Lillo, el patrimonio de Oviedo
El valor que el Prerrománico aporta a la ciudad
Carlos Elena Fernández-Pello Llaneza 27.02.2017
Lillo, el patrimonio de Oviedo
"Sin embargo, cuando hubo descansado su ánimo de la perturbación interior, para no entorpecerse el ocio, construyó muchos edificios, distantes de dos millas de Oviedo, con piedra arenisca y mármol en obra abovedada. Así, pues, en la ladera del monte Naranco fabricó tan hermosa iglesia, con título del arcángel Miguel, que cuantos la ven atestiguan no haber visto jamás otra semejante a ella en hermosura, lo cual bien conviene a Miguel, victorioso arcángel que, por la voluntad divina, en todas partes triunfó al príncipe Ramiro sobre sus enemigos".
Así se refiere la crónica de Silos a la iglesia naranquina de san Miguel de Lillo, patrimonio de la humanidad desde 1985 y, sin duda, patrimonio ovetense desde siempre por méritos propios. Miles de veces, la arquitectura ramirense ha sido definida como "joya". Marta Cuadrado, en su trabajo "Arquitectura palatina del Naranco", recoge cómo en pleno siglo IX , el anónimo autor de la crónica asturiana A Sebastián, manifiesta su admiración: "Si alguien quisiera ver un edificio similar a éste no lo hallará en España". Por tanto, son las edificaciones prerrománicas auténtico motivo de orgullo para los ovetenses y asturianos y, dicho sea de paso, bien estaría un esfuerzo notable para mejorar el espacio circundante, que buena falta le hace.
Sobre Lillo se podría pensar que está todo dicho. Cierto es que se han escrito miles de páginas y se podrían escribir miles más. En mi caso, la chispa que encendió estas líneas procede de la mirada que, hace unos días, dirigimos sobre la vida y obra de Aurelio de Llano y Roza Ampudia. Fue él quien, en 1916 acometió excavaciones con el fin de reconstruir el trazado de la primitiva planta de san Miguel de Lillo, Liño, Lino o Linio, que, como dice, "con todos estos nombres figura en las crónicas"
Hasta nuestros días ha llegado un tercio de la construcción inicial. A finales del siglo XVI o principios del XVII debido a la mala calidad de la cimentación y a la proximidad de un arroyo, se derrumbaron las partes que faltan.
Con intención de revelar las auténticas medidas de la construcción, De Llano inicia excavaciones. Sigamos su apasionada narración: "El día 8 de octubre de 1916, acompañado de varios obreros pagados por mí, fui a san Miguel de Lillo para dar comienzo a las excavaciones de exploración según el plan que tenía preconcebido. Después de varias horas de trabajo encontré la prueba de que la iglesia tenía más de "cuarenta pies de largo". Detrás del templo, en correspondencia con su fachada septentrional, hallé un trozo de cimiento de cuarenta metros y cincuenta centímetros de largo. ¡Qué emoción sentía mi alma al oír el choque del zapapico contra la invisible obra de fábrica! ¡Cuidado! ¡Despacio! ¿Qué hay ahí? Restos de edificio, restos humanos; una sepultura, otra; ¡más sepulturas! Entre las raíces de un roble centenario los golpes de las herramientas suenan de una manera especial: un esfuerzo más y se descubren dos trozos de cimientos; uno en línea con la fachada meridional y el otro en paralelo a la fachada posterior. Los restos de fábrica hallados los voy dibujando y el perímetro de la antigua planta va a adquiriendo su forma primitiva; las líneas se corresponden en todas direcciones y la parte del templo que queda en pie parece que las atrae se une a ellas en estrecho abrazo. He tenido la fortuna de hallar la longitud deseada de tan discutida planta; desde la imafronte al eje del muro posterior, la planta tiene un largo de quince metros y ochenta y cinco centímetros. Después de mil sesenta y ocho años se han puesto al descubierto las piedras de los cimientos del santuario, que por ser las primeras, acaso presenciara Ramiro I la colocación de ellas.
Varios siglos hace que se destruyó el templo y, desde entonces acá, los hombres tenían allí enterradas páginas que le interesan al arte y a la historia: aquellos trozos de muro en cimiento se conservaron allí como milagrosamente esperando ser descubiertos para reivindicar lo que ha sido en el siglo IX el templo de san Miguel de Lillo que, como dice un historiador, constituye a la vez para Asturias, por su primor, una verdadera joya artística y por su antigüedad un blasón de nobleza que representa los primeros albores de un arte nuevo originalmente español y cristiano".
Y dicho esto, no tengo más que añadir.
http://suscriptor.lne.es/suscriptor/oviedo-opinion/2017/02/27/lillo-patrimonio-oviedo/2064373.html