miércoles, 27 de octubre de 2021

LO NUESTRO (I)

De todos (I)
Repaso histórico al patrimonio local amenazado y castigado: el Carbayón, los Pilares, el convento de Santa Clara... Una de las características que definen a los ovetenses es que, por lo general, nos sentimos orgullosos de nuestro pasado. De nuestras tradiciones. De nuestro patrimonio. Aunque, claro está, nuestra historia dicta que no han sido pocas las ocasiones en las que, irresponsablemente, se han consentido auténticos disparates. Errores irreparables que hoy lamentamos profundamente. Hagamos repaso por alguno de ellos. 2 de octubre de 1879. Oviedo llora por un árbol caído. Los magníficos treinta metros de altura de nuestro tótem gentilicio yacen en el suelo. Tres días después veía la luz un nuevo periódico, “El Carbayón” que recogía el sentir ciudadano: “Aquí estuvo el Carbayón, seiscientos años con vida y cayó sin compasión bajo el hacha fratricida de nuestra corporación. Este pasquín respetad, si sois buenos ovetenses, y en su memoria llorad todos los aquí presentes por el que honró a la ciudad”. Vamos a enero de 1915. Otra construcción emblemática de la ciudad cae: los Arcos de los Pilares. A pesar de que la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando consideraba la arcada del siglo XV “un monumento de gran importancia y digno de conservación”. Llevaban desde 1902 asediando al acueducto. Entre otros argumentos peregrinos sostenían que “los Arcos ni son obra artística, ni útil, ni bella, ni histórica y sí un estorbo al progreso y ensanche del pueblo ovetense”. Sin comentarios. La polémica sacudió la ciudad durante años. Una de las voces incansables contra el derribo fue la del entonces cronista de la ciudad y rector de la universidad, Fermín Canella Secades. A través de numerosos escritos intentó salvar el acueducto. Consideraba Canella que “los Arcos de los Pilares son estimables e interesantes por lo que significan en la historia ovetense acreditando el esfuerzo para dotar a Oviedo de aguas y cimentar su progreso desde el primer tercio del siglo XVI (…) Desde entonces, el dicho artístico monumento, modelo de buenas obras de fontanería, ha sido mirado con todo cariño por los hijos de este pueblo, lo mismo cuando conducía las aguas del Naranco que después del moderno surtido de aguas (…) Creo firmemente que Oviedo puede ser una ciudad moderna sin sacrificar sus recuerdos antiguos, y por eso entiendo, con todos los debidos respetos, que no es acertada ni necesaria la destrucción de los tradicionales Arcos cuya elegancia, elevación, proporción y conjunto gratísimo son para muchos y muchos de mérito indudable a más de lo que significan en la historia local ovetense; y es una esbelta construcción cuatro veces centenaria estimada de cuantos asturianos y forasteros ha venido a Oviedo o aquí han residido”. Años 60. Se comienza a hablar del derribo del “nido y foco de ratas” en que, en opinión de algunos, se había convertido el antiguo convento de Santa Clara. Edificio, desamortizado a mediados del XIX y luego cuartel de la Guardia de Asalto, con claro protagonismo en los sucesos revolucionarios de 1934 y en los inicios de la guerra civil en la ciudad. A partir de la tertulia que se reunía en el restaurante Noriega, en torno a Juan Uría Riu, en los bajos del Palacio de Valdecarzana, surge un grupo de ciudadanos que se posicionaron claramente en contra del derribo. Ese grupo, moteado como “los Clarisos”, elaboraron un manifiesto en contra del derribo. Lo firmaban, entre otros, Juan Uría, Antón Rubín, Joaquín Manzanares, José M.ª Estrada, José M.ª Fernández Pajares, Miguel Álvarez Buylla, J. Luis Meana Feito, Paulino González Sandonís, José Ramón Tolivar Faes, Juan Ignacio Ruiz de la Peña y Emilio Marcos Vallaure. Ovetenses preocupados por su patrimonio y que sentían la obligación y la responsabilidad de alzar su voz. Y con el fin de no cansarles con una lectura excesiva, dejo un “continuará”. https://www.lne.es/oviedo/opinion/2021/10/25/i-58775825.html

lunes, 18 de octubre de 2021

PASEO DE RONDA

EL OTERO Paseo de ronda Las posibilidades de la muralla de la calle Paraíso 18·10·21 Oviedo, 3 de octubre de 1902. Una fecha para la infamia. Ese día aciago varios concejales de Oviedo proponen el derribo del acueducto de los Pilares, “obra de arquitectos montañeses pero digna de romanos” en palabras de Jovellanos. Proceso que culminó en la mañana del 11 de enero de 1915 en la que la “bárbara piqueta municipal” inició el derribo de la magnífica arcada de los Arcos de los Pilares. De nada sirvió el clamor de multitud de ovetenses que manifestaron su oposición, liderados por el entonces cronista de la ciudad y rector, Fermín Canella, quien, en numerosas ocasiones, se dirigió al Ayuntamiento presentado escritos en contra del “ciego espíritu de devastación de las autoridades municipales”. Lamentablemente, más de un siglo después, parece que ese “espíritu de devastación” sigue vivito y coleando, pero eso es harina de otro costal. Tampoco se tuvo en cuenta la idea del gran Juan Miguel de la Guardia y Ceinos, arquitecto municipal al que Oviedo tanto debe, que proponía construir sobre los Pilares “un paso o pasarela para llegar cómodamente hasta San Pedro de los Arcos”. ¿Se imaginan disfrutar de una arcada de 41 arcos desde el entronque de Cervantes con Marqués de Teverga hasta San Pedro de los Arcos y que pudiéramos pasear por ella? Sueñen. Si se hubiera tenido en cuenta la idea de De la Guardia, Oviedo contaría hoy con una construcción única. Pues bien, recuerdo hoy esa propuesta a raíz de unas acertadas declaraciones de José Ramón Fernández Molina, arquitecto responsable de la restauración de la muralla ovetense, quien manifestaba a LA NUEVA ESPAÑA el pasado 9 de octubre: “Tenemos que dignificar la calle Paraíso y toda esta zona de la muralla”. Para ello, plantea la peatonalización de la calle Paraíso dado que “no sirve de nada limpiar la estructura si después volvemos a meter coches”. Sugiere, asimismo, un “área de rehabilitación integrada, lo que facilitaría las actuaciones necesarias para la renovación de las viviendas del entorno y desterraría el temor de los residentes a prácticas especulativas”. La pretensión es “dignificar una zona tradicionalmente deprimida y convertirla en un paraje por el que se pueda caminar y pasear, que se pueda convertir también en un enclave en los ámbitos comercial y de ocio”. Medidas tan convenientes como oportunas. Sin duda servirán para valorizar la zona y dar una nueva vida y un protagonismo central al antiguo baluarte ovetense. Demasiados años llevaba languideciendo nuestra muralla a pesar de ser declarada Monumento Nacional por decreto del 3 de junio de 1931. No por ello corrió mejor fortuna. Durante la Guerra Civil se utilizó piedra de los paños de la calle Jovellanos incluso para la construcción de un camino que diera una salida a la ciudad por el Naranco durante el asedio de la ciudad. Y para bochorno común, en 1963 se desmontó la Torre de Gascona. Además de lo anterior, Fernández Molina propone también recuperar el camino de ronda por la parte superior de la muralla. Una actuación que realzaría aún más nuestra muralla. Espero que Fernández Molina tenga más éxito que su colega De la Guardia y que, ya que pasear por encima del magnífico acueducto es un sueño imposible, podamos caminar plácidamente por el paseo de ronda de nuestra muralla desde la que nos podremos asomar, orgullosos, a la historia milenaria de nuestra ciudad. https://www.lne.es/oviedo/opinion/2021/10/18/paseo-ronda-58479815.html

lunes, 11 de octubre de 2021

RAÍCES DE PIEDRA

Raíces de piedra Ante la celebración de los 1.200 años de la Catedral de Oviedo
11·10·21 “Los basamentos del mundo no son los regímenes políticos ni las teorías socioeconómicas, sino las catedrales, que apuntan al cielo, elevando la humanidad hacia Dios, quien con la fuerza de su amor, sostiene a la ciudad y a sus habitantes”. (Ken Follet) No es fácil llegar a cumplir 1200 años. Hay mucha historia que superar. Nuestra Catedral lo ha logrado. Esta semana se cumplen los doce siglos desde su dedicación. Una efeméride que es obligado celebrar. Hace años que la Catedral ejerce sobre mí una atracción a la que me es muy difícil sustraerme. Me fascina. Me sobrecoge. Me atrae como un poderosamente. Cuando atravieso su umbral siento que entro en otro mundo. O en otro tiempo. Tengo la sensación de que los parámetros cotidianos del tiempo y del espacio se distorsionan. Su atmósfera, su silencio, su luz, su olor, su ser, su historia, su magnitud, me inundan. Y tal parece que percibiera el sentir de los miles de ovetenses que, a lo largo de los siglos, se llegaron hasta esta Santa Iglesia Catedral Basílica Metropolitana de San Salvador y de los Doce Apóstoles con sus penas, miedos y esperanzas, a descansar sus muchas fatigas en la “kathedra”, silla que a todos debe acoger y abrazar. Y el de peregrinos que, llegados de remotos lugares, venían, movidos por la fuerza motriz imparable de su fe ancestral, a postrarse ante la figura del Salvador y a venerar las reliquias custodiadas en su Cámara Santa, Sancta Sanctorum ante el que no se hacían preguntas y, simplemente, se dejaban sobrepasar por lo ignoto e inabarcable de un misterio secular. Devoción y fe. Tradición y costumbre. Historia y leyenda se dan la mano a través de un tiempo que, hoy, quiere alejarse de días en que Oviedo era una ciudad sometida al gris de sombras levíticas. Oviedo no sería lo que es sin su Catedral. Ha crecido a su sombra. Al ritmo de los tañidos de sus añosas campanas. La Catedral crecía y crecía Oviedo. Tanto monta. Hoy, esos centenarios muros siguen guardando, intacto, el frescor de lo misterioso. Entre sus oscuras soledades, entre los tenues rayos de sol que filtran sus polícromas vidrieras, aún permanece el espíritu de esos ovetenses de fe inocente e incondicional que se asomaban, inquietos y curiosos, a un lugar que no era de su mundo. Este aniversario nos brinda la oportunidad de acercarnos a nuestra Catedral. De, sencillamente, admirarla. De sentirnos orgullosos de su pasado. De su presente. De lo que fue y significó en nuestra historia común como sociedad. Sintiéndola nuestra para no contradecir a Antonio Pérez y Pimentel, que en su obra “Recuerdo de Oviedo” de 1926, se lamentaba de que “apena el ánimo ver cuán pocos se dan cuenta de los tesoros artísticos, religiosos, históricos que la Santa Basílica encierra cuidadosamente guardados”. Entremos en ella. Sentémonos. Contemplemos. Escuchemos. Extasiémonos con su belleza eterna. Dejémonos invadir por un entorno seductor y atemporal. Quizá oigamos leves susurros de humildes rezos que sobrevivieron al tiempo entre las alturas góticas. O recordemos la maravillosa descripción de Leopoldo Alas “Clarín”: “Poema romántico de piedra, delicado himno, de dulces líneas de belleza muda y perenne”. Inigualable. ¿Se sientes capaces ustedes de definirla? Inténtenlo. A fin de cuentas, el alma de cada ovetense también está forjada con un pequeño pedazo de nuestra catedral. Da igual cuan altas estén las nubes. Da igual cuan alto construyamos nuestros edificios. La Sancta Ovetensis seguirá señoreando el cielo ovetense. Para todos. Por siempre. https://www.lne.es/oviedo/opinion/2021/10/11/raices-piedra-58233476.html

CONVENTO DE SAN FRANCISCO: OTRO TRISTE FINAL

EL OTERO Convento de San Francisco: otro triste final El derribo del inmueble religioso que ocupó un lugar privilegiado en el centro de la ciudad
04·10·21 Lunes 4 de octubre: San Francisco. Un día para el recuerdo de “El Poverello”, el gran santo de Asís. Para evocar una historia con tintes de leyenda. Y para rememorar otra historia sin final feliz para el patrimonio de Oviedo. Francisco, peregrino en 1214 a Santiago, llega a Oviedo. Y aquí, quiero imaginarlo embelesado del lugar, funda, en compañía de fray Pedro Compadre, una pequeña y humilde ermita en honor a Santa María. Como orden mendicante se establecieron a las afueras de la ciudad, a la orilla de un bosque. Ese bosque, impregnado aún de esencia franciscana, es hoy el Campo. Poco a poco se iban sumando hermanos. En el siglo XV se construyó, en el solar que hoy ocupa la Junta General del Principado, la iglesia de San Francisco. Iglesia y convento que, con permiso de Góngora, son hoy tierra, humo, polvo, sombra… nada. Un recuerdo. Una imagen que perdura sólo en viejas fotografías que nos generan nostalgia y rabia. Que nos muestran un hermoso edificio gótico, con planta de cruz latina. Edificio que con el tiempo se iría ampliando añadiendo capillas bajo el patrocinio de familias notables de la ciudad como los Argüelles, Valdés, Miranda o Quirós y por cofradías como la de la Misericordia o la Orden Tercera. En el siglo XVI se construyó un primer claustro pegado a la iglesia. Años después se levantaría un segundo claustro. La invasión de las tropas napoleónicas causaron notables desperfectos lo que, en cierta manera, inició el declive del convento. La desamortización de Mendizábal en 1837 hizo que el edificio y los terrenos pasasen a la Diputación Provincial, los cuales fueron destinados a Jardín Botánico por la Universidad de Oviedo. El claustro se utilizó como hospital. Y la capilla que construyera la Orden Tercera fue ocupada por el Museo Arqueológico. En 1879, la iglesia románica de San Juan, ubicada entonces en la calle Schultz, se declara en estado de ruina por lo que la actividad parroquial se traslada a San Francisco donde permanece hasta 1898. El derribo de edificaciones adyacentes en ese año deterioran la estructura del convento de San Francisco, lo que aboca al edificio a una situación cercana a la ruina. Empieza entonces algo que ya nos es familiar en esta ciudad. Oscuros intereses prevalecen sobre la voluntad por su restauración, haciendo caso omiso, como sucedería pocos años después con los Pilares, a las voces de muchos ovetenses en contra de su temido final. En 1899, ya comenzado el derribo de la zona conventual, la Comisión Provincial de Monumentos pide que se le haga partícipe de los planes que atañen a la iglesia y así poder remitir la información a la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. El 23 de marzo de 1900, la Diputación y el Arzobispado venden la iglesia por 60.000 pesetas. La Diputación se compromete a habilitar un solar para edificar el nuevo templo de San Juan, planteándose inicialmente el solar donde hoy se ubica el colegio de La Milagrosa, entre Uría y Marqués de Pidal. Y con el fin de 1902 comienza el derribo de la iglesia. La Comisión intenta conservar la mayor parte de piezas valiosas solicitando al Ayuntamiento fondos para el traslado a su sede. Una vez más, Oviedo perdió una edificación de gran valor histórico y artístico. Así se escribe la historia. Otra patada a nuestro patrimonio. Ha pasado más de un siglo. Y aún, temo, quedan lecciones por aprender. https://www.lne.es/oviedo/opinion/2021/10/04/convento-san-francisco-triste-final-57979708.html