lunes, 6 de septiembre de 2021

CARTA DE UNA FAROLA AL REY

Carta de una farola al Rey Sobre el proyecto para sustituir la luminaria localizada frente al teatro Campoamor 06·09·21
Majestad: Tal vez le resulte extraño recibir una carta de quien suscribe, una simple y añosa farola ovetense. Si he decidido enviarle esta misiva es porque temo por mi futuro. Sí, Majestad. Si nadie lo remedia, sospecho que pronto pasaré a la historia. Desde 1892 asisto al cotidiano transcurrir de los ovetenses. He sobrevivido a una revolución. Al incendio del teatro Campoamor. Superé la guerra civil que asoló la ciudad. Han pasado decenas de corporaciones y a ninguna se le ocurrió arrancarme de mi emplazamiento en el que llevo, orgullosa, a caballo de tres siglos. Esgrimen como razón para eliminarme que “al despejar el frente de las tres puertas de la entrada principal se podrá desplegar una alfombra de mayores dimensiones”, sin duda, pensando en la ceremonia de entrega de los premios “Princesa de Asturias”. Majestad, ¿usted cree que es ese motivo para poner fin a mi centenario emplazamiento? Supongo que a usted, Señor, le importará un comino que la alfombra sea más o menos recta o de mayor o menor longitud. Lleva años accediendo al teatro sin ningún problema, ¿no?; por tanto, no veo motivo para que acaben conmigo. Supongo que comprenderá mi indignación. Puede que algunos digan que soy una simple farola, sin más; tal vez. Pero, para aquellos con sensibilidad, soy mucho más. Soy un símbolo de Oviedo. Una superviviente. Hace años, otros dirigentes decidieron que un árbol estorbaba. Quizá pensaran: “¡qué más da! ¡no es más que un árbol!” Pero se equivocaban. Aquel roble era todo un símbolo. Casi seis siglos de vida que cayeron en octubre de 1879, “bajo el hacha fratricida de nuestra corporación” como decía el periódico que nació en aquellos días: “El Carbayón”. “Este pasquín respetad, si sois buenos ovetenses, y en su memoria llorad todos los aquí presentes por el que honró a la ciudad”. Otros desalmados, años después, consideraron que el acueducto de los Pilares, que durante siglos sació la sed de la ciudad, también era prescindible. ¿Sabe, Señor, qué argumentos daban? Que la obra de los Arcos de los Pilares no era artística, ni útil, ni bella, ni histórica, ni ovetense y sí un obstáculo a la calle que a lo largo de ella se abriría. ¡Lo que hay que leer! ¡Un obstáculo! Ciento seis años después también parece que yo soy un obstáculo. Discurren los años pero hay cosas que no cambian. Siguen resonando, como un eco contundente a lo largo del tiempo, las palabras, aún vigentes, de Fermín Canella contra el injustificado derribo de los Pilares: “Por un acuerdo notorio/ fue rasgo de ediles famosos del consistorio/ Y, sordos los clamores del arte como de historia local/ nuestros regidores creyeron, solo por eso/con una piqueta ajena, rendir tributo al progreso”. A pesar de tener la oficina de correos aquí al lado no me es dado desplazarme. Espero que el autor de esta cita semanal con los ovetenses tenga a bien hacerle llegar esta carta confiando en que, sabiéndole al tanto, los regidores municipales olviden su absurda e injustificada idea, por nadie demandada, y se abstengan de arrancarme de mis centenarias raíces para que pueda seguir admirando y disfrutando del cotidiano devenir de los carbayones. Reciba un cordial saludo de esta “simple” farola ovetense.

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