lunes, 24 de mayo de 2010

Joaquín. (25 de septiembre de 2004)

JOAQUÍN


La vida de los muertos está en la memoria de los vivos.

(Marco Tulio Cicerón)


No es fácil escribir de alguien que se va, y no lo es porque entre otras cosas corres el riesgo de pasarte o de no llegar; pero asumo el riesgo y lo asumo consciente de que quien esto escribe es un militante convencido de una opción política diferente a la que pertenecía Joaquín, y alguien que está en las antípodas de las políticas que en ocasiones defiende o ejecuta el equipo de gobierno de nuestro ayuntamiento, pero también alguien que se pregunta: ¿es eso verdaderamente importante? Pues francamente, creo que no, y lo creo absolutamente convencido de que lo que cuenta no son los partidos o las siglas, sino las personas, y en el caso de Joaquín, creo que el sentimiento unánime que se respira es que era una buena persona; como decimos en Asturias, “un buen paisanu”. ¿Se puede decir algo mejor de alguien? Creo que ese es el mejor epitafio. Y en estos momentos de desconsuelo, eso debe de ser motivo de alegría y de orgullo para los suyos. Con Joaquín me unieron varias cosas. Aparte de tener el honor de representar a los ovetenses en esta corporación, nos unía un buen amigo común y eso sirvió para que el respeto y, creo, que aprecio mutuo fuera creciente. Joaquín defendía muchos de los valores que yo también defiendo y así desde su militancia política, o su participación en movimientos vecinales, o desde su trabajo en la parroquia de la Tenderina, trabajó siempre por procurar el bien de los demás y hacer la vida de los otros, un poco mejor. Compartía también con Joaquín la creencia que desde unos planteamientos de fe, se puede y se debe luchar por una sociedad más justa, más solidaria, por una sociedad revolucionaria y transformadora, y aunque seguramente nuestra visión de iglesia fuera diferente, eran más los puntos en común que la controversia. En fin, realmente es difícil hablar del que ya no está… Pero mientras su familia, sus amigos, alimenten la llama de su recuerdo, un poco de él permanecerá siempre entre nosotros, y sobre todo, esos valores por los que trabajó, también permanecerán vivos. Se que a la familia, y especialmente a Marisa, su mujer, le quedará un vacío enorme; pero no resisto la tentación de traer ese versículo del Evangelio de Juan, que tantas veces habrán escuchado juntos en su querida parroquia de la Tenderina: “El que cree en mí, aunque muera vivirá; y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás”.


Publicado en La Nueva España el 25 de septiembre de 2004

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