viernes, 4 de febrero de 2022

EL ROSAL

El Rosal El callejero local y sus leyendas
31·01·22 Hace un par de semanas, hablando de botánica en el callejero, les comentaba que volvería sobre el nombre de una calle en concreto: el Rosal. Nombre vinculado al devenir del ovetense santuario del Cristo de las Cadenas y a una hermosa leyenda. Vamos a empezar por el Cristo de las Cadenas. El origen de esta advocación se diluye entre curiosas historias; un soldado que arrastra cadenas prisionero del turco. Una novia enamorada que le espera. Un rosal que revela la suerte del cautivo… Una de las más bellas es el romance de “El rosal y las cadenas”, que a principios del siglo XX fue publicado por Fermín Canella a beneficio del Asilo del Fresno, perteneciente entonces, como el propio santuario, a la parroquia de San Pedro de los Arcos. Esta leyenda narra la historia del desdichado amor de la hermosa Rosaura, cuya casa estaba situada bajo la verde colina del Santo Cristo del Aspra, y de Diego de Casielles. Él parte para los Tercios de Italia y ella lo aguarda, durante varios años, acudiendo a la ermita con frecuencia para rezar por él. Un día, cuando Rosaura volvía del templo, se encontró a un monje que le dio la funesta noticia de la muerte de su amado. Rosaura se encerró en un convento, después de ofrecer al Cristo del Aspra unas cadenas de plata en recuerdo de las que su novio llevó en su cautiverio, y desde entonces se empezó a popularizar el nombre del Cristo de las Cadenas. Hay otra versión diferente que nos habla de una pareja de enamorados que tuvo que separarse porque él marchaba a la guerra y, para consolar a su afligida novia, le dijo: “Planta este rosal delante de tu casa, y mientras no dé flores puedes estar tranquila, estoy bien. Pero si un día de repente florece, eso querrá decir que he muerto”. La muchacha plantó el rosal y cada tarde observaba sus ramas sin florecer, y subía hasta una ermita donde había un gran Cristo a dar gracias por mantener con vida a su amor. Así pasaron los años, hasta que un día, mientras se hallaba rezando se le acercó un hombre y le dijo: “Te traigo malas noticias, tu novio cayó prisionero y estuvimos ambos cautivos todos estos años. Pero él no ha podido volver porque se encuentra muy enfermo y no podrá llegar. Me ha pedido que te trajese las cadenas que le han tenido apartado de ti”. La muchacha ofreció las cadenas al Cristo de la ermita, poniéndolas en sus manos, donde permanecen desde entonces, y cuando llegó a casa, y aunque era pleno invierno, encontró el rosal florecido. La calle donde residía la novia de esta triste leyenda, tomó el nombre de Calle Rosal. Pues ya ven, nuestro callejero tiene cabida para hermosas leyendas que, al menos, no darán pie a nadie para cuestionar su nombre. https://www.lne.es/opinion/2022/01/31/rosal-62130257.html

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