lunes, 6 de marzo de 2017

ALCALDES DEL BARRIO

Alcaldes del barrio

Sobre la figura que ejercía de intermediario entre los vecinos y el Ayuntamiento

06.03.2017 



"Wenceslao López quiere recuperar los alcaldes de barrio tras quitarlos en 2015". Ese es el titular de la noticia que LA NUEVA ESPAÑA nos ofrecía el pasado 2 de marzo. Sin entrar en otras derivadas o en el recorrido que puedan tener estas declaraciones, me sirvió este titular para recordar la figura de los alcaldes pedáneos. Algo que viví muy de cerca. No sé si será muy pertinente hablar de las propias vivencias. Supongo que no le falta razón a la premio Nobel de literatura, Herta Müller, cuando dice que la vida se vive, no se escribe; pero, francamente, creo que uno escribe, en buena medida, sobre sus experiencias. O de los posos que esa vida gastada va dejando en su propio cuaderno de bitácora. Así que permítanme la licencia de recordar en estas líneas a mi padre, Jesús Fernández Muñiz, alcalde de barrio de Vallobín durante los dos mandatos de Antonio Masip como regidor de la ciudad de 1983 a 1991. Y en él a aquellos otros que, durante aquellos años de mayores escaseces, compartieron la tarea de ser correas de transmisión entre los barrios y el Consistorio. 
El "despacho" en el que se atendía a los vecinos era mi propia habitación y, como no había horario, venían vecinos a cualquier hora del día y cualquier día de la semana. No fueron pocas las veces que tuve que salir zumbando de la cama un sábado a hora temprana porque alguien venía a por un certificado de residencia, trámite que era de los más frecuentes. Los centros sociales aún no eran una realidad; una reivindicación, por cierto, en la que aquel alcalde de Vallobín insistió pero que no pudo lograr. Eso sí que era llevar a su plenitud el dicho de "puertas abiertas". Todo lo demás consistía en estar pendiente de las necesidades vecinales, desde lo necesario para desratizar, hasta la demanda de puntos de luz, mejoras en la limpieza, arreglo de aceras u hormigonado de caminos para lo que el ayuntamiento facilitaba unas cubas y los propios vecinos, a modo de sextaferia, tenían que esparcir. Bien los saben los vecinos de Concinos, por ejemplo. 
Dejando al margen las vivencias y recuerdos personales, me sirvió esta noticia para reflexionar en torno a algo que, a mi juicio, no está viviendo sus mejores horas: la política como vocación de servicio. Trabajando por los demás sin compensación alguna. Y cuando digo ninguna es ninguna. Hasta las cintas de la máquina de escribir se pagaban. Sin insanas ambiciones. Creyendo que desde una humilde posición como es la de una alcaldía de barrio se puede colaborar a mejorar las condiciones de vida de los que tienes en derredor. Por poco que sea. Demandando cualquier mejora sin tener en cuanta filias o fobias partidistas. Política -literalmente- a pie de calle. Iba a reescribir esta línea para cambiar política por servicio, pero no; a fin de cuentas, es lo mismo. Al menos, así lo viví. Y, francamente, así lo creo. Por tanto, si finalmente se recupera la figura de los alcaldes de barrio, que no olviden que lo que han de ser, sobre todo, es alcaldes del barrio. Y para el barrio. Lo demás? será otra cosa.
http://suscriptor.lne.es/suscriptor/oviedo-opinion/2017/03/06/alcaldes-barrio/2068252.html

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