miércoles, 13 de abril de 2022

SEMANA SANTA DE AYER Y DE HOY

Semana Santa de ayer y de hoy El cambio que ha experimentado la Cuaresma en la capital asturiana
Domingo de Ramos en San Pedro de los Arcos en 1956 11·04·22 Qué duda cabe que, con los años, todo cambia. Para mejor unas cosas; otras, en cualquier caso, para gustos colores y para jardines flores. Y para todo opiniones. En la que sí ha habido cambios –coincidirán conmigo– es en la Semana Santa. En los ochenta, el éxodo era multitudinario. La ciudad quedaba sumida en una quietud y una calma notable; con un punto de aburrimiento. Y no me remonto a los años en los que la radio prácticamente solo programaba música sacra y se adueñaba del ambiente la sobriedad y el silencio. Hoy, por el contrario, la ciudad no sólo no se vacía sino que se llena de visitantes. Algo tienen que ver las cofradías de la ciudad; unas veteranas; otras más nuevas, que cobran protagonismo sacando a la calle su vivencia popular de la pasión, muerte y resurrección. El Domingo de Ramos marca el inicio de estos días marcados en rojo y esperados con inquietud y cierto nerviosismo en tantos calendarios. La Cofradía de la Borriquilla, que celebra su décimo aniversario, fue la encargada ayer de abrir los actos procesionando este año, de forma excepcional, inédita y emocionante, hasta la Catedral con su imagen de Jesús en la borriquilla, tan entrañable para tantos ovetenses. Algunos veteranos la recordarán en la Corte, ya que era propiedad de don Argimiro Llamas Rubio, ecónomo de esa parroquia de 1947 a 1951 y desde febrero de 1955 hasta agosto de 1971, responsable de la parroquia de San Pedro de los Arcos. ¡Cuántos niños ovetenses agitaron sus palmas ante la borriquilla en este domingo tan especial! Y es que el Domingo de Ramos siempre tuvo un marcado tinte infantil. Para los niños de los 70 era obligado estrenar algo; ya saben: “el que no estrena en Ramos no tiene ni pies ni manos”. Recuerdo unido a los días previos a la cita de Ramos era la obligada visita a Chavalín (y rezar para que no te mancaran los zapatos) y a algún establecimiento como Gerbolés o Botas para adquirir alguna prenda nueva. Las palmas solían comprarse en el Fontán. Lisas para los niños y con caracolillos y filigranas para las niñas. Y oigan, en esto de las palmas parece que el tamaño sí importaba: ¡a ver por qué mi hijo iba a ser menos que Manolito y llevar una palma de menos de dos metros! Así pues, el domingo a misa y a pelear porque tu palma se aproximara lo más posible al hisopo y resultara agraciada con alguna gota de agua bendita que algo bueno tenía que acarrear. Y mientras tanto, más que estar atentos a la larga lectura de la pasión, nuestra atención se centraba en evitar que te metieran la palma en el ojo, cosa que, por cierto, era lo que tú mismo intentabas con tus vecinos de banco. No faltaban tampoco los ramos de laurel y romero. En tiempos era frecuente que las lecheras procedentes del Naranco o de las zonas rurales del municipio sacaran una renta extra con la venta de estos ramos que tenían la ventaja de, una vez convenientemente benditos, poder acabar aderezando las lentejas o quemados en casa por eso de ahuyentar tormentas. Tras la misa tocaba llevar la palma a los padrinos con la confianza de que, al domingo siguiente, se rascaran el bolso y se estiraran con el bollo amén de confiar en que no nos retorcieran los mofletes en demasía. Hoy supongo que sería algo raro, pero, muchas de aquellas palmas, terminaban engalanando los balcones hasta que, pálidas y desvencijadas, eran sustituidas por las nuevas completando así un curioso ciclo vital. Ya ven, hoy sospecho que hay menos palmas, menos estrenos y a ningún niño se le ocurrirá, espero, subirse a lomos de la borriquilla como alguno hicimos, aun a riesgo de que si nos pillaba don Argimiro, la semana de pasión se anticipara. https://www.lne.es/oviedo/opinion/2022/04/11/semana-santa-ayer-hoy-64895138.html

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