miércoles, 27 de mayo de 2015

TRADICIÓN BALESQUIDA

El Otero

Tradición Balesquida

Sobre el futuro del Martes de Campo

27.05.2015 
Decenas de ovetenses, disfrutando del Día del Bollu, ayer, en el Campo San Francisco.
Decenas de ovetenses, disfrutando del Día del Bollu, ayer, en el Campo San Francisco. 
Eso que a veces se dice de que cualquier tiempo pasado fue mejor es una tontería. Lo mismo que anclarse en estériles pensamientos nostálgicos recordando lo bien que se pasaba en no sé qué momentos de la vida en compañía de fantasmas que ya no existen y, probablemente, ni existieron en su día. Regodearse en recuerdos de supuestos tiempos mejores, definitivamente, no sirve para nada. Pero eso no quita para que, orgullosos de nuestra historia, sepamos conservar nuestras costumbres y tradiciones. Y Oviedo puede presumir de alguna que otra. La fiesta vivida ayer en la ciudad es un claro ejemplo. Una celebración que hunde sus raíces nada menos que en el siglo XIII. No voy a contar sus vicisitudes, que bien contadas están. Alberto Polledo, aún el pasado sábado, nos ofrecía una deliciosa crónica en estas páginas de LA NUEVA ESPAÑA sobre la historia de esta efeméride tan ovetense.
Comparto con el político y periodista Alberto Lleras su pensamiento de que un pueblo sin tradición es un pueblo sin porvenir. Saber de dónde venimos puede venir muy bien para saber hacia dónde queremos ir como sociedad. Al menos, no estorba. Somos hijos de nuestra propia historia, configurada por avatares mil a lo largo de los siglos. Como ovetenses, deberíamos de conocer esa trayectoria, sentirnos parte de ella y, por tanto, orgullosos, sin más connotaciones ni exclusión alguna. Los ovetenses de hoy somos depositarios de ese legado intangible que nos han ido cediendo siglo tras siglo. De nosotros depende que, en el futuro, no se pierdan como lágrimas en la lluvia, tal como se lamentaba el replicante de Blade Runner.
Marco Tulio Cicerón, que tonto no debía ser, decía que no saber lo que ha sucedido antes de nosotros es como ser incesantemente niños. Estoy de acuerdo.
Por tanto, ahora que se van apagando las brasas de la fiesta de ayer, no creo que lo más importante, sin quitarle aprecio, sea si fue mucha gente al Campo o no; o si los bollos estaban mejor que el año pasado; o que si el programa de actos que, con tanto mimo, organiza cada año la Sociedad Protectora de la Balesquida fue más exitoso. Quizá lo más importante sea ser conscientes de ese legado invisible que han ido depositado en nuestras manos. Un legado que nos convierte en eslabones de una larga cadena y que nos obliga a hacer lo necesario para que, años venideros, comprueben que hemos sido responsables y capaces de transmitir nuestras tradiciones. Por eso me preocupa que los más jóvenes se desliguen de esta historia, que la desconozcan. Que vean esta jornada como un día de fiesta en el que van al "Puri" con no sé cuántas cajas de sidra. Me gustaría que no sintieran los actos del Campo como algo distante, desfasado o aburrido; un encuentro de puretas en el que nada pintan. Me inquieta que puedan percibir la sociedad y cofradía como un lugar anacrónico en el que huele a naftalina y no como un lugar vivo y con obligado futuro. Los jóvenes ovetenses de hoy son los llamados, lógicamente, a continuar con estas tradiciones y difícilmente lo harán si no conocen su por qué y no lo sienten como algo propio. ¿Cómo se hace? Buena pregunta.
De momento vaya por delante mi felicitación a la Balesquida por haber sido capaces, un año más, de continuar con esta fiesta secular para orgullo y satisfacción de todos los ovetenses.
Y que sea por muchos más.
http://suscriptor.lne.es/suscriptor/oviedo-opinion/2015/05/27/tradicion-balesquida/1763367.html

miércoles, 20 de mayo de 2015

PENA, FRUSTRACIÓN, ¿ESPERANZA?

El Otero

Pena, frustración, ¿esperanza?

La gran deuda de la ciudad con el monte Naranco

20.05.2015 
Pena, frustración, ¿esperanza?
Pena, frustración, ¿esperanza?
Que cada uno atesora sus propias querencias es cosa sabida. Certezas, compromisos, ilusiones, creencias inamovibles... Algunas corren el riesgo de tornarse en obsesión. Tengo para mí varias. El Naranco, por ejemplo, es una de ellas. Estoy convencido de su potencial, de su papel histórico y medioambiental en Oviedo. Creo firmemente que la ciudad está en deuda con él y, junto con otros, intento aportar un grano de arena en la tarea de darlo a conocer desde la certeza de que lo que no se conoce no se valora y, por tanto, no se quiere ni se pelea por ello. En esta campaña electoral que ya languidece se ha hablado de él. Y en la anterior. Y en la otra. Pero no se ha hecho nada. El Ayuntamiento lleva más de dos décadas dando la espalda a nuestro monte totémico. La administración autonómica abordó en su día un plan ambicioso pero que se quedó en nada, sentencia judicial mediante, lo que no obsta para que pudiera hacer más. Confío en que las nuevas administraciones que asuman la responsabilidad de regir la ciudad y gobernar Asturias encuentren hueco en sus prioridades y vean la necesidad de mirar al Naranco.
Quizá sea un poco reiterativo con nuestra querida cuesta pero, entiéndanme, necesito compartir con alguien este grito de impotencia y frustración. Soy consciente de que vivimos tiempos complicados, lo sé perfectamente, pero no es una gran inversión lo que precisa este espacio tan esencialmente ovetense. Es una cuestión de voluntad política por un lado y de ver, colectivamente, la necesidad de reivindicar este espacio. La indiferencia de los ovetenses es el caldo de cultivo idóneo para la inacción política. Eso lo sabemos todos. Y así nos va.
¿Y por qué vuelvo de nuevo hoy con esto? Les cuento. Revolvía en la hemeroteca de LA NUEVA ESPAÑA buscando una noticia -tarea apasionante, por cierto, en la que se te va el tiempo sin darte cuenta- cuando me encontré con un titular del 7 de agosto de 1974 que rezaba: "El Naranco sigue esperando su hora". Y en la noticia el redactor contaba: "El Naranco no acaba de encontrar su camino ni su hora: pasa el tiempo y continúan repitiéndose las mismas palabras con la esperanza de que alguna, algún día, encuentre su destino y su eco. Mientras tanto el deterioro del monte no cesa. (...) El Naranco constituye una oportunidad inmejorable y desaprovecharla es un suicidio que pagaremos todos de forma irreversible. (...) No se trata de invocar un enorme presupuesto y grandes instalaciones. Lo que el Naranco necesita -y lo contrario sería un abuso- es un simple tratamiento a base de plantar árboles. (...) El problema, pues, es de voluntad. Y de que se alcance el necesario entendimiento entre los organismos con competencia y responsabilidad comunes en el Naranco". ¡40 años! ¡Y podría haberse publicado ayer! Si no fuera expresión malsonante e impropia del que suscribe exclamaría: ¡hay que joderse! ¿Entienden ahora el título de estas líneas? ¿Es o no es motivo de pena, de rabia y de frustración constatar que, cuatro décadas después, no hemos sido capaces de hacer lo que fuera necesario para cambiar ese horizonte esencial de Oviedo? ¡¿Qué hacemos?! Cuando encontré ese viejo titular de LA NUEVA ESPAÑA sentí pena, sí. Y frustración al ver que, aun cuarentón, está tan vigente. Sólo me queda compartir esta rabia con ustedes y creer que la esperanza que comparte título, también es posible. Estamos a tiempo.
Que, ¡ojalá! así sea. Seguiremos peleando.
http://suscriptor.lne.es/suscriptor/oviedo-opinion/2015/05/20/pena-frustracion-esperanza/1759691.html

miércoles, 13 de mayo de 2015

¡RÍASE HOMBRE!

El Otero

¡Ríase, hombre!

A propósito del día mundial de la risa y las ideas de nuestros gobernantes

13.05.2015 
¡Ríase, hombre!
¡Ríase, hombre!
Me preguntan a menudo si no es difícil tener un tema para llenar estas líneas cada semana; mi respuesta siempre es la misma: no. Oviedo es inabarcable. La actualidad, nuestra historia o los comentarios diversos que llegan a esta ventana de cuando en vez son suficientes para nutrir con creces esta presencia semanal. Lo difícil, añado, es optar entre las diferentes posibilidades. Para hoy me había parecido interesante un análisis que bajo el título de "La trampa de Oviedo", hacía el pasado domingo en estas páginas de LA NUEVA ESPAÑA el profesor Fernando Rubiera, en el que afirma que debido a la presión de la capitalidad, la configuración urbana de la ciudad y la presión fiscal, vivir en Oviedo es relativamente caro, lo que favorece que importantes núcleos de población del entorno de la capital crezcan. Para hacerse más atractiva, la ciudad mejora su estética urbana y, en ese proceso, incrementa más aún la presión fiscal y el coste de vida en la ciudad, lo que ahuyentaría a más población, especialmente jóvenes. Aunque no se esté de acuerdo en todo el planteamiento, el debate que se puede entablar es, sin duda, muy interesante. Pero quedará para mejor ocasión porque se cruzó en mi camino otra noticia que me hizo gracia, nunca mejor dicho, aun a riesgo de mezclar churras con merinas; ¿sabían que cada primer domingo de mayo se celebra el día mundial de la risa? Pues sí, mira qué cosas. Esta celebración fue creada en 1998 por el Dr. Madan Kataria como un gesto para conseguir la paz mediante la risa como una emoción positiva y que la población aprenda sus múltiples beneficios; a saber: libera angustia, incremente autoestima, ayuda a curar la depresión, aumenta el ritmo cardíaco, elimina emociones negativas, limpia y ventila los pulmones, aumenta la confianza en uno mismo, ayuda a reducir la glucosa, favorece la producción de endorfinas, disminuye la presión arterial, relaja los músculos que se encuentran en tensión, favorece la digestión... vamos, ¡el bálsamo de Fierabrás! No sé qué hacemos que no nos pasamos el día desternillándonos de risa por las esquinas. ¿Será que la vida que llevamos o la realidad cruda de cada día no favorece la carcajada? A ver si va a ser eso... Leer un periódico o ver las noticias no es como para partirnos de risa: paro, pobreza, violencia, odio, codicia, corrupción y demás aprendices de jinetes apocalípticos galopan por nuestras horas cotidianas, cierto, pero ¿y si tuviera razón Charles Chaplin cuando decía que un día sin reír era un día perdido? Tampoco es plan de ir por ahí riéndose sin ton ni son como un bobo, que ya decía Erasmo de Rotterdan que reírse de todo es propio de tontos; pero también decía que no reírse de nada lo era de estúpidos.
Destilar la política económica, urbanística, medioambiental o estética desarrollada en los últimos años por nuestros regidores municipales sería un atractivo ejercicio que daría para llenar varias páginas y, quizá -sin ánimo de frivolizar- despertaría la risa floja a más de uno; pero hoy, entre las dos noticias, me quedo con la importancia de intentar ver el lado gracioso de las cosas y lo saludable que es una buena carcajada. Seguro que esa misma realidad que a veces asusta, también nos da más de un motivo para, al menos, una vez al día, echarnos unas buenas risas y, para empezar, y sin ir más lejos, de uno mismo, por qué no, que afortunado el hombre que se ríe de sí mismo; seguro que nunca le faltará motivo de diversión...
http://suscriptor.lne.es/suscriptor/oviedo-opinion/2015/05/13/riase-hombre/1755910.html

miércoles, 6 de mayo de 2015

GRAFITIS EN LA HISTORIA

El Otero

Grafitis en la historia

Los secretos de los escritos en la fachada de San Isidoro

06.05.2015 
La pintada de San Isidoro.
La pintada de San Isidoro. 
Basta poco para encender la mecha de la curiosidad. Apenas una sutil sugerencia, un inocente comentario. Hablando con un querido amigo afloró en la conversación, no recuerdo muy bien por qué, el nombre de José Dorado, ¿les dice algo? ¿no? La próxima vez que pasen por delante de San Isidoro fíjense en una de las pintadas que resucitaron de la historia tras la limpieza de su fachada en 2008. Y claro, mordí el anzuelo. Y heme aquí indagando e intentando que ese nombre que quedó sepultado con el polvo de los siglos en unas piedras de la fachada de la que fue iglesia de San Matías, cobre de nuevo vida en el siglo XXI y, salvo error u omisión, conozcamos algo más de quién fue.
José Dorado y González de Villanueva. Médico nacido en Oviedo el 31 de octubre de 1686. Hijo de Francisco Dorado y Gil de Ramales y de Águeda González de Villanueva. Cursó sus primeros estudios en Oviedo en la Universidad de Letras y Artes graduándose en 1705 de Bachiller Artista, accediendo posteriormente a la Universidad de Valladolid donde estudió Medicina y Cirugía. Un año después ingresó en el ejército de Felipe V, en Jadraque, y tras curarse de una herida recibida en la cabeza, reanudó sus estudios en el mismo centro universitario graduándose de Bachiller en Medicina el 26 de abril de 1708. Examinado en 1710 por el tribunal de Protomedicato en Madrid, es aprobado para ejercer en todos los reinos españoles. Cuatro años más tarde es nombrado médico titular de Villaviciosa, pasando en 1715 a serlo, hasta su muerte, de Oviedo. Designado sucesor de su padre en el puesto que éste había ejercido en el cabildo catedralicio, al mes de ocuparlo renunció a él por considerarlo incompatible con el que desempeñaba con anterioridad. Su muerte acaeció el 3 de diciembre de 1735, siendo enterrado en la iglesia de San Francisco, en la sepultura que estaba delante del altar de San Pedro Regalado.
Además de los cargos ya citados, ocupó los de regidor perpetuo y juez por el Estado Noble de Oviedo, alcalde por el mismo Estado de Las Regueras y de Oviedo y catedrático de la Universidad ovetense, donde se doctoró. Se casó en dos ocasiones, la primera en 1707 con Antonia de Riaño y Solís, y la segunda, diez años después, con Manuela Teresa de Requejo y Tineo. Uno de sus hijos fue Juan Manuel Dorado y Riaño, autor de la obra Manifiesto Precautorio médico en defensa de la Medicina y médicos, con el que apoyó la polémica sostenida por su padre con Feijoo.
Hasta aquí sus datos biográficos. Sacian en parte la curiosidad pero no del todo. Queda una pregunta básica: ¿quién llevó su nombre al paredón? Mi querido amigo, culpable de inocularme la curiosidad sobre Dorado, buen conocedor de la historia local y de muchas tradiciones, me cuenta que era común, cuando alguien lograba un doctorado, grabar su Víctor acompañado del nombre del nuevo doctor en lugar elegido por él mismo; el Dr. Dorado habría elegido, por tanto, la fachada de la iglesia de los Jesuitas, que dicho sea de paso, mal sitio no era.
Parece que también hubo, con el correr de los años, ovetenses que tuvieron interés en que su nombre quedara oculto para la posteridad; quizá alguno de los que tras pasar por las manos del insigne doctor, dejaron de ver claras muchas cosas, y no por que les asaltara duda alguna, sino porque, aunque la ciudad daría en el futuro buenos oftalmólogos, éste no debía serlo tanto. O por el hecho de que sus relaciones con Feijoo no eran muy amistosas; o, quizá, porque era hombre de lengua afilada contra los que podían rivalizar contra él... vaya usted a saber; quedar, hace mucho que no queda nadie para contarlo. Al menos, la próxima vez que pase por San Isidoro ya no tendré que preguntarme: y ese Dorado, ¿quién será...?
http://suscriptor.lne.es/suscriptor/oviedo-opinion/2015/05/06/grafitis-historia/1752181.html