El Otero
Los otros vía crucis
La cruz que llevan muchos de los que pasan a nuestro lado
27.03.2013
Carlos Llaneza
Anda Oviedo estos días, a pesar de la lluvia que parece no querer perderse detalle, sumida en los preludios del triduo pascual, en una Semana Santa que cada año cobra más fuerza gracias al empuje de las cofradías ovetenses; centenarias unas, de estreno otras, como la de La Borriquilla, de San Pedro de los Arcos.
La Semana Santa es un tiempo de tintes muy variados, oportunidad magnífica para el descanso o tiempo de vivencias intensas. Cada quien se asoma a estos días con expectativas y actitud tan diferente como respetable. No cabe duda de que son días en los que confluye una amalgama de fervor religioso, tradición, historia, turismo, arte... Y con un indudable protagonismo de las cofradías, de las que en Oviedo hay seis. Todas, a su manera, llevan a las calles una manera de vivir su fe, su devoción, su propia historia, como una línea invisible y continua, que se transmite de padres a hijos a lo largo del tiempo. Encontrarse con Jesús en su borriquilla, el Cristo de la Misericordia, el Jesús de la Sentencia, el Cristo Flagelado, la Virgen de la Amargura, el Nazareno, Jesús Cautivo, la Merced, la Esperanza, el Santo Entierro, la Dolorosa y, por último, y lo que da sentido a todo, con Jesús Resucitado puede dejar indiferente o conmover. Puede interrogarnos o no. Puede ser una mera expresión artística enraizada en la tradición o un aldabonazo. Todo depende de con qué mirada contemplemos esas imágenes.
Un Cristo inocente camino de su destino, cargando con su -nuestra- cruz. Hasta ahí bien. Pero si cerramos los ojos, no será difícil dejar de ver esas bellas y valiosas imágenes y ver las muchas otras cruces que hoy procesionan por nuestra ciudad: vecinos, amigos, familiares, ciudadanos... seres humanos en definitiva, cargando por su particular vía dolorosa, pesadas cruces que a duras penas pueden sostener. Como la cruz del desempleo, que alcanza cifras obscenas y que están generando situaciones de pobreza, marginación y desigualdad, ante las que habría que rebelarse como sociedad, que no debería tolerar tal infamia y que crece cebada por una crisis económica sin fin y una rígida e insensible política económica.
Por no hablar de la cruz del hambre, lacra vergonzosa que en pleno siglo XXI atenaza a más de ¡ochocientos setenta millones de personas en el mundo! Sin comentarios.
La cruz de la enfermedad, que agota y consume vida y paciencia al ver cómo cada vez las implacables tijeras plenipotenciarias cortan presupuestos y prestaciones en una sanidad pública que debería ser absoluta y totalmente prioritaria.
La cruz de la violencia contra las mujeres, que muchas sufren y cargan en silencio, atemorizadas, humilladas y que en 2012 se llevó por delante cuarenta y seis vidas.
La cruz de la corrupción económica, política, ética, que está arruinando la confianza de la sociedad en sí misma, en sus dirigentes políticos, en nuestro propio futuro como colectividad, que tiene que avanzar con unión y esperanza.
La cruz de los atentados contra la vida, sean seres humanos inocentes a los que se vapulea sus derechos o contra la propia naturaleza, en una miope agresión que nos llevará a un absurdo precipicio suicida. Cruces que cargan tantas personas a las que las horas les pasan por encima haciendo de su soledad un auténtico calvario.
Cruces de odio, de abandono, de guerras, pequeñas y grandes, de la humillación de la explotación infantil... Cruces de vergüenza y asco.
Aplaudo a las cofradías de Oviedo por su tarea, pero mientras callejeo por nuestra ciudad no puedo evitar pensar en todos estos otros vía crucis tan actuales.
Los cristianos pueden contemplar y emocionarse ante tan bellas imágenes, pero ante todo tienen que salir a la calle a rebelarse contra tanta injusticia. A luchar por convertir, en lo poco que podamos, este mundo en un lugar mejor. A encontrarnos con los que no creen en este Jesús que vemos humillado y vencido... por ahora... pero que comparten, como Blas de Otero, la creencia en el hombre; en esa lucha debemos encontrarnos y juntos tenemos que batallar por esa sociedad más justa, más libre, más sólida y solidaria.
Mucha dignidad y libertad se clavan aún en pesadas y frías cruces que necesitan que seamos, creyentes o no, los cirineos de hoy, en Oviedo o donde sea; pero a pesar de todo, como decía el pasado Domingo de Ramos el Papa Francisco: «No seamos hombres y mujeres tristes; que nadie nos robe la esperanza».
Publicado en La Nueva España el 27 de marzo de 2013