martes, 21 de diciembre de 2021

ARDE OVIEDO

Arde Oviedo
20·12·21 No siempre la Nochebuena fue una noche de paz en Oviedo. Hace 500 años, en 1521, la Nochebuena ovetense no tuvo nada de buena. Un devastador incendio arrasó buena parte de la ciudad. Como Carballo escribió: “toda la ciudad se abrasó dentro de los muros, si no fue la Santa Iglesia que quedó libre en medio del incendio, aunque el maderage y andamios de una torre, que se iba haciendo, se quemó también”. Aunque lo más probable es que se produjera en casa del armero Alonso de Trexo, suele atribuirse el origen del fuego a un horno de pan que, desde entonces, fueron desterrados extramuros, a la zona del Campillín. Por la zona de la Puerta Nueva llegaban a la ciudad los que venían de jácara de la zona de San Esteban y aledaños, por donde había varios lugares de “dudosa reputación” y, claro, mal se hospeda el que llega tarde a la venta; se encontraban cerradas las puertas así que no había otra que quedarse al calorcillo de los hornos, lo que les valió el felino apelativo de “gatos del forno”, gentilicio que se hizo extensivo a los ovetenses aunque nunca superó al de carbayones. A estos Fermín Canella definía como “gente ruidosa y desocupada que se recogía y descansaba de sus correrías en los hornos de extramuros, donde recibieron el apelativo de gatos, tal vez porque arañaban hogazas de boroña y pan de bregadera”. Sobre el incendio da detallada información Tirso de Avilés, canónigo de la Catedral: “Encendiose en la calle de Cima, en las casas de Alonso López, que a la sazón eran las de Juan González de Oviedo, su yerno. Vivía en ellas Alonso de Trexo, armero yerno de Diego de la Rosa. Quemó toda la calle de Cima y el Hospital de San Juan, e iglesia de San Juan, e todo el barrio de la Chantria e Lonja fasta la puerta de la Gascoña. Y encendiose parte de San Pelayo. Y matóse con la mucha gente que acudió. Y ansí la calle del Portal, que es la calle detrás de San Tirso, e ansí mesmo quemó la calle que se dice de Solazogue fasta casa del Doctor de León, e del Cantón de la Barbería, fasta el Hospital de San Julián, e de la otra parte fasta las casas de Pedro Juárez de Poago, que es en la Ferrería. Y ansí mesmo se encendió la iglesia de San Salvador, que es la iglesia mayor, y quemose todo el maderage de la torre principal, que se hacía entonces de nuevo, e púsose el fuego en el maderage de las capillas de lo alto de dicha iglesia. Y matóse, aunque no fizo mucho daño. Ansí que quemó todo lo demás de la dicha ciudad, según dicho es”. No solo los hornos fueron expulsados extramuros. Diversos oficios tuvieron que desplazarse fuera de las murallas. Tal fue el caso de zapateros, correeros, vaineros, cerrajeros, armeros o herreros que trasladaron sus fraguas de la calle Ferrería a los Corrales. El incendio trajo más consecuencias. Por una parte, en febrero de 1522 se aprobaron nuevas directrices que imponían el uso de materiales que impidiesen el rápido avance del fuego, distancia mínima entre edificaciones y la prohibición de balcones y colgadizos así como mantener una alineación advirtiendo que ninguna persona fuera “osada de facer lo contrario so pena de çincuenta mil maravedises para la cámara e fisco de sus magestadaes”. Por otra parte, para ayudar a la ciudad a sobreponerse, el Emperador Carlos V concedió el privilegio de un mercado franco los jueves de cada semana “porque la dicha cibdad se quemo el año pasado de quinientos et veinte et un años”. Quinientos años de una efeméride que conviene recordar. Oviedo, nunca mejor dicho, resurgió de sus cenizas. En estos tiempos de tribulaciones e incertidumbres no vienen mal ejemplos de superación, esfuerzo común y esperanza. https://www.lne.es/oviedo/opinion/2021/12/20/arde-oviedo-60858426.html

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