EL OTERO
Hablando de lobos
La presencia de los cánidos en la toponimia de la falda del Naranco
Supongo que muchos de ustedes albergan en lo profundo de su memoria nombres que aguardan la mínima ocasión para despertar del letargo. Para regresar. Y retrotraerles a momentos o lugares casi olvidados. Uno de esos nombres, en mi caso, es El Pozobal. Un topónimo que, lamentablemente, no perduró nominando a ninguna calle del Vallobín. Y méritos no le faltan. Quizá se pregunten, ¿y qué tiene que ver con los lobos a los que se refiere el encabezamiento de estas líneas? Vamos a ello.
Hasta finales de los años 60 existió en la zona de Concinos un lugar con forma de terraplén que acababa en un pozo que ejercía de trampa a la que eran empujados, en monterías organizadas, los lobos que osasen acercarse a La Loma del Canto, Los Solises, Monte Alto o La Cruz. El pozo se hallaba en el mismo cauce del arroyo que desciende desde San Miguel de Lillo, por lo que, muy probablemente, tuviera agua en el fondo; así pues, no sería preciso colocar un cordero como señuelo al igual que sucedía en otros “chorcos” que hay en zonas loberas. Es el caso de “El chorco de los lobos” en las proximidades de Posada de Valdeón, el primero que conocí en nuestras incursiones iniciáticas por Pi-cos de Europa a principios de los 80.
Ciriaco Miguel Vigil, en su “Colección Diplomática” de 1889, recoge el acuerdo municipal de 6 de mayo de 1605 para que los vecinos de Oviedo salgan de montería todos los sábados “y hagan un callejo a donde corran los lobos”. En otro acuerdo de marzo de 1713 se recoge que los vecinos de San Pedro de los Arcos, entre otros, deseaban organizar monterías con callejos para “correr y cazar” los animales silvestres guarecidos en el Naranco. Se declara expresamente que muchos de estos animales se hallaban en montes muy poblados de esta feligresía. El topónimo Pozobal, que se encuentra también en Báscones (Grado), Ciaño, Nava y Caces, procede de las palabras latinas “puteum lupale”; es decir, pozo lobal o pozo de lobos. De ahí derivaría también el topónimo Vallobín, un nombre que aparece ya en el siglo XIII y XIV, así como en el “Cuaderno de la pesquisa de las Heredades Realengas del Concejo de Oviedo en el Alfoz de Nora a Nora, 1289-1317”. Asimismo, el catastro del Marqués de la Ensenada, de 1752, cita más de doscientos topónimos de la parroquia de San Pedro del Otero, entre ellos las “erías de Ballobín”. Pues bien, partiendo de “Pozobal” se habría formado el topónimo “Vallobal”, del concejo de Piloña y el de “Ballobín”, nombre que encontramos en la comarca burgalesa de Extramiana. Por tanto, el barrio ovetense del Vallobín vendría a significar “valle de lobos” o “valle del lobín”.
No puedo ni quiero acabar sin citar a mi admirado José Ramón Tolivar Faes, del que tanto aprendí. En una separata del Boletín del Instituto de Estudios Asturianos de 1963, que conservo como oro en paño, “Un pozo lobal en Oviedo” aborda este tema de forma didáctica y deliciosa. Vaya, una vez más, mi gratitud y recuerdo hacia él.
Actualmente, cuando paseen por el Naranco vayan tranquilos, no se encontrarán ningún lobo; al menos de momento. Todo se andará.