Asturias, ¿paraíso natural?
Ante los problemas de contaminación y los alarmantes datos de suspensión de partículas
Carlos Llaneza 26.11.2018
A buen seguro que muchos hemos presumido con el acertado eslogan de "Asturias, paraíso natural". Ciertamente Asturias es un paraíso. Pero incompleto. Porque algo tan esencial como el aire que respiramos no concuerda con el de ningún paraíso.
Y no es asunto baladí. La semana pasada el Principado de Asturias activaba el protocolo por contaminación en Oviedo debido al incremento de la contaminación atmosférica por partículas en suspensión. Bastaron unos días de situación anticiclónica y polvo de origen africano para que el aire que respiramos se enrareciera.
Datos sobre contaminación hay muchos y muy variados. Muchas las fuentes donde se pueden consultar. Pero sean porcentajes atinados o aproximados, lo que de verdad reflejan es una situación preocupante. Veamos algunos: Asturias es la comunidad autónoma con mayor índice de infecciones respiratorias en niños, según el informe "Infancia y medio ambiente". En Asturias tenemos dos de las empresas que mas CO2 emiten en España; como es sabido, emisiones claramente relacionadas con el cambio climático, según alerta Greenpeace. También lideramos el total de emisiones de CO2 por habitante en el país, cuatro veces más que la media nacional, según datos que ofrece el Observatorio de la sostenibilidad.
El área central de Asturias es la zona más contaminada de España por benceno. Lo dice el Ministerio de Medio Ambiente.
Y en Oviedo, la capital de la "Asturias verde" no estamos tan bien como cabría esperar. Todavía el último mes de agosto, la Coordinadora Ecologista de Asturias alertó de los altos niveles de benceno, muy por encima de todos los niveles máximos que la OMS recomienda. Me inquieta profundamente constatar que, según un informe del Instituto Carlos III de la salud, Oviedo sea una de las ciudades más contaminadas de España liderando en ocasiones el ranking de partículas en suspensión.
No soy quien para dictar consejos a nadie. Las distintas administraciones deberían saber cómo actuar. De lo que sí me preocupo es de lo que pueda hacer yo. De aquello que, directamente, pueda depender de mí. Y usted puede hacer lo mismo.
Para empezar, conocer el problema. Ser críticos. Contribuir, en la medida de las posibilidades de cada uno, a sensibilizar a otros. Sin alarmismo infructuoso pero con realismo. Para continuar, adaptar nuestros hábitos de vida y consumo de forma más sostenible; ahí, sin duda, tenemos un gran reto a afrontar.
Y, por qué no, indignarnos. No seamos indiferentes. Que nadie nos prive del derecho al pataleo. Pero una indignación militante. Con exigencias a los responsables de velar por la calidad del aire que respiramos que, dicho sea de paso, no entiende de fronteras ni de clases. Todos respiramos el mismo aire.
Y si podemos plantar un árbol o instar a que planten miles, mejor aún. Tiene razón Al Gore cuando dice: "la contaminación nunca debería ser el precio de la prosperidad".
Sería un muy alto precio a pagar.