lunes, 25 de junio de 2018

¡VAMOS DE JIRA!

El Otero

¡Vamos de jira!

Los mismos problemas del monte Naranco en un texto de hace 82 años

25.06.2018 | 01:35
Iniciaba el pasado año estas líneas dedicadas a la recuperada Jira al Naranco diciendo: "ten cuidado con lo que sueñas, puede llegar a cumplirse". Pues tal era el hecho de recuperar la exitosa, en tiempos pasados, Jira al Naranco: un sueño. Un sueño que, gracias al empuje del Ayuntamiento de Oviedo, se hizo realidad. Y de nuevo, este año, podremos compartir esa jornada festiva, de convivencia, de encuentro y de reivindicación del Naranco como ese espacio medioambiental e histórico absolutamente esencial para Oviedo. 
Un año más se ha intentado tejer un programa para el disfrute de grandes y pequeños. Ojalá así sea. Pero no voy a hablarles de la Jira del año pasado ni de la del próximo 1 de julio. Hoy les invito a que me acompañen al Oviedo de 1936. A hojear el álbum de fiestas que cada año editaba la sociedad "Romeros del Naranco". Y vamos a rescatar del olvido un escrito firmado por A.A.C. para comprobar, no sin cierta pena, que, ochenta y dos años después, hay cosas que no han cambiado tanto. Decía el autor del escrito: "Probequín Naranco, doscientosmil años tuviste olvidau por propios y extraños y sin acordase, que cerca de Uvieu había una cuesta con tanto xaleu. (..) La Cuesta: la probe aburría, toda entristayada porque naide della se acordó pa nada; llena de cotolles, felechu y caleyes que facía imposible el andar por elles. Pero como bobos los cartaxineros, que son los más llistos, como forasteros, ficieronla suya, espetando cales pa después sacar bonos minerales que tenía metíes dentro de so entraña y aquí los de Uvieu chupando la caña (..) Otros sin chistar, pegando-i barrenos, arrancaron grava, cerraron terrenos y vendíen la piedra que tien tanta fama sin pagar un perru ni al cura ni al ama. Así que al Estau y al monecipiu mi alma no-i dexaron nin siquiera un ripiu; por eso ta escasa esta probe España; el que sema cueye y el que non apaña. (..) Una Xunta de homes muy atentos fexo a les capilles grandes monumentos; y pa que los viera la xente estranxera punsieron de adornu una carretera, pa que los siñores, sin pizca trabayu vaigan en su coche y dexen el atayu pa la xente probe que a pata lu anda y pa los que suben xuntos de parranda. Desde que se fexo esta carretera, bien abondo amigos de dientro y de fuera; gracies a que Uvieu ye de xirigata y tien mucha fama de tambor y gaita. Por eso los amigos de carácter franco ficiéronse romeros del monte Naranco, fundando pa ello una Sociedá onde tien entrá toa la umanidá, que ágora por Julio ya hay la costumbre de pasar el día arriba en la cumbre llevando cevera, aunque pa facela aiga que empeñar hasta la cazuela. Así que la xente ya bien de promesa y escueye el so puestu pa poner la mesa en el santu suelu y con allegría celebrar la fiesta de noche y día. Conque ya lo sabes, que coxu que manco, hay que ser romeru del Naranco; que da una empanada y un tremendo vino pa zampalo arriba a la vera un pino". 
Pues ya lo saben. No vamos a ser menos que los ovetenses de Julio de 1936 que, sin saber lo que se le venía encima, seguro que disfrutaron de fiesta, encuentro y convivencia en la cima de ese Naranco que, desde entonces, sigue mirando para Oviedo. 
Aguardando esa decidida, inequívoca y firme apuesta por pasar de las musas al teatro y recuperar de una vez el monte para los ovetenses. 
Nos vemos el 1 de julio en el Naranco con alegría y, si se tercia, celebrar la fiesta de noche y de día.
https://www.lne.es/noticias-suscriptor/suscriptor/oviedo-opinion/2018/06/25/jira/2308351.html


lunes, 18 de junio de 2018

EL SILENCIO DE LOS GRILLOS

El Otero

El silencio de los grillos

La progresiva desaparición del insecto clásico del verano

18.06.2018 
¿Se han parado a escuchar alguna vez a los grillos? En estas fechas, los prados de Asturias suelen ser un auténtico concierto. O al menos lo eran. Desde hace tiempo, vengo observando que cada vez se oyen menos. Hace unos días, en esa pequeña tira que nos regala Luis Mario Arce en LA NUEVA ESPAÑA, titulada "El reloj de la naturaleza", pude corroborar mis temores: "La voz del grillo campestre ya no es la música de fondo de las noches de verano. Ha dejado de oírse en muchos lugares y, donde aun persiste, los coros han menguado". Lo que nos faltaba. Parece que pesticidas, plaguicidas, fertilizantes y la intensificación agrícola tienen la culpa. Indago un poco más y llego a un estudio realizado a lo largo de dos años por más de 150 investigadores de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza en el que alertan de que más de un cuarto de las especies de grillos y saltamontes de Europa están amenazados. "Si no empezamos a afrontar ya ese problema, el canto de los grillos será cosa del pasado" afirma Jean Vié, director del Programa Global de Especies del IUCN. 
Tengo un especial cariño a los grillos. De pequeño, todos los años "cazaba" alguno, (no siempre de la forma más ortodoxa; ya saben, cri, cri, sal que te meo...) y lo tenía en una jaula de plástico, especie de remedo en miniatura de la de la osa Petra en el Campo. Para ello no tenía que ir muy lejos. En el prado enfrente de casa había a docenas. Lo mismo que las hojas de las que se alimentaban. Igual que campaban a sus anchas ranas, sapos, tritones, salamandras... toda una lección de ciencias naturales en vivo. Y hablo de un entorno urbano en el Vallobín de los 70. Tan impensable como imposible hoy. Me encantaba escucharle cantar por las noches. Pasaba tiempo viéndole grillar; es decir, raspar las alas anteriores con las patas posteriores. Muchas tardes de primavera subía al Naranco y dejaba las horas morir tumbado sobre la yerba mecido por su sinfonía coral. Soñando con cambiar el mundo al compás del cri, cri. 
Que cada vez queden menos grillos puede parecer irrelevante. O quizá no. Porque tal vez sea una señal que nos alerta de que, de seguir así, en esa larga lista de especies menguantes, más tarde o más pronto, también estaremos nosotros. 
Y no son sólo los grillos. Los gorriones, tan populosos en las ciudades, retroceden peligrosamente. Los murciélagos. Las abejas. El salmón. El urogallo. Las ranas y sapos... Alarmas que deberían inquietarnos. Algo va mal. Tal vez nos vendría bien el susurro al oído de la incómoda e inquisidora voz de Pepito Grillo, el entrañable personaje de Disney, sosias de nuestra propia conciencia. 
Que el chirriante piar de los gorriones siga saturando los silencios urbanos. Que no sea tarea casi imposible escuchar el croar de ranas y sapos. Que las abejas sigan libando por flores mil. Que los murciélagos señoreen los cielos nocturnos. Y que los grillos continúen orquestando sus multitudinarias melodías en los prados de Asturias. No. No es irrelevante. Es vital que no enmudezcan las noches de verano. Su canto es un clamor a la esperanza de la que vida continúe abriéndose paso a pesar de las zancadillas que el ser humano se empecina en poner día tras día. 
Nos va mucho en ello.

lunes, 11 de junio de 2018

"EL MANDUCU Y OTROS OVETENSES

El Otero

"El Manducu" y otros ovetenses

Los personajes de la ciudad recopilados por Evaristo Arce, entre ellos, el abuelo de Margarita Robles

11.06.2018 


Ignoraba que la ministra de Defensa, Margarita Robles, tenía antecedentes familiares en Oviedo, concretamente su madre, que, según creo, era de Limanes. Su abuelo era conocido como "el Manducu". Y ahí surgió la chispa. Estaba seguro de haberlo leído en algún sitio, pero ¿dónde? Empecé a revisar libros y libros y ¡voilà! Lo encontré. Es Evaristo Arce en su "Oviedo y los ovetenses", publicado por Ayalga Ediciones en 1977, dentro de la "Colección Popular Asturiana", quien en el capítulo dedicado a personajes de Oviedo lo cita: "El Manducu, maletero de la Estación del Norte, siempre con sus impecables, brillantísimas botas". 
Dice Arce que, si Oviedo ha sido pródigo en motes, "lo mismo puede decirse de su nómina de tipos populares, encarnación todos ellos -como emisores, transmisores o receptores-, cada uno con sus peculiaridades, del tan traído y llevado humor ovetense. Un humor en unos casos absolutamente primigenio, exento de contenidos culturales, y en otros purificado por la gracia de la cultura. Tipos imperecederos, cuya representación -dignísima, bien es verdad- podría ser encomendada a "el Coque", cantor invidente de mil coplas transmitidas a través de los espacios y los años". 
La nómina que ofrece Arce es muy extensa, así que, como de muestra vale un botón, vamos a recoger solo alguno y apelo a su propia memoria para que rescaten de sus recuerdos a aquellos personajes de su infancia, porque, a buen seguro, haberlos los hay. 
Vamos allá. "Garrafundia", cantor del catecismo de La Corte. "Cigaña", albañil y barrendero municipal. "La Nañiga", natural de Cuba y vendedora de castañas, avellanas y lotería a la que no le gustaba nada que la llamaran por su apodo. "Bocanegra", agente de la Policía Municipal y terror de los niños en el Campo San Francisco. "Tempujo", quiosquero de la Escandalera. "El Fuín" y "el Porcón", conocidos lagareros. "Cuspitina", veterano de la guerra y bedel de la Universidad. "Leño", mozo de cuerda con parada y fonda en los soportales del Ayuntamiento. "Paulino el de la Mortalla", que pretendía jugar al tenis con palas de panadero. "Ramascón", experto catador de sidra. "El Balesquidu", conductor de la xata y portador de las tradicionales monedas de oro que se rifaban en vísperas de la fiesta local. "Paco Fantomas", jugador de fútbol y árbitro. "Canor el Rojo", relator incansable del sitio de Oviedo en la umbrosa clandestinidad del Campo San Francisco. Puskas, vendedor de lotería. "Pepón el Marcáu" y "Arturo el Macutu", corpulentos camareros del Café Pasaje. "El Cuco", albañil y aficionado a la talla en madera muerto a los 26 años en el Naranjo de Bulnes. Gil el turronero ("Acudid, oh, carbayones / a ver de Gil? los turrones"). "El Gan", célebre pirotécnico de la ciudad cuya empresa continúa hoy en día. "Celestu el Mancu", vendedor de pájaros en el Fontán, experto cazador de gatos que luego se cocinaban en "Casa el Fuín". "Palín", tamborilero de las procesiones: "Toca el tambor Palín, Palín toca el tambor que te cai'l chapín". 
En fin, nombres que, gracias a Evaristo Arce, podemos hoy recuperar de la vida de una ciudad que me parece que se ha ido dejando por las orillas del tiempo parte de esa esencia y humor tan característicos. Quizá valga la pena en otra ocasión recuperar alguno de esos nombres de ese Oviedo que se ha ido diluyendo poco a poco; entre tanto, les recomiendo la lectura de "Oviedo y los ovetenses". Les aseguro que pasarán un buen rato.

http://www.lne.es/noticias-suscriptor/suscriptor/oviedo-opinion/2018/06/11/manducu-ovetenses/2301093.html

lunes, 4 de junio de 2018

LA CAPILLA OLVIDADA

El Otero

La capilla olvidada

Una visita a La Cadellada y a los frescos olvidados de Paulino Vicente

04.06.2018 
Si la vieja capilla de La Cadellada, en las inmediaciones del HUCA, fuera un ser humano confieso que tras visitarla me hubiera ido con la sensación de dejar atrás a una persona triste. A alguien que, superada la rabia y la frustración, vive mansamente en la resignación. En la derrota. Que se siente abandonada. Olvidada. 
La pintura que un día enlució la pared se cae como indolentes jirones desconchando el antiguo esplendor. La hiedra, insolente, trepa por sus paredes conquistando irrespetuosamente un espacio que no le corresponde. En el tejado crecen, ante la indiferencia de todos, de forma procaz, hierbas mil. Las vidrieras, heridas, ya no filtran solo la luz, también el agua y los pájaros. Me asomo a su interior casi con temor. Con cierta inquietud. Las hojas secas se mecen despreocupadas por el suelo. El polvo, signo y síntoma de una flagrante omisión, cubre días y enseres. El altar, mudo y desnudo, preside el silencio. Y en el testero, la magnífica pintura al temple que reproduce la Santa Cena, obra firmada por Paulino Vicente en septiembre de 1963, interroga a quien quiera mirar sobre nuestra preocupación y cuidado por el patrimonio de todos. A fin de cuentas, es sólo una insignificante capilla. O no. 
Obra de Manuel Bobes, data de 1940. Es de nave única, bóveda de cañón, cubierta a dos aguas y torre de campanario de chapitel octogonal. La campana, proveniente del antiguo psiquiátrico, luce la inscripción "Santa María ora pro nobis. Año 1898". Pero la campana ya no tañe. No anuncia ni gozos ni tristezas. Ni siquiera asusta a las palomas que han colonizado el espacio sin nadie que las incomode. No puedo dejar de mirar las pinturas, ¡son magníficas! Cuentan que pacientes actuaron de modelos en su día. Pero ahí están, entre el polvo, escombros, la clamorosa desidia y una abúlica negligencia. 
Hay capillas que acabaron como salas de exposiciones o de conciertos. Incluso alguna como un bar de moda. Otras terminaron como cobijo para el ganado. O cediendo sus centenarias piedras para otras construcciones. Pero quizá lo peor sea consumir los días entre la desgana y la impasibilidad de la administración regional, su propietaria, que no quiere o no sabe qué hacer con ella. 
Y ahora podríamos preguntarnos, ¿qué significa una capilla? Pues depende. Para unos, esa cruz que apunta al cielo ovetense a la sombra del gran hospital puede ser un signo de esperanza. Quizá para otros pudiera ser un espacio de recogimiento. Incluso para aquellos a los que la cruz les sea indiferente, podría ser una especie de remanso de tranquilidad en medio del bullir de un gran hospital. Tal vez un espacio religioso multiconfesional. En cualquier caso un alto en el camino del dolor propio o ajeno. Una fuente de calma ante la enfermedad. Cualquier cosa es mejor que dejarla convertirse en una ruina. 
Ciertamente en Asturias hay mucho patrimonio que atender. Pero en el caso de esta capilla, bien por lo que es como por lo que puede significar, tanto la administración regional como la municipal deberían implicarse en buscar una solución de forma inmediata que desemboque en una restauración digna. Cada vez que perdemos parte de nuestro patrimonio histórico, natural, o cultural estamos perdiendo una parte de nosotros mismos. De nuestra historia. 
No dejemos que el polvo del olvido la tape para siempre.
http://www.lne.es/noticias-suscriptor/suscriptor/oviedo-opinion/2018/06/04/capilla-olvidada/2297356.html