miércoles, 27 de abril de 2022

STADIUM DE BUENAVISTA

Stadium de Buenavista Se cumplen noventa años de la inauguración del primer campo del Real Oviedo
25·04·22 Domingo 24 de abril de 1932. Un gran día para Oviedo. Por fin los ovetenses tenían su ansiado campo de fútbol: el Stadium de Buenavista. Con su imponente e innovadora tribuna de Sánchez del Río, una proeza de la ingeniería. Para la inauguración, encuentro internacional entre las selecciones de España y Yugoslavia. ¿Y qué ocurrió? Imaginen que el periódico que tienen ahora en sus manos se transmuta en el diario del lunes 25 de abril de hace noventa años. Lean: “Los nacionales vencen por 2-1 a los yugoeslavos. El mal estado del campo impidió ver un buen partido (debe ser el gafe de los oviedistas). A Zamora le fracturaron el dedo anular de la mano derecha. Se hizo un juego muy mediocre especialmente en el segundo tiempo. Los mejores españoles Cilaurren, Regueiro y Ciriaco. Con todo y con haber resultado el partido bastante mediocre, tanto que si se despojara de su carácter internacional quedaría en muy poco más de nada, media docena de cuartillas en un día de falta de originales”. Lo que sí era evidente es que el ambiente en Oviedo era de gala. Excepcional. Vamos al estadio siguiendo la crónica del diario Región: “Falta aún media hora para que el enorme reloj del campo señale la de comenzar el partido. Las gradas y pasillos están ya cuajados por completo, pero la impresionante tribuna va ocupándose con tranquilidad. Al aparecer Sánchez del Río, acompañado de su bella esposa, alguien dice a un grupo de forasteros: ese es el ingeniero autor de la tribuna. Y al quinto de segundo, como si telepáticamente hubiera corrido la noticia, estalla la primera ovación que en el magnífico campo sonó, plena justicia, en honor del autor de la más bella tribuna que se haya construido para un campo de deportes. Sánchez del Río no esconde su satisfacción ni su emoción. Un día dijimos aquí que las obras buenas si además crean buena obras, tenían siempre su merecido pago”. En la tribuna, además del orgulloso ingeniero, se encontraba también el secretario de la delegación Yugoslava, el subsecretario de obras públicas, Teodomiro Menéndez, representando al Gobierno de España; el alcalde de Oviedo y las señoritas de Prieto y Calzón. Aparecen los equipos. Primero los yugoslavos. Suena el himno de su nación. El público, descubierto, se pone en pie. Instantes después aparecen los españoles y la banda de música interpreta el himno de Riego. Tras varios hurras, un peloteo –constatando el grave daño que hizo la persistente lluvia al terreno de juego– reunión de capitanes, cambios de ramos de flores y elección de campo, empieza el partido. Son las 17.35. Los visitantes ponen el balón en juego. Y el resto de la crónica del partido se la ahorro. España alineaba a Zamora (sustituido en el minuto 15 por Blasco), Ciriaco, Quincoces, Cilaurren, Gamborena, Marculeta, Chirri, Lafuente, Lángara, Regueiro y Gorostiza. Sólo destacar que el primer gol de España fue recibido con una grandísima ovación pues, además de encauzar la victoria, había sido obra de Lángara, delantero centro del Oviedo. Luis Regueiro fue el artífice del segundo tanto. Una vez finalizado el encuentro, desde el palco presidencial y por la Srta. de Calzón, fueron entregadas a todos los jugadores las correspondientes medallas conmemorativas del acto así como la copa que el Ayuntamiento destinaba al equipo vencedor que fue recogida por Quincoces en ausencia de Zamora. Un acontecimiento para la ciudad como pocos. Habían llegado trenes abarrotados de viajeros por todas las líneas ferroviarias. Solo por el Norte seis mil viajeros más que de ordinario. Por el Vasco más de mil. Un tren especial desde Santander. Automóviles de toda la provincia. Periodistas deportivos de toda España. Entre los llegados la prensa saludaba a “Fernando S. Montreal, de Nosti Sport y al inteligente cronista montañés, José M.ª de Cosio”. Los periodistas pudieron celebrar un banquete de confraternidad en el Salón Rojo del antiguo Casino. Un éxito de taquilla sin precedentes; se vendieron 10.800 entradas de general para el partido, aunque se llegó a hablar de la presencia de cerca de 20.000 espectadores, ascendiendo la recaudación a 120.000 pesetas. Por las calles, en los cafés, por ninguna parte se podía dar un paso. En un solo establecimiento se vendieron cuatro mil cafés. Doce horas sin que los camareros dejasen de servir. Noventa años del inicio de un estadio al que le quedaban muchas vicisitudes por vivir que dejamos para otra ocasión. Concluyo con mi deseo de que el heredero de aquel stadium de Buenavista vuelva pronto a ver disputar fútbol de primera; entre otras razones, porque su afición, aun cuando estuvo el equipo en tercera, siempre fue, y así lo demostró, de primera. https://www.lne.es/oviedo/opinion/2022/04/25/stadium-buenavista-65349623.html

miércoles, 20 de abril de 2022

DULCE OVIEDO

Dulce Oviedo La tradición confitera en la ciudad 18·04·22
Padrinos, ¿cumplieron ayer con la tradición de dar el bollu a sus ahijados? Confío en su generosidad y en que se hayan portado, que, nunca mejor dicho, a nadie amarga un dulce. Cumplir con la tradición de obsequiar a los ahijados con el bollu, bien en forma de huevo de chocolate, o bien con una tarta adornada con pitinos amarillos o formas de lo más imaginativas, siempre es deseable. Tenemos fama de llambiones los ovetenses. No lo negaré. Es Oviedo una ciudad que tiene la fortuna de contar con muchas y muy buenas confiterías con acreditada fama que trasciende más allá de nuestros límites. No puedo evitar acudir, una vez más, a mis propios recuerdos. A finales de los 60, acudía con frecuencia a ver a mi hermana a su domicilio en la calle Covadonga. Tras la visita me relamía pensando en el “bartolo” que, indefectiblemente, me compraba mi madre en la Confitería Asturias, abierta por Rosa y Emilio José, “Pepito”, en 1946. En el barrio hubo tres pastelerías que recuerde: La Llanisca en la carretera del Sanatorio, luego Vázquez de Mella, donde, y dado que las escasas pesetas de mi pecunio particular no alcanzaban obviamente para pasteles, solía comprar caramelos, relucientes perlas preciosas atesoradas en redondos tarros de cristal. En Ramiro I estuvo durante años la confitería Naranco. Y en el “Puente Nuevo”, Alejandro Casona, la confitería Martín, donde los domingos solía adquirir un par de “morenitos”. Pero al margen de las confiterías actuales de Oviedo, también en la ciudad tenemos nuestro dulce pasado. Los anuarios de “El Carbayón” me brindan la oportunidad de evocar alguna de las confiterías de nuestros bisabuelos. Veamos. En 1883 se anunciaba “La Perla Americana”, sita en Rúa 3. Fundada en 1866 por Antonio Fernández, se promocionaba como “Gran confitería y fábrica de chocolate a vapor”. Sus propietarios alardeaban de que sus productos “habían sido premiados en todas las exposiciones a las que se habían presentado”. Además de preciarse de disponer de “abundante y variado surtido en dulces finos nacionales y extranjeros, especialmente para bodas y bautizos”. En otro anuncio promocionaban “la gran novedad en cajas finas de París y cartuchos del lujo” así como su especialidad en “dulces finos y gran variedad en pastillas, caramelos, jarabes para refrescos en pequeñas botellas de fresa, frambuesa, limón etcétera, etcétera y la renombrada harina lacteada de Nestlé para los niños y personas debilitadas”. 8 reales costaba la lata de 500 gramos. En Cimadevilla 16 se encontraba la confitería de Manuel Álvarez, casa acreditada para “despacho con prontitud y esmero de toda clase de encargos como tartas, roscones, ramilletes, etcétera”. En 1891 se publicitaba la confitería Ramón Fernández Cortés y Compañía; Rúa 6. Casa en la que se vendían “toda clase de pastas y dulces finos, como igualmente almíbares y conservas. También hay chocolates de Cantiga, Villaviciosa y Astorga y los tan renombrados de Miguélez. Dulces franceses y caramelos suizos, vinos generosos, etcétera”. Y en 1893 se daba a conocer la nueva confitería de M. Álvarez (sucesor de la Sra. viuda de Fernández) ubicada en Cimadevilla 16 y Trascorrales 7. Nuevo establecimiento “montado a la altura de los primeros de su clase”. Ofrecía a los ovetenses “en la más variada y completa perfección, todos cuantos artículos se relacionen con dicho ramo” disponiendo para el servicio “dentro del mismo establecimiento, con adecuados y cómodos locales”. En la calle Magdalena 12, se instaló la confitería y cerería de Diego Cervero quien ofrecía a los ovetenses “gran surtido en galletas inglesas, bombones a la forestine, napolitanas de chocolate” entre otros suculentos artículos como los “coñinos”, uno de los dulces típicos ovetenses. Asimismo, disponía de “juguetes finos para llenar de anises, exquisitos chocolates y cafés de D. Tomás Rubio, de Astorga”. Cerca de la Estación del Vasco, en la calle Jovellanos, tenía su confitería Ramón, especializada, precisamente, en bollos de Pascua. Y por la calle Uría estuvieron las confiterías de Pío Brun y la Avilesina. En fin, no están todas las que fueron, pero seguro que la nómina de pastelerías que rescatamos hoy sirve para aguarnos un poco la boca y recordar, tal vez, días en los que nos quedábamos pegados a los escaparates naguando con el sueño de ser capaces de echar mano a alguna de aquellas artísticas elaboraciones de chocolate con las que solo podíamos soñar. ¡Feliz Pascua a todos! https://www.lne.es/oviedo/opinion/2022/04/18/dulce-oviedo-65099515.html

miércoles, 13 de abril de 2022

SEMANA SANTA DE AYER Y DE HOY

Semana Santa de ayer y de hoy El cambio que ha experimentado la Cuaresma en la capital asturiana
Domingo de Ramos en San Pedro de los Arcos en 1956 11·04·22 Qué duda cabe que, con los años, todo cambia. Para mejor unas cosas; otras, en cualquier caso, para gustos colores y para jardines flores. Y para todo opiniones. En la que sí ha habido cambios –coincidirán conmigo– es en la Semana Santa. En los ochenta, el éxodo era multitudinario. La ciudad quedaba sumida en una quietud y una calma notable; con un punto de aburrimiento. Y no me remonto a los años en los que la radio prácticamente solo programaba música sacra y se adueñaba del ambiente la sobriedad y el silencio. Hoy, por el contrario, la ciudad no sólo no se vacía sino que se llena de visitantes. Algo tienen que ver las cofradías de la ciudad; unas veteranas; otras más nuevas, que cobran protagonismo sacando a la calle su vivencia popular de la pasión, muerte y resurrección. El Domingo de Ramos marca el inicio de estos días marcados en rojo y esperados con inquietud y cierto nerviosismo en tantos calendarios. La Cofradía de la Borriquilla, que celebra su décimo aniversario, fue la encargada ayer de abrir los actos procesionando este año, de forma excepcional, inédita y emocionante, hasta la Catedral con su imagen de Jesús en la borriquilla, tan entrañable para tantos ovetenses. Algunos veteranos la recordarán en la Corte, ya que era propiedad de don Argimiro Llamas Rubio, ecónomo de esa parroquia de 1947 a 1951 y desde febrero de 1955 hasta agosto de 1971, responsable de la parroquia de San Pedro de los Arcos. ¡Cuántos niños ovetenses agitaron sus palmas ante la borriquilla en este domingo tan especial! Y es que el Domingo de Ramos siempre tuvo un marcado tinte infantil. Para los niños de los 70 era obligado estrenar algo; ya saben: “el que no estrena en Ramos no tiene ni pies ni manos”. Recuerdo unido a los días previos a la cita de Ramos era la obligada visita a Chavalín (y rezar para que no te mancaran los zapatos) y a algún establecimiento como Gerbolés o Botas para adquirir alguna prenda nueva. Las palmas solían comprarse en el Fontán. Lisas para los niños y con caracolillos y filigranas para las niñas. Y oigan, en esto de las palmas parece que el tamaño sí importaba: ¡a ver por qué mi hijo iba a ser menos que Manolito y llevar una palma de menos de dos metros! Así pues, el domingo a misa y a pelear porque tu palma se aproximara lo más posible al hisopo y resultara agraciada con alguna gota de agua bendita que algo bueno tenía que acarrear. Y mientras tanto, más que estar atentos a la larga lectura de la pasión, nuestra atención se centraba en evitar que te metieran la palma en el ojo, cosa que, por cierto, era lo que tú mismo intentabas con tus vecinos de banco. No faltaban tampoco los ramos de laurel y romero. En tiempos era frecuente que las lecheras procedentes del Naranco o de las zonas rurales del municipio sacaran una renta extra con la venta de estos ramos que tenían la ventaja de, una vez convenientemente benditos, poder acabar aderezando las lentejas o quemados en casa por eso de ahuyentar tormentas. Tras la misa tocaba llevar la palma a los padrinos con la confianza de que, al domingo siguiente, se rascaran el bolso y se estiraran con el bollo amén de confiar en que no nos retorcieran los mofletes en demasía. Hoy supongo que sería algo raro, pero, muchas de aquellas palmas, terminaban engalanando los balcones hasta que, pálidas y desvencijadas, eran sustituidas por las nuevas completando así un curioso ciclo vital. Ya ven, hoy sospecho que hay menos palmas, menos estrenos y a ningún niño se le ocurrirá, espero, subirse a lomos de la borriquilla como alguno hicimos, aun a riesgo de que si nos pillaba don Argimiro, la semana de pasión se anticipara. https://www.lne.es/oviedo/opinion/2022/04/11/semana-santa-ayer-hoy-64895138.html

lunes, 4 de abril de 2022

ESCUELA DE MINAS: ESPACIO OVETENSE

Escuela de Minas: espacio ovetense Un recorrido por la historia de la Ingeniería y sus vínculos con la ciudad, desde el inicio de los estudios, en el curso 1960-61, a los reconocimientos obtenidos, iniciativas desarrolladas y fondos custodiados
04·04·22 El posible traslado a Mieres de la antigua Escuela Técnica Superior de Ingenieros de Minas de Oviedo –desde el 30 de mayo de 2014, Escuela de Ingenieros de Minas, Energía y Materiales de Oviedo– cobra en las últimas semanas protagonismo. Es creciente el movimiento en contra de dicho traslado de esta Escuela que ocupa, desde hace años, un espacio tan netamente ovetense. Espoleado una vez más por la curiosidad y con la colaboración inestimable de la secretaría de la Escuela, voy a intentar conocerla un poco más. Fotografía aérea durante la construcción del edificio. Hay que remontarse al 14 de julio de 1777, en el reinado de Carlos III, para encontrar la orden de implantación de las enseñanzas de Ingeniería Minera, creándose entonces la Escuela de Minas de Almadén, localidad manchega en la que se encuentra la mayor localización natural de mercurio del planeta. Demos un salto importante, con el que omitimos mucha e interesante información, para trasladarnos al 16 de julio de 1959, fecha en la que se publica un Decreto por el que se crea, entre otras facultades, la Escuela de Ingenieros de Minas de Oviedo, dependiente de la escuela análoga de Madrid. El argumento esgrimido es que la oferta formativa “resulta manifiestamente inadecuada para alcanzar el desarrollo de estas enseñanzas que requiere el país”. Por tanto, es necesario “proceder con urgencia en la creación de nuevas escuelas”. A tal fin, en octubre de 1959, la Diputación Provincial cede un total de 6.834 m2 de terreno. Donación que consta en la Memoria del bienio 1959-1960, siendo presidente José López-Muñiz: “La Comisión de Gobierno del 12 de enero de 1958 acordó informar favorablemente y proponer al pleno de esta Corporación del 19 de septiembre de 1958, ofrecer al Estado, como base para la instalación en Oviedo de una Escuela de Ingenieros de Minas, la parte necesaria del edificio propiedad de esta Diputación que se encuentra en construcción en los terrenos de las actuales residencias, en la parte o zona que tendrá entrada por la calle Independencia”. A partir de 1958, y con el apoyo del Ayuntamiento de Oviedo, el gobernador, Marcos Peña Royo, informó al Ministerio de Educación para que este adoptara las medidas para la puesta en marcha de la escuela. Prioritario era establecer la colaboración necesaria ente el gobernador civil, alcalde de Oviedo y presidente de la Diputación. Dado que el Estado carecía de partidas concretas para la construcción se acordó que la Diputación cediese al Ministerio el edificio, así como que la Diputación, el Ayuntamiento e industrias mineras aportaran veinte millones de pesetas para las obras. Cabe reseñar que su fundación fue fruto de una colaboración con la Unesco, que dotó de “ideas, opiniones y un inapreciable fondo instrumental agrupado en laboratorios fundamentales y excepcionales en su momento”, una dotación que muchas voces reclaman ahora que sea declarada Bien de Interés Cultural. La notable actividad minera y siderúrgica de Asturias, así como el rápido desarrollo industrial, justificaba la existencia de esta escuela en Oviedo, que además lograba que muchos jóvenes que optaban por estos estudios evitasen el desplazamiento a Madrid. El inicio de la actividad académica tuvo lugar en el curso 1960-61 con el mismo plan de estudios que la Escuela de Madrid de la que dependía administrativamente hasta que, dos años más tarde, pasó a ser totalmente independiente. Su primer director fue Francisco Pintado Fe, prestigioso ingeniero de Minas que, con el fin de conseguir la máxima implantación de la Escuela en Oviedo, en septiembre de 1964, solicitó ayuda al Fondo Especial de la Naciones Unidas para el Desarrollo. Tras la correspondiente evaluación, en junio de 1965 se aprobó el primer proyecto al que seguirían otros con importantes dotaciones económicas y apoyo técnico. Y a partir de ahí, una larga historia que no podemos abarcar. Si se preguntan por los argumentos a favor de la permanencia de la Escuela en Oviedo, al margen de lo que simboliza y aporta a la ciudad, he consultado a algunos docentes: sostienen que el tratado podría suponer la desaparición de la Escuela a corto plazo por el descenso de matrícula que conllevaría el desplazamiento. La inviabilidad de numerosas actividades científicas y culturales que se vienen desarrollando en la Escuela, como congresos científicos, ferias de minerales o problemas con las colecciones museísticas, como la de fósiles de fauna y flora del Carbonífero de Asturias de la colección Patac, única en el mundo en su género, cedida por la familia del prestigioso paleontólogo. En diciembre de 2003, el Ayuntamiento, concedió la medalla de oro de la ciudad a la Escuela, lo que refuerza décadas de vinculación con Oviedo. Por tanto, y con el debido respeto a la autonomía universitaria, me sumo a quienes defienden que la Escuela de Minas permanezca en su lugar de la calle Independencia de Oviedo. https://www.lne.es/oviedo/opinion/2022/04/04/escuela-minas-espacio-ovetense-64620895.html

BARES NARANQUINOS (II)

Bares naranquinos (II) Segunda entrega del recorrido por la historia hostelera del monte
Ruinas del antiguo bar "El Fayeu" 28·03·22 Hace unos días dirigíamos nuestra mirada a los bares que se encontraban en la carretera del Naranco. Fuera de la carretera de los Monumentos también había un mundo dedicado a esos espacios que eran punto de encuentro. Lugares que podían transformarse en pista de baile o cancha de bolos. Escenarios de conversaciones informales, de discusiones acaloradas, o de espontáneos cantos. Santuarios donde se celebraban invariablemente partidas con café, copa y puro o donde se veían, con la misma pasión que en el campo, disputados encuentros de fútbol. La barra del bar se convertía en marco de confesiones, de riñas, de complicidades, de pequeñas historias o de silencios. Hoy apenas queda el recuerdo de algunos de tantos que cobijó el Naranco. En Ules llegó a haber tres bares, de los que uno de ellos permaneció hasta hace pocos años, Casa Alfredo, conocido hace años como Casa Tello. Otro de los establecimientos, cerrado a finales de los 50, era casa El Manquín, prácticamente al lado de Casa Alfredo. En la parte de arriba del pueblo, próximo a la fuente y al lavadero, se encontraba Casa la Cuca, que permaneció abierto hasta los años 80 y que disponía, asimismo, de una bolera. Ruinas del antiguo bar El Fayéu. | C.F.L. En la localidad próxima de Llampaxuga se ubicaba El mesón del jamón, también conocido por los vecinos como Casa Lucina Montero. Inició su andadura en 1967 y permaneció abierto hasta 1996. Su propietaria era Lucía Suárez. Durante un tiempo se denominó Taberna la Cuesta. Era muy reconocido por la calidad de su fabada y pote, así como por sus platos a base de huevos fritos, patatas, jamón y picadillo. También eran frecuentes comidas por encargo de cabritu, burros, jabalíes e incluso raposos. Y no se sorprendan. Había bares en los que se comían melandros (tejones), cuya carne era, en opinión de algunos, superior a la del cerdo. Muy próximo a Llampaxuga, en el inicio de la carretera que conduce a Brañes, estuvo durante años Casa el Chabolero, o Casa Maruja. Casa de comidas donde los domingos se celebraba baile. Subiendo hacia las alturas del monte, en lo que hoy es un recuerdo de lo que fue la aldea del Contriz, zona de paso hacia Oviedo de todos los vecinos de Lladines y de la aldea del Pevidal, estuvo durante años el bar El Fayéu, en servicio hasta 1954. Sus propietarios, Carmen y Gabino, vivían allí en compañía de sus hijos. A pesar de lo aislado del lugar era muy concurrido, especialmente los festivos en los que se acercaba hasta allí el gaitero de Llubrió del que se cuenta que, cuando no tenía pareja para tocar el tambor, él mismo intentaba cumplir esa función dando con el pie en un cajón de figos. El baile duraba desde las cinco de la tarde hasta la nueve de la noche. En el Fayeu había también, como en otros muchos lugares, bolera en la que se celebraba un campeonato de bolos. No es de extrañar que el Naranco diera un buen número de exitosos jugadores como es el caso de Ramonín del Cantador, de Lladines; Ángel García, del Contriz o Reinerio e Isidoro la Cuca, de Ules. El Fayeu cerró sus puertas en 1954, pero aproximadamente en 1956, abrió cerca Casa Pacita. Estuvo en funcionamiento hasta que sus dueños emigraron a Francia. Hoy la casa, al contrario que el Fayeu, sigue en pie ocupando un privilegiado lugar, aunque sus accesos se encuentran prácticamente intransitables. Otros nombres de bares que se fueron quedando orillados en la memoria y en el tiempo son Casa Jacinta, en Lladines, en funcionamiento hasta la Guerra Civil. En Folgueres hubo dos bares, el más conocido, Casa el Juez, abierto hasta los años 50. Famoso por la calidad de sus vinos, en opinión de vecinos de Villamar, era el Bar Ponga, en Villamorsén, topónimo, por cierto, distorsionado con los años, ya que existe numerosa documentación eclesial y protocolos notariales con los que se justifica sobradamente que la denominación adecuada debería ser Villarmosén, pero ese es otro tema. En el lugar cercano de El Carbayón se encontraba La Cerezal, pequeño bar que también disponía de bolera. Si siguiéramos por esta carretera hacia Oviedo, en San Lázaro de Paniceres se encontraban dos bares más: Casa Esteban, más conocido como “El Cazurru” y La Trapa, abierto en 1956 por Fernando Álvarez y regentado hasta su cierre en 2016 por su hija Marisol. El nombre, cuentan, viene por la disculpa que un asiduo ponía al llegar tarde a casa: “es que atrapa”. Y la Trapa le quedó, aunque es un topónimo que se encuentra también en otros lugares. En la cercana Villamar se ubicaban otros dos establecimientos: el Bar Carlones, abierto en los años 40 y cerrado ya hace varias décadas y Casa Eugenia, abierto hasta finales del siglo XX. En la localidad de Quintana se encontraba Casa Tarrones. En Arneo, en Fitoria, también hasta los años 30, hubo un bar con bolera, Casa Manuela Pevida. En fin, datos que atestiguan mucha vida ovetense recopilados gracias a testimonios de vecinos que contribuyen a mantener viva la memoria. Como suele decirse, “entre todos lo sabemos todo”. https://www.lne.es/oviedo/opinion/2022/03/28/bares-naranquinos-ii-64352708.html

ASTURIAS, HERMOSO VERSO VERDE

Asturias, hermoso verso verde Ante la celebración del Día Mundial de la Poesía 21·03·22 21 de marzo: Día Mundial de la Poesía. La UNESCO adoptó esta dedicación en 1999 “como ocasión para honrar a los poetas, revivir tradiciones orales de recitales de poesía, promover la lectura, la escritura y la enseñanza de la poesía, fomentar la convergencia entre la poesía y otras artes como el teatro, la danza, la música y la pintura, y aumentar la visibilidad de la poesía en los medios”. Desde hace unos años, Asturias, por el impulso entusiasta del siempre vital Graciano García, es Capital Mundial de la Poesía. Cada día son más los particulares, personalidades diversas, empresas de todo tipo, ayuntamientos, colegios e instituciones los que se suman a esta iniciativa. La Junta General del Principado celebra hoy un acto en apoyo a la capitalidad mundial de la poesía para Asturias que contará con representantes de todos los ámbitos de la sociedad. El pasado viernes, el Centro Asturiano de Oviedo, con el acto “Versos desde el Naranco”, se sumó a este proyecto reuniendo a un heterogéneo grupo de personas que compartieron una variada y hermosa selección de versos. Desde nuestro Naranco, “tendido como un oso vigilante, afelpado”, en palabras de Alfonso Camín, se intentó abrir un espacio de esperanza en este mundo alocado que nos lleva de sobresalto en sobresalto. Con estos actos en torno a la poesía podemos sentirnos orgullosos de que Oviedo, Asturias, sea, por un día, el punto en el que converjan las miradas de todos los que creen, como Lorca, que la poesía puede ser una “alerta a la sociedad”. Oviedo, Asturias, hoy, más aún, si cabe, es el más hermoso verso. Dejemos que nos invada la poesía, en todas sus expresiones. Hagámosla nuestra. Sintámonos cómplices necesarios. Y abramos las puertas de par en par a esta gran iniciativa, porque, como creía Mario Benedetti, “Cuando la poesía abre las puertas es como si cambiáramos el mundo”. Que los versos que se deslizaron el viernes por la resbalada planicie del Naranco o los que broten hoy de la sede de la Junta General del Principado lleguen hasta el corazón de los ovetenses. Que penetren en cada rincón de Asturias que esté ávido de llenarse de esperanza porque, como decía el personaje interpretado por Massimo Troisi en “El cartero y Pablo Neruda”, “La poesía no es de quien la escribe sino del que la necesita”. En estos días de incertidumbre, ansiedad y espera, tal vez encontremos en la poesía belleza. Fuerza. Certidumbre. “Late corazón, no todo se lo ha tragado la tierra”. Antonio Machado lo creía así. No seré yo quien le contradiga. https://www.lne.es/oviedo/opinion/2022/03/21/asturias-hermoso-verso-verde-64083891.html

BARES NARANQUINOS (I)

Bares naranquinos Sobre la historia hostelera del monte, donde se documentan desde el siglo XIX varios establecimientos
14·03·22 Hubo un tiempo, no tan lejano, en el que no había aldea en Asturias que no tuviera su chigre. En España, los bares son un popular fenómeno social que ha marcado la cultura y las costumbres de numerosas generaciones. Oviedo, su entorno rural, a pesar de las marcadas diferencias con los espacios urbanos del centro de la ciudad, no fue ajeno a todo ese tejido de bares y merenderos. Pero hoy, nuestro foco de atención, una vez más, es el Naranco. Si lo desean, acompáñenme a un viaje por algunos de esos bares que, a lo largo de décadas, sirvieron de punto de encuentro a los vecinos, no solo del Naranco, sino de todo Oviedo. Empecemos nuestro recorrido por la carretera que conduce a la cima. Dejando atrás los monumentos de Ramiro I, el primero que nos hubiéramos encontrado sería el de Sara Benigna, una tienda mixta y bar que tenía una gran extensión de huerta y algunas construcciones anexas. En frente se encontraba La Cabaña, propiedad de Paco y Manolo, oriundos del País Vasco que además eran propietarios de la Taberna Vasca en la calle Foncalada. A escasos metros estaba Casa Luchi, llamado después El Comedor de Güeli, hoy aún en funcionamiento. Un poco más arriba, los Monumentos, restaurante bien conocido en la ciudad. Reabierto por uno de los hijos del propietario inicial estuvo abierto hasta hace pocos años. En sus inicios –fue inaugurado el 25 de julio de 1931– fue un merendero familiar. Su especialidad fueron las bodas y banquetes hasta que, en 1958, sus propietarios traspasaron el negocio y la nueva dirección lo transformó en sala de fiestas. Dada la habitual actuación de vedettes hasta 1981, los Monumentos toma el sobrenombre de El Lido Asturiano, convirtiéndose en visita obligada para los artistas que venían a Oviedo como Analía Gadé, Joselito, Miguel de Parra o Fernando Fernán Gómez. Y ya que estamos con las salas de fiestas, vamos a citar a otra conocida de muchos ovetenses: el Yuma, bautizado también durante un tiempo como sala de fiestas Niágara. Fue inaugurado en 1960 por Ricardo del Pozo. También en la avenida de los Monumentos se ubicaba otra conocida sala de fiestas: El Pez Rojo. Proseguimos ascendiendo por la carretera y, unos metros más arriba se encontraba el bar Naranco. Posteriormente fue el restaurante sidrería Casa Rafael. Colindante con este último se ubicó durante años el bar merendero El Paraíso. Este bar era también conocido entre los vecinos como El Quesero o el Galletero, por dedicarse su propietario, suegro del maestro del Naranco, a la venta ambulante de estos productos. De este bar me cuentan una simpática anécdota que dio mucho que hablar en su día y que permanece en el recuerdo de alguno de los vecinos. Había en el bar un jamón colgado que se debía guardar a buen recaudo; pues bien, un vecino –carpintero de profesión y amigo de las bromas– decidió hacer una esmerada réplica en madera, incluso pintada para mayor fidelidad con el original; obviamente, no pasó mucho tiempo hasta que el propietario se diese cuenta: disgusto para unos y regocijo para otros. Otro bar desaparecido, en donde luego estuvo durante años un gimnasio, era Casa Manolo. Al otro lado de la calle estaba el bar las Tres Banderas, propiedad de Julio Fombona, conocido por ser frecuente su firma en numerosos artículos en álbumes de fiestas no solo del Naranco, sino también de los que anualmente editaba la Sociedad de Festejos Nuestra Señora de los Ángeles del Vallobín. Prácticamente colindante con el Tres Banderas, se encontraba un pequeño establecimiento bar, tienda de ultramarinos y frutería propiedad de Daniel Antuña, La Cuesta. Desde 1898, en el mismo lugar que se encuentra ahora, estaba Casa Lobato, abierto inicialmente como estanco y que hoy se ha convertido en uno de los restaurantes más prestigiosos de la ciudad. Se da la circunstancia de que sufrió las consecuencias de la Guerra Civil de forma notable, viéndose convertido en improvisado cuartel de la Guardia Civil. Uno de los supervivientes de los locales naranquinos, y regentado hoy por la cuarta generación. Continuamos. En el lugar que actualmente ocupa el convento de las Salesas y su iglesia, que acoge a la parroquia de Santa María del Naranco, se encontraba Las Delicias, fundado en 1930 por el santanderino Antonio (o Antonino) Gómez Somoano que efectuó una importante ampliación en 1949; contaba con tienda mixta, bar, restaurante en el que se celebraban numerosas bodas y banquetes y, desde 1951, salón de baile con pista abierta para el verano y cerrada para el invierno. En el inicio de la década de los 60 costaba la entrada 3 pesetas para señorita y 5 pesetas caballeros. Muchos ovetenses pasaron las tardes de los domingos bailando allí. No lejos de éste, en el lugar conocido como la Casa Nueva, una pequeña quintana con dos hórreos delante en el lugar en el bifurca la carretera en dirección a la cima y a Ules, se encontraba un pequeño bar desaparecido durante la guerra civil: Casa de José el Ratero, un bar en el que se celebraba frecuentemente baile con gaita y pandereta. De camino hacia la cima la siguiente parada sería el Vistalegre. Abrió sus puertas, probablemente, en los años 40. Su primer propietario, Pepe Luis, lo tuvo durante unos cuatro años. Luego fue propiedad de Dionisio y posteriormente de Alfonso al que apodaban “el rápido” y, que justificante de su apodo, me contaron una curiosa anécdota: venían unos clientes y le pedían una ración de caracoles, él respondía ufano “ahora mismo”. Pero lo que hacía era ir a buscar los caracoles por el entorno y cocinarlos ante la impaciencia y desesperación de los sufridos clientes. Casi contiguo, en la zona conocida como “La Revoltona”, está desde 1947 el bar restaurante El Mirador. Su primer propietario, Ramón Iglesias lo regentó hasta mediados de los 70, alquilándolo después a varios profesionales: Albino, Ricardo, Rubén, y, desde 2009 a Faustino Iglesias quien lo explota en la actualidad siendo el actual propietario del local el hijo del fundador. Seguimos subiendo y llegamos a Casa Gabino, un pequeño bar que posteriormente, bajo la propiedad de Avelino fue muy conocido con el nombre del Descanso del Vaquero. Desde 1979 y, ya con el nombre actual de Parrilla Buenos Aires, lo regenta Juan Vigón. Poco antes de la cima donde se ubican las antenas de RNE, se encontraba una sencilla taberna adyacente a una pequeña cantera, Casa Quicón, frecuentada principalmente por los soldados que estaban en el próximo destacamento militar, por empleados de la cantera y por trabajadores forestales. Y, por último, ya en la cima, Casa Santirso, también muy visitado por los soldados que subían al campo de tiro y durante años por muchos ovetenses que disfrutaban de las magníficas vistas sobre la ciudad. Abierto en sus últimos años con el nombre de Balcón del Principado hoy, lamentablemente, se encuentra en un deplorable estado de abandono. Ya ven. Otra cosa no habría, pero bares… de tomar un vino en cada uno de ellos, las curvas del Naranco serían, sin duda, muchas más. https://www.lne.es/oviedo/opinion/2022/03/14/bares-naranquinos-63798063.html