El Otero
Ciñéndonos a los asuntos constructivos, por eso de acotar -que de todo hay en la viña del Señor-, cómo no evocar numerosos monumentos a la estupidez: aeropuertos sin aviones, ciudades de la cultura en las que ni está ni se la espera, tranvías sin uso, museos de la nada y cantidad de edificaciones vacías de contenidos y carentes del más elemental sentido común.
Recientemente, este periódico informaba de que el Ayuntamiento de Corvera derribará la casa de encuentros, construida en 1999 con un coste de 1,6 millones de euros y que nunca llegó a utilizarse. La misma noticia nos recordaba que el Centro de Estudios Medioambientales de El Entrego, sin uso desde su construcción, y que sumó la nada desdeñable cifra de 900.000 euros, también pasaría a mejor vida. País.
Ya en nuestro querido Oviedo, dejando al margen los numerosos proyectos no natos que don Gabino exhibía profusamente en cada campaña electoral local, que bien se podrían albergar en el edificio del talud de La Ería, por eso de quitarle las telarañas; el chollo que el insigne Calatrava tuvo con la parcela del Vasco y sus múltiples proyectos, o el fallido aparcamiento bajo el Campo San Francisco, también tenemos lo nuestro. Ya que citamos al amigo Calatrava, que una visera móvil que costó cincuenta millones de euros no se mueva, suena, cuando menos, a broma.
Por Montecerrao y Prados de la Fuente tenemos un par de osamentas de ballenas varadas con forma de SPA, que, como fantasmas de piedra pudriéndose al sol de la indiferencia, son un grito que clama contra la incapacidad y la incompetencia.
En Prado de la Vega se asienta un estupendo edificio, terminado hace dos años, con una factura de dos millones de euros, que nació con vocación de ser vivero de empresas de ciencias de la salud y que sugeriría se utilizara como vivero de champiñones. Al menos se usaría para algo. En La Corredoria saben bien de lo que es construir un «Escorialín». El mercado de abastos, que debería de estar acabado en 2010, aún sigue coleando.
En fin, la nómina de despropósitos urbanístico-constructivos a lo largo y ancho de este nuestro querido país temo que sería abultada, pero, para muestra, basten estos botones. En algunos casos, seguro que hay justificaciones comprensibles; en otros, me temo, son, sencillamente, cantos a la insensatez y a la irresponsabilidad.
Cualquier ciudadano con sentido común, ante esto, se hace una pregunta elemental: ¿alguien asume responsabilidades por semejantes dislates? Si le acaba de dar la risa floja, ya me ha contestado.
Pólvora del rey
Los disparates urbanísticos de los años de bonanza
29.05.2013
Carlos Fernández Llaneza
Leí casualmente, hace unos días, un texto de Charles de Talleyrand, clérigo, político, diplomático, estadista y hábil navegante por las revueltas aguas de la política francesa entre los siglos XVIII y XIX. En todo este tiempo conservó la cabeza en su sitio, cosa harto difícil en la época, y sobrevivió a Luis XVI, a la Revolución, al Imperio napoleónico, y a la restauración monárquica, lo que indica la habilidad de la que debía de hacer gala el sujeto; pues bien, en ese texto encontré una frase con una afirmación que inmediatamente desencadenó en mí una curiosa asociación de ideas: «Nadie puede sospechar cuántas idioteces políticas se han evitado por la falta de dinero». Me hizo gracia y pensé que también podríamos formularla de otra manera: la cantidad de idioteces que se han perpetrado cuando pensábamos que los perros se ataban con longaniza.
Ciñéndonos a los asuntos constructivos, por eso de acotar -que de todo hay en la viña del Señor-, cómo no evocar numerosos monumentos a la estupidez: aeropuertos sin aviones, ciudades de la cultura en las que ni está ni se la espera, tranvías sin uso, museos de la nada y cantidad de edificaciones vacías de contenidos y carentes del más elemental sentido común.
Recientemente, este periódico informaba de que el Ayuntamiento de Corvera derribará la casa de encuentros, construida en 1999 con un coste de 1,6 millones de euros y que nunca llegó a utilizarse. La misma noticia nos recordaba que el Centro de Estudios Medioambientales de El Entrego, sin uso desde su construcción, y que sumó la nada desdeñable cifra de 900.000 euros, también pasaría a mejor vida. País.
Ya en nuestro querido Oviedo, dejando al margen los numerosos proyectos no natos que don Gabino exhibía profusamente en cada campaña electoral local, que bien se podrían albergar en el edificio del talud de La Ería, por eso de quitarle las telarañas; el chollo que el insigne Calatrava tuvo con la parcela del Vasco y sus múltiples proyectos, o el fallido aparcamiento bajo el Campo San Francisco, también tenemos lo nuestro. Ya que citamos al amigo Calatrava, que una visera móvil que costó cincuenta millones de euros no se mueva, suena, cuando menos, a broma.
Por Montecerrao y Prados de la Fuente tenemos un par de osamentas de ballenas varadas con forma de SPA, que, como fantasmas de piedra pudriéndose al sol de la indiferencia, son un grito que clama contra la incapacidad y la incompetencia.
En Prado de la Vega se asienta un estupendo edificio, terminado hace dos años, con una factura de dos millones de euros, que nació con vocación de ser vivero de empresas de ciencias de la salud y que sugeriría se utilizara como vivero de champiñones. Al menos se usaría para algo. En La Corredoria saben bien de lo que es construir un «Escorialín». El mercado de abastos, que debería de estar acabado en 2010, aún sigue coleando.
En fin, la nómina de despropósitos urbanístico-constructivos a lo largo y ancho de este nuestro querido país temo que sería abultada, pero, para muestra, basten estos botones. En algunos casos, seguro que hay justificaciones comprensibles; en otros, me temo, son, sencillamente, cantos a la insensatez y a la irresponsabilidad.
Cualquier ciudadano con sentido común, ante esto, se hace una pregunta elemental: ¿alguien asume responsabilidades por semejantes dislates? Si le acaba de dar la risa floja, ya me ha contestado.
¡Con pólvora del Rey bien se tira!
Publicado en La Nueva España el 29 de mayo de 2013