Todos mateínos
Reflexiones sobre las fiestas de la ciudad
Carlos Fernández Llaneza 23.09.2018
Se van apagando los rescoldos del último San Mateo. Un año más, los festejos de la ciudad han llenado las calles de luz, música y convivencia callejera. San Mateo 2018 pasará a engrosar esa lista de fiestas que forman parte de la historia colectiva sí, pero también de nuestra propia existencia. Todos, en mayor o menor medida, atesoramos alguna vivencia mateína en el recuerdo. Estos días de septiembre, tan estrechamente vinculados al fin de las vacaciones, eran una especie de bálsamo que dulcificaba la temida vuelta al cole que, por cierto, tan bien se encargaba Galerías Preciados de recordar. Una especie de periodo de gracia antes de que el otoño nos metiera de nuevo en la temida rutina otoñal.
En mí perduran firmemente enraizados recuerdos vinculados a estos días. Recuerdos del diario trabajo de colocación de manteles en la Herradura; cinco duros por jornada que eran invertidos, de inmediato, en la Chucha. Recuerdos unidos a tardes de pavonear por el Campo como lelos nuestra bullente adolescencia. A las barracas en San Pedro de los Arcos a las que no fallábamos a pesar del temor a que te dieran el "palo"en aquellos días de demasiado "caballo" y no sólo en el hípico. Al indudable bollo en el verde del Campo. A asistir puntualmente a las carrozas en deslumbrantes tardes de ilusión y serpentinas multicolores entre las que desfilaban audaces abanderados italianos y donde admirábamos, con los ojos como platos, a las radiantes "majorettes" francesas. Recuerdos firmes de otro tiempo que no han sido sustituidos, vaya usted a saber por qué. El año del estreno de los chiringuitos me pilló en Melilla cumpliendo con la patria y luego, creo que no podría definirme como un gran mateín. No me gustan las aglomeraciones ni el ruido, qué le vamos a hacer. Supongo que de todo tiene que haber en la viña del Señor.
¿Y ustedes? ¿Se definirían como grandes mateínos? ¿Andan ojerosos, perezosos e irascibles por las mañana o son de los que prefieren huir del bullicio festivo? Claro, tal vez, habría que definir qué es un mateín pata negra. En 1889, Ramón Prieto Pazos y José Mª López Doriga, andaban ocupados en la materia. Decían: "No son pocos los que ven con disgusto que se les aplique el nombre de mateínos, porque creen que este nombre sólo lo merecen los que quedan encandilados mirando a la torre, con la cabeza echada hacia atrás y la nuez pronunciada y que apenas aciertan a balbucear un elogio. Creen que son propiamente mateínos los que se admiran al ver las candilejas de colores o las estrellas de pólvora y bengalas. Creen que sólo son mateínos los que compran las cintas que se venden en las inmediaciones de la Catedral que llevan impreso el lema de haber sido tocadas en las reliquias de la cámara santa. Creen que sólo son mateínos los que vienen exclusivamente al jubileo con sus mejores prendas y sólo disfrutan de los festejos que haya en las breves horas que pasan en la ciudad. Creen que son mateínos en una palabra los aldeanos, o la gente cursi, como la llaman, y que no merecen tal apelativo los que residen en las villas, donde se come, bebe, viste y calza como en Oviedo". Testimonio de una época y de un Oviedo muy diferente. Así que se sienta mateín quien le plazca. Que en Oviedo nadie ha de sentirse extraño y todos son bienvenidos a la hora de la fiesta, de la contemplación o del relajo.
López y Doriga lo decían a su manera: "Natural es que Oviedo reciba, pues, a sus hijos descarriados en el estío y abra cariñoso los brazos a los mateínos que vienen a cumplir gustosamente el compromiso de visitarnos anualmente".
https://www.lne.es/noticias-suscriptor/suscriptor/oviedo-opinion/2018/09/23/mateinos/2352651.html
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