lunes, 2 de enero de 2017

EL ÚLTIMO CAFÉ

El último café

02.01.2017

Durante muchas mañanas impregnó estas páginas de LA NUEVA ESPAÑA con el agradable aroma del café recién hecho. Como antes lo había hecho en Radio Asturias. Cada mañana nos servía un café humeante, bien calentito, edulcorado con terrones de cariño, de sencillez y, a la vez, de profundos sentimientos. No eran pocos los lectores que valoraban, agradecían y, últimamente, echaban de menos este primer café periodístico. Quien nos lo servía era Félix Rodríguez Torre, que firmaba como Félix Richard, cuentan que por su gran parecido con el actor norteamericano Richard Widmark. Entre toda la marabunta de noticias diarias, sus palabras afables, entrañables y tiernas, tenían el don de llegar al corazón. Y para ello, unas pocas líneas le bastaban. 
El viernes, como queriendo irse con el calendario que languidecía, nos dejó, un poco por sorpresa, en silencio, dejando un gran vacío entre los suyos. Una ausencia que sobre todo, Marina, su mujer, sentirá de forma especial. 
Félix ha sido una de esas personas que, aun sin tener una gran relación directa con él, ha formado, desde siempre, parte de mi vida. Era de los que aún me llaman "Carlitos" -cosa que me agrada enormemente- porque supongo que, en cierta forma, aún ven en mí al crío que correteaba todo el día por debajo de su ventana y que, con cierta frecuencia, llevaba a algún merendero en su Seat 124. Recordando estos días a Félix, me sorprendía, cosa curiosa, que una de las imágenes que conservo de él de forma más vivaz es la de verle asomado en la ventana de su casa con la compañía de "Key", un perro de rizos negros y un poco tarambana, a su lado. Una ventana abierta de par en par a Vallobín e, imagino, que durante tiempo también abierta al mundo cuando su salud se volvió un poco más quebradiza. Y eso que Félix había sido un deportista que ahora casi podríamos definir "de élite". Había sido paracaidista y eso, claro, para un guaje de aquellos años que los únicos paracaidistas que había imaginado eran los de los cómics de "Hazañas Bélicas" que compraba mi hermano y alguno de películas americanas de guerra, era algo que le convertía a mis ojos en una especie de héroe raro. 
De su paso por Radio Asturias, Radio Oviedo, "La Voz de Asturias" y la Jefatura Provincial de Tráfico dejó un buen reguero de amigos que, a buen seguro, no pocas anécdotas y vivencias podrían contar. 
No es mi pretensión hacer ninguna prolija elegía de su vida que, ciertamente, no soy la persona idónea, pero sí plasmar en estás líneas mi recuerdo hacía él y, en cierta manera, personalizar en él a tantos otros vecinos de aquel barrio y de aquellos años en los que éramos como una gran familia unida por el vínculo de la cercanía, de la naturalidad, de la sencillez y del afecto sincero. Afecto que desde aquí traslado a su mujer y a sus hijos, a los que tanto aprecio. 
Con él, con cada uno de los que se van, de alguna forma, también se va un trocito de mi infancia. De mi propia vida.
http://suscriptor.lne.es/suscriptor/oviedo-opinion/2017/01/02/ultimo-cafe/2035960.html

No hay comentarios:

Publicar un comentario