miércoles, 26 de noviembre de 2014

VEINTICINCO AÑOS DE AUSENCIA

El Otero

Veinticinco años de ausencia

En recuerdo de Enrique Quirós Montes, fallecido junto a su familia en un accidente en 1989

26.11.2014
Veinticinco años de ausencia
Veinticinco años de ausencia
Hay momentos en la vida que hielan. Un sólo instante. Un mísero segundo que hace que el tiempo se congele. Que el futuro se pare. Que todo lo que fue ya no pueda ser. Un segundo, un maldito segundo... Aquella tarde de sábado tenía guardado uno de esos momentos de hiel. Y sí, en un segundo ya nada fue igual. Tere y Quique, sus hijos Pablo y Juan, y Antonio volvían a Oviedo; pero el destino, el azar, un instante de mala fortuna o a saber qué, todo lo truncó. Era el 25 de noviembre de 1989 y la noticia, aun en aquellos días sin móviles, corrió como bien saben correr este tipo de noticias. Tere, Quique y su hijo Pablo habían muerto en la entrada de Oviedo, allá por Santa Marina. Juan, recién asomándose a la vida, luchaba en la uci pero, como si no quisiera quedarse solo, también se fue con sus padres y hermano. Antonio se quedó unos años, supongo que para enseñar a los suyos y a los que merodeábamos a su alrededor lo que es un ángel. Han pasado muchos años, sí, pero es imposible olvidar los sentimientos hirientes de aquella tarde funesta. La vida es a veces difícil de entender. La muerte aún más. Mucho más. Sus familias supieron conservar muy vivo el fuego de la esperanza y de la fe, y eso, supongo, hace que el dolor, si no menos, se atenuara ligeramente.
Quique era el jefe del servicio de Parques y Jardines del Ayuntamiento de Oviedo y con él mucho discutía sobre este aspecto. Creo que compartíamos la visión de que las zonas verdes de un municipio son mucho más que meras áreas ornamentales y, más bien, son imprescindibles para que la ciudad sea más amable, más habitable, más humana, más sostenible, más saludable; en definitiva, mejor ciudad. De aquellos años datan proyectos como el parque Pura Tomás, el área recreativa del Naranco, antes campo de tiro militar, los inicios del acondicionamiento del Parque de Invierno, el parque de La Monxina -desde entonces llamado Enrique Quirós Montes de Oca en su memoria-, la pista finlandesa, el parque de San Pedro de los Arcos o el de Tudela Veguín.
El despacho del palomar del Campo San Francisco, al que me encantaba asomarme de vez en cuando, quedó por aquellos días con un extraño vacío; eso sí, su tarea fue muy acertadamente continuada por Juan Carlos Menéndez. El vacío que dejaron entre su familia y amigos..., eso, es otra historia.
Si lo que decía Cicerón de que la vida de los muertos perdura en la memoria de los vivos, su recuerdo, tan vivaz aún veinticinco años después, comporta entonces que, en cierta forma, permanecen aún entre nosotros.
Y así es.
http://suscriptor.lne.es/suscriptor/oviedo-opinion/2014/11/26/veinticinco-anos-ausencia/1677125.html

miércoles, 19 de noviembre de 2014

DESCUBRIENDO A GERARDO ZARAGOZA

El Otero

Descubriendo a Gerardo Zaragoza

El escultor de Cangas de Onís y su legado en la ciudad

19.11.2014 
Descubriendo a Gerardo Zaragoza
Descubriendo a Gerardo Zaragoza
A menudo solemos pasear por las calles sin preguntarnos por lo que nos rodea y, en Oviedo, afortunados nosotros, tenemos un buen ramillete de patrimonio artístico y arquitectónico; más podría ser si confrontaciones bélicas y la estupidez humana en formas variadas no hubieran hecho de las suyas. El caso es que al hablar hace un tiempo de Feijoo salió a colación la escultura de Gerardo Zaragoza, radicada desde 1954 en la plaza que lleva el nombre del fraile benedictino y, claro, la curiosidad, ya se sabe, cuando pica hay que rascarla, y me llevó a querer saber algo más del escultor y de su obra, así que vamos a revolver un poco entre la bibliografía en busca de más información.
Gerardo Zaragoza nació en Cangas de Onís en 1902, hijo del pintor José Ramón Zaragoza. Cursó estudios en la Escuela Superior de Bellas Artes de San Fernando, primero de pintura y posteriormente de escultura, siendo alumno de Cecilio Pla, Julio Romero de Torres y José Capuz. En 1943, el crítico Miguel Moya Huertas escribió sobre Zaragoza: "Hay en él una suma de fuerzas contradictorias que no concluyen destruyéndose recíprocamente, sino que culminan en una síntesis de plenitud. Hay aquí un escultor joven e insigne que ha conseguido un modelado estricto cuyos pormenores y relieves, además de revelar por entero la personalidad del hombre en cada contracción muscular de la fisionomía, tiene un parentesco superior de intención plástica que suprime de la obra toda concesión a un realismo intrascendente".
Y entre su obra encontramos esculturas que nos son familiares a todos; por ejemplo:
Tríptico y bustos del jardín de los Reyes Caudillos en la Catedral de Oviedo, obra de 1942.
El monumento a Palacio Valdés en el Campo San Francisco del año 1953. También obra suya y del mismo año, el monumento al escritor sito en Pola de Laviana.
En Cangas de Onís, el monumento a Juan Vázquez de Mella, de 1961.
En Covadonga, la conocida escultura del Rey Pelayo, obra de 1964.
Del año 1972 es el monumento a Plácido Álvarez Buylla, en la plaza del Carbayón.
Y quizá, su obra más conocida, el monumento al Sagrado Corazón que corona el Picu el Paisano en el Naranco, de 1980.
Gerardo Zaragoza falleció en Madrid en 1985.
Así pues, cuando miremos a los ojos a las pétreas figuras de Pelayo, de Feijoo, o del Sagrado Corazón, tengamos un recuerdo a quien las hizo posibles.
http://suscriptor.lne.es/suscriptor/oviedo-opinion/2014/11/19/descubriendo-gerardo-zaragoza/1673672.html

jueves, 13 de noviembre de 2014

¡PUES YO QUIERO UN CABRIO!

El Otero

¡Pues yo quiero un cabrio!

Los avatares de la construcción del palacio de Calatrava

13.11.2014 
¡Pues yo quiero un cabrio!
¡Pues yo quiero un cabrio!
El otro día me encontré con mi amigo Xuan y tras preguntarle qué era de su vida, compartió conmigo un monumental cabreo. Se considera víctima de una engañifa pistonuda. Os cuento: resulta que uno de sus sueños era tener un coche cabrio, lo que viene siendo un descapotable de toda la vida, vamos... Bien, pues tras hacer buena cantidad de cuentas, allá que se va todo contento al concesionario. Mira ofertas, descuentos, y, por fin, salió todo contento con su flamante descapotable. El día era soleado. Invitaba a dejarse acariciar por el viento. Se pone a plegar la capota y ¡coime!, que no funciona... Pestes varias y al concesionario. Miran y remiran, dan vueltas y más vueltas y le dicen al mí Xuan que, efectivamente, la capota no se mueve, pero que a ver qué hizo, que si no será que dejó algo sin pagar... ¡Pásmate! Se subía por las paredes el prubín... Habla con varios mecánicos y hasta tres le dicen que "nomenó", que clarísimamente es por problemas técnicos. Recurre al fabricante. Pues mire oiga, que no, que nosotros no tenemos la culpa, igual en el concesionario le hicieron alguna cosina ahí apresuradamente... Arreglos para acá y para allá, total, que acabó pagando una dineral más del acordado y la capota del coche del sufrido Xuan sigue sin moverse ni un ápice. ¿Es o no es para mosquearse? Ya le digo a Xuan que no sea fatu, que lo solucionen y le den el coche en las condiciones que estaban reflejadas en el contrato, ¡qué menos!
Pues este relato, amigos, entre bromas y veras, refleja lo que nos ha pasado a los ovetenses. Diseñaron un palacio de Congresos por 76 millones de euros que costó al final ¡360! para alegría y regocijo de los promotores. Sobre una de sus características estrella, su visera móvil, hay que decir casi como Galileo: Y sin embargo, no se mueve. Calatrava dice que, ¡ah...! se siente... que va a ser por unas soldaduras que algún gañán hizo por ahí y que Jovellanos XXI anda más tiesa de dineros que la mojama y que de esos polvos vienen estos lodos. Éstos, a su vez, dicen que tururú. Los responsables de las empresas que participaron en la construcción aseguran que los problemas son de tipo técnico y que los monumentales sobrecostes "se deben al sistema de trabajo de Calatrava", "todo se hace sobre la marcha" afirman. Sólo faltan Pepe Gotera y Otilio para completar el equipo. Como guinda, el renombrado arquitecto afirma: "hay una campaña de descrédito contra mí con fines electorales". Mira tú... Y lo del diálogo con las torres, ¿cómo irá? Yo no soy técnico ni financiero. Soy un ovetense al que le gustaría que, ya que regalamos el terreno para que la ciudad dispusiera de un flamante Palacio de Congresos y que la operación conllevó la construcción de un nuevo campo de fútbol por casi 50 millones de euros (13 más de los previstos inicialmente, por cierto), nuestro patrimonio se gestionara de forma eficaz y transparente y al que no le dieran, cada dos por tres, gato por liebre. Así que, como mi amigo Xuan, digo: "¡Pues yo quiero un cabrio!".
http://suscriptor.lne.es/suscriptor/oviedo-opinion/2014/11/13/quiero-cabrio/1670726.html

viernes, 7 de noviembre de 2014

TINTA LLENA DE RABIA Y DOLOR

El Otero

Tinta llena de rabia y dolor

Una reacción ante un incomprensible suceso

05.11.2014
Tinta llena de rabia y dolor
Tinta llena de rabia y dolor
Hay veces que las noticias saltan del papel y mudan en sonora bofetada. Hiriente. Triste. Arrojan una realidad doliente e incomprensible. Dura. Realidad con la que se estrellaron los operarios del Adif el pasado lunes cuando encontraron el cadáver de un niño de dos años al lado de las vías, cerca del apeadero de La Argañosa. Abandonado. Tirado como un objeto inservible. Como se tira un despojo. Me quedo mirando al teclado y, confieso, no sé qué escribir. ¿Qué decir ante esta infamia? Me invade la pena y la rabia no se queda atrás. Quiero compartir esa exasperación a ver si así es menos. ¡¿Por qué?! ¿Quién es capaz de algo semejante? Mientras intento dar forma a estas líneas, desconozco más detalles de la noticia, pero sean los que fueren, no puedo entender qué lleva a un ser humano a obrar de semejante modo. Una vida rematada en una cuneta. Congelada para siempre. Una vida que apenas estaba asomándose a su propio futuro. Ya no tendrá ninguna oportunidad. No le dejarán ser, sentir, crecer, aprender, sufrir, jugar, reír... ¡vivir!
Su futuro acabó en una miserable maleta metido allí por manos oscuras y frías que no saben lo que es la humanidad. Cuesta entenderlo...
Thomas Hobbes, filósofo del siglo XVIII, consideraba que una de las características fundamentales de la esencia humana es su egoísmo y, por tanto, el hombre acabaría siendo su propio verdugo. Por eso popularizó la frase de Plauto: "El hombre es un lobo para el hombre". Hechos como este, parecen querer darle la razón. La codicia se ha subido a todos los tronos. El dinero sigue siendo el poderoso caballero que pregonara Quevedo en la pícara España del XVII; bien lo sabemos en la España del XXI... ¿Es ese nuestro futuro? Yo, al menos, creo que no. Hay que seguir apostando y trabajando, cada día con más convencimiento, con más fuerza, por construir una sociedad más justa. A luchar por un mundo, sencillamente, mejor. No hay otra. El hombre es capaz de las mayores vilezas, sí, y, a la vez, de crear lo más maravilloso. Cara y cruz de una misma moneda. Así somos. Contradictorios.
Que la justicia trabaje y castigue al canalla que robó la vida a ese pequeño. Y que la sociedad no sea nunca capaz de acostumbrarse a pasar una página así en el periódico, sin dejar una lágrima de pena e incomprensión ante esos renglones impresos con tinta tan llena de tanta rabia y tanto dolor.
http://suscriptor.lne.es/suscriptor/oviedo-opinion/2014/11/05/tinta-llena-rabia-dolor/1666699.html

sábado, 1 de noviembre de 2014

MEDIO SIGLO SIN EL CEMENTERIO DE SAN PEDRO DE LOS ARCOS


Medio siglo sin el cementerio de San Pedro

Por razones de "higiene salubridad y urbanismo", hace 50 años, las autoridades iniciaron la monda y traslado de los 800 cadáveres que yacían en el Camposanto de la falda del Naranco Las excavadoras pusieron el punto final al recinto en 1971

01.11.2014
Una imagen aérea de finales de los sesenta de la parcela que ocupaba el cementerio, entre la iglesia de San Pedro de los Arcos y el colegio del mismo nombre.
Una imagen aérea de finales de los sesenta de la parcela que ocupaba el cementerio, entre la iglesia de San Pedro de los Arcos y el colegio del mismo nombre. 
Se alfombran calles y parques de hojas vencidas. Nos despeina ya el aire de las castañas. Los crisantemos ponen pinceladas de color en bazares y floristerías. El calendario advierte de que cruzamos fechas propicias para que esa mirada retrospectiva que de cuando en vez hacemos a ese Oviedo de hace medio siglo, se traslade en esta ocasión al viejo cementerio de San Pedro de los Arcos en el que tantos ovetenses dijeron adiós a sus seres queridos y que fue protagonista, involuntario, de tantos sucesos trágicos en el turbulento siglo XX. Y es que fue hace 50 años, en octubre de 1964, cuando se iniciaron los trabajos de monda y traslado de los restos mortales de aproximadamente ochocientos cadáveres, trabajos que finalizarían en 1968. El cementerio había sido clausurado el 31 de agosto de 1956 "por manifiestas razones de higiene, salubridad y urbanismo". También en 1964 se habían trasladado desde San Pedro al Valle de los Caídos nada menos que 1.018 cuerpos de una fosa común, de las más importantes de la ciudad, recuerdo hiriente de un triste capítulo de nuestra historia.
El 8 de febrero de 1971 las excavadoras pondrían el definitivo punto final.
Los datos más antiguos de los que hay constancia se remontan a 1792 aunque, con bastante probabilidad, su origen sea muy anterior a esa fecha, probablemente paralelo a la existencia de la antigua capilla que existía en época románico visigótica.
Los cementerios son lugares para un acto final, y desde que los cortejos fúnebres salen de ellos, sólo impera el reino del silencio, pero este lugar del "Sancto Petro del Otero" ha gustado de contar muchas historias que corrieron parejas a su propio devenir.
Con la llegada del siglo XX el cementerio se quedó pequeño, por lo que en julio de 1905, Manuel Suárez García, párroco entonces y promotor de la construcción de la iglesia actual, se dirige al Ayuntamiento solicitando la ampliación urgente para evitar que "se tengan que inhumar cadáveres sin que haya transcurrido el tiempo señalado por ley", autorización que llegó en octubre del mismo año tras un informe favorable de la Comisión de beneficencia y sanidad, firmado por el entonces arquitecto municipal, Miguel de la Guardia.
La virulenta gripe de 1918 llevó en febrero de 1919 al párroco, Leopoldo González, a solicitar una nueva ampliación ya que "el cementerio, afecto de los muchos enterramientos en él verificados (120) durante la epidemia gripal, está próximo a su saturación". Y así quedaron sus límites hasta que en julio de 1970, es el alcalde el que dirige un escrito al Arzobispo solicitando que se cedan los terrenos ocupados por el cementerio ya que "este colegio Nacional carece de campo escolar que permita juegos y recreos complementarios de la enseñanza".
Años antes, vivió sus páginas más luctuosas. A los pies de sus muros se excavó una fosa común para enterrar sesenta y cuatro cadáveres tras la revolución de octubre de 1934. Y allí fue fusilada la joven Aida La Fuente tras obligarla a cambiarse de vestido, como me narró, hace años, una vecina de la zona, testigo de los hechos.
En 1936, con el inicio de la guerra civil, San Pedro de los Arcos se definió como uno de los puntos estratégicos claves de defensa de la ciudad sublevada. La posición fue objeto durante días, de los ataques de las milicias republicanas. Un miembro de la compañía Janáriz allí destacado, anotaba en su diario: "El bombardeo es intensísimo, la parte del cementerio ofrece un espectáculo espeluznante: se hallan mezclados cadáveres de hace varios días que no pudimos enterrar, con cadáveres de hoy y miembros de cadáveres de hace muchos años". Por su parte, el 13 de octubre de 1936, el periódico el Noroeste publicaba esta noticia: "Nuestras milicias se apoderaron ayer de la iglesia de San Pedro de los Arcos. La operación fue brillantísima y estuvo precedida de un intenso cañoneo que originó numerosos incendios en las casas inmediatas". Con la entrada de las columnas gallegas el 17 de octubre de 1936 y el repliegue de las posiciones republicanas, se puso fin al capítulo bélico en la zona.
Sin duda, mucho dolor entre sus muros, muchas lágrimas derramadas, muchas tragedias escritas en su tierra.
Sus últimos años transformaron su ser en patio de juegos y escenario imaginativo de mil y una historias sobre aquellos nombres grabados en la piedra y en el tiempo. Y entre el miedo y el nerviosismo contenido, tratábamos de frenar la tentación de levantar lápidas o curiosear, casi profanamente, en el osario en busca de algún trofeo macabro que enseñar, envalentonados, a los amigos.
A buen seguro, muchos serán los ovetenses que guarden en su recuerdo imágenes del cementerio parroquial de San Pedro de los Arcos. Hoy, casi cuesta imaginar cómo fue en otro momento, no tan lejano, ese lugar.
http://suscriptor.lne.es/oviedo/2014/11/01/medio-siglo-cementerio-san-pedro/1664864.html