lunes, 8 de abril de 2019

UN OVETENSE SINGULAR EN EL OLVIDO

El Otero

Un ovetense singular en el olvido

El reconocimiento que merece el sacerdote y naturalista Andrés Naves

08.04.2019
Todas las personas son singulares. Sin duda. Pero hay algunos que por su trayectoria, por su vida, merecen un reconocimiento especial. A lo largo de la historia de Oviedo, qué duda cabe, son muchos los ovetenses que merecen perdurar en la memoria colectiva de la ciudad. Que han dejado huella por su trayectoria profesional, política, social, religiosa o, simplemente, por su bonhomía. Algunos subsisten en el callejero como merecido reconocimiento común. Tal vez son citados en multitud de conferencias, escritos o estudios sobre la ciudad. Y, cómo no, también algunos se han quedado difuminados en esas sombras oscuras y espesas del tiempo. Pues ese es el caso que hoy quiero compartir con ustedes. Si les preguntara por Andrés Naves Álvarez ¿sabrían responder algo? Yo, confieso, no le conocía hasta que hace un tiempo tuve conocimiento de su vida. Andrés Naves Álvarez nació el 22 de julio de 1839 en Cortina (Oviedo). A los 18 años ingresó en el colegio de los Filipinos de Valladolid regentado por los agustinos calzados y en el que profesó sus votos el 17 de noviembre de 1858. Cinco años después se trasladó a Filipinas donde concluyó sus estudios de teología en el convento de San Pablo de Manila. Ese mismo año fue ordenado sacerdote. Su primer destino fue en la parroquia de Nalupa, en el distrito de Iloíllo, en la isla filipina de Panay. Sus hermanos, Camilo y José, también agustinos, fallecieron en Filipinas en 1875. Su hermano José alcanzó un auténtico dominio de la lengua indígena llegando a publicar una gramática hispano-ilocana que fue considerada un trabajo excelente. 
En 1900, Andrés regresa a España desembarcando en Barcelona desde donde viaja a Asturias. Pasó en Oviedo unos ocho meses. Posteriormente regresaría al menos otras dos veces, en verano, porque le agradaba la temperatura de la región. Durante estos periodos se alojaba en casa de unos familiares en la Piñera. Era frecuente verle caminr por el entorno recopilando plantas que archivaba en unos papeles amarillos. Su gran interés por la botánica se había despertado ya en Filipinas. Esa pasión por la flora filipina desembocó en la edición de la tercera edición de la obra Flora de Filipinas, del también agustino Fray Manuel Blanco. Esta tercera edición contaba con cuatro tomos en gran folio y con un total de más de mil quinientas páginas. Fue un gran coleccionista y, a lo largo de los años reunió importantes colecciones de plantas y minerales, perdidas durante la revolución bisaya, a finales del siglo XIX. Se da la circunstancia de que, en varias ocasiones, viajeros ingleses y franceses quisieron comprar, sin éxito, estas colecciones. 
A principios del siglo XX, Naves publicó diversos artículos de botánica en la revista gijonesa Ixuxú. 
Andrés Naves falleció en el convento de los agustinos de Valladolid el 25 de octubre de 1910. 
En fin, una existencia fructífera a pesar de las limitaciones que el asma que padecía le originaba. Una vida desconocida para muchos ovetenses y que bien merecería un reconocimiento por parte de su convecinos actuales en el callejero ovetense o, al menos, con una placa en su pueblo natal que deje constancia de este religioso y botánico ovetense. Espero que estas líneas contribuyan a rescatar del inmerecido olvido, aunque sea por unos minutos, una vida, sin duda, singular.
https://www.lne.es/noticias-suscriptor/suscriptor/oviedo-opinion/2019/04/08/ovetense-singular-olvido/2454044.html

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