miércoles, 20 de abril de 2022

DULCE OVIEDO

Dulce Oviedo La tradición confitera en la ciudad 18·04·22
Padrinos, ¿cumplieron ayer con la tradición de dar el bollu a sus ahijados? Confío en su generosidad y en que se hayan portado, que, nunca mejor dicho, a nadie amarga un dulce. Cumplir con la tradición de obsequiar a los ahijados con el bollu, bien en forma de huevo de chocolate, o bien con una tarta adornada con pitinos amarillos o formas de lo más imaginativas, siempre es deseable. Tenemos fama de llambiones los ovetenses. No lo negaré. Es Oviedo una ciudad que tiene la fortuna de contar con muchas y muy buenas confiterías con acreditada fama que trasciende más allá de nuestros límites. No puedo evitar acudir, una vez más, a mis propios recuerdos. A finales de los 60, acudía con frecuencia a ver a mi hermana a su domicilio en la calle Covadonga. Tras la visita me relamía pensando en el “bartolo” que, indefectiblemente, me compraba mi madre en la Confitería Asturias, abierta por Rosa y Emilio José, “Pepito”, en 1946. En el barrio hubo tres pastelerías que recuerde: La Llanisca en la carretera del Sanatorio, luego Vázquez de Mella, donde, y dado que las escasas pesetas de mi pecunio particular no alcanzaban obviamente para pasteles, solía comprar caramelos, relucientes perlas preciosas atesoradas en redondos tarros de cristal. En Ramiro I estuvo durante años la confitería Naranco. Y en el “Puente Nuevo”, Alejandro Casona, la confitería Martín, donde los domingos solía adquirir un par de “morenitos”. Pero al margen de las confiterías actuales de Oviedo, también en la ciudad tenemos nuestro dulce pasado. Los anuarios de “El Carbayón” me brindan la oportunidad de evocar alguna de las confiterías de nuestros bisabuelos. Veamos. En 1883 se anunciaba “La Perla Americana”, sita en Rúa 3. Fundada en 1866 por Antonio Fernández, se promocionaba como “Gran confitería y fábrica de chocolate a vapor”. Sus propietarios alardeaban de que sus productos “habían sido premiados en todas las exposiciones a las que se habían presentado”. Además de preciarse de disponer de “abundante y variado surtido en dulces finos nacionales y extranjeros, especialmente para bodas y bautizos”. En otro anuncio promocionaban “la gran novedad en cajas finas de París y cartuchos del lujo” así como su especialidad en “dulces finos y gran variedad en pastillas, caramelos, jarabes para refrescos en pequeñas botellas de fresa, frambuesa, limón etcétera, etcétera y la renombrada harina lacteada de Nestlé para los niños y personas debilitadas”. 8 reales costaba la lata de 500 gramos. En Cimadevilla 16 se encontraba la confitería de Manuel Álvarez, casa acreditada para “despacho con prontitud y esmero de toda clase de encargos como tartas, roscones, ramilletes, etcétera”. En 1891 se publicitaba la confitería Ramón Fernández Cortés y Compañía; Rúa 6. Casa en la que se vendían “toda clase de pastas y dulces finos, como igualmente almíbares y conservas. También hay chocolates de Cantiga, Villaviciosa y Astorga y los tan renombrados de Miguélez. Dulces franceses y caramelos suizos, vinos generosos, etcétera”. Y en 1893 se daba a conocer la nueva confitería de M. Álvarez (sucesor de la Sra. viuda de Fernández) ubicada en Cimadevilla 16 y Trascorrales 7. Nuevo establecimiento “montado a la altura de los primeros de su clase”. Ofrecía a los ovetenses “en la más variada y completa perfección, todos cuantos artículos se relacionen con dicho ramo” disponiendo para el servicio “dentro del mismo establecimiento, con adecuados y cómodos locales”. En la calle Magdalena 12, se instaló la confitería y cerería de Diego Cervero quien ofrecía a los ovetenses “gran surtido en galletas inglesas, bombones a la forestine, napolitanas de chocolate” entre otros suculentos artículos como los “coñinos”, uno de los dulces típicos ovetenses. Asimismo, disponía de “juguetes finos para llenar de anises, exquisitos chocolates y cafés de D. Tomás Rubio, de Astorga”. Cerca de la Estación del Vasco, en la calle Jovellanos, tenía su confitería Ramón, especializada, precisamente, en bollos de Pascua. Y por la calle Uría estuvieron las confiterías de Pío Brun y la Avilesina. En fin, no están todas las que fueron, pero seguro que la nómina de pastelerías que rescatamos hoy sirve para aguarnos un poco la boca y recordar, tal vez, días en los que nos quedábamos pegados a los escaparates naguando con el sueño de ser capaces de echar mano a alguna de aquellas artísticas elaboraciones de chocolate con las que solo podíamos soñar. ¡Feliz Pascua a todos! https://www.lne.es/oviedo/opinion/2022/04/18/dulce-oviedo-65099515.html

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