miércoles, 24 de abril de 2013

LA VENGANZA DEL NARANCO

http://www.lne.es/oviedo/2013/04/24/venganza-naranco/1401770.html


El Otero

La venganza del Naranco

Una reflexión sobre lo que está sucediendo con el «argayón» de Toleo

24.04.2013 
La venganza del Naranco
La venganza del Naranco
Existe una teoría formulada en 1969 por el científico británico James Lovelock, denominada «Gaia» que, en esencia, plantea que la Tierra es un ser vivo, un complejo sistema sensible capaz de autorregularse. Asimismo, ciertas tribus amerindias mantienen creencias ancestrales que otorgan a la propia Naturaleza carta de inteligencia.

Si eso fuera así, creo que tendría la explicación para el «argayón» de Toleo: el Naranco nos está mandando a tomar por el saco; demasiados abusos perpetrados contra él. ¿A alguien le extraña? A mí, desde luego, no.

Manuel Gutiérrez Claverol, geólogo amante de Oviedo por arriba y por abajo, que bien conoce nuestro subsuelo, advirtió en 1995, como voz que clama en el desierto, que cuidadín con edificar en la zona; pero, claro, nadie le hizo caso («typical spanish»). Lo que no sabía Claverol es que el propio Naranco, harto ya de estar harto, como diría Serrat, se le iban a inflar los lodos e iba a mandar a tomar por donde empiezan los cestos y amargan los pepinos lo que se le pusiera por delante.

Si no fuera por la gravedad del tema, merecería la pena seguir con cierto tono sarcástico; imagino que a los propietarios de edificaciones en la zona maldita la gracia que les hará todo esto.

Pero es cierto que abusamos del Naranco. Llevamos mucho tiempo dándole la espalda. Y no se lo merece.

Se le arrancan las tripas con las más de 250 hectáreas de terreno explotadas en las canteras, un tumor con vocación de crecer.

Se le presiona con edificaciones cada vez más y más cerca del monte, incluso en zonas inadecuadas como ha quedado de manifiesto, y ahora se quiere «rondar» su falda y no precisamente con la tuna.

Líneas de alta tensión lo cruzan por doquier y, a la par, hemos dejado el suelo por donde pasan como una herida que no cura nunca.

Poco a poco, se ha ido talando, insensatamente, su bosque atlántico para sustituirlo por eucaliptos formando estupendos desiertos verdes.

Se incendia, aquí y allá, casi todos los años en un acto de temeraria -y delictiva- irresponsabilidad.

Se han cerrado caminos públicos de manera totalmente ilegal.

Proliferan antenas como setas por sus cimas, tal si de un centro de seguimiento espacial se tratara.

Y lo peor de todo: lo ignoramos.

Así que no me extraña que, después de estar ahí abrazando y resguardando Oviedo desde siempre, ante nuestra desidia, como uno de esos personajes maltratados salido de un cuento de Dickens, decida que, total, para el caso que le hacemos, casi mejor se va a otro lado.

Nunca me cansaré de decirlo: ¡el Naranco nos necesita! Necesita a las administraciones públicas que pueden y tienen que hacer mucho sin más demora; pero necesita por igual a todos los ovetenses. Que lo conozcamos. Que lo sintamos como algo esencialmente nuestro. Que nos preocupemos por él. Que exijamos y nos exijamos su cuidado; mejor aún, que lo mimemos.

¡No sigamos viviendo de espaldas a él! Un elemento de tanto valor y potencial ambiental, tan sustancialmente ovetense, no puede seguir en el olvido.

Por la cuenta que nos trae, no dejemos que se marche.
Publicado en La Nueva España el 24 de abril de 2013

miércoles, 17 de abril de 2013

SIN EMBARGO, ALGUNOS MUERDEN.

http://www.lne.es/oviedo/2013/04/17/embargo-muerden/1398381.html

El Otero

Sin embargo, algunos muerden

La aventura de dos mastines sueltos por la ciudad

17.04.2013 
Sin embargo, algunos muerden
Sin embargo, algunos muerden
No siempre se cumple la máxima periodística de que no es noticia que un perro muerda a un hombre, y por eso, como afortunadamente lo contrario no ocurrió, LA NUEVA ESPAÑA nos informaba en días pasados que dos mastines andaban como si tal cosa sembrando el pánico por las calles de Oviedo, matando a otro perro y mordiendo a una persona, e intentándolo con otras que, afortunadamente, paraguas en ristre, repelieron el ataque. Imagino el disgusto del propietario del perro finado; otro cachorro tuvo mejor suerte y, aunque quedó maltrecho, afortunadamente sobrevive.

Cuenta la crónica que los dos mastines se acercaban con toda su cachaza, sigilosamente, por atrás, como si fueran mentes criminales planeando perfectamente su ataque. No fue broma la cosa y tuvieron en jaque durante un buen tiempo a patrullas de la Policía Local.

A veces, aunque en el ámbito urbano lo esperas menos, miro de reojo cuando me cruzo con según qué perros, que tal parece que te miraran, como tanteando a ver si notan el sutil aroma del miedo para ponerse en posición dominante y despertar en uno un buen canguelo.

La mayoría de perros son tranquilos, nobles, pacíficos, y no falta quien diga que no hay perros peligrosos sino amos imprudentes; es posible... El caso es que, por si las moscas, casi mejor no cruzarse por Oviedo con perros que vayan en pareja, sin amo que los lleve atados y bien atados y con cara de buscar camorra o de gozar de un rato de disfrute, poniendo pies en polvorosa a tranquilos paseantes, que mira que son ganas de fastidiar.

Pensaba hasta ahora que los únicos canes de afilados colmillos que nos querían echar el bocado a los ovetenses eran de otro tipo; hay por ahí uno de raza «Villa Magdalena» que de vez en cuando ruge y pone los pelos como escarpias. Otro, marca territorio meando esquinas de aparcamientos vacíos de «Cinturón Verde» por toda la ciudad y no le echa el lazo ni toda la sociedad protectora de animales. Y alguno, muy zorro, anda agazapado afilando el colmillo esperando a que la centenaria industria armamentística local pase a mejor vida para aposentar sus reales en unos terrenos que ya, ya... Son razas, abundantes y variadas, más difíciles de controlar que las numerosas poblaciones callejeras gatunas o de palomas, y no sería extraño que sustituyeran al sempiterno y malvado lobo de los cuentos infantiles previos a la era Rodríguez de la Fuente, quien nos enseñó que no es tan fiero el lobo como lo pintan.

El bueno de «Rufo», al que muchos ovetenses recordarán sesteando mansamente por las calles de Oviedo, encabezando toda manifestación que se preciara, o mendigando una caricia, mirándonos tierno y bonachón con ojos de cordero degollado, era un inocente caniche al lado de estos morlacos que de vez en cuando oyes gruñir al pasar por ciertos rincones de la ciudad o -serán imaginaciones mías- al abrir alguna mañana el periódico; pero bueno, seguro que sí, son cosas mías, y a lo mejor los únicos perros que muerden de verdad, para pena, susto y desgracia de los que les tocó la china, son los de la noticia del otro día.
Publicado en La Nueva España el 17 de abril de 2013

lunes, 15 de abril de 2013

Entrevista en "Esta Hora"

Entrevista publicada en el periódico diocesano "Esta Hora" el 11 de abril de 2013

http://www.iglesiadeasturias.org/publicaciones/esta_hora/estahora2013/2013-04-11.pdf


Testigos | Carlos Fernández Llaneza. ␣␣␣␣␣␣␣␣␣␣␣␣␣␣␣␣␣␣␣␣␣␣␣␣␣␣␣␣␣␣␣␣␣␣␣␣␣␣␣␣␣␣␣␣␣␣␣␣␣␣␣␣␣␣␣␣␣␣␣
“Hay que unir fe y compromiso con el mundo”
Desde niño lleva vinculado a su parroquia. San Pedro de los Arcos es para él su pasión y en aquella comunidad cristiana trata de transmitir la fe a las generaciones más jóvenes

OVIEDO
¿Cómo fue el proceso para hacerse catequista?
La verdad, creo que surgió de una forma tan natural, espontá- nea y hace tanto tiempo, que no sabría decirte... digamos que sentí la necesidad de contar a otros lo que yo había descubierto y vivido en mi comunidad parroquial, en la que aprendí a ser Iglesia con otros. Por intentar transmitir esos valores evangélicos tan nuevos y vivos. Y por ser colaborador, a pe- sar de todas las dificultades y en la medida que pueda, en la cons- trucción de una sociedad más justa; contribuir a que los jóvenes desarrollen una conciencia críti- ca, que piensen por ellos mismos, que sean más libres en definitiva.
Es catequista para grupos de Confirmación ¿existe cierta cri- sis en esta franja de edad para este sacramento? ¿A qué cree que se debe?
Sí, casi siempre he acompaña- do a grupos de jóvenes. ¿Crisis...? ¡Cuándo no la hubo! El problema, quizá, estriba en que no sabemos hacer una oferta atractiva, que no llegamos a conectar con las ne- cesidades de los jóvenes, que no somos capaces de que descubran lo que desde estos grupos se les pueden ofrecer en su construc- ción como personas, y desde lue- go no será por la fuerza y vigor del mensaje. Actualmente también es cierto que tienen muchas com- promisos y responsabilidades; estudios, deportes, ocio... Es lo que decía al principio; tienen que descubrir lo que les puede apor- tar en positivo un grupo y que esa realidad les lleve a comprome-
su fe y el lugar que ocupa en su vida, en estos momentos en los que parece que no queda ningu- na institución en pie?
Siempre he pretendido vivir mi fe como sinónimo de compromi- so; cosa muy difícil, por cierto; la coherencia es una de las asignatu- ras más difíciles de aprobar. Pero tampoco por eso dejo de creer en todo. En la Iglesia hay cosas que te pueden gustar más o menos, pero la esencia es la que es. El mensaje y valores del Evangelio ahí están y eso no cambia. Tampoco los partidos políticos u otras organi- zaciones sociales viven su mejor momento y no por ello creo que su papel no sea relevante en la sociedad y posiblemente, ahora, más aún. No debemos perder la esperanza, sin caer en la ingenui- dad, claro, pero hay que creer que otro mundo mejor es posible. Y pelear por él, por supuesto...
¿Qué papel cree que, preci- samente en estos años de crisis, debemos tener los católicos, en medio de la vida pública, tanto a nivel personal, como a nivel la- boral, social, etc?
Pues que hay que estar pre- sentes en la sociedad en la que vivimos. Comprometidos, parti- cipando, luchando por mejorar nuestro entorno. Cada uno sabrá cómo y dónde pero hay que estar: en la parroquia, en la asociación de vecinos, en el trabajo, en los sindicatos, partidos, en la familia, sin complejos ni prejuicios. Codo con codo con todos los que quie- ran pelear por hacer un mundo mejor.
Creo que sólo así nos ganare- mos el mérito de ser no sólo cre- yentes, sino creíbles.
ayudar a dar pasos en la dirección propuesta. El que en el arcipres- tazgo sigan funcionando tres zo- nas, restos de la antigua división arciprestal, no nos parece obstá- culo en la consolidación de una UPAP, sino que, al contrario, tra- tándose de un arciprestazgo gran- de, la zona puede ayudar a una colaboración más cercana y espe- cífica, sin perder por ello de vista al arciprestazgo como tal, porque, estamos convencidos, que trabajar arciprestalmente no empobrece la vida parroquial sino que la enri- quece.
“Sentí la necesidad de contar a otros lo que yo había descubierto en mi comunidad parroquial, en la que aprendí a ser Iglesia con otros”
“La Iglesia es como las vidrieras de una Catedral, para ver su belleza, tienes que estar dentro. Muchos jóvenes tienen una imagen parcial”
terse, desde su libertad, a buscar por ellos mismos el valor añadido que un grupo les puede sumar. Y por supuesto, el paso siguiente, que quizá es el más complicado, a comprometerse en la realidad concreta en la que viven y a apor- tar sus valores y talentos. Ahora más que nunca.
¿Qué dificultades encuentra a la hora de transmitir la fe a los chavales de hoy?
Tienen demasiados ruidos a su alrededor. Y falta conciencia de compromiso, pero no sólo religio- so; también social y político. No cabe duda de que hay un notable desencanto y desapego con mu- chas instituciones al que Iglesia no es ajena.
¿Cómo se enfrentan a la realidad de la Iglesia los jóvenes hoy? Temo que con un notable escepticismo y cierta indiferencia,
aunque ya se sabe que las genera- lizaciones nunca son muy justas. Y con distanciamiento. Y al juzgar lo que no se conoce, corremos el riesgo de meter la pata. La Iglesia es como las vidrieras de una Catedral, para ver su belleza, tienes que estar dentro. Y muchos jóvenes –y adultos– tienen una imagen de la Iglesia muy parcial y llena de tópicos.
Personalmente, ¿cómo valora su fe y el lugar que ocupa en su vida, en estos momentos en los que parece que no queda ningu- na institución en pie?
Siempre he pretendido vivir mi fe como sinónimo de compromi- so; cosa muy difícil, por cierto; la coherencia es una de las asignatu- ras más difíciles de aprobar. Pero tampoco por eso dejo de creer en todo. En la Iglesia hay cosas que te pueden gustar más o menos, pero la esencia es la que es. El mensaje y valores del Evangelio ahí están y eso no cambia. Tampoco los partidos políticos u otras organi- zaciones sociales viven su mejor momento y no por ello creo que su papel no sea relevante en la sociedad y posiblemente, ahora, más aún. No debemos perder la esperanza, sin caer en la ingenui- dad, claro, pero hay que creer que otro mundo mejor es posible. Y pelear por él, por supuesto...
¿Qué papel cree que, precisamente en estos años de crisis, debemos tener los católicos, en medio de la vida pública, tanto a nivel personal, como a nivel laboral, social, etc?
Pues que hay que estar pre- sentes en la sociedad en la que vivimos. Comprometidos, parti- cipando, luchando por mejorar nuestro entorno. Cada uno sabrá cómo y dónde pero hay que estar: en la parroquia, en la asociación de vecinos, en el trabajo, en los sindicatos, partidos, en la familia, sin complejos ni prejuicios. Codo con codo con todos los que quie- ran pelear por hacer un mundo mejor.
Creo que sólo así nos ganare- mos el mérito de ser no sólo creyentes, sino creíbles.

OLOR A TIZA Y FUTURO

http://www.lne.es/oviedo/2013/04/10/olor-tiza-futuro/1394818.html


El Otero

Olor a tiza y futuro

La auténtica enseñanza de los días de escuela

10.04.2013 
Olor a tiza y futuro
Olor a tiza y futuro
A que a todos os pasó alguna vez que un olor, por sí solo, es capaz de haceros vivir de nuevo momentos que creíais ya perdidos? Seguro que sí. Olores -o una música- que nos brindan un fugaz instante de recreación de un tiempo pasado y vivido, que sólo estaba ahí, esperando, como una brasa que, paciente, aguarda a la brisa para volver a ser fuego. Servidor atesora varios: el olor de la yerba recién cortada, que me lleva a las fiestas del Vallobín, cuando al llegar los barraquistas se segaba el prao. El de la leche hirviendo a diario en mi casa sobre la cocina de carbón, en una escena cotidiana imposible e impensable hoy. O el de un aula, mezcla inconexa de olor a tiza, gomas, cuadernos, libros y ansias por crecer y saber.

Quien más quien menos hemos pasado un buen número de horas en un aula. Mi primera escuela fue un bajo interior en el Vallobín; la escuela de doña Joaquina, en la que aprendí las primeras letras y a trazar los primeros números en las pizarras que teníamos y sobre las que, con aquellos pizarrines que comprábamos en Comercial Pérez, dábamos vida y forma a nuestro incipiente saber. Poco tardé en pasar al Colegio de San Pedro de los Arcos, en el que todavía teníamos, como patio de juegos, el viejo cementerio parroquial; revolver por sus sepulturas vacías, lejos de ser un acto rayano en lo sacrílego, se convertía en una diversión más, qué cosas...

Don Fermín Canella, en su fantástica obra «El libro de Oviedo», de 1887, cifra las escuelas del municipio en cincuenta y ocho y da extensa nómina. Habla también del estado de los locales, lamentando, por ejemplo, de San Claudio, Latores, Loriana, San Julián de Box, Naves, Santianes, Nora y San Andrés, «que estas escuelas no tengan más local que el pórtico de la iglesia, esto debe cesar enseguida». En todos los sitios -y tiempos- cocieron habas.

Afortunadamente, hoy la educación llega a todos, aunque oscuras y peligrosas sombras se ciernan en una insensata miopía que impide ver que la principal inversión de una sociedad debería ser, precisamente, en educación.

Supongo que las remembranzas de nuestros tiempos de colegio, instituto o facultad ocupan un buen lugar en las estanterías de la memoria y seguro que a cada uno de los que leáis estas líneas os será fácil entrecerrar los ojos y abrir las ventanas de esos recuerdos de par en par; alguna sonrisa aflorará, seguro. Y también nombres de maestros, amigos, compañeros petardos; evocaciones de miradas furtivas y tímidas, sudores fríos ante los exámenes, regocijo en el fin de curso, miedo a llevar las notas a casa... Fue la cimentación de lo que hoy somos.

No recuerdo muchas cosas de las que estudié, pero sí recuerdo nombres de maestros que intentaron enseñarnos a pensar por nosotros mismos, a respetarnos, que quisieron inculcarnos el arte de ser felices, de vivir una vida plena de vida. Y echo de menos que no nos hubieran contado más sobre ellos mismos, de lo que aprendieron enseñando, de lo que les hizo ser felices y de lo que les produjo dolor; que nos hubieran abierto sus vidas, no sólo sus libros. Maestros que nos enseñaron el camino con y en libertad. Eso sí que no lo olvido.

El poeta Hesíodo, en el siglo VIII a. C., decía que la educación ayuda a la persona a aprender a ser lo que es capaz de ser. Pues eso.

La mayoría de los que me enseñaron a ser lo que fui capaz de ser ya no está aquí, pero es igual; a todos los que fueron y a los que hoy siguen empeñados en no sólo enseñar, sino educar: ¡gracias!
Publicado en La Nueva España el 10 de abril de 2013

miércoles, 3 de abril de 2013

PINTAN BASTOS


El Otero

Pintan bastos

Una reflexión sobre la crisis que atraviesa el comercio local

03.04.2013 
Pintan bastos
Pintan bastos
Ojalá estuviéramos hablando de una partida de tute, pero no... No me gusta ser pájaro de mal agüero y prefiero dar un barniz de optimismo a estas líneas, pero es que la realidad no nos da tregua...

Acostumbro a recortar noticias que me llaman la atención y tengo encima de la mesa dos que, tozudas ellas, no se quieren meter en la oscuridad de la carpeta y reclaman protagonismo; a saber: el PIB del comercio regional se contrae un 2,6%. Y otra: «Oleada de cierres en el centro», en la que se informaba que seis comercios de moda echarían en los próximos días el cierre, algunos después de décadas en la ciudad. No es, lamentablemente, noticia. No hay nada más que dar una vuelta por el centro o por los barrios para constatar la cantidad de negocios que han dicho adiós. Si a la industria no le va bien (¡Trubia adelante!), al comercio no le va mejor. La crisis está cobrándose una jugosa factura, pero Oviedo lleva viendo, impotente, cómo desde hace años, comercios emblemáticos de la ciudad, por unas u otras razones, bajan para siempre la persiana en una penosa pérdida de aliento vital.

No hay que revolver demasiado en el cajón de los recuerdos para encontrar nombres como almacenes Al Pelayo, con su popular 2x1; Botas, pionero en muchas cosas, con su novedoso «snack bar», al que iban tantas madres a dar los potitos a sus retoños; Giovi, Almacenes Generales y Guisasola; Simago, con su famosa máquina de palomitas y las primeras escaleras automáticas en Oviedo, para gozo y disfrute de los entonces guajes que descubrimos nuevo lugar de juegos... Lacazzete, un bazar en el que encontrabas de todo. Casa Viena, mueblería de calidad, con tres establecimientos en la ciudad. Y tantos y tantos comercios de todos los sectores que han ido dejando, como gotas de sangre salpicadas por una herida abierta, locales vacíos que, en algunos casos -el Rey ha muerto, ¡viva el Rey!- han ido ocupando grandes cadenas y franquicias, que consiguen que, al mirar sus carteles, alumbrando nuestras calles, nos cueste diferenciar si estamos en Oviedo, Madrid o Budapest. Las mismas marcas. Los mismos rótulos. Uniformidad. Son otros tiempos; la globalización manda.

Pero es innegable que el proceso se ha acelerado. Y la triste noticia es que el comercio ovetense está de capa caída: cierran porque no hay quién compre ni pueden financiarse. No hay quien compre porque el desempleo parece que tiene aspiraciones a convertirse en jinete del Apocalipsis. El desempleo crece porque las empresas, industrias y comercios cierran... Una odiosa espiral sin fin de la que no se sabe cómo salir.

La pregunta que se oye hoy en día es: ¿hasta cuándo?, ¿cuándo acabará esta crisis? Lejos de mí erudiciones en ciencias económicas o dotes de augur, pero sé leer. Y leo a muchos expertos economistas que defienden la tesis de que recortes, rebajas de salarios, subidas de impuestos, control estricto del gasto... no son el único camino. Que hay que tomar medidas de estímulo de la economía, que parece un cuerpo a punto de fenecer en la mesa de operaciones al que hay que inyectar adrenalina directa al corazón.

No puedo evitar hacerme la pregunta de si nuestro gobierno estará haciendo lo correcto; a la vista de los resultados, por ahora, parece que no lo suficiente.

Lo doloroso, volviendo a lo local, es ver a tantos autónomos, pequeños empresarios y comerciantes, que dedicaron toda una vida al trabajo, impotentes al constatar ahora que todo ese ingente esfuerzo es agua en un cesto de mimbre...
Publicado en La Nueva España el 3 de abril de 2013