miércoles, 27 de marzo de 2013

LOS OTROS VÍA CRUCIS


El Otero

Los otros vía crucis

La cruz que llevan muchos de los que pasan a nuestro lado

27.03.2013 
El vía crucis, el pasado día 22.
El vía crucis, el pasado día 22. 
Anda Oviedo estos días, a pesar de la lluvia que parece no querer perderse detalle, sumida en los preludios del triduo pascual, en una Semana Santa que cada año cobra más fuerza gracias al empuje de las cofradías ovetenses; centenarias unas, de estreno otras, como la de La Borriquilla, de San Pedro de los Arcos.
La Semana Santa es un tiempo de tintes muy variados, oportunidad magnífica para el descanso o tiempo de vivencias intensas. Cada quien se asoma a estos días con expectativas y actitud tan diferente como respetable. No cabe duda de que son días en los que confluye una amalgama de fervor religioso, tradición, historia, turismo, arte... Y con un indudable protagonismo de las cofradías, de las que en Oviedo hay seis. Todas, a su manera, llevan a las calles una manera de vivir su fe, su devoción, su propia historia, como una línea invisible y continua, que se transmite de padres a hijos a lo largo del tiempo. Encontrarse con Jesús en su borriquilla, el Cristo de la Misericordia, el Jesús de la Sentencia, el Cristo Flagelado, la Virgen de la Amargura, el Nazareno, Jesús Cautivo, la Merced, la Esperanza, el Santo Entierro, la Dolorosa y, por último, y lo que da sentido a todo, con Jesús Resucitado puede dejar indiferente o conmover. Puede interrogarnos o no. Puede ser una mera expresión artística enraizada en la tradición o un aldabonazo. Todo depende de con qué mirada contemplemos esas imágenes.
Un Cristo inocente camino de su destino, cargando con su -nuestra- cruz. Hasta ahí bien. Pero si cerramos los ojos, no será difícil dejar de ver esas bellas y valiosas imágenes y ver las muchas otras cruces que hoy procesionan por nuestra ciudad: vecinos, amigos, familiares, ciudadanos... seres humanos en definitiva, cargando por su particular vía dolorosa, pesadas cruces que a duras penas pueden sostener. Como la cruz del desempleo, que alcanza cifras obscenas y que están generando situaciones de pobreza, marginación y desigualdad, ante las que habría que rebelarse como sociedad, que no debería tolerar tal infamia y que crece cebada por una crisis económica sin fin y una rígida e insensible política económica.
Por no hablar de la cruz del hambre, lacra vergonzosa que en pleno siglo XXI atenaza a más de ¡ochocientos setenta millones de personas en el mundo! Sin comentarios.
La cruz de la enfermedad, que agota y consume vida y paciencia al ver cómo cada vez las implacables tijeras plenipotenciarias cortan presupuestos y prestaciones en una sanidad pública que debería ser absoluta y totalmente prioritaria.
La cruz de la violencia contra las mujeres, que muchas sufren y cargan en silencio, atemorizadas, humilladas y que en 2012 se llevó por delante cuarenta y seis vidas.
La cruz de la corrupción económica, política, ética, que está arruinando la confianza de la sociedad en sí misma, en sus dirigentes políticos, en nuestro propio futuro como colectividad, que tiene que avanzar con unión y esperanza.
La cruz de los atentados contra la vida, sean seres humanos inocentes a los que se vapulea sus derechos o contra la propia naturaleza, en una miope agresión que nos llevará a un absurdo precipicio suicida. Cruces que cargan tantas personas a las que las horas les pasan por encima haciendo de su soledad un auténtico calvario.
Cruces de odio, de abandono, de guerras, pequeñas y grandes, de la humillación de la explotación infantil... Cruces de vergüenza y asco.
Aplaudo a las cofradías de Oviedo por su tarea, pero mientras callejeo por nuestra ciudad no puedo evitar pensar en todos estos otros vía crucis tan actuales.
Los cristianos pueden contemplar y emocionarse ante tan bellas imágenes, pero ante todo tienen que salir a la calle a rebelarse contra tanta injusticia. A luchar por convertir, en lo poco que podamos, este mundo en un lugar mejor. A encontrarnos con los que no creen en este Jesús que vemos humillado y vencido... por ahora... pero que comparten, como Blas de Otero, la creencia en el hombre; en esa lucha debemos encontrarnos y juntos tenemos que batallar por esa sociedad más justa, más libre, más sólida y solidaria.
Mucha dignidad y libertad se clavan aún en pesadas y frías cruces que necesitan que seamos, creyentes o no, los cirineos de hoy, en Oviedo o donde sea; pero a pesar de todo, como decía el pasado Domingo de Ramos el Papa Francisco: «No seamos hombres y mujeres tristes; que nadie nos robe la esperanza».
Publicado en La Nueva España el 27 de marzo de 2013

viernes, 22 de marzo de 2013

Cine... Más cine, por favor...


El Otero

Cine... Más cine, por favor...

Un repaso a las salas desaparecidas en la ciudad

20.03.2013 
Cine... Más cine, por favor...
Cine... Más cine, por favor...
Será el efecto generado por una foto de un cine ovetense que ya no existe. O por una reciente conversación con un amigo sobre los cines de Oviedo de nuestra generación que ya no son... O por las canciones de Aute, que, de cuando en vez, escucho como si fueran nuevas... Quizá por ninguna o posiblemente por una extraña alianza entre todas ellas; el caso es que me asaltan, impetuosos, los recuerdos de los cines de Oviedo, que ya sólo proyectan en rincones de nuestra memoria.

Cuando ni alcanzábamos a imaginar que, en un pequeño dispositivo que llevases en el bolsillo, pudieses ver cualquier vídeo que se te antoje, el espacio cómplice en el que la imaginación corría envuelta en oscuridad y ambientador de limón eran las salas de cine. Y Oviedo estaba bien orgullosa de tener un buen número.

No quisiera parecerme al abuelo Cebolleta, pero, a veces, disfrutar de los recuerdos de la vida es vivir dos veces, así que, cerrando un poco los ojos y con muy poco esfuerzo -tampoco hace tanto tiempo-, me veo en el Roxy, asomándome con el Nodo al mundo que nos quisieran enseñar y disfrutando de la sesión continua. O en el Campoamor, sudando mientras aquel «Tiburón» maldito acechaba desde las sombras del mar... (tardé tiempo en bañarme en la playa sin acordarme del escualo asesino...). Tiemblo aún en «sensorround» en el cine Principado con la película «Terremoto», con un Charlton Heston que nunca dejó de recordarme a Ben-Hur, qué le vamos a hacer... Y casi huelo aún a chamusquina, porque hay que ver lo que sufrimos en las butacas con Paul Newman y Steve McQueen intentando salir del «Coloso en llamas». El Principado apagó su cámara en 1996, con las sombras de las largas e interminables colas de la taquilla, aún frescas, por las aceras de la calle...

Luego estaba en la calle Uría la elegancia del cine Aramo, con sus mármoles y dorados; bajó la persiana definitivamente en 1980 para dejar espacio a tiendas de moda, con su apéndice más modesto, el Fruela, al que se entraba por el pasaje de la calle Palacio Valdés. Otro bien elegante era el cine Ayala, en la calle Matemático Pedrayes, cerrado en 2002, con aquella lámpara impresionante, unas molduras fantásticas y unas pinturas, casi por mí olvidadas, obra de Paulino Vicente «el Mozo». El Filarmónica, donde está hoy el teatro, que aún continúa con algún ciclo de cine. El Real Cinema, en la plaza Longoria Carbajal. Por la calle Nueve de Mayo andaba el Toreno, luego Cinema, donde antes de que se inventaran los «frikis», vi un par de veces, allá por el 77, «La guerra de las galaxias» y un año después suspiraban nuestros sueños adolescentes con «Grease».

A finales de los 70 llegaron los multicines, con los Clarín, los Brooklyn y los Minicines de Salesas. Y, claro, Pumarín, orgullosa con su Palladium, sala de arte y ensayo, centro neurálgico de la progresía de la Transición que yo no disfruté; era muy canijo aún por entonces. Allí ponían las películas más sesudas. Estoy convencido de que muchos de los que asistían no se enteraban de nada y se aburrían como ostras, pero, ¡caramba!, debatir luego sobre lo qué quiso decir con aquel fundido ese famoso director soviético, cuyo nombre nadie acertaba a pronunciar, o la última de no sé qué director sueco, daba una pátina que no veas... Aunque a más de uno lo tuvo que despertar el acomodador... Lo de este cine daría para mucho.

En fin, el cine siempre fue una fábrica de sueños, de ilusiones, de fantasía; capaz de llevarnos a lugares recónditos de nuestra propia imaginación. Y las salas de proyección, las naves que nos transportaban a esos mundos de ensoñación... Qué bien lo cantaba Aute: «Cine, cine, cine... que toda la vida es cine, y los sueños cine son...».
Publicado en La Nueva España el 20 de marzo de 2013

miércoles, 13 de marzo de 2013

Paisaje, política y un adiós...


http://www.lne.es/oviedo/2013/03/13/paisaje-politica-adios/1381502.html

El Otero

Paisaje, política y un adiós

Hay representantes públicos, como Juan Álvarez, íntegros y honestos, dedicados a trabajar por sus semejantes

13.03.2013 
Paisaje, política y un adiós
Paisaje, política y un adiós
Un domingo de marzo. Cae la tarde. Sopla, inmisericorde, un viento frío y tenaz sobre este Picu el Paisano. A mi espalda, el monumento al Sagrado Corazón; enfrente, el Monsacro y el Aramo. Siempre ahí, esperando... Y a mis pies, Oviedo, estirándose por los costados. Ha crecido mucho desde los días en los que de niños, como aventureros salidos de los cómics, lecturas de cabecera por entonces, subíamos hasta aquí a saltar entre piezas de manos, pies o cabeza del futuro monumento, desparramadas por el suelo años antes de concluirlo, en 1981.

Cada vez que me asomo desde aquí a la ciudad, imagino toda la vida que bulle ahí abajo. Cuántos problemas, dudas, miedos, incertidumbres... Cuántos proyectos, esperanzas, anhelos... Cuántas alegrías, ilusiones... Qué de vidas felices. Cuánto entusiasmo, coraje para afrontar lo que toque cada amanecer.

Y cuánto dolor...

Hoy, en un lugar de ese Oviedo que miro y me contempla, hay un pequeño hueco de dolor que comparto por la muerte de una persona querida: Juan Álvarez.

Juan era una de esas personas que concilian unanimidad: un buen tipo. Un hombre cabal, honrado. Además de muchas otras cosas; por ejemplo, gran conversador. Encontrarme con él suponía -era inevitable- que llegaría tarde dondequiera que fuera. Casi sin mediar palabra planteaba algún tema de actualidad sobre la política municipal -pasión compartida- o me hablaba de filosofía, o de la situación de la Iglesia diocesana o universal; de lo humano y lo divino... Y yo escuchaba, porque hablar, poco podía... Pero escuchaba encantado, porque además era un hombre sabio. Desde este altozano privilegiado de Oviedo, miro hacia Monte Alto, a La Florida, o al antaño campo de tiro, aquí al lado, y el recuerdo se agranda.

No corren buenos tiempos para la política ni para los políticos. No es justo. Ni todos son iguales ni todos -ni mucho menos- unos sinvergüenzas. Ha habido, hay y habrá una gran mayoría de políticos honestos, íntegros, dedicados a trabajar por la «polis», por su país, por sus semejantes. Y el que no sea así sobra. Es una basura que hay que expulsar.

Se va el sol... Las nubes, multicolores hoy, pareciera que tuvieran prisa. La torre de la Catedral se eleva, orgullosa, sobre las primeras luces. El viento sigue a lo suyo, revolviendo por igual papeles e ideas. Trae y lleva recuerdos. Rememoro a mi padre, responsable en buena medida de mi querencia por la política y con quien compartía el cariño hacia Juan. Evoca a muchos compañeros que nos precedieron, ejemplo de entrega y pasión sincera. Hace apenas unos días enterramos a Lito Mier, con un corazón tan grande que se le paró. No hace mucho, se fue un compañero, muy joven aún, dejando huecos difíciles de llenar... Y, cómo no, imposible olvidar hoy al bueno de Juan, que supo ejercer la política desde el justo convencimiento de que sólo por y para los demás es como se debe profesar.

Cae la noche. Rodeado de este cautivador paisaje, mientras surgen por doquier procesiones de miles de luces serpenteantes que cubren los horizontes, me atrevo a decir a su mujer, Emilia, y a sus hijos, Juan y Quique, que tranquilos, que desde esa fe compartida nos queda una certeza: «El que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá».
Publicado en La Nueva España el 13 de marzo de 2013

miércoles, 6 de marzo de 2013

¿PARA QUÉ SIRVE LA VIDA...?: 125 respuestas

http://www.lne.es/oviedo/2013/03/06/para-que-sirve-la-vida-125-respuestas/1378030.html


El otero

¿Para qué sirve la vida?: 125 respuestas

El cumpleaños de la Cocina Económica

06.03.2013 
¿Para qué sirve la vida?: 125 respuestas
¿Para qué sirve la vida?: 125 respuestas

Hay preguntas que tienen canto... Es lo que tiene no dormirte a la primera, de la que te arrullas entre sábanas aún frescas; como no coja pronto el sueño, corro el riesgo de que mi imaginación cobre vida propia y acabe haciéndome extrañas preguntas; bueno, Tom Fernández se preguntaba para qué sirve un oso, y no le salió nada mal... La cuestión surgió a raíz de un texto que leí, en el que el jesuita español Luis Espinal, brutalmente asesinado en Bolivia por paramilitares en 1980, decía: «Pasan los años y, al mirar atrás, vemos que nuestra vida ha sido estéril. No nos la hemos pasado haciendo el bien. No hemos mejorado el mundo que nos legaron. No vamos a dejar huella. Nuestro único ideal no puede ser llegar a viejos». Y lo dice al que le costó la vida su coherencia. Y me dio que pensar. Mucho.

Si en estas líneas fuera posible reflejar un silencio, sería lo procedente. Un paréntesis para interiorizar la pregunta del millón: ¿en qué estoy invirtiendo mis días? No quisiera darle la razón a Oscar Wilde cuando decía: «Lo menos frecuente en este mundo es vivir. La mayoría de la gente existe, eso es todo». Quiero creer que no es así. Y es que hay preguntas que por sí solas tienen el efecto de perdurar como un eco machacón, que se pegan como un buen perfume a la piel.

Por desgracia, hoy en día, muchos conciudadanos bastante tienen con sobrevivir como para preguntarse por qué vivir. Pero ante esa situación, para muchos, la respuesta es ofrecer un cómo para que otros puedan encontrar el porqué. Einstein decía que «solamente una vida dedicada a los demás merece ser vivida». Puede ser.

Oviedo ha celebrado esta semana pasada un cumpleaños: 125 calendarios bien vivos y vividos de la Cocina Económica. La nevadona de 1888 llevó al entonces obispo, fray Martínez Vigil, a establecer una «tienda asilo» con el fin de paliar los efectos que esa nevada estaba causando entre las capas más pobres de la población ovetense. 125 años después, seis Hijas de la Caridad, siete empleados y más de un centenar de voluntarios siguen con su trabajo y dedicación a los más necesitados, ofreciendo su particular respuesta. Una tarea de entrega y de solidaridad con la que no sólo llenan los estómagos, sino también los corazones de los que llaman a sus puertas. Afortunadamente, no son pocos los que quieren que su vida sirva para llenar los vacíos que el destino deja en muchos caminos; así el trabajo de multitud de personas en asociaciones, ONG, instituciones solidarias, de lucha por los derechos humanos, de defensa de los trabajadores... permiten que la esperanza no salte por la ventana cuando la necesidad entra por la puerta.

Oviedo debe mucho a la Cocina Económica; sin duda, sus veteranos fogones han dado mucho alimento y calor a la par que recibido mucho agradecimiento. Con el estómago vacío, poco se puede hacer. Me sumo, agradecido, a la felicitación por esos 125 años, tras los que cientos de miles podrán decir ante su sede de la calle de San Vicente: «¡Gracias!».

Siglo y cuarto de historia de la Cocina Económica de Oviedo muestra para qué sirve la vida de algunos, aunque seguro que hay tantas respuestas como personas se interroguen... Pero 125 años de una institución que ha sembrado tanta dignidad, tanta entrega, tanto cariño... bien merecen que, al menos por hoy, la respuesta no siga flotando en el viento...
Publicado en La Nueva España el 6 de marzo de 2013

TRUBIA EN EL CORAZÓN


TRUBIA EN EL CORAZÓN

Muchos ojos miran hacia Trubia. Y es una mirada preocupada. Desasosegada... Porque está en juego una buena parte de la identidad trubieca.
Ya llovió desde que el Gobierno de Carlos IV, por Real Cédula de 24 de abril de 1794, estableciera una fundición de municiones de guerra en la margen izquierda del río que le iba a dar nombre, dando inicio a un futuro que se prometía próspero. Hasta que llegó su primer zancadilla. El vecino francés decide invadir la península y el ritmo de la fábrica se vio paralizado. El 19 de mayo de 1808, tropas napoleónicas al mando del general Ney, entran en Trubia obligando a militares y obreros a retirarse; no faltaron trubiecos que se organizaron en guerrillas para luchar contra el invasor. Terminada la guerra, en 1844, bajo el reinado de Isabel II, se restablece la actividad fabril y se amplía su cometido bajo la dirección del general vasco Elorza. Pascual Madoz cifra la población de 1849 en 581 habitantes. Trubia crece y establece la primera escuela de aprendices de España, que contribuye, sin duda, al despegue técnico y cultural de la localidad. 
En 1855, la localidad se desliga del municipio de Grado y se integra en Oviedo. El auge de la fábrica es notable y sirve de motor de crecimiento poblacional, económico y cultural, de la que es ejemplo la Banda de Música, la Masa Coral y los semanarios “El Correo de Trubia” y “La Voz de Trubia”, editados en 1926. 
Tanto la revolución de octubre, como la guerra civil, convierten las fábricas de armas, lógicamente, en codiciado objeto de deseo... páginas podríamos escribir con tan dilatada historia; no es el caso, así que me sirvo de Madoz, Canella, Cabezas, Caveda y Nava, o Dolores Medio, para quien “las aguas del Nalón parecían más grises al reflejarse en ellas un pequeño bosque de chimeneas pertenecientes a la fábrica de cañones”, para hilvanar este breve repaso por la vida de esta industria tan nuestra.
Trubia, por tanto, historia viva de Oviedo. Oviedo mismo. Como lo fue La Vega, una factoría puntera, con un alto valor añadido en I+D+I, ahora que tanto se valora, que dijo también adiós a la ciudad. Y ahora parece que corremos el riesgo de que esa historia se desdibuje, como sucedió  ya tantas veces. En la memoria reciente está aún el doloroso e injustificado cierre de la Loza de san Claudio. Y tanta industria y comercio ovetense que bajó la persiana para siempre. Nos dejan sin nada. Un auténtico expolio silencioso, lento... pero inexorable.
El Consejero Delegado de Sta. Bárbara Sistema, Carlos Villar, decía en abril de 2012 al anunciar la fusión de las dos factorías: “la integración es una solución necesaria para asegurar el futuro de la Compañía y la defensa del empleo": ¡JA! 
Los datos están en los medios. Partidos, sindicatos, todos sus trabajadores, están haciendo lo que tienen que hacer: defender el empleo y el futuro. Queda esperar que tanta historia, no pase a ser un mero recuerdo. Trubia merece todo el apoyo y tiene todo el derecho a seguir mirando al mañana con optimismo e ilusión. 
La fábrica de armas está en el corazón de la historia de Oviedo. Trubia es parte del corazón colectivo de la ciudad. Y las familias de los casi 500 trabajadores que ven como su futuro se tambalea en manos de una multinacional armamentística que  incumple sus compromisos y pretende dar una dentellada al pan de sus obreros, están en el corazón solidario de los ovetenses.

Publicado en La Nueva España el 27 de febrero de 2013