El Otero
La Tenderina, un barrio con futuro
Una de las antiguas entradas a la ciudad es ahora pieza imprescindible de Oviedo
03.12.2018
Hay quien cree que la infancia es la más bella de las estaciones de la vida. Puede ser. Cuando días atrás trabajaba en el pregón con el que tuve el honor de abrir las fiestas de
San Francisco Javier, en el solitario y silencioso juego de ver qué me sugería la Tenderina, lo primero que me venía era el recuerdo de un barrio. Quizá por las muchas similitudes entre mi barrio natal de Vallobín y el de la Tenderina. Paralelismos sociales, urbanos, históricos. Hoy, tanto Vallobín como la Tenderina son una realidad social y urbana diferente. Indudablemente mejor en muchos aspectos, pero temo que se hayan dejado parte de su esencia en el camino. En este ejercicio evocador, aparecen imágenes que seguro muchos compartís: barrios en el que las casas estaban repletas de niños; montones de niños que hacían suyos los muchos praos como diarios escenarios de juegos que sorprenderían, sospecho, a la generación de la omnipresente tecnología actual. Praos compartidos armónicamente con vacas en su indolente rumiar y con la ropa tendida al verde. En los que, sin que nadie se sorprendiera, se vareaban los colchones de lana en una imagen tan anacrónica como imposible hoy.
Praos en un Oviedo urbano que se resistía a perder ese espíritu rural y en los que aquellos niños de la Tenderina, de la Argañosa, del Vallobín, de Buenavista, de Ventanielles -tanto monta- apurábamos las jornadas de sol a sol saboreando una libertad sin responsabilidades ni preocupaciones, algo inimaginable en la infancia ovetense actual. Los mismos praos que se transformaban mágicamente en cada barrio cuando llegaba la Fiesta y, con ella, unas jornadas que hacían saltar por los aires la rutina y el tedio del resto del año. Para los más pequeños, el tren de la bruja, las lanchas, el tiro, los voladores, los gigantes y cabezudos, los banderines multicolores serpenteando las calles y las comidas con invitados en las que salían de su clausura la vajilla y manteles de las ocasiones especiales, era una especie de magia que nos permitía disfrutar de unos días inolvidables. Muchos recordaréis perfectamente aquellas calles de mucho barro en invierno y demasiado polvo en verano. Con unos cuantos postes escuálidos y menos bombillas. Pero lo que destacaba por encima de todo era -y es- su gente. Gente sencilla, trabajadora, solidaria y alegre. Todos conocíamos a todos. Y todos sabíamos perfectamente quién era quién.
Por supuesto, también la curiosidad, fuerza irrefrenable, me llevó a preguntarme: ¿de dónde procede el nombre de La Tenderina? ¿Cuáles son las primeras referencias que nos hablan de su pasado? Según Xulio Concepción, en su diccionario etimológico de toponimia asturiana, Tenderina, procede del latín "tendere" que sería algo así como tender, extender, y se aplicaría a una pequeña extensión o un espacio más abierto.
Y sobre referencias históricas, acudo a Fermín Canella, quien en su "Libro de Oviedo" editado en 1888, menciona el paseo de la Tenderina o "comienzo de la carretera de Oriente que fue dispuesto por el Municipio, siendo comisarios y encargados de esta obra los regidores D. Joaquín Méndez de Vigo y D. José Gabriel Fernández Cueto, los que demostrando una vez más su amor al pueblo adelantaron en 1782 crecidos fondos para esta y otras calzadas y paseos, indispensables en aquellos tiempos en los que los vecinos no disfrutaban como ahora del Campo de San Francisco".
Referencias en 1681
Otro ovetense imprescindible, José Ramón Tolivar Faes, en un libro esencial como es su "Nombres y cosas de las calles de Oviedo" dice al referirse a la Tenderina: "El 8 de agosto de 1681, con motivo de la peste, se toman ciertas precauciones colocando guardias día y noche a las puertas de la ciudad en los caminos principales junto a la ermita de San Roque, Santa Susana, Lavapiés, ermita de Santiago, San Sebastián camino de Gijón y en las casas de la Tenderina". Según Tolivar es ésta la referencia más antigua encontrada. Continúa haciendo mención a la disposición municipal de 26 de octubre de 1731 de componer varias calzadas, entre ellas las de la Tenderina. Tolivar alude asimismo a los famosos canapés de la Tenderina, del primero de los cuales, hasta el último ensanche, aún se conservaban restos que han servido para separar las Tenderinas Alta y Baja. Cita también a Jovellanos que, en sus Cartas a Ponz, cuando al hablarle de los deliciosos paseos ovetenses, le dice que "no lo será poco con el tiempo el de la Tenderina, que ya está muy adelantado". Efectivamente, aclara Tolivar, la Tenderina apenas fue otra cosa que un paseo delicioso hasta bien entrado el siglo XX, pues todavía en 1887 en aquel lugar no había más que "catorce casitas con ciento quince habitantes".
Al inicio de la guerra civil, en 1936, la Tenderina ya era un barrio mucho más poblado, pero sucio y angosto, en palabras de Tolivar. Explica que la zona fue primera línea de combate durante el sitio de Oviedo y que su acera derecha fue totalmente destruida pero que hoy (1958, fecha de la primera edición) es una de las más amplias avenidas que tiene la ciudad.
El barrio y su parroquia
Y en ese transcurrir de la historia hay una intersección entre dos realidades que, a la postre, son la misma: el barrio y la parroquia. Porque ninguna se puede entender sin la otra.
La parroquia de San Francisco Javier cumplirá el próximo 11 de febrero 60 años. Esa fue la fecha de la firma del decreto de constitución de la parroquia firmado por el entonces arzobispo D. Francisco Javier Lauzurica y Torralba, desmembrando su territorio de las parroquias de San Julián de los Prados y de Santa María la Real de la Corte. Aquellas calles de antaño, no facilitaban el acceso a las parroquias más cercanas y así, aquellos vecinos que sentían la necesidad de reunirse y celebrar su fe empezaron a celebrar la Eucaristía en un bajo en el número 61 de la avenida de Torrelavega. Aquel bajo, gracias al empuje de D. Manuel Gutiérrez, primer párroco de San Francisco Javier, y a la contribución de muchos vecinos, dio pie a los locales actuales, desbordados ya por la realidad y a la espera de las tan ansiadas obras de ampliación y mejora, iniciadas con algún traspié y a punto de iniciar la fase final para poner a disposición del barrio unas instalaciones más dignas y adecuadas.
Solidaridad
Un templo parroquial es mucho más que un lugar en el que reunirse a celebrar sacramentos. Ha de ser también un lugar de encuentro, de acogida. De escucha. De apoyo. Aquí se practica la solidaridad sin pedir a nadie su partida de bautismo. Ha de ser, como dice el Papa Francisco, en ese acertado símil, "un hospital de campaña". Por eso el barrio tiene que sentirlo también como algo propio.
La ciudad, los barrios, qué duda cabe, ha cambiado mucho. O tal vez no. Porque hay algo que debe prevalecer. Ese sentimiento de pertenencia a una colectividad sea en la forma que sea.
Los vecinos de la Tenderina han de sentirse orgullosos de su barrio. Deben continuar, pese a las dificultades, organizando fiestas y reivindicando todo aquello que redunde en mejoras para el barrio.
Para muchos vecinos de Oviedo que luchan sin desmayo en tantas asociaciones de vecinos o de festejos quizá les venga bien recordar una frase Francisco de Asís: "Empieza por hacer lo necesario, luego haz lo posible y pronto estarás logrando lo imposible". Me parece una reflexión adecuada para no desfallecer en tantos momentos de duda y frustración como seguro les asaltan a lo largo del año.
No hay un Oviedo homogéneo. Oviedo es un inmenso mosaico compuesto por muchas teselas. Cada una de ellas imprescindible y fundamental. La Tenderina es una pieza sin la cual, Oviedo sería imposible.
La Tenderina, como tantos otros barrios de este Oviedo tan maravilloso como inabarcable, es un barrio, qué duda cabe, con mucho futuro.
https://www.lne.es/oviedo/2018/12/03/bendecido-primer-ladrillo-obras-san/2390502.html