jueves, 31 de enero de 2013

Las solitarias cunetas de la vida


El otero

Las solitarias cunetas de la vida

Reflexiones sobre la muerte de un electricista en paro en Ciudad Naranco

30.01.2013 | 01:55
Las solitarias cunetas de la vida Las solitarias cunetas de la vida
Pasé la segunda semana de enero fuera de Oviedo y como cada vez que viajo por esos mundos de Dios, mantengo la conexión con el pulso cotidiano de la ciudad a través del cordón umbilical que supone la web de LA NUEVA ESPAÑA; pues bien, en esos días se publicó una noticia de esas que, inevitablemente, se te clavan en la piel: la Policía hallaba el cadáver de un joven, electricista en paro, en su domicilio de Ciudad Naranco. Llevaba varias semanas muerto y nadie lo había echado de menos. Tenía 35 años, vivía solo y se llamaba Iván. Solamente el fuerte olor que salía de la casa alertó a los vecinos.

Un trabajo perdido en Barcelona, un padre recientemente fallecido, una madre enferma, un hermano en prisión, una salud descuidada, adicciones, una vida que se desparramaba por unos agujeros de los que seguramente él no sería totalmente responsable. Una realidad que se le escapaba por el desagüe de la impotencia. Esperanzas y sueños que toparían, supongo, con una tozuda y odiosa realidad alejada de la que en algún momento habría soñado y que lo empujó a una soledad, imagino, no deseada. La soledad puede ser muy hermosa... si tienes a quien decírselo, ironizaba Bécquer. Para Víctor Hugo, el infierno todo estaba en esa palabra: soledad. Lamentablemente, el caso de Iván no es aislado. De cuando en vez nos asaltan noticias de ese tipo. En marzo de 2007 compartí también unas líneas a raíz del fallecimiento de un anciano que se dejó morir en el Postigo y me preguntaba si no estaría fallando algo en nuestra sociedad para que sucesos así ocurrieran. Personas que se quedan en las cunetas más embarradas del camino, olvidadas de casi todos y en muchos casos, temo, intentando olvidarse de sí mismos... Resulta curioso y un punto burlón cómo a veces la vida gasta bromas del tipo de tirar una moneda al aire y decidir como por arte de birlibirloque a quién le toca la fortuna de tener una vida plácida, sin sobresaltos, ordenada, cómoda... y a quién le cae en suerte la desdicha de que le apeen del tren en marcha; lo malo es que no siempre somos nosotros los que tenemos la moneda en la mano, ni los que la lanzamos al aire. A muchos sólo les queda albergar la esperanza de que caiga de cara, porque la cruz es muy fría... La soledad puede ser un buen sitio para encontrarse; como oí alguna vez, para visitar, pero desde luego es muy malo para quedarse. No sé nada de la vida de Iván. Desconozco todo de él, pero me resulta muy triste e injusto un final así.

Finalizaba la noticia informando de que la despedida sería tan solitaria como su trágica desaparición, sin esquela ni velatorio; vamos, la guinda del pastel...

Que Iván y los otros «Iván» que quizás en alguna oscura esquina de la vida muerdan con rabia sus silencios en soledad mientras contemplan cómo la vida se les escapa como el agua de las manos tengan al menos unos segundos en el recuerdo de quien esto lea, y si es verdad lo que decía Cicerón de que la vida de los muertos está en la memoria de los vivos, concedámosles un instante de acordanza. Quién sabe si no habrá algún otro Iván a escasos metros de nuestra puerta. Si así fuere, ojalá podamos picar a su puerta antes de que sea tarde...

Publicado en La Nueva España el 30 de enero de 2013

miércoles, 23 de enero de 2013

ENERO

El otero

http://www.lne.es/oviedo/2013/01/23/escaleras-automaticas-cuesta-enero/1357760.html

Escaleras automáticas para la cuesta de enero
Los problemas de la crisis y las ventajas de los cambios de actitud con el nuevo año

23.01.2013

Escaleras automáticas para la cuesta de enero Carlos Fernández Llaneza Enero, primer mes del calendario gregoriano, toma su nombre del dios Jano, representado con dos caras, el espíritu de las puertas y del principio y del fin; enero es, por tanto, el inicio, la puerta de un nuevo período en nuestro particular vivir. Suele ser el comienzo del año, escenario para nuevas intenciones y poner en marcha nuevos proyectos. Quién no se ha planteado a principios de un nuevo calendario dejar de fumar, quitar esos kilos de más, sufriendo en un gimnasio al que apenas vamos, aprender inglés, arreglar algún asunto pendiente que nos viene quitando el sueño, cambiar de trabajo...

Intenciones y deseos que, por lo general, pasado el entusiasmo inicial les ocurre como dice el refrán: al cocer menguan. Lo malo es que hay deseos que por mucho que queramos no dependen exclusivamente de nosotros. Citaba como uno de los anhelos el cambiar de trabajo, y seguro que alguien me diría: «Ya quisiera»...

Ya quisiera poder cambiar de trabajo, porque eso implicaría que tengo trabajo. Asturias registra a cierre de diciembre 103.787 parados. Oviedo, 20.411 según datos oficiales. La dichosa crisis está arruinando por igual familias y esperanzas. Plantea situaciones de dramas personales y familiares difíciles de imaginar. Muchas cartas de las que se enviaron a los Reyes Magos este año ya no pedían regalos; en ellas iban deseos de cambio. De un trabajo que no sólo aporte estabilidad económica y laboral, sino también dignidad personal, ilusión, autoestima, esperanza, futuro...
Es una emergencia nacional la búsqueda de políticas reales, eficaces y urgentes que lleven a que se pueda crear empleo. Obvio. Leer el artículo 35 de la Constitución, que dice: «Todos los españoles tienen el deber de trabajar y el derecho al trabajo», incita a la risa a muchos. Me irrita e incomoda que haya más colas en las oficinas de empleo de General Zuvillaga o de General Elorza que para asistir a la ópera, visitar el museo de Bellas Artes o acceder al Carlos Tartiere. Imagino, por tanto, que muchos de esos deseos al desenvolver el nuevo año tienen mucho que ver con esto. ¿Se puede ser optimista entonces? Se puede y se debe. No sé si podemos confiar en los políticos, los empresarios, los economistas; quizás... al menos en la política como el arte honesto de gestionar lo común, sí. Pero sí sé en quién podemos confiar: en nosotros mismos. En nuestras posibilidades y en nuestro potencial como seres humanos. Como sociedad. Como ciudad, que sigue mostrando grandes espacios de solidaridad que ayudan a hacer pesados fardos más llevaderos. Y que nadie piense que digo lo que el refrán gallego: «Que cada can lamba o seu carallo», ni mucho menos. Pero la confianza en nosotros mismos y en nuestras posibilidades es sin duda la memoria del éxito. Gandhi, que derrotó a todo un Imperio británico con su actitud y determinación, decía: «Sé tú el cambio que quieres ver en el mundo». No soy tan ingenuo como para creer que sólo con una actitud positiva nuestros problemas quedarán disueltos como por ensalmo, pero sí creo que es un paso previo necesario y así me lo repito a mí mismo constantemente. Viktor Frankl, que vivió en primera persona los horrores del nazismo y dejó testimonio en un precioso y muy recomendable libro, «El hombre en busca de sentido», lo decía muy bien: «Si no está en tus manos cambiar una situación que te produce dolor, siempre podrás escoger la actitud con la que afrontes ese sufrimiento». Quizás así a la cuesta de enero que amenaza con prolongarse unos meses más le pongamos un pequeño tramo de escaleras automáticas...


Publicado en La Nueva España el 23 de enero de 2013

jueves, 17 de enero de 2013

Año nuevo, nuevo inicio.



El Otero

Año nuevo, nuevo inicio







Año nuevo, nuevo inicio
Año nuevo, nuevo inicio  

Carlos Fernández Llaneza abre con este artículo una serie de colaboraciones en las que reflejará su visión de la ciudad. Ex concejal socialista, muy vinculado a la parroquia de San Pedro de los Arcos, trabaja en una empresa farmacéutica y es autor de varios libros sobre la ciudad

CARLOS FERNÁNDEZ LLANEZA Asomarte a un papel en blanco cuando quieres -necesitas- escribir algo comparte numerosas similitudes con el vértigo curioso que sentimos ante la perspectiva de un año nuevo. En ambos todo está por escribir y en los dos, el resultado depende en buena medida de nuestra actitud, de nuestra predisposición y de nuestro interés. Comparto con Umbral el pensamiento de que «escribir es la manera más profunda de leer la vida» y además para mí, escribir es como pensar dos veces, o a diferencia de cuando expresas algo verbalmente, tener una segunda oportunidad para decir lo que querías pensar y pensar lo que querías decir. Es como un hormigueo que rasco dando a la tecla.

LA NUEVA ESPAÑA me brinda, con la generosidad y el cariño que siempre me ha demostrado, la oportunidad de rascarme, de asomarme a esta ventana con libertad, para intentar compartir pensamientos con quien quiera; retazos de esa manera de leer la vida. Compartir este espacio será como encontrarte por las calles de Oviedo con tanta gente con la que te paras y con los que unos minutos de fortuito encuentro callejero se convierten en momentos de intensa vida compartida. Este reto es difícil, pero emocionante. E ilusionante; además, me gustan los retos difíciles, sin ellos la vida sería un poco más aburrida.

Así que aquí estamos, estrenando año y abriendo esta pequeña ventana por la que espero entren los sonidos de Oviedo en particular y de la vida en general, tan variados ellos, a veces música y armonía; en ocasiones ruido estridente, pero de todo se compone la cotidiana realidad. Y ya veremos lo que sale, porque si tenemos dos oídos y una sola boca, quizá sea porque debemos escuchar el doble que hablar, y que yo sepa, nadie dijo que un periódico no esté también para escuchar...

Demos también pues la bienvenida al nuevo año, a ese calendario virgen que nos ofrece la posibilidad de ser y hacer todo lo que queramos, aún consciente de las muchas y gigantescas dificultades que nos rodean. Cada día es una nueva oportunidad de hacer las cosas bien; como decía antes, en nuestras manos está. Aprovechemos y vivamos el momento y no lleguemos de nuevo al fin del calendario, miremos las manos y digamos con Borges: «he cometido el peor pecado que un hombre puede cometer. No he sido feliz».

Deseo con toda sinceridad lo mejor para mi país, para mi querida ciudad de Oviedo y, por supuesto, para cada uno de aquellos que os asoméis a esta ventana, que espero sea como aquellas de los pisos bajos del Vallobín de mi infancia en las que se formaban tertulias interminables en las que lo humano y lo divino, con el barniz del sentido común que parece haberse esfumado en los últimos tiempos, arreglaban el mundo que nos rodeaba, tan pequeño y simple, y a la vez tan enorme e inabarcable.

Que el año nuevo nos traiga quizá no lo que queramos, sino lo que más nos convenga y como decía el poeta estadounidense Waldo Emerson; «Grabad esto en vuestro corazón: cada día es el mejor del año».


http://www.lne.es/oviedo/2013/01/17/ano-nuevo-nuevo-inicio/1355031.html

Publicado el 17 de enero de 2013