Oviedo esperaba a su Santina. En su camino, nos contaban los medios de la época, "cada etapa ha sido una explosión triunfal, inolvidable, Reina y Señora, como tal ha sido acogida en todas partes. Y hoy (10 de junio) llega a Oviedo, la capital de su Reino, el centro geográfico y espiritual de la provincia, que sobre todos sus orgullos pone el de estar acogida a su celestial advocación. La ciudad ha vestido sus galas mejores y hay en el ambiente impaciencia y ternura; ilusión e inquietud. Diríase que Oviedo, siempre señor, tiene miedo de no poder quedar a la altura requerida por su excepcional visitante. Pero no; son temores vanos que engendra el afán de superarse. Oviedo, hoy como siempre, será Oviedo".
El programa preparado por la Junta de Peregrinación fue intenso. Ya los días 6,7 y 8 se habían celebrado cultos especiales en todas las parroquias de la capital. El día 10, a las ocho de la tarde, fue la recepción oficial de la imagen en la plaza Primo de Rivera. Antes, desde el Ayuntamiento, habían salido las autoridades dirigiéndose a la Catedral en donde las corporaciones municipal y provincial recibieron del Cabildo la Cruz de la Victoria y la Cruz de los Ángeles, formando una procesión que recorrió las calles de
San Francisco, Uría y avenida de Santander hasta la plaza de Primo de Rivera para esperar la llegada de la imagen que venía desde Colloto. Ya en el Ayuntamiento fue trasladada al salón de sesiones, "en cuyo lugar, el alcalde de la ciudad, le hizo ofrenda de los atributos de alcalde perpetuo". Desde el Ayuntamiento, el Cabildo portó la imagen hasta la Catedral, donde fue recibida con el canto de un solemne "Te Deum". Tras el rezo de la Hora Santa, se entregó a la parroquia de San Tirso.
El día 11, a las 9.30 horas de la mañana, misa para todos los enfermos de la capital. Durante todo el día hubo visitas a la imagen en la catedral por centros y corporaciones oficiales. A las cuatro hicieron su visita las parroquias del Arciprestazgo de Oviedo. A las ocho se entregó la imagen a la parroquia de San Isidoro.
El 12 de junio a las 12, entrega a la parroquia de San Pedro de los Arcos en el Campo de Maniobras. De allí fue llevada al monasterio de las MM Agustinas, Sanatorio del Naranco, iglesia de San Pedro, Cárcel Modelo y Hospital Militar.
Al día siguiente se entregó, frente al cuartel de la guardia civil, a la parroquia de San Julián de los Prados de donde se llevó al Hospital Provincial. Durante todo el día, la parroquia de San Julián y de la Corte tuvieron actos conjuntos, pernoctando en la parroquia de la Corte.
Homenaje en las calles
El día 14, a las ocho de la mañana, retornó a la Catedral. Tras una misa se inició la procesión de despedida, a las diez de la mañana en la Plaza de San Miguel.
La Junta instaba a los ovetenses a sumarse a los actos: "¡Ovetenses! Tenemos que rendir a nuestra madre, la Virgen de Covadonga, el homenaje más entusiasta, más encendido y lleno de amor. Sirva esta nota de invitación a todo el pueblo para que adorne sus casas, llene de flores las calles y acuda a todos los actos con gran fervor".
La ciudad se engalanó con diez mil metros de banderas y ocho mil de guirnaldas. El Ayuntamiento se iluminó con cuatro mil bombillas y los equipos de
NODO se trasladaron a la ciudad para recoger "las escenas más salientes de la triunfal jornada".
Por tanto, no era de extrañar que los titulares de LA NUEVA ESPAÑA fueran: "Oviedo desbordó de entusiasmo y fervor religiosos ante la Santísima Virgen de Covadonga".
El entonces doctoral de la Catedral, José Antonio Peláez, hacía en las páginas de este diario, resumen y despedida: "El recibimiento fue imponente, colosal. Entró en nuestra ciudad como Reina, paseó nuestras calles como Señora (...) Huésped de honor entre nosotros, ¡con qué profusión se adornaron las calles y se engalanaron todos los edificios públicos y las casas particulares! Recibió el tributo de homenaje y veneración en todos los templos de la ciudad y recibió la investidura de alcalde perpetuo y directora de los destinos de nuestro pueblo. (..) Adiós reverente y respetuoso, como a Reina; adiós cariñoso y filial, como a madre; adiós lindo y agradecido como salido de las fibras del corazón noble y generoso de los hijos de Oviedo que nunca olvidarán tu visita, Reina y Señora del solar asturiano. Adiós bañado en lágrimas de ternura, de sentimiento y de esperanza. De ternura, porque somos hijos tuyos; de sentimiento, porque nos cuesta separarnos de ti, de esperanza porque hemos de volver a verte en tu trono del Auseva. (...)
Despedida
Adiós: y al despedirte de nosotros, bendice nuestras calles, nuestras plazas y nuestros edificios públicos y particularmente, bendice a nuestras autoridades y bendice al pueblo entero de Oviedo que, al verte partir de nuestra ciudad, emocionado te dice ¡adiós Santina!".
Crónica de otra época y de una sociedad ovetense muy distinta. Hoy, casi siete décadas después, nuestra Santina permanece en su cueva, entre la roca, al arrullo del agua que se filtra desde Orandi y los sinceros y hondos susurros de cientos de oraciones sencillas y confiadas. Sí. En su gruta, rodeada de una belleza natural difícil de calificar. Acogiendo a los que allí se acercan movidos por la fuerza, quizá, irracional pero imparable de su fe. Y, hoy, más que nunca, acogiendo plegarias por el futuro de esta tierra que sigue enfrentado una situación económica compleja. Que sigue sintiendo los mordiscos del desempleo, del incierto futuro industrial, pesquero, agrícola, ganadero, medioambiental?
Recordemos una página de nuestra historia ovetense en este viaje a 1951. Pero no nos quedemos allí más de lo estrictamente necesario. Asturias nos aguarda. Y el Oviedo del siglo XXI espera por un necesario proyecto sólido de ciudad aún por diseñar.
Con un futuro por soñar.
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