lunes, 30 de agosto de 2021

LA CERÁMICA DE FARO: UN FUTURO NECESARIO

EL OTERO
La tradición alfarera en la zona rural de Oviedo 30·08·21 Abrimos hoy esta ventana hacia un pueblo de la parroquia de Santa María de Limanes: Faro. Hablar de Faro es remontarnos a una de las industrias más antiguas: la cerámica. Se decía antiguamente que en Faro no había casa sin horno ni sin obrador alfarero. Por desgracia, hoy no es así. En Asturias ya encontramos elaboración de cerámica en el periodo del neolítico. En la segunda Edad del Hierro aparece el torno mejorando, a partir de entonces, la preparación de las pastas empleadas e incorporando con la romanización de Asturias el empleo de moldes. A finales del siglo XVIII surgen en Asturias fábricas de loza como la de Miranda (Avilés), de la que Jovellanos dijo sobre sus elaboraciones: “Consúmense en toda la costa septentrional desde Galicia a Vizcaya”, o la de Villar en Siero. En abril de 1902, Senén María Ceñal funda en San Claudio la fábrica de loza, triste e injustificadamente desparecida en 2009 y que en su momento de esplendor llegó a contar con quinientos trabajadores. No está claro de dónde proviene el nombre de Faro. Pudiera deberse a una torre desde la que se hacían señales luminosas; de hecho, por Faro pasaba el Camino Real con dirección a la capital del Reino y aún existe el topónimo “La Grandota” que hace referencia a una gran torre cuyos cimientos aún permanecen enterrados. Otra teoría afirma que pudiera derivarse del latín “far-is” (escanda). Según recoge en un artículo la etnógrafa Esperanza Ibáñez de Aldecoa, tras las excavaciones realizadas por Alfonso Suárez Saro entre 1988 y 1990, se constató la actividad ceramista desde finales del siglo X. Aurelio de Llano y Roza Ampudia alude a una leyenda de que el pueblo había sido gobernado por un rey alfarero. Eduardo Quiñones cita la creencia de que el primer alfar lo estableció un vendedor de cachivaches procedente de tierras lejanas que al pasar por aquel lugar se fijó en la calidad de la arcilla y se quedó a trabajarla. En la Diplomática Medieval Asturiana se menciona en numerosas ocasiones a Faro: En el siglo XII aparece “iuxta ovetum, in villa pernominta Faro”. En 1519, en un legajo que se conserva en el Archivo Capitular de la Catedral se lee: “Item mas, se cargan que debe Juan de Estébano de Faro un cuarterón de teja, que son doscientas e çincuenta tejas”. El Catastro del Marqués de la Ensenada, en 1749, cifra el número de alfareros en setenta. En el siglo XVIII los alfareros de Faro comienzan a dispersarse hacia el oriente especialmente en busca de nuevos mercados, creando nuevas alfarerías en Pola de Siero, Ceceda, Piloña, Cangas de Onís, Ovio, la Franca o Villaviciosa. De Faro partió también Primitivo Cuesta “El Mico”, fundador de la alfarería de Somió. Muchos autores se refirieron a Faro, Miñano, Madoz o Canella. En 1933, Eduardo Álvarez Quiñones pronostica: “La industria se extingue. Las ruedas permanecen quietas en los rincones. Actualmente sólo giran cuatro, de los cuatro alfareros que quedan y estas cuatro se inmovilizarán dentro de poco tiempo y la industria alfarera se habrá terminado”. La gran actividad de Faro necesitaba de la existencia de mercados en los que se vendían combustibles para alimentar los hornos de los alfareros, entre los que se encontraban varios procedentes del Naranco. A Faro llegaban carros portando árgoma. Un horno podía consumir hasta cinco carros de árgoma en 12 horas. El tipo de rueda utilizada en Faro hasta el siglo XX era la baja de mano, hasta que José Vega “Lito” introdujo el torno de pie, consiguiendo así un incremento y mejora de la producción. Su hijo, José Manuel Vega “Selito”, último alfarero de una centenaria estirpe, espera ver continuada su tarea en su discípulo Orlando Morán. Como prueba de la antigüedad de la cerámica de Faro nos habla uno de los motivos frecuentes en su decoración: la “páxara”, un pez pájaro que lleva en su seno el huevo, símbolo de la fecundidad, dibujo que lleva siglos repitiéndose en sus piezas y al que Esperanza Ibáñez Aldecoa atribuye una inspiración oriental por su similitud con un plato encontrado en Hichapur (India) fechado entre el siglo IX-X. Asturias es tierra muy dada a cantares y coplas. Faro no ha sido ajeno. Perduran varias de estas coplas: “En llegando a la Temprana / ya sé que voy pa Faro / la mayor pena que tengo / que nun sé mayar el barro”. Otra dice: “Soy de Faro, soy de Faro / y mi madre una faruca / por eso yo siempre traigo / la barriguina fartuca”. “Madre mía / quién me diera una rapaza de Faro”. “Virgen de las Escudiellas, / abogada de los platos / sácame de entre los vieyos / llévame con los rapazos”. También hay una copla dedicada a aquellos que eran más bien “flojos”: “Voy mandate facer de nuevo en Faro”. Asimismo, cuando una joven se hacía de rogar en encontrar pareja decía: “Téngolu encargáu de barro en Faro”. Otro dicho aplicado a los mozos que iban a cortejar sin mucho éxito, también interpretado como canción asturiana, reza: “Fuiste a cortexar a Faro y estimárontelo munchu, nun taba la moza en casa y mandáronte sacar cuchu”. Por supuesto no faltaban coplas con relación a los motes, como el que hacía referencia a un vecino tartamudo, “Lin el Quequé”. También con mención a algunas familias: “Fuime a cortexar a Faro / a casa la Temprana, / por mucho que madrugué / amanecimos en la cama”. Natacha Seseña, etnógrafa española, decía: “La historia de la humanidad, desde la prehistoria hasta nuestros días, puede elaborarse a través de la contemplación y estudio de las labores cerámicas. En España, esta historia, es brillantísima”. Así es. En Faro tenemos un claro ejemplo. De ahí la importancia de no dejar morir esta actividad secular que la Asociación de Amigos de la Alfarería de Faro intenta mantener viva. Esperemos que el reciente convenio de colaboración firmado entre esta asociación y el Ayuntamiento ovetense sirva para ese propósito. El deseado proyecto de un Centro de Alfarería de Faro, al que el Ayuntamiento debería dar el necesario empuje, también podría ser una manera de perpetuar la memoria y la obra de nuestros ancestros alfareros. En él se compaginarían la enseñanza, investigación, producción y, por supuesto, la exposición museística. Tras tener la oportunidad y el honor de conversar y aprender mucho con “Selito” estoy más convencido de la importancia y necesidad de este centro. La cerámica de Faro es parte esencial de nuestra historia y cultura ovetenses. Dejar morir a la “páxara” milenaria sería otro error imperdonable que no debemos ni podemos permitir. https://www.lne.es/oviedo/opinion/2021/08/30/ceramica-faro-futuro-necesario-56683113.html

lunes, 23 de agosto de 2021

EL CAMPOAMOR, ESPÍRITU OVETENSE

El Campoamor, espíritu ovetense El papel del coliseo ovetense en la historia de la ciudad
23·08·21 ¡Qué fácil es destruir! ¡Qué difícil levantar! ¡Más, no sabiendo sentir! (Fermín Canella) Oviedo y la música siempre han ido de mano. Los ovetenses del XVII disfrutaban ya del teatro y de cierta actividad musical en el Corral de Comedias de El Fontán. La ópera no llegaría, con bastante probabilidad, hasta la segunda mitad del s. XVIII. Consta que en el Teatro Circo Santa Susana, en el mes de marzo de 1885, se representó una exitosa ópera con la participación del “Ruiseñor ovetense”, el tenor Lorenzo Abruñedo. Pero Oviedo necesitaba más. Quería un teatro al estilo de los coliseos europeos por lo que el Consistorio presidido por Longoria Carbajal se pone manos a la obra y en 1876 publica la convocatoria para la construcción del “Nuevo Teatro”. Sólo se presentan José López Salaberry y Siro Borrajo, con un proyecto inspirado en el Teatro de la Comedia de Madrid. Juan Miguel de la Guardia sugiere el emplazamiento en terrenos de la huerta del Convento de Santa Clara, junto al moderno mercado de El Progreso, además de dirigir la obra y aportar varias modificaciones. El 17 de septiembre de 1882, con “Los Hugonotes”, se levanta el telón del nuevo teatro. El nombre del poeta naviego, Campoamor, sería propuesto por el concejal Leopoldo Alas “Clarín” en la sesión municipal del 10 de mayo de 1890. Y como uno de los privilegios de esta ventana es poder viajar en el tiempo, vamos a hacerlo. Asomémonos a tres fechas relevantes en su historia. La primera el 17 de septiembre de 1892. Un redactor de “El Carbayón” nos pone en situación: “Imposible describir el aspecto que en la noche del sábado presentaba el Teatro Campoamor. Habíamos dicho que la inauguración sería un acontecimiento y lo fue en efecto. No hacemos hoy una reseña detallada de la función, ni mucho menos juicio crítico del desempeño que tuvo la grandiosa ópera de Meyerbeer; ni el espacio nos lo permite, ni el estado en que los artistas pisaron las tablas era apropiado para lucir todas sus facultades. Cantar ante un público desconocido, en un teatro nuevo, en que el verdadero derroche de oro y de luz hace que la sala se venga encima, según gráfica frase de uno de los artistas; sí podemos asegurar que el éxito fue admirable y que el poner ayer aquella obra en escena, con solo cuatro ensayos, revela en el maestro condiciones excepcionales. De la concurrencia ¡qué hemos de decir! Estaba allí lo más selecto de la sociedad asturiana. En uno de los palcos principales estaba D. Leandro de Campoamor, hermano del ilustre poeta, con su hija Guillermina y la Srta. de Gil. En el palco Municipal, el Alcalde de Oviedo, el de Gijón, concejales y el secretario; los regidores del Ayuntamiento de Madrid Sres. Méndez Vigo (D. Pedro) y Rubio (D. Federico). El público salió complacidísimo. El Alcalde, Sr. Secades, recibió numerosas felicitaciones con motivo de la inauguración del Teatro, pues sabido es, que a sus esfuerzos y constancia se debe el que al fin se haya inaugurado de tan brillante manera. Rogamos al Sr. Alcalde ordene que en las noches en que haya representación en el teatro, no se apaguen las farolas hasta que no se retiren a sus casas los espectadores”. Vamos a otra fecha no tan agradable: 9 de octubre de 1934. Aurelio de Llano y Roza Ampudia, espectador privilegiado de aquellos días luctuosos, nos cuenta cómo, ante la ofensiva de los revolucionarios, las fuerzas resistentes se replegaron al Teatro Campoamor que no reunía buenas condiciones defensivas, por lo que el jefe del cuartel de Santa Clara ordenó su evacuación. Relata Aurelio de Llano: ”Desde el teatro Campoamor era fácil incendiar el cuartel de Santa Clara. El comandante militar de la Plaza contaba con que el cuartel de Santa Clara podía ser el último reducto de la defensa de la ciudad, puesto que el día siete indicó la posibilidad de replegarse del Gobierno Civil a este cuartel. Teniendo esto en cuenta, en Junta de jefes celebrada en el cuartel de Santa Clara, se acordó incendiar con gasolina el teatro Campoamor. Le pegaron fuego, y del espléndido edificio, uno de los más bonitos de España no quedaron más que las paredes”. Por último nos trasladamos al sábado 18 de septiembre de 1948. Reinauguración del teatro. LA NUEVA ESPAÑA informaba del acontecimiento: “La fecha de ayer señala una venturosa efeméride en la ya larga historia de la ciudad. (…) Terminada la reconstrucción, ha sido inaugurado en la noche de ayer con la mayor solemnidad. Como ovetenses no podemos menos de sentir la mayor satisfacción al poder contar de nuevo con un edificio digno de Oviedo en cuanto al cultivo del arte dramático se refiere, llenándose así un vacío que se ha hecho sentir mucho desde hace años. El golpe de vista que ofrece la sala, completamente llena, no podía ser más magnífico”. Fechas significativas en el devenir de un edificio tan simbólico como esencial de la ciudad. Obviamente, ningún ovetense puede presumir de haber sido testigo de estos tres días, pero sí hay un testigo excepcional que ha superado el paso del tiempo, conflictos revolucionarios y bélicos, reformas urbanas y decenas de corporaciones: una farola. Una simple farola que ha visto pasar ante sí a generaciones de ovetenses. Hasta hoy. Si nadie lo remedia, el actual equipo de gobierno municipal pretende arrancarla de su emplazamiento secular tal como informaba LA NUEVA ESPAÑA: “Dos farolas a ambos lados de la entrada del teatro sustituirán la que está en el centro de la plaza, que se retirará con la estatua anexa”. Pues, que quieren que les diga, restaurarla sí, pero, preferiría que continuara en su emplazamiento siendo testigo del correr de los días ovetenses y no sucumbiera a la incívica piqueta municipal. Imposible no evocar las “aleluyas” de Canella. ¡Qué razón tenía! CARLOS FERNÁNDEZ LLANEZA El Campoamor, espíritu ovetense El papel del coliseo ovetense en la historia de la ciudad 23·08·21 ¡Qué fácil es destruir! El Campoamor, espíritu ovetense El Campoamor, espíritu ovetense ¡Qué difícil levantar! ¡Más, no sabiendo sentir! (Fermín Canella) Oviedo y la música siempre han ido de mano. Los ovetenses del XVII disfrutaban ya del teatro y de cierta actividad musical en el Corral de Comedias de El Fontán. La ópera no llegaría, con bastante probabilidad, hasta la segunda mitad del s. XVIII. Consta que en el Teatro Circo Santa Susana, en el mes de marzo de 1885, se representó una exitosa ópera con la participación del “Ruiseñor ovetense”, el tenor Lorenzo Abruñedo. Pero Oviedo necesitaba más. Quería un teatro al estilo de los coliseos europeos por lo que el Consistorio presidido por Longoria Carbajal se pone manos a la obra y en 1876 publica la convocatoria para la construcción del “Nuevo Teatro”. Sólo se presentan José López Salaberry y Siro Borrajo, con un proyecto inspirado en el Teatro de la Comedia de Madrid. Juan Miguel de la Guardia sugiere el emplazamiento en terrenos de la huerta del Convento de Santa Clara, junto al moderno mercado de El Progreso, además de dirigir la obra y aportar varias modificaciones. El 17 de septiembre de 1882, con “Los Hugonotes”, se levanta el telón del nuevo teatro. El nombre del poeta naviego, Campoamor, sería propuesto por el concejal Leopoldo Alas “Clarín” en la sesión municipal del 10 de mayo de 1890. Y como uno de los privilegios de esta ventana es poder viajar en el tiempo, vamos a hacerlo. Asomémonos a tres fechas relevantes en su historia. La primera el 17 de septiembre de 1892. Un redactor de “El Carbayón” nos pone en situación: “Imposible describir el aspecto que en la noche del sábado presentaba el Teatro Campoamor. Habíamos dicho que la inauguración sería un acontecimiento y lo fue en efecto. No hacemos hoy una reseña detallada de la función, ni mucho menos juicio crítico del desempeño que tuvo la grandiosa ópera de Meyerbeer; ni el espacio nos lo permite, ni el estado en que los artistas pisaron las tablas era apropiado para lucir todas sus facultades. Cantar ante un público desconocido, en un teatro nuevo, en que el verdadero derroche de oro y de luz hace que la sala se venga encima, según gráfica frase de uno de los artistas; sí podemos asegurar que el éxito fue admirable y que el poner ayer aquella obra en escena, con solo cuatro ensayos, revela en el maestro condiciones excepcionales. De la concurrencia ¡qué hemos de decir! Estaba allí lo más selecto de la sociedad asturiana. En uno de los palcos principales estaba D. Leandro de Campoamor, hermano del ilustre poeta, con su hija Guillermina y la Srta. de Gil. En el palco Municipal, el Alcalde de Oviedo, el de Gijón, concejales y el secretario; los regidores del Ayuntamiento de Madrid Sres. Méndez Vigo (D. Pedro) y Rubio (D. Federico). El público salió complacidísimo. El Alcalde, Sr. Secades, recibió numerosas felicitaciones con motivo de la inauguración del Teatro, pues sabido es, que a sus esfuerzos y constancia se debe el que al fin se haya inaugurado de tan brillante manera. Rogamos al Sr. Alcalde ordene que en las noches en que haya representación en el teatro, no se apaguen las farolas hasta que no se retiren a sus casas los espectadores”. Vamos a otra fecha no tan agradable: 9 de octubre de 1934. Aurelio de Llano y Roza Ampudia, espectador privilegiado de aquellos días luctuosos, nos cuenta cómo, ante la ofensiva de los revolucionarios, las fuerzas resistentes se replegaron al Teatro Campoamor que no reunía buenas condiciones defensivas, por lo que el jefe del cuartel de Santa Clara ordenó su evacuación. Relata Aurelio de Llano: ”Desde el teatro Campoamor era fácil incendiar el cuartel de Santa Clara. El comandante militar de la Plaza contaba con que el cuartel de Santa Clara podía ser el último reducto de la defensa de la ciudad, puesto que el día siete indicó la posibilidad de replegarse del Gobierno Civil a este cuartel. Teniendo esto en cuenta, en Junta de jefes celebrada en el cuartel de Santa Clara, se acordó incendiar con gasolina el teatro Campoamor. Le pegaron fuego, y del espléndido edificio, uno de los más bonitos de España no quedaron más que las paredes”. Por último nos trasladamos al sábado 18 de septiembre de 1948. Reinauguración del teatro. LA NUEVA ESPAÑA informaba del acontecimiento: “La fecha de ayer señala una venturosa efeméride en la ya larga historia de la ciudad. (…) Terminada la reconstrucción, ha sido inaugurado en la noche de ayer con la mayor solemnidad. Como ovetenses no podemos menos de sentir la mayor satisfacción al poder contar de nuevo con un edificio digno de Oviedo en cuanto al cultivo del arte dramático se refiere, llenándose así un vacío que se ha hecho sentir mucho desde hace años. El golpe de vista que ofrece la sala, completamente llena, no podía ser más magnífico”. Fechas significativas en el devenir de un edificio tan simbólico como esencial de la ciudad. Obviamente, ningún ovetense puede presumir de haber sido testigo de estos tres días, pero sí hay un testigo excepcional que ha superado el paso del tiempo, conflictos revolucionarios y bélicos, reformas urbanas y decenas de corporaciones: una farola. Una simple farola que ha visto pasar ante sí a generaciones de ovetenses. Hasta hoy. Si nadie lo remedia, el actual equipo de gobierno municipal pretende arrancarla de su emplazamiento secular tal como informaba LA NUEVA ESPAÑA: “Dos farolas a ambos lados de la entrada del teatro sustituirán la que está en el centro de la plaza, que se retirará con la estatua anexa”. Pues, que quieren que les diga, restaurarla sí, pero, preferiría que continuara en su emplazamiento siendo testigo del correr de los días ovetenses y no sucumbiera a la incívica piqueta municipal. Imposible no evocar las “aleluyas” de Canella. ¡Qué razón tenía!

lunes, 16 de agosto de 2021

A VUELTAS CON EL PATRÓN DE OVIEDO

EL OTERO
A vueltas con el patrón de Oviedo El Salvador, San Mateo y Santa Eulalia, una confusa trinidad local 16·08·21 Sigue habiendo en Oviedo un poco de confusión con el patronazgo de la ciudad. El pasado 6 de agosto, fiesta de la Transfiguración del Señor en la que se celebra a El Salvador, el propio Ayuntamiento, a través de sus redes sociales, felicitaba a los ovetenses por la fiesta de su patrono. Sin más ánimo que intentar arrojar un poco de luz, vuelvo a traer a esta ventana a nuestros supuestos patronos. Estoy convencido de que si preguntáramos a los ovetenses muchos responderían que el patrono de Oviedo es San Mateo. Digamos que San Mateo fue una casualidad. El 14 de septiembre, festividad de la Exaltación de la Santa Cruz, se iniciaba la Perdonanza o Jubileo de la Santa Cruz, siete días para ganar la indulgencia plenaria. Tras esa semana se ofrecía a los peregrinos unos festejos populares. Una simple suma de siete días al 14 nos lleva al 21: San Mateo. Y ahí quedó la fiesta hasta hoy. Luego está el Salvador. También existe la creencia de que es Él quien ostenta el patronazgo de la ciudad, incluido nuestro Ayuntamiento, según parece. Pues tampoco. No puede ser porque, en palabras del canónigo Enrique López, “San Salvador, o el Salvador, es Jesucristo Glorificado tras su resurrección. Pero la divinidad no puede ser patrona de una ciudad porque no otorga, no intercede ante Dios para obtener su favor; es Dios mismo”. José Luis González Vázquez, prefecto de liturgia del Cabildo de la Catedral, afirma, asimismo, en este sentido: “Oviedo no tiene patrono, tiene patrona; Santa Eulalia de Mérida, patrona de Oviedo y de la Diócesis; la Virgen de Covadonga vino después. El Salvador es el titular de la Catedral. Lo de San Mateo es mera coincidencia”. Sobre El Salvador añade: “El Salvador, cuya festividad se celebra el 6 de agosto, nunca podrá ser patrono de Oviedo ni de ningún otro lugar, El Salvador es Dios. Los santos patronos no hacen milagros por sí mismos sino que interceden ante Dios para que los haga. Sería absurdo que El Salvador se pidiese hacer a sí mismo un milagro: Él simplemente lo haría o no lo haría”. Como es sabido, fue Fruela el que dedicó una Basílica a San Salvador y a los Doce Apóstoles, destruida en una incursión musulmana, y reedificada por su hijo, Alfonso II, quien la erigió en Sede Episcopal en 812. Desde entonces, nuestra Catedral está dedicada, eso sí, a San Salvador y a los Apóstoles aunque, a menudo, esta última dedicación no se menciona. ¿Está Oviedo, por tanto, huérfana de patronazgo? No. Lo anticipaba anteriormente con las palabras de José Luis González. En 1639, el papa Urbano VIII nombra a Santa Eulalia de Mérida patrona de la diócesis y de Oviedo a petición de la ciudad tras recoger el apoyo popular. Por tanto, San Salvador no es patrono de Oviedo. Tal vez esta confusión venga facilitada por la dificultad, en palabras de Silverio Cerra, hombre sabio y bueno, “de discernir entre titularidad y patronazgo, en que a veces se unifiquen templo y mapa”. En nuestra Catedral, que este año cumplirá los 1200 años de su dedicación, seguimos atesorando la hermosa imagen del Salvador ante la que, a lo largo de los siglos, se postraron miles de peregrinos, incluidos los que se dirigían a Compostela. Y ya saben, como decía la antigua canción medieval francesa: “Quien va a Santiago y no al Salvador, visita al criado y olvida al Señor”. https://www.lne.es/oviedo/opinion/2021/08/16/vueltas-patron-oviedo-56257642.html

martes, 10 de agosto de 2021

BELARMINO CABAL: MÁS QUE MÁRMOL

EL OTERO Belarmino Cabal: más que mármol Sobre la historia de la empresa que aportó el pavimento del paseo de los Álamos 09·08·21 El magnífico mosaico soñado y creado por Antonio Suárez para el Paseo de los Álamos está de actualidad, y no para bien. Da pena constatar como, de día en día, se agrava su deterioro. En el proceso de descubrimiento y aprendizaje semanal que son estas líneas compartidas ya abordamos la historia del singular mosaico. Pero, cosas de la curiosidad, me pregunté en varias ocasiones sobre el origen del mármol. Tirando del hilo llegué a un nombre: Belarmino Cabal de la Huerta. Vamos, pues, a conocer un poco más a este empresario nacido en Oviedo en abril de 1902 y para ello, de nuevo, me apoyo en el esencial José Ramón Tolivar Faes. Cabal, hijo, nieto y bisnieto de empresarios relacionados con el mármol, entró como aprendiz de cantero a los trece años en la empresa “Cabal y Rodríguez” en la calle Campomanes. De su padre, uno de los propietarios de la empresa, aprendió a tallar en piedra contando también como maestro con Enrique del Fresno. Tuvo la oportunidad de aprender técnicas de modelado de otro escultor que visitaba el taller con frecuencia: Víctor Hevia. Fue alumno del Liceo Asturiano y de la Escuela de Artes y Oficios y posteriormente de la academia de Eugenio Tamayo. Tras fallecer su padre en 1927 inicia su propio negocio, Marmolerías Belarmino Cabal, en la calle Matemático Pedrayes esquina Cervantes. De ese taller surgirían obras de autores tan relevantes como Bustelo, Busto, Casariego, Bobes, Hevia, Laviada, Zaragoza, Cabestani, Vaquero o Paulino Vicente. Tras la Guerra Civil, Regiones Devastadas le encarga la mayoría de sus obras de cantería; por ejemplo, la reconstrucción del Palacio Episcopal, del Ayuntamiento, del Teatro Campoamor, de la urbanización de la Plaza de España o la balaustrada superior de la Catedral. Fue responsable de la construcción de un buen número de ambulatorios y residencias de la Seguridad Social en Asturias y en otras regiones. Asimismo participó en obras como el aeropuerto de Barajas o el Hostal San Marcos de León. Durante años colaboró con las constructoras más importantes del país. En sus instalaciones, en Menéndez Pelayo, llegaron a trabajar doscientos obreros. De su taller salieron también obras tan reconocidas en Oviedo como el monumento a Clarín, de Prieto Bances y Laviada, a Tartiere, de Hevia y Laviada, a Palacio Valdés, de Gerardo Zaragoza, a Pérez de Ayala, de Antonio Nava, a Julián Clavería, de Víctor Hevia, o el monumento al Sagrado Corazón del Naranco, de Zaragoza. Larga sería la lista si sumamos muchas otras obras por Asturias. De su taller salió asimismo “el pavimento tipo portugués de mármol de 3 cm. de espesor” del mosaico de los Álamos, desencadenante de estas líneas. Según consta en el expediente municipal de 30 de abril de 1966, el coste de toda la obra, materiales, honorarios de arquitecto y de personal auxiliar sumó un importe de 1.009.589,48 ptas. Cabal desarrolló una intensa actividad empresarial pero sin orillar su interés por las artes. En su taller creó una escuela de talla y modelado por la que pasaron numerosos alumnos. Su actividad empresarial no se limitaba a la cantería y al mármol, también participó en diversos proyectos empresariales, culturales o deportivos. Fue, asimismo, un gran aficionado a la caza. En abril de 1979 le fue concedida la Medalla de Plata al mérito en el trabajo. Para elaborar estas líneas tuve la fortuna de poder hablar con dos de sus nietos; ambos rezuman pasión por su abuelo. Por uno de ellos conocí unas palabras que le dedicó el dibujante Mingote: “D. Belarmino, Belarmo, Mino. Cazador joven, conversador sin igual. Perdiz a tiro perdiz muerta, vaya cazador Cabal de la Huerta”. Falleció el 7 de enero de 1988. El 29 de mayo de 1981, accediendo a la petición del Comité de Empresa de Mármoles Cabal, el Ayuntamiento le concedió una calle en las inmediaciones del lugar donde estuvieron durante años sus talleres. Muchas piedras de Oviedo, seguro que también conservan un trozo de su nombre. https://www.lne.es/oviedo/opinion/2021/08/09/belarmino-cabal-marmol-56071622.html

martes, 3 de agosto de 2021

"LOS ENIGMÁTICOS"

EL OTERO CARLOS FERNÁNDEZ LLANEZA “Los Enigmáticos” 02·08·21 El 2 de agosto fue durante muchos años un día especial para los vecinos del Vallobín. Al menos desde 1958 y hasta 1972 se festejaba a Nuestra Señora de los Ángeles. Días de alegría y convivencia con los que orillar la lucha cotidiana de muchas familias por salir adelante. Hace un año, rebuscando entre viejos álbumes de fiestas, encontré un nombre que no conocía. El de un joven grupo musical del barrio: “Los Enigmáticos”. Así que, utilizando de nuevo ese símil de las cerezas, eché mano de una historia y, engarzada a ella, salió otra. Una de esas cerezas nos habla de un grupo de jóvenes del barrio, tres de la calle Mariscal Solís, frente a los bloques de la Renfe: Gandoy, Paco y Andrés. Y uno de Francisco Cambó: Santiago. Cuatro jóvenes traspasados por la pasión musical. ¿Cuándo surgió la chispa? ¿El día que descubrieron en un viejo vinilo el ritmo frenético de Elvis? ¿Tal vez escuchando “Vuelo 605” en Radio Peninsular? Un programa referente iniciado en la primavera de 1963 y conducido por el ovetense Ángel Álvarez, radiotelegrafista de cabina de Iberia. De sus viajes por el mundo traía lo mejor de las novedades musicales para emitirlas en su espacio. Música nueva. Diferente. Que removía a estos jóvenes que empezaron a tocar unas viejas guitarras clásicas en el portal de casa. Mucho juego dieron los portales en aquellos años… Y de ahí a un hórreo del Prau Picón del Vallobín. Ese hórreo, decorado con fotos de la revista “Fans”, portadas de discos y algún detalle más, se convirtió en el primer “local” de ensayo y de encuentro de amigos. Entre sus viejas paredes de madera empezaron a sonar canciones de los “Shadows”, de los “Beatles”, de “Los Brincos”... Poco a poco, aquellos primeros encuentros sin un destino claro fueron tomando forma. Nadie faltaba a los ensayos. El sueño, en un hórreo a la luz de las velas, se iba materializando. Santi fue el encargado de poner voz al grupo. Parece que iba sobrado de empuje e ilusión. Más difícil era encontrar a alguien que tocase la batería. Un día conocieron a Pedro. Sólo tenía una caja y un plato de batería pero ofrecía un pequeño local en el edificio de Obras Públicas para poder ensayar de vez en cuando pero la cosa no cuajó por lo que el hórreo continuó siendo el lugar de ensayo; eso sí, nada de electricidad, por lo que sólo podían tocar en acústico. La imaginación al poder. Hasta que dieron con Cándido, dueño del bar Villanueva, en Francisco Cambó; por cierto, bar al que me enviaban con frecuencia a comprar una Casera fría antes de que en casa tuviéramos nevera. El hórreo fue el obrador en el que se fueron fraguando interpretaciones que ahora sí sonaban mejor. Cada vez pasaba más gente por allí a escucharles tocar. En uno de esos ensayos alguien les habló de un “batería” y así llegó Bosco. Pero faltaba un nombre. Fue Andrés el que propuso “Los Enigmáticos”. En la historia del grupo publicada con motivo de la conmemoración del 50 aniversario, junto con la edición de un CD, cuenta su autor, José Antonio Sánchez Gandoy: “aquel día llevaba pegadas en su guitarra de madera dos interrogaciones blancas adhesivas. Aquello era extraño, original y quedaba como una señal de ¡atención, obras! en la guitarra. Está claro que con quince años no medíamos demasiado el sentido de la realidad… ni del ridículo. Además tampoco estábamos en California, esto era Vallobín. De todas formas los nombres de los grupos de Oviedo se las traían: “Los Siderales”, Los “Fúnebres”, “Los Estelares”, “Los Juniors”, “Los Galgos”, “Los Liders”, “Los Espectros”, “Los Bucaneros”, “Los Fugaces”, “Los 106”, “Los Telstar”, “Los Comandos”, etc. Por lo que parecía estábamos justamente en esa línea”. Paso a paso el grupo fue creciendo materialmente y en calidad musical. Y un día, estaban tocando en un abarrotado Filarmónica en el concurso “Rumbo a la gloria”, por cierto, presentado por Menchu Álvarez del Valle, y que se retransmitía por radio a toda Asturias. Esa misma tarde actuación en un guateque en el bar del barrio “Los Charros”, explotando a fondo el éxito en “Rumbo a la gloria”. La siguiente en las fiestas de Pruvia. Y en agosto contratados para actuar en casa. En las fiestas del Vallobín. Como rememora Gandoy: “Fue emocionante y lo recuerdo como un día guapo donde estuvimos arropados por cantidad de amigos. Nos sentimos los reyes de la fiesta. Felices de actuar en nuestro barrio. Esa tarde, “jugábamos” en casa”. Me presta recordar hoy los inicios de un grupo de chavales del barrio que compartían un sueño y una pasión. Empecé con aquella actuación de agosto con la que, casualmente me encontré y con esa actuación especial cierro el relato a la espera de un nuevo disco para finales de año. ¡Larga vida a “Los Enigmáticos”!
https://www.lne.es/oviedo/opinion/2021/08/02/enigmaticos-55780599.html