lunes, 16 de abril de 2018

SAN ROMÁN Y COMPAÑÍA

El Otero

San Román y compañía

La interminable lista de un anuncio de finales del siglo XIX

16.04.2018 | 03:47

Reproducción de la cabecera del anuncio. 

Volvemos una vez más a beber del insecable pozo de la publicidad local del XIX. Anuncios que reflejan un momento preciso en una sociedad concreta. Y que, removidos a nuestros días, resultan chocantes e hilarantes por igual. Para muestra, como siempre, un botón. Vamos a 1882. En el almanaque de El Carbayón leemos este singular anuncio que, a juzgar por su extensión, tampoco iría abonado por número de palabras. Veamos. 
San Román y Compañía. Almacenes de Quincalla, ferretería, herramientas, paquetería, etc. Rosal 13 y 14. Fontán, 2. Herramientas de todas clases, muelles para muebles (¿dónde llevan muelles los muebles?), alambres, hojas de lata (el hombre de hojalata del Mago de Oz ya tiene sastrería), estaño, zinc, plomo, perdigones, pistones, inodoros (curiosa mezcla de catálogo), básculas, tornos y yunques para herreros, fuelles para fraguas, chapas de hierro y latón, planchas comunes y al vapor (como si las chapas fueran mejillones, mira tú), tela metálica, candiles para minas, perfumería, gutta-percha (¿saben qué es? Yo tampoco. Pero para no dejarles con la intriga, una especie de goma originaria de unas plantas del archipiélago malayo), cintas de lana y algodón, cáñamos hilados y rama, libritos para fumar, hilos y agujas para coser, mechas para explotaciones, botones de nácar, objetos de escritorio (¿de verdad que no les resulta curiosa la mezcla de artículos?). Prosigamos. Papel paja (también tuve qué mirar qué es), azulejos, almidón, pimiento molido, cerveza inglesa (muy propio después de los azulejos, el almidón y el pimiento), zapatillas de abrigo, jaulas para pájaros, servicios de tocador, mesas de noche, lavabos con mesa de mármol, lámparas de colgar, ídem de sobremesa, ídem de pared (anda que ya le vale al redactor del anuncio?), oleografías en diferentes tamaños, jergones de muelles (estos sí tienen muelles), camas de variadas formas de hierro (¡la imaginación al poder!), servicios de cristal para mesa, cestas de mimbre, floreros, fanales, máquinas para picar carne, ídem para mondar frutas, cajas de hierro para guardar caudales, té, bombas para pozos, cafeteras de circulación, algodones para coser y para medias, aceros, crin vegetal, baterías de cocina, molinos para café, tinteros mágicos inagotables (¿tinteros mágicos? ¡Anda! ¿No se acabaría la tinta nunca?), puntas de París (también tuve que mirarlo), clavos, manzanillas, bolas de marfil para el billar, teléfonos, picos, azadas, palas, tinta para escribir (en el caso de que no haya comprado previamente el tintero mágico inagotable, claro está), bandejas, herraje para construcciones, espejos, azafrán (¿de verdad que no les llama la atención la curiosa mezcla de artículos?), cañas para cuadros, cadenas para arrastres, cuchillos y hachas para matarifes (¡coño! ¡acongoja!), cepillos para ropa, ídem para la cabeza, ídem, para uñas, ídem para dientes, ídem para peines (y dale con el "ídem"), betún, peines de Asia y marfil (¡qué nivel!), bruzas, almohadas y cepillos para caballos, estribos, espuelas, hebillas, frenos, serretas, hierro hueco para camas, almireces, candelabros, palmatorias, trasparentes, lavativas de estaño (¡qué pavor!), ídem de goma, cliso-bombas (a ver que lo miro? bueno, pues es un chisme para irrigar, vamos), tijeras para costura, bordar y uñas, tijeras para podar (aquí ya se ahorró el "ídem"), navajas podadoras, guarda sellos, servicios para café, jícaras y pocillos de porcelana, bajillas (sic) de loza de pedernal (hasta 1901 Senén Ceñal no inicia Loza de San Claudio, así que les disculpamos), mantequeras, perchas para colgar ropa (¿para qué si no?), objetos para pescar, brochas y pinceles para pintar (importante aclaración, no vaya a comprar una brocha para olear la merluza al horno), carteras de bolsillo, artículos para zapateros, papel de lija, bragueros, biberones, etc, etc, etc. (¡no sé qué más pueden vender!). 
Pues hay más: Máquinas para lavar ropa blanca (la de color o no la usaban o la lavaban a mano). 
Y por si fuera poco, tenían la representación de la Sociedad de Seguros contra incendios La Central. Capital social 10 millones de pesetas. 
Vamos, como ven el comercio local del XIX no tenía desperdicio. Sólo les faltó poner "Sres. clientes. Si no lo vendemos nosotros, no existe".
http://www.lne.es/noticias-suscriptor/suscriptor/oviedo-opinion/2018/04/16/san-roman-compania/2270306.html

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