El Otero
Y todo a media luz...
Los despropósitos del alumbrado ovetense
20.02.2013 |
Carlos Fernández Llaneza
Tranquilos. Carlos sí, Gardel, no. Así que el crepúsculo interior, los besos a media luz y el suave terciopelo de la media luz del amor, lo dejamos para el tango que tan bien cantó siempre el maestro.
La media luz que me ocupa y preocupa hoy es la que se ha instalado en la noche ovetense, que desde hace tiempo ha transmutado nuestras calles en un paisaje mortecino que, en este invierno lluvioso y frío, evoca brumosos paisajes con cierto aire espectral... Calles que la lluvia y la noche hunden en deprimente oscuridad; vamos, que caminar en hora avanzada por Oviedo da cierto canguelo, para qué lo vamos a negar...
Historia son los tiempos en los que se sembraban farolas decimonónicas por doquier, aun en el caso de calles de nuevo cuño y edificaciones modernas; incluso calles sin nombre ni casas... un auténtico anacronismo estético; y así, una a una, hasta en número superior a 18.000, ¡ole! ¿Que el rendimiento lumínico es pésimo y la eficiencia energética nula? Da igual. ¿Que la propensión a la corrosión podría generar problemas de seguridad y un costosísimo mantenimiento? ¡Quién dijo miedo! ¿Que el costo de la factura energética sí que funde los plomos? ¡Será por perres! Y claro, de aquellos polvos vienen estos lodos... Y después de que los sufridos contribuyentes ovetenses apoquináramos más de 60 millones de euros, para dar a luz a tan fecunda prole de farolas, el último que apague la luz...
No voy a entrar en cuestiones técnicas; hay voces mucho más cualificadas que podrán hablar de carencias de curvas fotométricas, rendimientos lumínicos y demás tecnicismos, que no soy quién para valorar.
Lo que sí fue siempre evidente es que este tipo de farolas no eran las adecuadas para el alumbrado público. Y llegó el Reglamento de eficiencia energética en instalaciones de alumbrado exterior y mandó «aparar», y, claro, a quedarnos a dos velas. Así se escribe la historia...
Ahora se habla de tecnología LED y las nuevas farolas ya no miran a Fernando VII, sino a una ciudad que quiere y debe ser moderna, eficaz y actual en todos los sentidos. Y se anuncian importantes inversiones en mejorar la iluminación; conseguir algo tan obvio como que una farola sirva eficazmente para lo que está pensada, inversión que conllevará un importante ahorro en la factura. Es necesario, pero duele porque si las cosas se hubieran hecho bien en su día, ahora no nos encontraríamos en esta situación.
¿Se habrán tomado las decisiones en Oviedo con el debido criterio, asesoramiento y análisis? Que cada quien responda como le parezca más adecuado.
Corregir lo errado es pertinente; si hablamos de mejorar la iluminación de la ciudad, necesario, pero quizá alguien debería levantar la mano y decir que igual se equivocó, que se gastó mucho y mal, que entone aunque sea un tímido «mea culpa», qué menos.
Seguiremos siendo la muy noble, muy leal, bien novelada... pero la bien iluminada, me temo que, de momento, va a ser que no...
Publicado en La Nueva España el 20 de febrero de 2013