domingo, 23 de mayo de 2010

San Pedro del Otero

“SAN PEDRO DEL OTERO”


100 años. Cifra redonda y abultada, según con qué se compare, claro. Porque 100 años pueden ser muchos, o un suspiro. Y 100 años es la edad que cumple nuestro actual templo de san Pedro de los Arcos, como quedó dicho hace unas semanas en un primer artículo publicado en este mismo diario y en el que se anticipaba la noticia de la preparación de distintos actos para su conmemoración.

Pero san Pedro de los Arcos tiene mucho más que contar que lo vivido en este último siglo, que no es poco, y como “el pasado es un prólogo” en palabras de Shakespeare, vamos a remontarnos al antes de 1910; les invito pues, a este pequeño viaje en el tiempo y conocer un poco de nuestra historia más remota, que no en vano ha sido, unida a otras muchas, la que ha configurado la historia de lo que hoy es la historia global y común de esta querida ciudad que es Oviedo.

No sabemos a ciencia cierta desde cuándo hay culto al apóstol pescador desde lo alto de este otero, pero consta que en época romano visigótica, en un momento indeterminado entre el siglo V a VIII, este lugar donde nos encontramos ahora, era ya ocupado por una capilla, como así lo afirmaba el profesor José Manuel González y Fernández Vallés: “Al enumerar las huellas romanas de Oviedo, se han citado las localizadas últimamente en el emplazamiento de san Pedro de los Arcos, llamada anteriormente san Pedro del Otero por hallarse en un otero o altozano, ahora volveremos sobre ellas para tratar de interpretarlas. Hemos anticipado que no se sabe exactamente cuando cesó el empleo de las tégulas o tejar romanas planas en las construcciones de la región, por lo que no es forzoso atribuir a las de san Pedro una cronología romana estricta. Por otra parte, es un hecho frecuente la persistencia del culto religioso en los mismos lugares desde los tiempos más antiguos. Creemos por tanto muy probable que el emplazamiento de la iglesia de san Pedro de los Arcos en el altozano que ocupa, tenga su más remoto antecedente en un templo cristiano, de la importancia que fuese, erigido en el mismo lugar, en fecha imprecisable de la época visigótica”.

Muchas son las citas en las que se encuentran referencias a san Pedro; por ejemplo, en las actas del Concilio I convocado en Oviedo por el rey Alfonso en el año 811, se cita que junto a la iglesia de San Pedro se trabó sangriento combate entre multitud de infieles, advenedizos y falsos cristianos, mandados por Mohamud y la gente del rey de Asturias Mauregato, quedando la victoria por éste.

Así mismo, en el acta de constitución del monasterio ovetense de Santa María de la Vega el 13 de octubre del año de 1153, se donan heredades y bienes pertenecientes al “Sancto Petro del Otero”.

Y el 4 de octubre de 1221, Alfonso IX, concede a la tierra de Nora a Nora el alfoz al concejo de Oviedo y entre las feligresías que se encuentran figura la de San Pedro del Otero. Y así podemos seguir encontrando referencias varias en los siglos XIII, XIV, XV…

Lejos queda en el tiempo el nombre de D. Diego de León y Solares, cura de la parroquia allá por el 1740, el primero del que existe constancia y que lo fue hasta 1773, llegando a ser arcipreste de Oviedo en 1765.


Remoto nos queda ya también en el tiempo, aquel acueducto conocido como de los “Arcos de los Pilares” que Jovellanos calificara como “obra digna de romanos” allá por septiembre de 1790 y que saciara la sed a nuestros conciudadanos del siglo XVI y causante del cambio de apellido del Otero por el de los Arcos.

Por aquel entonces, la humilde capilla, había dejado sitio a una pequeña iglesia de corte rural con una hermosa espadaña, que sirvió de lugar de culto a los parroquianos hasta que en 1910, año en el que como es sabido, se inauguró la que hoy nos acoge.

Y de esa vieja iglesia, derruida en el verano de 1908, poco se sabe, salvo que estaba construida sobre la planta de la antigua capilla. A sugerencia de Agustín Cué, cura de san Pedro en los años cincuenta, una persona bajo el seudónimo de “Juliano” escribe un breve artículo sobre ella:

Aunque mi deseo era hacer un buen artículo sobre el tema, no lo llevé a la práctica por falta de una sólida documentación que me permitiera una visión más amplia y exacta de la cuestión. Se trata de la antigua iglesia de san Pedro, un tema poco tocado hasta ahora, pues no recuerdo haber leído nada sobre el particular, a pesar de su proximidad a los Arcos que tanto han dado que escribir. Yo no la conocí, pero la vi un día en no sé que fotografía y aunque corto de memoria lo recuerdo perfectamente, tal vez por tratarse del templo donde mis antepasados rindieron culto al pescador de Cafarnaúm.

Algo más pequeña que la actual y construida sobre el mismo montículo, la rodeaban , como en un abrazo, densos negrillos y algunos carbayos que por el verano la protegían del sol y de invierno la libraban de fuertes vientos. Detrás el cementerio, y al fondo, el monte Naranco con abundante vegetación; a la izquierda cuatro casucas de piedra de la Matorra, los Solises y más abajo alguna del barrio de los Pilares, muy cerca de los Arcos, que entonces llegaban hasta la academia Ojanguren (esquina de la actual calle Cervantes con la Avda. de Galicia) ofreciendo un espectáculo maravilloso. ¡Lástima que el “verdugo” desoyendo los lamentos de buenos ovetenses los haya hecho desaparecer casi en su totalidad.

En 1909, en el lugar que ocupaba aquel viejo santuario, fue edificado el que hoy vemos, siendo párroco a la sazón D. Manuel Suárez García, nacido en san Claudio, sacerdote excelente y lleno de virtudes, que durante muchos años amén de otros trabajos, atendió con esmero a la parroquia En 1918 entregó su alma a Dios y sus restos descansan en la misma iglesia.

Es de admirar la fe de aquellos rudos campesinos que fueron nuestros abuelos. El viejo templo se veía siempre lleno de fieles porque entonces no existían distancias ni compromisos. Buenos conocedores de sus obligaciones, jamás perdían una misa y cuando el eco de las campanas llegaba a los caseríos ya los labriegos iban camino de la iglesia acortando por atajos la distancia que los separaba.

Los días de fiesta las viejinas madrugaban más que de ordinario. Con paso lento emprendían la marcha hacia el templo y antes de que diera comienzo el Santo Sacrificio ya tenían terminados sus rezos. A la salida compraban una perrina de avellanas a una mujerina que tenía su tienda al pie del negrillo y se las llevaban a los nietos que, pequeños aún, se quedaban en casa.

Hoy en cambio, las cosas han cambiado. De aquellos muy pocos quedan ya y los que nacieron son más “inteligentes”. Muchos van a la iglesia a exhibirse, otros no van y algunos lo hacen cuando les conviene.

Aquellas procesiones que el día del Santo Patrón daban la vuelta en derredor del templo con la imagen del Santo, ya no van tan concurridas. La gente va tarde y con prisa y muchas veces hasta se dan muestras de cansancio... ¡Oh mundo, como nos engañas! ¿Cuánto has cambiado!” En fin...

Se cuenta una curiosa anécdota de la época de construcción de la actual iglesia, que refiere que a tal fin, se constituyó una comisión de notables, entre los que se encontraban D. Guillermo Estrada; pues bien, una de las más acaloradas discusiones de esta comisión fue la de establecer el lugar de construcción del nuevo templo, ya que no faltaban voces que aconsejaban hacerlo al “otro lado de las vías, dónde reside mayor número de feligreses”. Por fortuna, prevaleció la tesis contraria y san Pedro está donde siempre estuvo, en su otero milenario.

En el pasado está la historia del futuro” decía un escritor español del s.XIX. Espero que nuestro presente, tan rico en historia, albergue aún mucho futuro por vivir.



Publicado en La Nueva España el 20 de mayo de 2010

No hay comentarios:

Publicar un comentario