viernes, 4 de junio de 2010

Club de Prensa de La Nueva España. 3 junio 2010

Ruiz-Tilve: «San Pedro era una Arcadia feliz que la ciudad se tragó al crecer»

La cronista celebró la esencia rural del barrio, cuya historia, escrita por Carlos Fernández Llaneza, acaba de reeditarse en el centenario de la parroquia





Jorge Luis Fernández, Carlos Fernández Llaneza, Carmen Ruiz-Tilve y Alberto Reigada, ayer, en el acto dedicado al centenario de San Pedro de los Arcos.
Jorge Luis Fernández, Carlos Fernández Llaneza, Carmen Ruiz-Tilve y Alberto Reigada, ayer, en el acto dedicado al centenario de San Pedro de los Arcos. sergio prado

Ch. N.

Las jornadas dedicadas a celebrar el centenario de la parroquia de San Pedro de los Arcos tuvieron ayer una sesión estrella en el Club Prensa Asturiana de LA NUEVA ESPAÑA con un programa doble. En otro aniversario, Carlos Fernández Llaneza, autor hace doce años del libro «San Pedro de los Arcos, una historia milenaria», presentó la reedición de este volumen. Y a su lado, madrina reconocida de aquella obra, la cronista oficial de Oviedo, Carmen Ruiz-Tilve, tejió el hilo de sus recuerdos del barrio.

No fue, como ella rechazó, a pesar de que el programa así lo anunciaba, un pregón de las fiestas de San Pedro. «Simplemente voy a hablar, hablar de recuerdos», se presentó Ruiz-Tilve. Antes y después el párroco de San Pedro, Jorge Luis Fernández, presentó a los invitados, que incluyeron también al ex párroco Alberto Reigada, encargado de glosar la figura de Fernández Llaneza.

Ruiz-Tilve tiró, pues, de sus recuerdos e hiló un retrato de San Pedro a través de tres momentos. El primero, el milenario, fue el del «sitio privilegiado» nacido en la falda del Naranco, hasta la edificación de la primera iglesia. «En ese momento el barrio cambia», reflexionó Carmen Ruiz-Tilve, «pero sigue siendo un barrio rural».

Ahí, en la ruralidad de San Pedro, encontró la cronista la esencia del barrio. Y lo hizo ya cuando, con sólo un año, se mudó a la zona. «Las largas caminatas para llegar hasta allí quedaban compensadas con el hecho de vivir en la Arcadia, una Arcadia feliz que en los cincuenta vivió sus años de oro». Eran épocas en que los niños jugaban en ese entorno rural, ajenos a la guerra reciente, describió, y con fiestas rurales que celebraban «la hermandad, la vecindad con otras zonas, como La Argañosa».

Todo ello llegó a su fin con la tercera etapa. «La ciudad creció y se tragó todas las Arcadias», resumió Ruiz-Tilve, quien reclamó un recinto ferial donde la ciudad pueda recuperar su esencia rural.

Fernández Llaneza, por su parte, recordó la ilusionante gestación de su obra, ahora reeditada, «un libro con forma de sueño o un sueño con forma de libro», declaró.

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