lunes, 13 de mayo de 2019

HORAS AÑEJAS

El Otero

Horas añejas

13.05.2019 
Einstein afirmaba que el tiempo es relativo. Tal vez. Hay segundos eternos y horas en las que nos querríamos quedar a vivir eternamente. Lo que está claro es que vivimos cautivos del tiempo. Esclavos del reloj. Nos hace ir de aquí para allá en ese frenesí de, en ocasiones, alocada actividad que convierte los más de los días en humo efímero. Alarma para despertar, notificaciones en la agenda? tantos avisos que, quizá, nos hagan añorar los días en los que nos preocupaba un comino el ritmo de las horas. Una vida sin más sometimientos horarios que el cumplimiento de las necesidades básicas. Probablemente, en algún momento, nos demos cuenta de que la mayor riqueza es disponer de tiempo. Bien lo dice un proverbio africano: "Vosotros, los europeos, tenéis los relojes, pero nosotros tenemos el tiempo". Tienen razón. Pero como esto de estar pendiente del reloj viene de lejos, vamos a fijar hoy la mirada en los relojes, a mi juicio, más emblemáticos de la ciudad: los relojes de la Catedral. Hay dos: uno de sol en la cara sur de la torre románica y otro en la torre gótica. El de sol, en una placa de mármol orientada hacia el mediodía, tiene un doble sistema de numeración: números romanos y guarismos arábigos alternos, empezando por el uno en arábigo. Se estima que fue construido en 1415. En el año 1795, dado su deterioro, se realizó una réplica encontrándose el original en el Museo de la Iglesia. 
El de la torre gótica, según la guía de la Catedral de José Cuesta Fernández, se colocó desde un principio en el segundo piso de la torre, como está en la actualidad, en el año 1787 siendo obispo don Agustín González Pisador. Fue obra del madrileño Ramón Durán. Consta de dos campanas, una para las hora y otra para los cuartos. Ambas campanas fueron destruidas durante la guerra civil. En 1957, se instaló de nuevo el reloj, ya reparado, bajo la supervisión de Menéndez Pidal. En 1927 se llevó a cabo una importante reparación en el reloj por parte de los obreros de la Fábrica de la Vega que Cuesta recoge con detalle: "Repasar los ejes, rellenar a la autógena los cojinetes de bronce y ajustarlos cada uno a su eje. Hacer engrasadores de bronce para los cojinetes. Dos aparatos para reducir a una tercera parte la fuerza empleada para dar cuerda. Una esfera pequeña para la parte inferior del reloj. Un aparato para dar movimiento a dicha esfera con su correspondiente cuadratura. Cuadratura para el movimiento de la esfera de la fachada, manillas para la esfera y sus contrapesos". Detalla asimismo los responsables de la reparación: "Maestro, don Saturnino Artamendi. Ajustador, Mario Nava. Fresador, Enrique Alavera. Torneros, Emilio Aguilar y Julio Rodríguez. Cepillado, Sebastían Suárez Sagada y Aquilino Fernández. Maestro relojero, Julio Galbán". Conste el reconocimiento a su labor. 
Sin duda el reloj de la Catedral marcaba los tiempos de un buen número de ovetenses pues bien habría de oírse en toda la ciudad. Clarín, en "La Regenta", ya lo describe en un dialogo entre Víctor Quintanar y su mujer, Ana Ozores: 
"- ¿Se oye el reloj de la torre desde aquí? Mira que es media legua larga? 
- Pues sí, se oye, en estas noches tranquilas ya lo creo que se oye. ¿Nunca lo habías notado? Espera cinco minutos y oirás las campanadas... tristes y apagadas por la distancia". 
Hoy ya todos tenemos reloj de pulsera. El móvil asume la función de reloj, agenda y mil cosas más. Pero en Oviedo, con permiso del reloj de la Escandalera, mi reloj favorito sigue siendo el de la Catedral. 
En fin, no sé si Einstein tenía razón o no. Pero a quien no se la quito es a Benedetti: "Cinco minutos bastan para soñar toda una vida, así de relativo es el tiempo".
https://www.lne.es/noticias-suscriptor/suscriptor/oviedo-opinion/2019/05/13/horas-anejas/2471244.html


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