lunes, 27 de septiembre de 2021

CERVANTES: UN SIGLO DE LIBROS

EL OTERO Cervantes: un siglo de libros
27·09·21 “Entré en la librería y aspiré aquel perfume a papel y magia que inexplicablemente a nadie se le había ocurrido embotellar”. (Carlos Ruiz Zafón. El juego del ángel) La calle Doctor Casal en 1921 no era el centro urbano y comercial que es hoy. Probablemente algunos habrían visto un poco osado abrir un negocio en aquella calle, máxime si se trataba de una librería, aunque, en sus inicios, compaginara la venta de libros, principalmente textos escolares, con papelería e imprenta. El emprendedor era Alfredo Quirós Fernández, nacido en 1901 en el pueblo castrillonense de Pillarno. Como tantos otros asturianos de aquella época, con 16 años, emigró a Cuba, donde trabajó como aprendiz en los almacenes “El Encanto”. Aquella experiencia fue una excelente escuela comercial. Regresó a Asturias en 1920 y, tras reunir un pequeño capital, puso en marcha, junto con José Pérez, la librería en las proximidades de la conocida como “Catedral del Ensanche”, inaugurada hacía poco más de cinco años. Inicios difíciles que se pudieron sobre llevar gracias al apoyo de Aurelia, su mujer, maestra de profesión. Alfredo Quirós era un hombre, sin duda, de mente abierta. Innovador. Respetuoso. Liberal. Inquieto. Qué no daríamos por conservar grabaciones de las animadas tertulias en la trastienda. Por allí pasaban personas con distintas formas de ver la realidad pero unidas por el respeto y el amor por los libros. Y así, podían debatir desde algún cura a un agente de la policía secreta o Paco Ignacio Taibo –que llegó a trabajar de chico de los recados–, Alarcos, Lombardero, Villa Pastur o Ángel González. Ricos encuentros en la rebotica que sembraron en la entonces joven Conchita Quirós la simiente para que años después floreciera “Foro Abierto” como reflejo de aquel espacio de debate y dialéctica en tiempos, no lo olvidemos, en los que la discusión en libertad, sencillamente, estaba vetada. La inquietud de Alfredo Quirós por mantenerse en primera línea le llevaba a viajar a Madrid o Barcelona y traer ejemplares de novedades editoriales para que los ovetenses pudieran disfrutar de las primicias al mismo tiempo que las grandes ciudades. O conseguir libros en Francia e Hispanoamérica, censurados en España, que formaban la que podríamos definir como “biblioteca de los libros prohibidos”. En alguna ocasión llegaban en cajas bajo facturas de biblias y sólo clientes de confianza accedían a esta sección. Hay un nombre indisociablemente unido al devenir de la librería: Conchita Quirós, tristemente fallecida en febrero de 2021; eso sí, perdura el recuerdo de su sempiterna sonrisa y su amabilidad. Por sus venas seguro que corría también algo de tinta de los más de medio millón de ejemplares que ocupan los anaqueles de la librería actualmente. Como manifestó en una entrevista: “Crecí en este lugar y todos mis recuerdos y afanes me traen aquí. Si desempolvo la memoria vuelvo a los días escolares en que del colegio volvía a Cervantes y me ponía a revolver los libros. En mi casa siempre se inculcó el amor a los libros”. Una vida de vocación y dedicación que consiguió que aquella aventura, iniciada por su padre, llegase a ser un referente para los amantes de los libros mucho más allá de las fronteras de Oviedo y de Asturias. Heredera de esa ambición de mejora continua, de innovación, y de estar siempre en primera línea, al igual que su padre, se esforzaba por tener las novedades al mismo tiempo que las grandes ciudades. Con un don especial para descubrir nuevos talentos y editoriales prometedoras. Bien la definía Julia Navarro en una entrevista en La Nueva España hace unos días: “Aquella mujer tenía una personalidad totalmente arrolladora. Era todo un referente, una persona con una gran categoría personal y profesional”. Conchita fue una persona inolvidable y carismática que hoy, además, recibe el agradecimiento de la ciudad al reconocerla como hija adoptiva de Oviedo. Reconocimiento más que merecido. Oviedo goza de la fortuna de disponer de muchas y muy buenas librerías; lamentablemente, también, hemos visto alguna quedarse por el camino. Sirva este centenario, asimismo, como homenaje a todos los que, contra todas las dificultades, pelean por que el libro perdure para que podamos seguir viajando, disfrutando, aprendiendo, imaginando, soñando… Que esta centenaria librería, ahora bajo los cuidados de otro Alfredo Quirós, nieto del fundador, cumpla muchos años más contribuyendo a que Oviedo siga siendo ciudad “librera”. https://www.lne.es/oviedo/opinion/2021/09/27/cervantes-siglo-libros-57727062.html

DÍAS DE PERDONANZA

EL OTERO Días de perdonanza Cuando los peregrinos llegaban al pie de San Salvador
20·09·21 Es Oviedo una ciudad orgullosa de su pasado y rica en tradiciones. Hoy, por razones obvias, hay una que despunta: el Jubileo de la Santa Cruz o Perdonanza que es nombre más poético. Consulto la imprescindible guía de José Cuesta, quien fue Deán de la Catedral, publicada en 1957 y leo: “Sin duda el sorprendente acrecentamiento del número de peregrinos en Oviedo llevó a los buenos Capitulares a pensar en la conveniencia o necesidad de pedir a la Santa Sede la gracia de un Jubileo, rico en gracias espirituales como corresponde a la antigüedad, nobleza e importancia de la Catedral de San Salvador de Oviedo y del Tesoro que en ella se veneraba. Gracias y privilegio que, por otra parte podría ayudar económicamente a la solución del problema de las obras de la Catedral que tan frecuentemente se veían en la triste precisión de suspender por falta de recursos (…) Es Jubileo riquísimo como pocos y que si fuera debidamente conocido por los fieles, serían innumerables los que vinieran a lucrarlo en los días señalados. No conocemos ningún Jubileo que le aventaje en gracias espirituales y en la facilidad de ganarlas”. Para dar a conocer a la ciudad el inicio de la Perdonanza se hacía un desfile por las calles con pífano y tambor y tañendo las campanas de la Catedral a media noche. El día siguiente amanecía con música y procesión, a las nueve y media, con solemne exposición de la Bula que concedía: “Indulgencia Plenaria y perfecta remisión de todos los pecados, toties quoties; es decir, tantas veces cuantas se visite la Catedral: absolución de todo género de culpas menos la herejía; conmutación, en una obra piadosa, de cualquier voto, menos el de castidad, el de religión y el de Roma”. En la actualidad, el Jubileo, comienza el 14 de septiembre, fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, y termina el día 21, fiesta de San Mateo. Otro rito, curioso y hermoso, con el que se anunciaba a los asturianos el periodo jubilar era colocando cinco banderas rojas en la torre. Ramón Prieto y José Mª López Doriga se referían a él en 1889 en estos términos: “Como el galileo evangelista, abandonando su telonio, acudió presuroso al llamamiento de Cristo, así también los fieles acuden hoy a ganar la plenaria, tan luego les llaman las vistosas banderolas que, en las agujas de la torre de la Basílica, flamean alborozadas anunciando el Jubileo de la Santa Cruz”. Las banderas rojas, las “vexillas”, son el símbolo de la Cruz. Aún en la actualidad se canta en la Catedral el “Vexilla Regis”. Se trata de un himno de los más antiguos y solemnes de la liturgia, asociado siempre al culto a la Cruz. Fue compuesto por el poeta Venancio Fortunato en el año 569 para recibir en el monasterio de Saint-Croix de Poitiers una reliquia de la Vera Cruz, que el emperador Justino II había donado a la reina Santa Radegunda. En sus primeros versos canta el himno: “Las banderas del rey se enarbolan: / resplandece el misterio de la cruz, /en la cual la vida padeció muerte, / y con la muerte nos dio vida”. Desde 2008 ya no suben escaladores a colocar estas banderas porque, en su día, problemas de seguridad, ya subsanados, aconsejaban no hacerlo. A muchos ovetenses nos gustaría ver de nuevo ondear las “vexillas” en esa “torre, torrina señora d’Uvieu”, en palabras de Constantino Cabal grabadas en la puerta de la Perdonanza, anunciando este gran acontecimiento que, durante siglos, convirtió nuestra “Sancta Ovetensis” en un importante foco de atracción. Hoy, el entorno de la Catedral tiene poco que ver con aquellos días de masiva llegada de peregrinos que, sin duda, se quedarían petrificados ante el bullicio festivo. Pero, quizá, perdure, de forma intangible, algo de aquel espíritu antiguo y amalgama de tradición, ritos, historia y fe popular que contribuyó a hacer de Oviedo la ciudad que hoy es. Y, por supuesto, ¡feliz San Mateo! https://www.lne.es/oviedo/opinion/2021/09/20/dias-perdonanza-57468731.html

martes, 14 de septiembre de 2021

VUELTA AL COLE

EL OTERO Vuelta al cole El regreso a las aulas después del verano y el merecido aplauso a los docentes 13·09·21 Oviedo, en septiembre, también tiene un color especial. Cierto es que ya no se produce el éxodo masivo de verano que dejaba la ciudad en estado de estivación hasta que, con los primeros días de septiembre, la ciudad recuperaba el pulso. Hoy la afluencia masiva de visitantes llena las calles. Así que los tiempos en los que los “Rodríguez” se aburrían entre las sombras estivales de Vetusta son, afortunadamente, historia. Septiembre es nuestro mes festivo por excelencia. El Centro Asturiano, un año más, puso el brillante pórtico con sus fiestas en honor a la Santina. Y San Mateo toma el relevo. Pero entre uno y otro se produce un acontecimiento que, en su momento, maldita la gracia que me hacía: la vuelta al colegio. Bien se encargaba la machacona publicidad de “Galerías Preciados”, novedad en mi época de EGB, de aguarnos el fin del verano con sus escaparates y anuncios por doquier con el lema: “Vuelta al Cole”. Como si no fuera suficiente la cuenta atrás que cada uno llevábamos con precisión de reloj suizo para el tan poco deseado retorno a las aulas. Bien es cierto que, visto desde el presente, aquellos años de educación, no siempre agradecida, nos ayudaron, como decía Hesiodo en el siglo VIII a. c. “a ser lo que somos capaces de ser”. Lástima que entonces no lo supiéramos. Pero hoy me gustaría que estas líneas tomaran forma de homenaje. De reconocimiento a todos los maestros que ayudaron a montar un andamiaje, no únicamente anclado en saberes, sino en valores. Que contribuyeron no solo a que adquiriésemos conocimientos, sino a que fuéramos mejores. Francamente, de lo que aprendí, poco recuerdo. Me quedan muchas enseñanzas, no académicas, que, a lo largo de los años de transcurrir por aulas diversas, aún perduran. Y si algo sobresale son nombres propios. Podría citar la nómina completa de los maestros y maestras que me acompañaron mis primeros años en el casi recién inaugurado colegio de San Pedro de los Arcos. De mi etapa con los salesianos creo que no me dejaría ninguno en el tintero; ¡qué grandes educadores! Y de mi fugaz paso por la UNED sí que no recuerdo ninguno. ¿Demuestra esto que lo más importante son los cimientos? Tal vez. Y ahora les invito a que traigan a la memoria los nombres de quienes se empeñaban no sólo en enseñar sino en educar. ¿Recuerdan aquellos maestros que les dejaron huella? Y no me refiero a la de una palma de la mano en la cara, que de todo había… sino a los que no olvidaremos nunca. Algunos, adelantados a su tiempo, empeñados en brindarnos la mejor herramienta para que fuéramos libres: la educación. Estos largos meses de pandemia han supuesto una dura prueba para muchos profesionales como los sanitarios o aquellos que han estado en primera línea. Para los maestros también ha sido un camino difícil. Ha supuesto un duro reto para que, a base de horas de dedicación desde sus casas, ningún alumno se quedara atrás. Así que tenemos razones para agradecer muchas cosas a nuestros maestros. Años después siguen dándonos motivos para el sincero agradecimiento. Abro el mes de septiembre e, inevitablemente, me ocurre como cuando abro un libro nuevo y fluye ese olor característico que evoca días de aulas, tizas, compañeros y de un futuro, que sin saberlo, nos aguardaba, impaciente, a la vuelta de la esquina. https://www.lne.es/oviedo/opinion/2021/09/13/vuelta-cole-57226249.html

lunes, 6 de septiembre de 2021

CARTA DE UNA FAROLA AL REY

Carta de una farola al Rey Sobre el proyecto para sustituir la luminaria localizada frente al teatro Campoamor 06·09·21
Majestad: Tal vez le resulte extraño recibir una carta de quien suscribe, una simple y añosa farola ovetense. Si he decidido enviarle esta misiva es porque temo por mi futuro. Sí, Majestad. Si nadie lo remedia, sospecho que pronto pasaré a la historia. Desde 1892 asisto al cotidiano transcurrir de los ovetenses. He sobrevivido a una revolución. Al incendio del teatro Campoamor. Superé la guerra civil que asoló la ciudad. Han pasado decenas de corporaciones y a ninguna se le ocurrió arrancarme de mi emplazamiento en el que llevo, orgullosa, a caballo de tres siglos. Esgrimen como razón para eliminarme que “al despejar el frente de las tres puertas de la entrada principal se podrá desplegar una alfombra de mayores dimensiones”, sin duda, pensando en la ceremonia de entrega de los premios “Princesa de Asturias”. Majestad, ¿usted cree que es ese motivo para poner fin a mi centenario emplazamiento? Supongo que a usted, Señor, le importará un comino que la alfombra sea más o menos recta o de mayor o menor longitud. Lleva años accediendo al teatro sin ningún problema, ¿no?; por tanto, no veo motivo para que acaben conmigo. Supongo que comprenderá mi indignación. Puede que algunos digan que soy una simple farola, sin más; tal vez. Pero, para aquellos con sensibilidad, soy mucho más. Soy un símbolo de Oviedo. Una superviviente. Hace años, otros dirigentes decidieron que un árbol estorbaba. Quizá pensaran: “¡qué más da! ¡no es más que un árbol!” Pero se equivocaban. Aquel roble era todo un símbolo. Casi seis siglos de vida que cayeron en octubre de 1879, “bajo el hacha fratricida de nuestra corporación” como decía el periódico que nació en aquellos días: “El Carbayón”. “Este pasquín respetad, si sois buenos ovetenses, y en su memoria llorad todos los aquí presentes por el que honró a la ciudad”. Otros desalmados, años después, consideraron que el acueducto de los Pilares, que durante siglos sació la sed de la ciudad, también era prescindible. ¿Sabe, Señor, qué argumentos daban? Que la obra de los Arcos de los Pilares no era artística, ni útil, ni bella, ni histórica, ni ovetense y sí un obstáculo a la calle que a lo largo de ella se abriría. ¡Lo que hay que leer! ¡Un obstáculo! Ciento seis años después también parece que yo soy un obstáculo. Discurren los años pero hay cosas que no cambian. Siguen resonando, como un eco contundente a lo largo del tiempo, las palabras, aún vigentes, de Fermín Canella contra el injustificado derribo de los Pilares: “Por un acuerdo notorio/ fue rasgo de ediles famosos del consistorio/ Y, sordos los clamores del arte como de historia local/ nuestros regidores creyeron, solo por eso/con una piqueta ajena, rendir tributo al progreso”. A pesar de tener la oficina de correos aquí al lado no me es dado desplazarme. Espero que el autor de esta cita semanal con los ovetenses tenga a bien hacerle llegar esta carta confiando en que, sabiéndole al tanto, los regidores municipales olviden su absurda e injustificada idea, por nadie demandada, y se abstengan de arrancarme de mis centenarias raíces para que pueda seguir admirando y disfrutando del cotidiano devenir de los carbayones. Reciba un cordial saludo de esta “simple” farola ovetense.