lunes, 9 de abril de 2018

LA CONCEJALÍA DEL TIEMPO

El Otero

La concejalía del tiempo

La visión retrospectiva que ofrecen las fotografías antiguas

09.04.2018 | 03:45
¿Se imaginan poder disponer en nuestro Ayuntamiento de una concejalía que gestionara, émula del "Ministerio del Tiempo" (serie de TVE creada por Pablo y Javier Olivares) un listado de puertas, ventanas o lo que fuere por las que poder acceder a diferentes momentos de nuestra historia? ¿A que estaría bien? No me negarán que sería tremendamente excitante...

¿Cuál sería su momento favorito al que poder viajar? No es una elección fácil. Pero bueno, dejemos de soñar. A la espera de disponer de las mágicas puertas, la única forma que tenemos de asomarnos a ese Oviedo, ya desdibujado, es a través de las fotos que, sobrevivientes al olvido indiferente y, a veces, arrinconadas en cajas polvorientas y desdeñadas, han llegado hasta nuestros días. Actualmente, y gracias a las redes sociales, es posible compartir cientos de imágenes en las que quedó, cincelado ya para siempre, un simple segundo. Un fugaz momento de un Oviedo que, en muchos casos, se ha borrado en el espacio, en el tiempo y, quizá, en la memoria. Páginas como TOviedo, Adictos a Oviedo, Negocios Carbayones o Arquitectura de Oviedo, nos regalan imágenes que son, en sí mismas, pequeños tesoros. Pues bien, hace unas semanas, una amable lectora de estas líneas tuvo a bien saludarme en el Paseo de Valdeflora (nombre real, por cierto, de la conocida Pista Finlandesa) y, con gran generosidad, me ofreció una vieja foto que había pertenecido a su padre, Elías Alonso, y que ella conservaba. La autoría corresponde al fotógrafo Ramón García Duarte, nacido en Lugo de Llanera en 1862 y fallecido en Oviedo en 1936. Fue uno de los más destacados retratistas de Asturias. Abrió su estudio en Oviedo en 1904 en la calle Fruela primero y posteriormente en una casa sita en Gil de Jaz esquina Marqués de Pidal. Por supuesto, acepté encantado el ofrecimiento. Y hoy, gracias al gesto altruista de Marisa Alonso, puedo compartirla con ustedes. Viajen a ese momento. Años 30. De telón de fondo un Naranco mondo y lirondo. Sin árboles. Con numerosas cicatrices de su actividad minera. Tierras de labor y algunas caserías.
En su milenario otero, la iglesia de San Pedro de los Arcos, tal como la había concebido pocos años antes el que fuera arquitecto diocesano, Luis Bellido. Cómo disfrutaría entrando en ella y viendo lo que tantas veces imaginé. Su cementerio colindante, ampliado no hacía tanto para poder dar sepultura al algo más del centenar de difuntos que vapulearon las estadísticas de fallecimientos en la parroquia a causa de aquella maldita gripe de 1918. La rectoral aledaña que aún llegué a conocer ya vieja y achacosa. El "puente viejo" de la Argañosa. La carretera de los Monumentos. Las vías del tren. Los almacenes de maderas de, según me cuentan, Pire, y los del ferrocarril. 
Vemos también, aún atribulados y desconsolados, los cinco arcos que sobrevivieron a la piqueta incivil que se había llevado por delante, en 1915, el magnífico acueducto de los Pilares. Las casas de la Matorra, reminiscencia de la aldea soñada, con la ropa tendida, juraría. Y, cómo no, mi imaginación campa a sus anchas. Lo que daría por pisar todas esas praderías, casi vírgenes, de Vallobín, mi Arcadia feliz. Subir al Naranco y observar todo con nerviosa e inquieta mirada. Con insaciable curiosidad. Intuyo detrás de los árboles el chalet de Agustín Subirana, propietario junto con su hermana del popular comercio "La más barata" en la calle Cimadevilla. A ese caserón, en el colegio de San Pedro, lo conocíamos como la "casa embrujada". En él nadie se atrevía a poner un pie. ¡Vaya si me gustaría! Aunque fuera por un instante. Adentrarme en ese Oviedo que crecía. Charlar un rato con el anónimo peatón que cruza el puente. Hablar con los niños que juegan en la calle inocentemente sin adivinar que en poco tiempo se iban a dar de bruces con el infortunio de una revolución y la tragedia de una guerra civil. 
Un segundo congelado de un día cualquiera. Cotidianidad. Rutina. Vida. Un fugaz instante que perdurará para siempre. Les invito a que se sumerjan en él. Busquen más detalles. Pongan más nombres y, por qué no, sueñen con ese Oviedo ilusorio. 
A fin de cuentas, somos lo que somos porque fuimos lo que fuimos.
http://www.lne.es/noticias-suscriptor/suscriptor/oviedo-opinion/2018/04/09/concejalia-tiempo/2266382.html

1 comentario:

  1. Hola Carlos, he encontrado esta fotografía que me resulta de gran interés. En ella aparece una vivienda en La Matorra. Sería posible que me contactara a mi correo personal y acceder a la fotografía original? Gracias

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