lunes, 27 de marzo de 2017

LLANTO POR UNOS ÁRBOLES CAÍDOS

El Otero

Llanto por los árboles caídos en Ules

Lamento tras la tala de un pequeño bosque de castaños y robles en la falda del Naranco

27.03.2017 | 03:36
Dos imágenes del estado en que ha quedado la zona que ocupaba en el Naranco el pequeño bosque talado. 
"Han descuajado un árbol. Esta misma mañana / el viento aún, el sol, todos los pájaros / lo acariciaban buenamente. / Era dichoso y joven, cándido y erguido / con una clara vocación de cielo / y con un alto porvenir de estrellas. / Hoy, a la tarde, yace como un niño / desenterrado de su cuna, rotas / las dulces piernas, la cabeza hundida, / desparramado por la tierra y triste / todo deshecho en hojas, / en llanto verde todavía, en llanto. / Esta noche saldré cuando ya nadie /pueda mirarlo, cuando ya esté solo a cerrarle los ojos y a cantarle / esa misma canción que esta mañana / en su pasar le susurraba el viento".

Creo que sé cómo se sentía Rafael Alberti cuando escribió estos versos. Lo sé. Y lo sé porque desde el pasado jueves al Naranco le falta algo. Un pequeño bosque de castaños y robles ya no está. Una hermosa arboleda que nos recordaba cómo quería ser. Cómo debería ser todo el monte. Muchas décadas llevaban ahí, mirando a Oviedo. Creciendo tranquilos. Orgullosos de resistir. Ufanos por pervivir al filo del hacha. Y a la desidia y a la indiferencia. Troncos imponentes. Como torres altivas. Subí a verlos. Y los contemplé tumbados. Vencidos. Abatidos. Pisaba la tierra removida y arrasada como si un ejército invasor, regodeándose en su victoria, quisiera dejar buena huella de su triunfo inmisericorde. Troceados. Humillados. Ultrajados. Silentes aguardaban su destino a la vera de la húmeda y fría carretera. La tarde, mohína, languidecía en respetuoso silencio. El bosque ya no está.

Sueño con ver el horizonte de Oviedo con mil tonos de verdes en primavera. Anhelo admirar nuestro majestuoso telón de fondo cuajado de ocres en otoño cada vez que mire al norte. Pero la realidad, testaruda, dice que no. ¡No! Un sueño que se aleja cuando más deseas alcanzarlo. Porque parece que a nadie importa.

Cada paso que daba por esa tierra removida, entre astillas sangrantes, era un paso de rabia. De pena. De impotencia. De frustración.

Algunos ansiamos legar un Naranco mejor. Ese Naranco que sea lo que quiere ser: nuestro monte. Pero es como meter agua en un cesto.

Habrá, tal vez, quien piense que qué importancia tienen unos árboles caídos. Que qué más da. Puede ser. Pero sólo espero que no tenga que recordar nunca las palabras de Iris M. Landrón: "Algún día, el árbol que has tronchado te hará falta para respirar".
http://suscriptor.lne.es/suscriptor/oviedo-opinion/2017/03/27/llanto-arboles-caidos-ules/2079778.html

lunes, 20 de marzo de 2017

UNA CIUDAD EN UN RAMILLETE

El Otero

Una ciudad en un ramillete

La necesidad de cuidar el ámbito rural del concejo

20.03.2017 | 04:05

    Jaime Izquierdo nos recordaba el pasado febrero, en un artículo publicado por LA NUEVA ESPAÑA, un libro de reciente publicación, "Alabanza de la aldea", en el que el antropólogo Adolfo García nos invita a volver la vista hacia las aldeas "comunidades responsables de la construcción cultural del paisaje". El autor del artículo las considera "como un núcleo de una célula que tiene la huerta, la tierra de cultivo y el monte comunal por citoplasma. Son algo así como un director de orquesta que dirige una obra sinfónica que armoniza y concierta en paisaje con el paisanaje, o viceversa".

    Me pareció una lectura muy interesante y me dio pie a reflexionar sobre la situación actual de lo que venimos a denominar como zona rural del municipio. Vecinos de Oviedo que viven en la periferia del casco urbano con muchas ventajas y, también, no pocos inconvenientes. En mi época de dedicación municipal tuve la suerte de conocer muchos de estos núcleos y casi siempre percibía la misma sensación en los vecinos: "Tenemos las mismas obligaciones pero no los mismos derechos". Un debate, sin duda, interesante.

    Y en esas estaba cuando se cruzó en mis lecturas un texto de Alfonso Pérez Nieva, escritor que inicia un viaje en 1895 desde León y recoge sus impresiones en un libro que titula "Un viaje a Asturias pasando por León". Y, hablando de nuestra ciudad comenta: "Yo no he visto ninguna con más verdes alrededores, ni más poblados a granel de casitas blancas. Cualquiera diría que alguna vez empezó a nevar y al ver la alfombra de terciopelo en que caía el meteoro, enamorado súbitamente de la campiña, se detuvo para no chafarla, quedando solo aquí y allá los primeros copos de la helada lluvia. Estas dos notas alternativas dan a la vega una dulzura melancólica que atrae. Hay en el blando paisaje algo de casto, de tímido, de recogido, de ruboroso; se adivina en esa profusión de viviendas medio escondidas entre su fiel maíz muchos amores tranquilos y sonrientes. Y si por algo faltaba a la suprema paz del valle, la naturaleza le ha cerrado, poniendo para defenderle, el bravo Naranco, armado de sus miles de morrudos robles. Esto en conjunto, de lejos. Poniéndose en contacto con la vega el encanto crece. Hoy, por ejemplo, hemos ido en higiénico paseo, dando pruebas de buenos andarines, desde la fábrica de fusiles hasta muy cerca del acueducto. Imposible trasladar al papel los mil detalles cogidos por los ojos y depositados en la memoria. Aquí una alameda de gigantescos árboles, allí un cercado de cambrones espinosos, allá el maíz con su caperuzas de paje italiano, acullá los plantíos de fastuosas coles, conos de heno para las reses, hórreos, caseríos, quintas de americanos, chimeneas de fábricas, ya un pedazo de tierra ruinosa que parece desmoronada adrede por un pintor, ya una acacia solitaria y, en lontananza, siempre las lomas de un verde jugoso que mantiene brillante la lluvia.

    Sobre tal fondo produce un magnífico efecto el acueducto, constituido por cuarenta huecos con sólidos sillares obra de Juan de Cerecedo, reformado después por Gonzalo de la Bárcena, y ejecutada en el siglo XVI. Este gigante de granito es la única nota que altera la suavidad del paisaje. Considerando, sin embargo, su misión, bórrase hasta la más leve huella de dureza. La ciudad, metida en el centro de un ramillete de flores, necesitaba beber, y la dócil arquería de piedra que salta sobre el valle le era un hilo de agua desde el Naranco".

    Entusiasta crónica que dibuja un Oviedo bucólico. Un Oviedo que los años han ido desdibujando en favor del crecimiento estrictamente urbano. Como titulaba Pérez Nieva el capítulo, una ciudad en un ramillete.

    Un Oviedo que hay que reivindicar. Que debemos recordar. Que habría que intentar conservar. Y que jamás deberíamos olvidar.
    http://suscriptor.lne.es/suscriptor/oviedo-opinion/2017/03/20/ciudad-ramillete/2075859.html

    lunes, 13 de marzo de 2017

    SIDRA FERRUGINOSA

    El Otero

    Sidra ferruginosa

    Las formas de ofrecer la bebida asturiana a lo largo de la historia

    13.03.2017 
    Sidra ferruginosa
    El programa de turismo de Asturias tiene como uno de sus pilares estratégicos la competitividad de la oferta turística asturiana, recogiendo la necesidad de impulsar la calidad diferencial de las empresas turísticas como estrategia competitiva (sí, ya lo sé, no se han enterado de nada; yo tampoco). El caso es que gracias a eso se ha creado el sello de "Sidrerías de Asturias, Calidad Natural". El Principado entregó el pasado mes de enero esta marca de calidad a veintiuna sidrerías asturianas, entre ellas, a siete de nuestra ciudad. Fue en un acto celebrado en Madrid en FITUR, la Feria de Turismo, quizá para retar a ese mal fario que siempre temimos de que la sidra, pasado el Pajares, puxarra.

    Bueno, que la sidra de hoy en día "ta que estapina" nadie lo duda, pero, qué diría ¿si le ofrecieran sidra ferruginosa?

    En el Almanaque de El Carbayón de 1897, se publicó un curioso anuncio que rezaba:

    "Farmacia de Don José García Braga. Cimadevilla y Altamirano. Sidra Ferruginosa de Asturias.

    En este establecimiento, montado a la altura de sus similares nacionales y extranjeros, encontrará el público, con la completa seguridad de origen y bondad en la preparación, los varios productos extranjeros de éxito más seguro y más recomendados por la ciencia médica. Se obtiene oxígeno puro y lavado, hielo (¿sería de los pozos del Naranco?); se preparan baños medicinales en sus diferentes formas, vino de quina ferruginoso (y dale con el ferruginoso), vino de quina (¿recuerdan el "Naturalmente, Quina San Clemente?) y cacao empleando en estos preparados cacao (no consta participación alguna del negrito del África tropical) y quina escogidos y vinos generosos puros; aceite de hígado de bacalao rodado y iodado-ferroso, ídem creosotado (si el normal sabía a rayos, éstos no quiero ni imaginar?), ídem emulsionado con hipofosfitos de cal y cuantos medicamentos especiales se pidan con la mayor brevedad, así como se practican análisis de orines, líquidos orgánicos (¡puag!)y cuantas operaciones se relacionen con la farmacia y la química.

    Y se prepara la acreditada sidra ferruginosa".

    Y ahí quería yo llegar. Parece ser que ésta estaba recomendada para pacientes anémicos y mujeres embarazadas, pero en dosis bajas: una botella diaria (¡cómo serían las altas dosis!)

    Desde que Estrabón, allá por el 60 a.c., afirmara que los Astures consumían una bebida llamada "zhyto" (se supone que sidra), hasta hoy, pasando por los días del Oviedo del XIX o aquellas calendas en las que Pío Baroja, reportero entonces de la revista madrileña "Estampa", tras una visita a Oviedo a principios de los años 30, anotara en su diario: "Doy una vuelta por el Campo de San Francisco y me encuentro a un conocido que me lleva a una bodega donde me ofrece sidra echada en un vaso desde una altura de unos dos metros para que haga espuma. Me parece un ejercicio de prestidigitación", pues ya llovió. Imagino a quienes arrastrasen su anemia y alguna de las embarazadas locales al salir de la botica del Sr. García Braga exclamando eso de: "ta cantarina, tien buen vasu, pue bebese, espalma bien, ta cantarina, ta pistonuda, ta que escoña, como pa quedase, ye llambiona, pue rutiase y hasta ¡coño! ¡da pena mexala!

    Si entre los lectores se encuentra alguien que padezca anemia o esté en estado de buena esperanza, por favor, no se me vayan a dar a la sidra. Este artículo no es de un medicamento. No siga lo dicho al pie de la letra y consulte a su médico o farmacéutico. Mejor le irá.
    http://suscriptor.lne.es/suscriptor/oviedo-opinion/2017/03/13/sidra-ferruginosa/2072116.html

    lunes, 6 de marzo de 2017

    ALCALDES DEL BARRIO

    Alcaldes del barrio

    Sobre la figura que ejercía de intermediario entre los vecinos y el Ayuntamiento

    06.03.2017 



    "Wenceslao López quiere recuperar los alcaldes de barrio tras quitarlos en 2015". Ese es el titular de la noticia que LA NUEVA ESPAÑA nos ofrecía el pasado 2 de marzo. Sin entrar en otras derivadas o en el recorrido que puedan tener estas declaraciones, me sirvió este titular para recordar la figura de los alcaldes pedáneos. Algo que viví muy de cerca. No sé si será muy pertinente hablar de las propias vivencias. Supongo que no le falta razón a la premio Nobel de literatura, Herta Müller, cuando dice que la vida se vive, no se escribe; pero, francamente, creo que uno escribe, en buena medida, sobre sus experiencias. O de los posos que esa vida gastada va dejando en su propio cuaderno de bitácora. Así que permítanme la licencia de recordar en estas líneas a mi padre, Jesús Fernández Muñiz, alcalde de barrio de Vallobín durante los dos mandatos de Antonio Masip como regidor de la ciudad de 1983 a 1991. Y en él a aquellos otros que, durante aquellos años de mayores escaseces, compartieron la tarea de ser correas de transmisión entre los barrios y el Consistorio. 
    El "despacho" en el que se atendía a los vecinos era mi propia habitación y, como no había horario, venían vecinos a cualquier hora del día y cualquier día de la semana. No fueron pocas las veces que tuve que salir zumbando de la cama un sábado a hora temprana porque alguien venía a por un certificado de residencia, trámite que era de los más frecuentes. Los centros sociales aún no eran una realidad; una reivindicación, por cierto, en la que aquel alcalde de Vallobín insistió pero que no pudo lograr. Eso sí que era llevar a su plenitud el dicho de "puertas abiertas". Todo lo demás consistía en estar pendiente de las necesidades vecinales, desde lo necesario para desratizar, hasta la demanda de puntos de luz, mejoras en la limpieza, arreglo de aceras u hormigonado de caminos para lo que el ayuntamiento facilitaba unas cubas y los propios vecinos, a modo de sextaferia, tenían que esparcir. Bien los saben los vecinos de Concinos, por ejemplo. 
    Dejando al margen las vivencias y recuerdos personales, me sirvió esta noticia para reflexionar en torno a algo que, a mi juicio, no está viviendo sus mejores horas: la política como vocación de servicio. Trabajando por los demás sin compensación alguna. Y cuando digo ninguna es ninguna. Hasta las cintas de la máquina de escribir se pagaban. Sin insanas ambiciones. Creyendo que desde una humilde posición como es la de una alcaldía de barrio se puede colaborar a mejorar las condiciones de vida de los que tienes en derredor. Por poco que sea. Demandando cualquier mejora sin tener en cuanta filias o fobias partidistas. Política -literalmente- a pie de calle. Iba a reescribir esta línea para cambiar política por servicio, pero no; a fin de cuentas, es lo mismo. Al menos, así lo viví. Y, francamente, así lo creo. Por tanto, si finalmente se recupera la figura de los alcaldes de barrio, que no olviden que lo que han de ser, sobre todo, es alcaldes del barrio. Y para el barrio. Lo demás? será otra cosa.
    http://suscriptor.lne.es/suscriptor/oviedo-opinion/2017/03/06/alcaldes-barrio/2068252.html