso de sol a sol. 
Dice un amigo cuando le cuento estas cosas que me sale la vena de abuelo Cebolleta. Siempre le contesto que, probablemente, es que he llegado a ser lo que quería ser de mayor: un niño.
http://suscriptor.lne.es/suscriptor/oviedo-opinion/2017/02/06/aromas-tiempo/2053197.html