La Chucha y la educación
Sobre el vandalismo en el Campo San Francisco
29.10.2014
Carlos Fernández Llaneza
Para los que tuvimos la suerte de que parte de esa única patria auténtica de la que goza el hombre, su infancia, transcurriera por las calles de Oviedo, el Campo era, cómo no, un gran patio de juegos. Uno más. Si los praos del Vallobín se quedaban cortos, ahí estaba esperando, paciente siempre, el Naranco y, para otras ocasiones, el entonces casi bosque, era el elegido. Primero fueron los paseos los domingos por la mañana para ver a la osa Petra, dar barquillos a los patos o algo de arroz a las palomas. Con el tiempo, ya liberados de manos adultas, el Campo era escenario de horas muertas, sueños adolescentes y miradas furtivas sin oficio ni beneficio; a comer pipas y verlas pasar... Para las pipas, los riquísimos caramelos de limón, o el arroz para las palomas, ahí estaba, contra viento y marea, el quiosco de la Chucha, como un ineludible punto neurálgico para golosinear, que tantas tardes de tantos infantes carbayones endulzó. Hoy ya no hay caramelos, ni pipas, ni arroz, ni chicles Bazooka, ni...
Sólo el quiosco en su soledad, con los ecos de las miradas golosas de los críos que nos acercábamos con un par de duros quemándonos en la mano. Ya nadie quiere el quiosco, una pena. Salvo los indeseables que no le dan ni veinticuatro horas de tregua al pobre. Convertido en objetivo de energúmenos que parecen tener la única neurona de la que son poseedores en un bote de pintura. Si el Ayuntamiento lo pinta, tranquilos que antes de un día ya dejó su firma el imbécil de turno; no sé, igual se cree que lega una gran obra de arte a la posteridad. No se libran muchos otros espacios de la ciudad de la estupidez y falta de civismo de estos elementos. Temo también por otra recién llegada al Campo: Mafalda. Me gusta. Quizá sea porque atesoro casi toda la colección de sus viñetas desde hace años; quizá por su originalidad, o por el contraste frente a alguna horterada de sus predecesoras. Me gusta y temo que sea objetivo de alguna canallada cerril al igual que las gafas del apesadumbrado Woody. Ni el quiosco de la Chucha, ni ningún edificio de la ciudad se lo merecen. Soy consciente de lo difícil de atajar este problema. ¿Solución? La única posible: educación. Es el único camino, aunque no a corto plazo, para ir en pos de una sociedad mejor. No hay otro. Que el corrupto no robe por miedo a que le pillen, ni el tonto del spray no pinte por miedo a una multa -bien merecida, dicho sea de paso- sino por convicción y responsabilidad ciudadana, ¿utopía?. Pitágoras, además de enunciar el teorema de los famosos triángulos, dijo: "educad a los niños y no será preciso castigar a los hombres", ¿o no...?
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