lunes, 16 de mayo de 2022

GRACIAS A LOS LIBROS

Gracias a los libros Ante el inminente inicio de LibrOviedo 16·05·22 ¿Algún olor les evoca por sí mismo situaciones concretas? Les confieso que a mí sí; la yerba recién segada, la leche hirviendo, el humo de una fogata, el de los libros nuevos... Los textos escolares primero y los libros que, poco a poco, fueron llegando y que, antes de leer, abría con curiosidad para percibir su olor a estrenar. Ese aroma de novedad quedó grabado en los entresijos de la memoria. Para siempre. Los libros, en mayor o menor medida, han contribuido a hacer de nosotros lo que somos. Hemos buscado en ellos ayuda, respuestas, consuelo, diversión, conocimiento y, calendario tras calendario, han ido ocupando espacios en las estanterías y en nuestro ser. Por eso me parece digno de mención que, un año más, y libres de restricciones, los libros salgan a nuestro encuentro. Los libreros ovetenses, con esfuerzo e ilusión, nos ofrecen una nueva edición de LibrOviedo. De nuevo en Trascorrales nos animan a acudir a esta plaza para citarnos con los protagonistas indiscutibles: los libros. Pero también con los que, venciendo mil dificultades, siguen mostrándonos en sus escaparates todo lo que esperamos y, si así lo deseamos, para mantener un encuentro con quienes son capaces de crear, brotando de su imaginación, vivencias o recuerdos, miríadas de historias que plasman negro sobre blanco: los autores. La feria del libro de Oviedo es un buen momento para reconocer su consejo y cercana presencia a todos los que han dedicado sus días a los libros. En el caso de Oviedo, sumo un agradecimiento adicional: el esfuerzo anual de rescatar del polvoriento olvido algún título añoso, orillado, casi perdido. Como si se sumergieran en el cementerio de los libros olvidados, con permiso de Ruiz Zafón, y rescataran un ejemplar para darle una nueva oportunidad y legar a los ovetenses la mejor herencia de un librero. Este año nos brindan la posibilidad de disfrutar con una pequeña joya: “Ara inscripcional de Santa María de Naranco”, obra de un ovetense esencial, Fermín Canella Secades. Lectura muy recomendable. Levanto la vista en este momento y miro hacia la estantería que tengo delante. De ella brotan decenas de nombres a los que tengo que agradecer su ayuda. Nombres a los que cada semana me dirijo en busca de algún dato, de alguna respuesta para saciar la curiosidad que tengo la fortuna de poder compartir con ustedes. Una nómina que crece de año en año. A veces tengo la sensación de que me observan. Aprovecho hoy para darles las gracias por su compañía. Son muchos y de distintas épocas. Pero con un denominador común: gracias a su inquietud, dedicación y generosidad, de todos he aprendido. La relación es larga y variada; por ejemplo, el citado Fermín Canella. Mi querido y admirado don José; y don José, en mi casa, sólo había uno: Tolivar Faes. Ambrosio de Morales, Octavio Bellmunt, Madoz, Ciriaco Miguel Vigil, Clarín, Aurelio de Llano, Pérez de Ayala, J.M. Quadrado, Jovellanos, Benito Jerónimo Feijoo, Ramón Prieto Pazos, José Mª López Doriga, José Cuesta, José Caveda y Nava, José Fernández Buelta, Constantino Cabal, Juan Antonio Cabezas, Dolores Medio, Juan Uría, Ángel González, Jesús Evaristo Casariego, Manolo Avello, Enrique López Fernández, Juan Ignacio Ruiz de la Peña, Evaristo Arce, Adolfo Casaprima, Antonio Masip, Juan de Lillo, Carlos del Cano y, cómo no, Carmen Ruiz Tilve, maestra en el arte de admirar y escuchar a este Oviedo compartido. No son todos los que están, ni mucho menos, pero al menos, cierro con ellos estas líneas que hoy tienen tinte y tinta de agradecimiento a libreros, impresores y escritores por poner en nuestras manos una de las mejores herramientas creadas por la humanidad: un libro. https://www.lne.es/oviedo/opinion/2022/05/16/gracias-libros-66144222.html

lunes, 9 de mayo de 2022

CLARÍN EN EL RECUERDO

Clarín en el recuerdo “Sobre el legado del escritor y los reconocimientos que le ha tributado Oviedo” 09·05·22 Parpadea, diría que nervioso, el cursor sobre la pantalla en blanco. A la espera. Inquieto. No es para menos. Me propongo dirigir hoy esta mirada curiosa semanal hacia Clarín. Nada más y nada menos. Sobre Clarín se ha escrito mucho, tanto que pudiera casi parecer pretencioso sumarse a quienes lo han hecho con anterioridad y autoridad. Clarín es como Oviedo: inabarcable. Quizá compendie, como pocos, la esencia de la ciudad. José Ignacio Gracia Noriega lo definía acertadamente como una “representación inspirada del espíritu ovetense, no solo por él, sino porque, gracias a él, los ovetenses somos más ovetenses”. ¿Ven como va a ser difícil mejorar lo ya escrito? Aunque le “nacieron en Zamora”, se sentía ovetense. En plenitud. Aunque desde Oviedo contemplase el mundo que le rodeaba con mirada abierta. En una carta a Pérez Galdós en 1884 decía: “De Oviedo no pienso salir, a no ser por temporadas, en algunos años. Hago mi vida de hombre bueno, que me sienta muy bien. Mi mujer y mi hijo, mi casita con luz, aire, techos altos y vistas a la nieve de Morcín; por café, la casa de mis padres, que ambos viven; en el casino, billar; en la cátedra, algún discípulo listo, y los libros de ustedes y trabajo mío”. Clarín, me atrevería a decir, entendía Oviedo. Sentía Oviedo. Amaba Oviedo. Y, como escribió Martínez Cachero: “Era de esperar que creara Vetusta, reflejo de Oviedo. ‘La Regenta’ es la novela de un vecino de Oviedo”. Obviamente no voy a hacer ningún acercamiento a su obra aunque, para muchos, “La Regenta” sea la mejor novela del siglo XIX. Ese éxito le valió el reconocimiento y admiración, pero, probablemente, también sirvió para granjearle no pocas animadversiones. Blanco y negro. Amor y odio. Odio silente. Rencores larvados que, en febrero de 1937, en mi opinión, se volcaron contra su hijo dando cuerpo a una de las mayores injusticias de nuestra historia. “Habéis fusilado a un santo”, clamaba el Magistral de la Catedral, Benjamín Ortiz. Todo cabía en la levítica ciudad de entonces. Tal vez fuera pertinente preguntarse si Oviedo sigue siendo así. Quizás algo perdure. ¿Ha reconocido Oviedo como se merece a Clarín? ¿La sociedad de Vetusta ha hecho las paces, por fin, con él? Juan Antonio Cabezas, autor de una de las mejores biografías de Clarín, concluye su obra con estas palabras: “En ese mismo cementerio, casi pegado a la cerca que limita su lado norte, hay un humilde sepulcro de piedra, rematado en una cruz. Sobre la losa enmohecida por la humedad, se lee esta breve inscripción: Leopoldo G. Alas y Onofre García Argüelles. RIP. Por una hendidura de la piedra ha brotado un fresno joven y una hiedra, que se cuelga perezosa de los brazos de la cruz. En el Campo de San Francisco, bajo los árboles tantas veces evocados poéticamente en las páginas de Clarín, una plácida fuente costeada por la devoción popular, lleva su nombre. Pobres ofrendas parecen estas para colmar la vanidad humana. Pero son suficientes para evocar a Clarín, que amó lo verdadero, lo pequeño, lo puro. Una cruz, una fuente, un fresno y una hiedra. ¿Qué mejores atributos para el recuerdo de un poeta?”. La fuente o monumento a que se refiere Cabezas fue inaugurada el 4 de mayo de 1931. Ya que andamos de aniversario me pareció oportuno detenernos en ella y evocar la crónica de su inauguración. Cabezas, en su obra “Asturias, biografía de una región” de 1970, dice de esta construcción: “En una ladera del frondoso jardín, frente a la calle Santa Cruz, estuvo antes de la guerra, y está de nuevo, el monumento dedicado al escritor asturiano, hoy máxima figura de las letras españolas, Leopoldo Alas Clarín. Cierto que desde hace algunos años Clarín tiene en Oviedo buena prensa. Pero solo eso, buenas palabras y obras son amores. Los periódicos pedían que se reinstalase el monumento a Clarín en San Francisco. Los artículos se comentaban en centros oficiales, Ateneo y tertulias más o menos intelectuales, pero de comentarios no pasaba. Ahora, Clarín, tan considerado en el mundo literario universal, es también profeta en su tierra”. Y como no debemos extendernos en demasía, dejamos la crónica de la inauguración del monumento en 1931 y alguna de sus vicisitudes para un próximo encuentro si les place. https://www.lne.es/oviedo/opinion/2022/05/09/clarin-recuerdo-65873064.html

lunes, 2 de mayo de 2022

UN VIEJO ANUNCIO Y UN RECUERDO

Un viejo anuncio y un recuerdo La evolución de las consultas de los dentistas
02·05·22 Pocas cosas habrá que produzcan tanta dentera, aun sólo con el recuerdo, como el sonido del torno de un dentista. Ese sonido agudo que nos eriza el vello, nos hace sudar y contrae nuestra musculatura con rigidez. Afortunadamente, muy lejos están los tiempos en los que la salud dental, por llamarlo de alguna manera, estaba en manos de barberos; lo mismo practicaban alguna cirugía menor, ponían sanguijuelas o sacaban una muela. Hoy, afortunadamente, la oferta para el cuidado dental es numerosa y la preocupación por la salud buco dental es prioritaria desde la infancia, que mejor es prevenir que curar; así lo creía Don Quijote: “Boca sin muelas es como un molino sin piedra y en mucho más se ha de estimar un diente que un diamante” y, por cierto, bien lo debía saber Cervantes pues como escribió de sí mismo: “Los dientes, ni menudos ni crecidos, porque no tiene sino seis, y ésos mal acondicionados y peor puestos”. Muchos recordarán, seguro, sus visitas a los dentistas como una pesadilla; no era precisamente agradable. Bien, pues voy a compartir con ustedes un anuncio que me ha llamado la atención. Es de 1897. En él se promocionaba la consulta de P. Blanco, cirujano dentista de la Facultad de Medicina de Madrid que atendía, para consultas y operaciones, en Fruela 18, 2º de 9 a 12 y de 2 a 6. En su anuncio, el Dr. Blanco ofertaba “especial cuidado a la conservación de los dientes por medio de obturaciones con metales finos y pastas de marfil que garantiza su bondad y duración”. Ofrecía asimismo la elaboración de “dentaduras completas y dientes sueltos montados en oro, platino, aluminio, caotchouc y de encía continua esmaltada, garantizando a los que los necesiten poder comer con ellos a semejanza de con los naturales”. No dejaba de alabar su moderno equipamiento tecnológico pues “para las extracciones, tanto de los dientes como de los raigones, posee un rico y completo arsenal de instrumentos y aparatos que permiten hacer las operaciones más delicadas y precisas con el menor dolor posible del paciente y sin lesionar en lo más mínimo las encías y los alveolos”. Ofrecía asimismo a los ovetenses la “cura sin operación del dolor de muelas determinado por las caries o la periodontitis”. No sé si todos los ovetenses de aquel final del siglo XIX se podrían permitir asistir a la consulta del Dr. Blanco. No hay que remontarse tantos años para hallar en nuestro íntimo archivo de imágenes la de algún hombre o mujer en el que el número de piezas dentales era inversamente proporcional al número de años. Escribo estas líneas y brota el recuerdo vivaz de un anciano, no recuerdo su nombre; tal vez nunca lo supe, acogido, creo, en una residencia de ancianos cercana a Vallobín. Cada día, camino de su hogar, a veces un tanto tambaleante, se paraba ante nuestra pandilla. Boina completamente raida. Chaqueta ajada. Y un chaleco rozado y deslucido del que nunca dejaba de aflorar una cadenilla dorada, probablemente su mayor patrimonio. Nos decía unas palabras totalmente ininteligibles y se iba; eso sí, su mirada vivaracha, chispeante, risueña permanecía y me interrogaba sobre su pasado. Y nunca faltaba su sonrisa perenne en una boca totalmente mellada. Aquel hombre, del que nunca supe nada a pesar de verlo casi a diario, bien lo lamento, brota de la profundidad de los recuerdos gracias a un viejo anuncio ovetense de 1897. He de agradecérselo a P. Blanco. https://www.lne.es/oviedo/opinion/2022/05/02/viejo-anuncio-recuerdo-65621838.html