miércoles, 21 de mayo de 2014

UNA CIUDAD PARA VER Y CONTAR

El Otero

Una ciudad para ver y contar

Las sensaciones y vínculos que crea Oviedo en las personas

21.05.2014 
Una ciudad para ver y contar
Una ciudad para ver y contar
Oviedo. ¡Cuántas veces habremos oído y pronunciado este nombre! ¿Pero cuántas veces nos hemos parado a pensar qué representa para nosotros? Si ahora preguntara qué es o qué significa Oviedo seguro que obtendríamos muchas respuestas: la ciudad donde nací o vivo; una realidad social, geográfica, urbanística emplazada en el centro de Asturias; capital del Principado... Todas esas respuestas pueden ser válidas; ahora bien, para muchos, Oviedo quizá trascienda a todas esas respuestas. Quizá su definición sea mucho más compleja porque se entrelaza con los sentimientos, y ahí entramos en un terreno intangible. ¿Podríamos decir, por tanto, que Oviedo es, además de lo anterior, un sentimiento? Estoy absolutamente convencido de que sí. Me gusta sentir y recorrer la ciudad, porque cuanto más la siento y más la camino, más la descubro; esa especie de vínculo invisible que me une a ella se refuerza y ese sentimiento intangible del que hablaba antes se consolida, aunque también constato que cada vez es mucho más lo que queda por saber y conocer. Oviedo es inabarcable.
"Todo lo que sabemos lo sabemos entre todos", dijo un campesino andaluz a Juan de Mairena, seudónimo creado por Antonio Machado; acertada frase que comparto y que Juan Uría Riu, quien fuera cronista de Asturias y de Oviedo, solía citar con frecuencia. Y así es. La vasta historia de la ciudad, entre la que algunos hurgamos movidos por amor a ella y por esa fuerza motriz imparable que es la curiosidad, necesita de publicaciones, de libros -y no será porque la nómina de escritores, pintores, cronistas o historiadores sea corta-, o de ciclos de conferencias como las que Carmen Ruiz-Tilve recuperó felizmente en 2003 bajo el auspicio de la SOF, o como las que el Centro Asturiano de Oviedo inició el pasado año con el profesor Ángel de la Fuente y que mañana, honrado, concluiré, en esta su segunda edición, con un recorrido por imágenes de un Oviedo que quedó congelado en el tiempo, plasmado en una imagen que se abre a un tiempo pretérito que nos permite asomarnos a ese Oviedo que, aún no existiendo, ha dejado el poso de una identidad que no muta con el paso de los siglos. Lo que da a Oviedo su carácter no son sólo sus calles, sus edificios... quiero creer que late algo mucho más profundo, bien grabado en cada uno de nosotros, los carbayones que nos sentimos tales por el don del nacimiento o porque decidimos hacer nuestra esta ciudad.
Oviedo necesita de todos los que tengan algo que contar sobre ella, porque sólo así, tesela a tesela, iremos componiendo ese gran mosaico que es la historia, la grande y la pequeña, la del día a día, de nuestra ciudad.
Por cierto, la semana pasada, repasando la historia de El Águila Negra, un ejemplo de esto que comento, no cité un recomendable blog del que me ayudé para completar parte de los datos: elaguilanegra.blogspot.com; lo dicho, todo lo que sabemos, lo sabemos entre todos.
Y, seguro, queda aún mucho Oviedo por contar...

miércoles, 14 de mayo de 2014

EL ÁGUILA DE COLLOTO

http://suscriptor.lne.es/oviedo/2014/05/14/aguila-colloto/1584783.html

El Otero

El Águila de Colloto

La trayectoria de la mítica fábrica cervecera

14.05.2014 
El Águila de Colloto
El Águila de Colloto
No fueron estos últimos meses agradables para Colloto, pueblo que comparte vida y espacio entre Oviedo y Siero; y no lo fueron porque no es fácil ver cómo una de sus industrias más señeras, otra más en ese montón de pelos que van quedando en la gatera de las deslocalizaciones oportunistas, decía adiós a décadas de implantación collotense. Pero, por desgracia, no es ésta la primera vez que ocurre. En 1993 tuvieron que ver cómo otra fábrica emblemática bajaba la persiana para siempre: El Águila Negra. A ver qué asturiano no conoce la marca que nos enseñó a muchos qué era eso de la cerveza. En una tierra de sidra y, si acaso, de vino, la cerveza se hizo un hueco, y con notable éxito. A finales del XIX contaba Colloto con varios llagares, entre los que despuntaban Industrias Cima y Bodegas Asturianas, destacadas ambas en la elaboración de sidra achampanada. La pujanza de la primera -cabe recordar que José Cima obtuvo la cruz al Mérito del Trabajo- obligó a Bodegas Asturianas a buscar alternativas para no perder pie y fue así como decidieron, en ese interés diversificador, poner en marcha una fábrica de cerveza. Después de un viaje por Europa, principalmente Alemania y Chequia, en el que contactaron con diversos empresarios del sector para adquirir los conocimientos y recursos humanos suficientes, en 1898 comienzan las obras de adecuación de la antigua fábrica de sidra y el 29 de marzo de 1900 queda constituida la empresa El Águila Negra de Colloto, con un capital social de un millón de pesetas. El trabajo de los maestros cerveceros venidos de Alemania permitió un incremento paulatino de la producción y así, en la década de los treinta, El Águila Negra ya ocupaba un puesto de cierta relevancia en el conjunto de la industria asturiana. Las consecuencias de la Guerra Civil se hicieron notar en la producción, cómo no, aunque la fábrica collotense las capeó, en buena medida, con la venta de malta, la plantación y recolección de lúpulo y la creación de una fábrica de hielo industrial que le reportaría no pocos beneficios.
Las décadas de los cincuenta y los sesenta fueron los años de la consolidación en el mercado interior asturiano y de la salida al mercado nacional.
Después de la década de los setenta, años de fortalecimiento total tanto en Asturias como, sobre todo, en provincias limítrofes, en los ochenta se llega a la cifra récord de producción de 62.000 litros diarios, logrando que su arraigo económico, industrial y social fuera más que notable. Su marketing es novedoso y pocos acontecimientos sociales o deportivos no contaban con algún patrocinio de la marca. Para el recuerdo queda el avión que cada verano sobrevolaba las playas asturianas arrojando "palillos" con la figura del mismo bávaro rechoncho y risueño que también adornaba muchos de los carteles de los bares de la región; aún hoy sobreviven varios por ahí. Los camiones que circulaban por toda la ciudad -yo tuve uno de juguete con el logo de El Águila Negra- y las botellas de tantos tipos, tanto en ámbar como en verde, cuyo diseño vimos evolucionar con el tiempo.
Pero como casi siempre en esta Asturias nuestra, las alegrías industriales no duran mucho, y cuando mejor parecían ir las cosas empezaron los problemas y, así, en 1993 se acabó. Otra que dijo adiós.
Adiós a una industria que durante décadas generó cientos de empleos entre directos e indirectos, y que quizá, con otra gestión y alguna ayuda, podría haber seguido contribuyendo a la vida industrial de Asturias y de Colloto, y más ahora que la "chispa de la vida" perdió el gas. Y el último, como siempre, que apague la luz...

* Buena parte de los datos de este artículo han sido obtenidos de un muy recomendable blog: elaguilanegra.blogspot.com

miércoles, 7 de mayo de 2014

"RUFO"

http://www.lne.es/oviedo/2014/05/07/rufo/1581478.html

El Otero

"Rufo"

Acerca del homenaje al perro callejero que recorrió la ciudad en los ochenta y noventa

07.05.2014 
"Rufo"
"Rufo"
Hace semanas que la fantástica página de Facebook "T Oviedo" puso en marcha una iniciativa, secundada ya por casi 5.000 firmantes, para que se dedique una escultura al popular "Rufo", un perro tranquilo y bonachón que durante casi una década hizo de las calles de Oviedo su hogar. Desde estas líneas hace ya tiempo que tuvimos un recuerdo para este chucho tan tranquilo y pacífico como asiduo de manifestaciones, acontecimientos sociales, festivos o deportivos. "Rufo" era como una expresión canina del ser, sentir y vivir carbayón. Tan ovetense se debía de considerar que no pudo escoger otra fecha mejor para despedirse de este mundo que el propio día de San Mateo de 1997.
Lógicamente, sobre la iniciativa de erigir una escultura hay opiniones a favor y en contra, como siempre. Los promotores solicitan que, simplemente, autoricen que la escultura se pueda poner en una calle de la ciudad y que ya buscarían las fuentes de financiación. Soy consciente de que puede pensarse que hay otras prioridades, quién no, pero en principio no me parece mal la propuesta. "Rufo" fue durante casi una década una parte del entramado urbano, un vecino más que buscaba con su mirada tierna y candorosa una caricia, una palabra amiga; bueno, y alguna vez parte de un pincho de carne que me estaba comiendo en una terraza y que, con esa mirada de cordero degollado, consiguió llevar al buche.
Hay que convivir con un perro para saber lo que es convivir con un perro. Y no es una perogrullada. El cariño desinteresado, afecto sincero, lealtad incondicional y una devoción sin igual hacen que se pueda llegar a sentir por un perro un aprecio real. Doy por supuesta la responsabilidad que se supone a los dueños para que el tener un can no sea foco de molestia para ningún conciudadano ni por ruidos impropios ni por ningún otro motivo, claro está. Por eso me cuesta entender que todavía se sigan abandonando cuando el cachorrito, tan mono él, crece y se transforma en un auténtico engorro a la hora de emprender las vacaciones o la obligación de sacarle varias veces al día pierde toda la gracia.
De ahí la importancia que tiene el trabajo callado que en Oviedo lleva a cabo desde hace décadas la Sociedad Protectora de Animales, que preside Froilán Neira, a quien, más de una vez, me encontré a horas totalmente intempestivas yendo al albergue para atender alguna urgencia y que ha hecho de su trabajo en esta sociedad una auténtica vocación sin horario ni calendario.
Por supuesto que hay muchas necesidades en la ciudad, y más en estos malditos días de crisis en los que vemos cómo muchos derechos sociales retroceden y van dejando a cada vez más familias a la intemperie, pero, aun siendo consciente de ello, no veo por qué no podamos mirar a nuestros amigos de cuatro patas, interesarnos por si en el albergue de animales tienen todos los recursos que necesitan, por ejemplo, y -por qué no- sumarnos a la idea de que el bueno de "Rufo" tenga su rincón en este Oviedo que tanto paseó y que de tan buen grado hizo suyo.
Comparto con el escritor estadounidense Ralph Waldo Emerson el consejo que nos daba: "Medite al atardecer mirando las estrellas y acariciando a su perro, es un remedio infalible".
Al menos, "Rufo" se está llevando, años después, la caricia del recuerdo de muchos ovetenses de hoy. Eso que tiene.