miércoles, 13 de febrero de 2013

Cuando trotar por Vallobín no era noticia


http://www.lne.es/oviedo/2013/02/13/trotar-vallobin-noticia/1367688.html
El otero

Cuando trotar por Vallobín no era noticia

El tiempo no muy lejano en el que la ciudad aún se parecía al campo

13.02.2013 
Cuando trotar por Vallobín no era noticia
Cuando trotar por Vallobín no era noticia
Los lectores habituales de LA NUEVA ESPAÑA recordaréis una curiosa noticia publicada hace días titulada: «Al trote por Vallobín». Ilustraba la nota una foto de un grupo de caballos trotando alegremente por las calles del barrio, como si Vallobín se hubiera convertido en las praderas de Oregón. Es una de esas noticias que suelen pasar sin pena ni gloria entre tantas otras de diatribas políticas, cataclismos económicos y las corruptelas del día.

A mí me llamó la atención. Me hizo gracia. Y me hizo recordar un tiempo en el que algo así no hubiera sido noticia. Y es que en el Vallobín de los que crecimos por sus calles en la época a caballo (nunca mejor dicho...) entre finales de los sesenta y principios de los setenta, como en tantos otros barrios de Oviedo, ver caballos a sus anchas no hubiera llamado la atención a nadie. Era normal. Como lo era que las vacas de Violeta bajaran cada día desde la Matorra a pacer en el «prao» que había en el medio del barrio, justo delante de mi casa; el mismo lugar que servía para tender las sábanas al «verde», para ser escenario de todo tipo de juegos; como perfecto laboratorio de Ciencias Naturales en el que cazábamos ranas, sapos, tritones, salamandras, esculibiertos, ratas, gatos... y demás fauna que luego veíamos en los libros del cole. Y epicentro de la ilusión y del regocijo que suponía cada mes de agosto la fiesta de Nuestra Señora de los Ángeles.

Tampoco nos llamaba la atención la visita diaria de las lecheras con su burra cargada. Los niños ovetenses de hoy, si quieren verla, tendrán que ir a la plaza de Trascorrales; la verán en bronce, pero nosotros la veíamos cada día como algo habitual. Tan normal como era pasar el día jugando en la calle, unas calles que eran territorio soberano de multitud de pandillas de críos que hasta teníamos la osadía ante un coche invasor de rogarle que desistiera de aparcar allí para no estorbar nuestra área de juego. ¿Imagináis hoy eso...? Yo tampoco.

Era un barrio en que la mejor noticia era que no había noticias. En el que nos conocíamos todos y todos nos conocían. Calles de barro, oscuridad y sueños de futuros lejanos. A veces jugábamos a imaginar cómo sería el mundo en el año 2000 y en ese vuelo libre de la imaginación nos veíamos volando en coches fantásticos, viviendo en casas increíbles, viajando por el espacio como el que cogía el 7 de Traval «para ir a Oviedo»; en fin, viviendo un increíble mundo de fantasía.

El año 2000 llegó y pasó... El barrio cambió. Ya no hay niños jugando por la calle. Ya no hay barro. Coches sí, demasiados... pero no vuelan. Tampoco hay vacas. Ni fiesta. La leche se compra en las grandes superficies. Las ranas, las salamandras, etcétera... en el laboratorio de los colegios, en formol. Lo mismo que muchos de aquellos sueños que en tardes de verano, tumbados sobre la yerba, dejábamos correr libres como las nubes en las que proyectábamos figuras inverosímiles... Hace tiempo que el famoso año 2000 es historia y las cosas no pintan bien para muchos en este siglo XXI, qué le vamos a hacer... Y algunos de aquellos caballos que regresaron como salidos del ayer a conquistar, de nuevo, retadores su espacio natural son noticia; qué cosas...

Ver esos caballos al trote me hizo recordar un Vallobín que ya no es, una Arcadia feliz en la que sin tener casi nada lo teníamos todo y que me lleva a compartir con Chesterton que: «Lo maravilloso de la infancia es que cualquier cosa es en ella una maravilla...».

Publicado en La Nueva España el 13 de febrero de 2013

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