lunes, 4 de abril de 2022

BARES NARANQUINOS (II)

Bares naranquinos (II) Segunda entrega del recorrido por la historia hostelera del monte
Ruinas del antiguo bar "El Fayeu" 28·03·22 Hace unos días dirigíamos nuestra mirada a los bares que se encontraban en la carretera del Naranco. Fuera de la carretera de los Monumentos también había un mundo dedicado a esos espacios que eran punto de encuentro. Lugares que podían transformarse en pista de baile o cancha de bolos. Escenarios de conversaciones informales, de discusiones acaloradas, o de espontáneos cantos. Santuarios donde se celebraban invariablemente partidas con café, copa y puro o donde se veían, con la misma pasión que en el campo, disputados encuentros de fútbol. La barra del bar se convertía en marco de confesiones, de riñas, de complicidades, de pequeñas historias o de silencios. Hoy apenas queda el recuerdo de algunos de tantos que cobijó el Naranco. En Ules llegó a haber tres bares, de los que uno de ellos permaneció hasta hace pocos años, Casa Alfredo, conocido hace años como Casa Tello. Otro de los establecimientos, cerrado a finales de los 50, era casa El Manquín, prácticamente al lado de Casa Alfredo. En la parte de arriba del pueblo, próximo a la fuente y al lavadero, se encontraba Casa la Cuca, que permaneció abierto hasta los años 80 y que disponía, asimismo, de una bolera. Ruinas del antiguo bar El Fayéu. | C.F.L. En la localidad próxima de Llampaxuga se ubicaba El mesón del jamón, también conocido por los vecinos como Casa Lucina Montero. Inició su andadura en 1967 y permaneció abierto hasta 1996. Su propietaria era Lucía Suárez. Durante un tiempo se denominó Taberna la Cuesta. Era muy reconocido por la calidad de su fabada y pote, así como por sus platos a base de huevos fritos, patatas, jamón y picadillo. También eran frecuentes comidas por encargo de cabritu, burros, jabalíes e incluso raposos. Y no se sorprendan. Había bares en los que se comían melandros (tejones), cuya carne era, en opinión de algunos, superior a la del cerdo. Muy próximo a Llampaxuga, en el inicio de la carretera que conduce a Brañes, estuvo durante años Casa el Chabolero, o Casa Maruja. Casa de comidas donde los domingos se celebraba baile. Subiendo hacia las alturas del monte, en lo que hoy es un recuerdo de lo que fue la aldea del Contriz, zona de paso hacia Oviedo de todos los vecinos de Lladines y de la aldea del Pevidal, estuvo durante años el bar El Fayéu, en servicio hasta 1954. Sus propietarios, Carmen y Gabino, vivían allí en compañía de sus hijos. A pesar de lo aislado del lugar era muy concurrido, especialmente los festivos en los que se acercaba hasta allí el gaitero de Llubrió del que se cuenta que, cuando no tenía pareja para tocar el tambor, él mismo intentaba cumplir esa función dando con el pie en un cajón de figos. El baile duraba desde las cinco de la tarde hasta la nueve de la noche. En el Fayeu había también, como en otros muchos lugares, bolera en la que se celebraba un campeonato de bolos. No es de extrañar que el Naranco diera un buen número de exitosos jugadores como es el caso de Ramonín del Cantador, de Lladines; Ángel García, del Contriz o Reinerio e Isidoro la Cuca, de Ules. El Fayeu cerró sus puertas en 1954, pero aproximadamente en 1956, abrió cerca Casa Pacita. Estuvo en funcionamiento hasta que sus dueños emigraron a Francia. Hoy la casa, al contrario que el Fayeu, sigue en pie ocupando un privilegiado lugar, aunque sus accesos se encuentran prácticamente intransitables. Otros nombres de bares que se fueron quedando orillados en la memoria y en el tiempo son Casa Jacinta, en Lladines, en funcionamiento hasta la Guerra Civil. En Folgueres hubo dos bares, el más conocido, Casa el Juez, abierto hasta los años 50. Famoso por la calidad de sus vinos, en opinión de vecinos de Villamar, era el Bar Ponga, en Villamorsén, topónimo, por cierto, distorsionado con los años, ya que existe numerosa documentación eclesial y protocolos notariales con los que se justifica sobradamente que la denominación adecuada debería ser Villarmosén, pero ese es otro tema. En el lugar cercano de El Carbayón se encontraba La Cerezal, pequeño bar que también disponía de bolera. Si siguiéramos por esta carretera hacia Oviedo, en San Lázaro de Paniceres se encontraban dos bares más: Casa Esteban, más conocido como “El Cazurru” y La Trapa, abierto en 1956 por Fernando Álvarez y regentado hasta su cierre en 2016 por su hija Marisol. El nombre, cuentan, viene por la disculpa que un asiduo ponía al llegar tarde a casa: “es que atrapa”. Y la Trapa le quedó, aunque es un topónimo que se encuentra también en otros lugares. En la cercana Villamar se ubicaban otros dos establecimientos: el Bar Carlones, abierto en los años 40 y cerrado ya hace varias décadas y Casa Eugenia, abierto hasta finales del siglo XX. En la localidad de Quintana se encontraba Casa Tarrones. En Arneo, en Fitoria, también hasta los años 30, hubo un bar con bolera, Casa Manuela Pevida. En fin, datos que atestiguan mucha vida ovetense recopilados gracias a testimonios de vecinos que contribuyen a mantener viva la memoria. Como suele decirse, “entre todos lo sabemos todo”. https://www.lne.es/oviedo/opinion/2022/03/28/bares-naranquinos-ii-64352708.html

No hay comentarios:

Publicar un comentario