lunes, 11 de mayo de 2020

A DIOS ROGANDO...

El Otero

A Dios rogando...

San Roque concentraba la devoción frente a pandemias en la Catedral

11.05.2020 

                                         Imagen de San Lázaro. Retablo Catedral de Oviedo
El refranero español, tan rico y variado, nos ofrece un conocido aforismo: "A Dios rogando y con el mazo dando". Podríamos interpretarlo como que, ante alguna necesidad o anhelo, bien está encomendarse a la Providencia, pero sin dejar de lado todo aquello que esté en nuestra mano. En estos tiempos de pandemias seguro que no son pocos los que han elevado oraciones buscando consuelo ante la pérdida de un ser querido o ante los padecimientos de la enfermedad; pero, eso sí, sin dejar de someterse al mejor tratamiento que la ciencia nos brinde; nadie en el siglo XXI opone fe a los avances clínicos. Pero no se crean que siempre fue así. Como recordábamos la pasada semana, la ciudad vivió no pocas pestes a lo largo de su historia. Y, claro, para los ovetenses del siglo XVI no era preocupación menor disponer de algún santo intercesor al que dirigir plegarias y rogativas, dado que de ciencia iban más bien escasos. 
Pues bien, en nuestra inabarcable Catedral tenemos dos imágenes en lugar privilegiado a los que los ovetenses dirigían su mirada en tiempos de pestilencias: San Sebastián y San Roque. A ambos los vemos en la predela del retablo mayor: San Sebastián a la izquierda y San Roque a la derecha. San Pedro y San Pablo flanquean la cátedra episcopal en el centro y los acompañan los doctores de la Iglesia: San Ambrosio, San Gregorio Magno, San Jerónimo y San Agustín. Ambos seguramente ocupen tan privilegiado lugar por el voto de los ovetenses que, inde-fensos ante epidemias como la de la peste de 1503 que asoló prácticamente toda la Península, buscaban, indefensos, auxilio al amparo de una fe sencilla y popular. La ciudad de Oviedo en el siglo XVI no se caracterizaba precisamente por su salubridad, lo que sin duda favorecía el surgimiento y propagación de enfermedades. La única medida para evitar contagios radicaba en limitar el movimiento de las personas (¿les suena?) y en cerrar la ciudad a la entrada de viajeros. Aun así fue inevitable controlar la extensión de la peste en 1503: "Las gentes mueren mucho a causa de la peste, las yglesias están enmantadas y entradas de camas que apenas pueden las gentes andar por ellas". En 1530, poco antes del remate del retablo, se repitió la situación, por lo que no es de extrañar la presencia de estos santos protectores que gozaban de un importante papel de cercanía y familiaridad en la religiosidad popular. En el retablo ovetense vemos a ambos caracterizados por sus atributos: el bordón de peregrino de San Roque y el arco y, tal vez, una flecha hoy desaparecida, en la mano derecha de San Sebastián, a quienes la tradición popular consideraba defensores por excelencia contra la peste. San Roque vino a reforzar ese papel protector de San Sebastián contra la plaga aumentando su devoción a lo largo del XVI en Oviedo, llegando incluso a constituirse una cofradía en 1598 que se uniría a la ya existente de San Sebastián. La imagen de San Roque muestra, en una de sus piernas desnudas, una llaga como signo de que había padecido la peste. 
No podemos concluir sin recordar, asimismo, la peste que sobrevino en Oviedo en 1598 y que motivó la salida del Santo Sudario procesionalmente hasta la puerta de la Catedral. Allí se instaló una peana con tres peldaños para que los ovetenses del siglo XVI congregados en la plaza pudiesen contemplarlo y orar ante él. 
En fin, más motivos para visitar nuestra querida Sancta Ovetensis, lugar en el que como en ninguno concurren tradición, historia, arte, devoción y fe. Si les place, dirijan sus preces a San Roque y a San Sebastián pero, eso sí, nunca dejen de cumplir escrupulosamente las indicaciones de las autoridades sanitarias; ya saben, a Dios rogando, pero con el mazo dando...
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