lunes, 30 de noviembre de 2015

EL JOYERO PEDRO ÁLVAREZ

El Otero

El joyero Pedro Álvarez Miranda

Sobre la figura del orfebre ovetense que regentó locales en las calles Magdalena y Uría y participó en la restauración de la Cámara Santa

30.11.2015 
Cecilia Orejas, autora de la tesis sobre Pedro Álvarez Miranda. A la izquierda, una de sus piezas.

Mañana estrenamos diciembre con la festividad de San Eloy, patrón de los joyeros. Ocasión propicia, por tanto, para traer a estas líneas a uno de los miembros destacados de este gremio: Pedro Álvarez. El pasado mes de junio, Cecilia Orejas presentó su tesis, dirigida por Yayoi Kawamura, profesora de arte de la Universidad de Oviedo, sobre este destacado orfebre por la que obtuvo la máxima calificación. Una aportación valiosa y necesaria a la variada bibliografía local. Tuve la oportunidad de conocer este trabajo y agradezco a Cecilia la información facilitada. Pedro Manuel Álvarez Miranda nació en Oviedo el día 7 de febrero de 1903, en el número 14 de la calle Magdalena; lugar en el que la familia regentó su primer establecimiento, denominado "Joyería y platería de Pedro Álvarez". La empresa había sido fundada en 1897 por Pedro Álvarez del Río quien, tras iniciar su actividad comercial como vendedor ambulante por la provincia, aceptó la propuesta de los sucesores del joyero leonés Ramón González Posada para establecerse en Oviedo. Hacia 1908 Pedro Álvarez del Río traslada su empresa al local del edificio de la plaza de la Escandalera, esquina con la calle Uría, y cuatro años después, al edificio de las calles Uría, 4 y Pelayo, 3 donde se instala también la familia. 
Nacido en un ambiente joyero, Pedro Álvarez Miranda se inició muy pronto en el dibujo y la pintura, disciplinas en las que demostró una gran capacidad. Con 17 años, termina el Bachillerato con calificación de sobresaliente. Aunque alberga la intención de estudiar Arquitectura, su padre le pide que se quede en Oviedo trabajando en el negocio familiar. En ese mismo año ingresa en la Escuela de Artes e Industrias de Oviedo, donde recibe clases del escultor Víctor Hevia. En 1924 inicia su colaboración con el diario "Región" publicando diversas caricaturas. Es, asimismo, un gran aficionado a la papiroflexia, al cine y a la fotografía. Toda su formación, sus continuos viajes por Europa y sus estancias en la ciudad alemana de Phorzheim, una de las ciudades con mayor tradición joyera del mundo, sirvieron para que Pedro Álvarez consiguiera revolucionar el diseño de joyas en Asturias y en España. La importancia de su obra de diseño radica principalmente en la perfección técnica alcanzada en las ilustraciones de joyas civiles, que se traduce en la representación virtual de las piezas proyectadas. 
Tras la Guerra Civil colaboró en el proceso de restauración del tesoro de la Catedral de Oviedo, cuya Cámara Santa había sido volada. La restauración se inicia en 1942 con motivo del milenario de la Cámara Santa. Años más tarde, tras el robo en 1977 de las joyas de la Cámara Santa, de nuevo se le asigna el proceso de restauración. Exclusivamente para tal fin se habilitó como taller el segundo piso del edificio número 3 de la calle Pelayo. 
En opinión de Cecilia Orejas, el carácter emprendedor del padre y el renombre del establecimiento familiar eclipsaron, hasta ahora, la relevancia de su obra de dibujo e ilustración de joyas, tanto por calidad como por extensión. Pedro Álvarez Miranda falleció en Oviedo el 14 de diciembre de 1990, a los 87 años de edad. Figura singular del arte ovetense que bien merecería un reconocimiento institucional, como opina la autora de la tesis. Pues dicho queda.
http://suscriptor.lne.es/suscriptor/oviedo-opinion/2015/11/30/joyero-pedro-alvarez-miranda/1848831.html

lunes, 23 de noviembre de 2015

REGRESO AL PASADO

El Otero

Regreso al pasado

La fantasía de viajar en el tiempo y contemplar los acontecimientos históricos de la ciudad

23.11.2015 
Regreso al pasado
Regreso al pasado
Un siglo se cumplirá el próximo miércoles desde que Albert Einstein presentara ante la Academia Prusiana de las Ciencias su Teoría de la Relatividad General, teoría que alteró nuestra manera de concebir el espacio, la energía o el tiempo y que tuvo no pocas repercusiones, filosóficas incluso. También este año, el 21 de octubre, fue la fecha que muchos esperábamos con la ilusión de encontrarnos por la calle a Marty McFly y a "Doc" a bordo de su DeLorean, viajeros asombrados desde un lejano 1985. Mucho daría por subirme a bordo de tan fantástica máquina, émula de la creada por H.G. Wells en 1895 y a la que alguna vez ya cité en estas líneas porque sería vehículo perfecto para saltar por el tiempo y saciar tanta curiosidad. Bien es cierto que el interés en brincar de un tiempo a otro conlleva el riesgo de que te acabes perdiendo el presente y, al final, ni aquí ni allá. Suspirar permanentemente por lo vivido, (cualquier tiempo pasado fue mejor), o pasar la vida pensando en que cuando llegue a no sé cuándo haré no sé qué, es habitual y, entretanto, el presente se te va de las manos como el agua de un cesto. Y eso no es plan. No me voy a meter en ningún jardín científico ni a pisar ningún charco filosófico pero lo cierto es que gracias a Einstein y su teoría, o con la literaria máquina de Wells, o bien a bordo del DeLorean, la posibilidad de asomarme no ya a lugares, sino a momentos lejanos, se me antoja muy atractiva. 
Vamos a hacer un ejercicio. Acabo de alquilar el DeLorean por unos días (ya pagaremos a escote?) y les invito a dar una vuelta, como decíamos con la bici. Les propongo que piensen unos segundos y elijan a dónde, perdón, a cuándo ir. Y por eso de acotar, que el tiempo es muy suyo, escojamos un momento de la historia de nuestra ciudad que para eso estamos en las páginas de Oviedo. ¿Ya?? ¡Ah! que no es fácil? ¡Claro que no! Mira que hay dónde? y dale? cuándo escoger. O me van a decir que no les encantaría asomarse al Oviedo del siglo I y comprobar que quizá, la colina de Ovetao a la que arribaron Máximo y Fromestano en el 761 no estaba tan desierta como se cree. Tampoco estaría mal asomarse al momento en el que Fruela decide construir una basílica en honor al Salvador. Quedarse un tiempo por allí y esperar a que Alfonso II comenzara la gran transformación de la urbe. Ir con él a Compostela para vanagloriarnos de que fuimos pioneros en el peregrinaje jacobeo. Y haber sido espectador de la apertura del Arca Santa en el 1075 no me negarán que habría sido para nota? O acompañar a Juan I en 1388 en la fundación del Principado de Asturias en una ciudad que iba creciendo poco a poco. 
Ser testigo de algunos de los muchos momentos interesantes que el siglo XIX protagonizó esta ciudad. Y qué me dicen del turbulento siglo XX. Si no fuera por lo mucho que se sufrió, contemplar con ojos, sin duda llorosos, el octubre revolucionario o la confrontación civil sería? pongan el adjetivo que consideren. 
Quién no soñó con encontrarse a sus abuelos o padres peleando por salir adelante en aquellos años duros de posguerra y charlar con ellos desde el anonimato que nos daría el futuro? 
Aunque quizá, al final de tanto viaje temporal, llegaríamos a la conclusión de que dónde mejor estamos es ahora. Así que vivamos el presente que es lo único real que tenemos y mañana? Dios dirá.
http://suscriptor.lne.es/suscriptor/oviedo-opinion/2015/11/23/regreso-pasado/1845460.html

lunes, 16 de noviembre de 2015

CRÓNICA "NON GRATA"

El Otero

Crónica "non grata"

Sobre las reflexiones acerca de la ciudad y sus gentes realizadas por un naturalista alemán hace más de un siglo

16.11.2015 
Un grupo de visitantes se fotografía junto a la estatua de "Rufo".

Es incontestable que cada vez son más los visitantes que eligen Asturias para pasar unos días de vacaciones atraídos por la numerosa oferta que brinda nuestro paraíso natural. Oviedo, obviamente, no se queda al margen y aquellos veranos en los que la ciudad quedaba sólo con los "Rodríguez" y los desafortunados que no podían escapar, son ya historia. Oviedo siempre supo acoger a sus visitantes y, como precursores lejanos de los actuales turistas, a lo largo de la historia fueron miles los peregrinos que se acercaban a la "Sancta Ovetensis" a venerar sus reliquias. Muchos fueron los viajeros que dejaron testimonio escrito de su visita, los más, impresionados por nuestro rico patrimonio histórico, artístico y natural. Pero como nunca falta un roto para un descosido, me encuentro con una crónica de Hans Gadow, naturalista alemán que vivió a caballo entre los siglos XIX y XX y que en su libro "Por el norte de España", publicado en 1897, recoge una crónica de su visita a la ciudad que les voy a contar parcialmente para que juzguen ustedes mismos. Tras dar unas pinceladas sobre el origen de la ciudad pasa a hablar de los palacetes y edificios más notorios, destacando, lógicamente, la Catedral de la que resalta que "alberga la cruz santísima y las tumbas de muchos reyes". Poco más al respecto excepto la mención a "dos carteles colgados bien a la vista en la puerta principal, en los que puede leerse: se prohíbe entrar con madreñas y se ruega a los fieles no escupan en este santo templo". Pues vale. 
Continúa citando la Universidad, el museo de historia natural "en el que destaca una colección de pájaros y minerales aunque su estado de conservación deja mucho que desear" y alguna que otra lindeza. Y lo siguiente ya es para nota: "No nos sentimos especialmente atraídos por los habitantes de Oviedo, quienes sin duda estaban más que acostumbrados a recibir a los extranjeros que venían desde Gijón, y se habían vuelto codiciosos y maleducados. Cuando quiera que entrábamos en una tienda nos topábamos siempre con la misma mala suerte: nos recibían con una sonrisa de desconfianza, guiñaban un ojo a alguno de sus compañeros y hacían lo posible por vendernos el peor producto del local. (?) En el café más importante de la ciudad nos sirvieron agua helada con un limón podrido que no parecía haber manera de que lo retirasen. (?) Todos estos detalles nos dejaron una mala impresión de las gentes del lugar (?) Queda avisado quien tenga intención de visitar Oviedo de que no debe alojarse en el hotel de París, un hotel amplio, de reciente construcción situado en la calle principal que comunica la estación con la ciudad, a cuyo cargo está una familia francesa. Nosotros no aguantamos allí más de media hora, pero puedo decirles que nos costó algo más de una hora librarnos de sus garras". 
Es bueno escuchar las críticas, sin duda, ayudan a mejorar. Son un toque de atención. Nuestra pasión por la ciudad no ha de nublar nuestro sentido crítico. ¿Acaso nuestra novela más señera, La Regenta, no es una crítica a una sociedad polvorienta y ensimismada? Pero Oviedo, a buen seguro, ha sabido ir dejando por los renglones de su historia muchas de sus imperfecciones y limitaciones para superarse y progresar. 
En fin, señor Gadow, desde el siglo XXI le digo que encantado de recibirle. Pero dada su grata y amable crónica le digo (nótese tono de ironía) que agradecidos y que vaya usted con Dios. 
Que tanta paz lleve como descanso deja.
http://suscriptor.lne.es/suscriptor/oviedo-opinion/2015/11/16/cronica-non-grata/1842266.html

lunes, 9 de noviembre de 2015

EL CABALLO DEL APOCALIPSIS

El Otero

El caballo del Apocalipsis

El daño que hizo la droga durante los ochenta en barrios como Vallobín

09.11.2015 
El caballo del Apocalipsis
El caballo del Apocalipsis
La hemeroteca de LA NUEVA ESPAÑA es como una especie de puerta que nos permite acceder a momentos y lugares remotos en el tiempo. Recuperarlos. Revivirlos. Así me ocurrió hace días cuando leía una noticia rescatada desde el 27 de octubre de 1990: "Cerca de un millar de personas residentes en el barrio de Vallobín participaron ayer en una manifestación convocada por la coordinadora antidroga de la zona para protestar por el tráfico y consumo de estupefacientes. Los convocantes de la protesta pretendían demostrar la disposición de todos los vecinos para acabar con este problema". Lo recuerdo con claridad. Y lo que es peor: conocí perfectamente el problema. Crecí a su lado. El final de la década de los 70 trajo consigo un fenómeno al barrio que no conocíamos: la droga. Asistimos, entre sorprendidos y temerosos, a la metamorfosis que sufrían algunos con los que habíamos compartido pupitre. Cambios extraños en su conducta. En su físico. Todo a su alrededor convertido en caos. Su vida se iba, poco a poco, por el desagüe sin que su entorno, en algunos casos ya desestructurado, pudiera hacer nada. Las jeringuillas tiradas por cualquier rincón empezaron a ser, desgraciadamente, elementos frecuentes del paisaje. En la serie de TVE, "Cuéntame", vimos la pasada temporada el barrio de San Genaro alterado y preocupado. A Luis, destrozado por el "caballo? historia que me retrotraía a esos años en los que ese "caballo del Apocalipsis" cabalgaba desbocado devastando juventud; arrasando familia, amigos y futuro. 
"Toqui" fue el primero. No tenía relación directa con él pero lo conocía desde niño. Un buen día apareció muerto y allí se acabó su vida complicada y conflictiva. Luego vinieron más. Algunas madres intentaron tomar las riendas y convertidas en "madres coraje" pelearon contra todo y contra muchos para intentar rescatar a sus hijos de un infierno al que parecían condenados sin remisión. Durante años, en la parroquia de San Pedro de los Arcos, encontraron amparo y con el apoyo de un joven cura, buen conocedor del problema, pelearon por paliar un tsunami que parecía imparable. 
Fue una cotidiana y cruda realidad. Pero, visto desde la actualidad, no me cabe duda de que las víctimas eran ellos. Por desgracia no siempre es fácil escoger el tipo de vida que queremos. El delegado del Gobierno entonces estudiaba clausurar algunos establecimientos donde constaba que había tráfico y consumo de drogas. ¿Era esa la solución? Puede ser. O al menos una parte. Pero también otros pelearon por revertir la situación, comprometiéndose en proyectos que pretendían rehabilitar a la persona. Devolverle la dignidad secuestrada por el "caballo", pelear por darles una nueva oportunidad. Como hoy siguen haciendo desde Proyecto Hombre, o desde Cáritas con el Centro de Encuentro y Acogida (CEA) o el Proyecto Emaús. 
Dos formas de mirar a los ojos a ese caballo apocalíptico: la de quienes querían echarlos de las calles y la de los que se implicaron -y se implican- en la lucha por recuperar a la persona. Juzgar y opinar desde ahora, sin que me hubiera salpicado desde muy cerca el problema, es fácil. Pero el trabajo que algunos hicieron en el barrio con las familias y con los propios toxicómanos, además de dar sus frutos, es para reconocer y agradecer. 
"No montes ese caballo pa pasar de la verdad, mira que su nombre es muerte y que te enganchará". Qué razón tenía Miguel Ríos.
http://suscriptor.lne.es/suscriptor/oviedo-opinion/2015/11/09/caballo-apocalipsis/1838858.html

lunes, 2 de noviembre de 2015

SALAMANDRAS CARBAYONAS

Salamandras carbayonas

02.11.2015 
Salamandras carbayonas
Salamandras carbayonas
Va a ser verdad eso de que nunca te acostarás sin saber una cosa más. Y con asuntos ovetenses, tanto hay y tan variado que se me antoja imposible de abarcar y acabo diciendo como Sócrates: sólo sé que no sé nada. El caso es que hace tiempo que tuve conocimiento de una noticia curiosa: la existencia de una salamandra específica de Oviedo. La curiosidad y las ganas de saber prendieron la mecha. 
En el Vallobín de los setenta que me vio crecer las fronteras entre lo urbano y lo rural se desdibujaban. Los praos, escenarios cotidianos de ocio, eran a la vez réplica perfecta del libro de ciencias naturales. Convivir con todo tipo de bichos era de lo más normal: renacuajos (cabezones) que por cientos se transformaban en ranas y sapos, esculibiertos, grillos, tritones y, por supuesto, salamandras o sacaberas que, haber, había y a montones. 
Me sumerjo en los cajones del conocimiento para averiguar que fue en 1928 cuando José Bernárdez recogió en un talud de la estación del Vasco un ejemplar de salamandra que consideró singular y, tras enviarla para su estudio a Alemania, un grupo de expertos la catalogó como una nueva subespecie a la que dieron, como reconocimiento a su descubridor, el nombre de S.s. Bernardezi, aunque se la conoce más como "salamandra de Oviedo". El por qué de esta singularidad hay que buscarlo, probablemente, en la propia configuración de la ciudad medieval. El hecho de que Oviedo estuviera amurallado pudo favorecer el desarrollo de poblaciones de anfibios que, poco a poco, se fueran aislando unas de otras. Y bien porque abundaran en la época, bien porque era considerado un animal al que se le atribuían propiedades maravillosas como la capacidad de resistir al fuego, convirtiéndolo en la Edad Media en una animal tan fantástico como el unicornio y los dragones, no pasó desapercibido a los canteros y artesanos de la catedral; no en vano, vemos figuras de salamandras en un capitel del claustro catedralicio o en la sillería del coro. 
Me pregunto si lo acontecido a este anfibio le podría haber pasado a algún autóctono que, gustoso de su morada, naciera, creciera y muriera intramuros, obviando, por gusto o necesidad, el mundo más allá de sus narices o murallas. Creo que no. Somos los ovetenses gentes de mente abierta, curiosos, ávidos de conocer mundo, de traspasar fronteras, de enriquecernos con la diversidad, con la multiculturalidad. Bueno, todos, todos... igual no; que ya se sabe que en Oviedo, como en botica, hay de todo... Pero seguro que nuestras salamandras, a las que a partir de ahora incluyo en la estantería de las curiosidades locales, son bichos muy orgullosos de su singularidad carbayona por una parte, y de su pertenencia al orbe salamandresco por otra. 
Cuidado cuando anden por ahí, sobre todo en días lluviosos, no vayan a pisar una y cargarse, sin saberlo, un elemento tan peculiar y característico de la evolución biológica local. Avisados quedan.
http://suscriptor.lne.es/suscriptor/oviedo-opinion/2015/11/02/salamandras-carbayonas/1835581.html