El ángel gaitero
Decoración singular en el monasterio de San Pelayo
Carlos Fernández Llaneza 25.11.2019
"Alabad al Señor en su templo, (..) Alabadlo tocando trompetas, / alabadlo con arpas y cítaras; / alabadlo con tambores y danzas, / alabadlo con trompas y flautas: / alabadlo con platillos sonoros, / alabadlo con platillos vibrantes./ Todo ser que alienta alabe al Señor". El salmo 150 es un canto hermoso que exhorta a alabar a Dios con instrumentos musicales varios. Asimismo, a lo largo de la historia, son miles las figuras de ángeles representados, tanto en pintura como en escultura, tocando algún instrumento musical. Este concepto musical del ángel está basado en la división de las Huestes Celestiales en coros de ángeles, quienes cantan continuamente las alabanzas al Creador tañendo citarás, arpas o haciendo sonar trompetas. Pero, por más que lo he buscado no he encontrado ningún ángel tocando la gaita.
Hace un tiempo traíamos a esta ventana la figura del conejo que desde las seculares páginas del libro de la "regla colorada", custodiado en el archivo de nuestra Catedral, ufano, tocaba la gaita. Hoy vamos a asomarnos a uno de los puntos neurálgicos de la ciudad: al monasterio de San Pelayo. Para otro día dejaremos la historia de este niño de trece años, ejemplo de coherencia y dignidad y cuyos restos son recibidos por la comunidad benedictina ovetense en el año 994. Desde entonces son custodiados en Oviedo. Este hecho llegó incluso a mudar el nombre del monasterio: de San Juan Bautista al de San Pelayo. Las reliquias del joven mártir reposan en una hermosa urna depositada bajo el altar de la iglesia del monasterio. Esta arqueta se debe a Félix Granda Buylla, eclesiástico formado en Oviedo y decorador sacro nacido en Pola de Lena en 1868 y fallecido en Madrid el 21 de febrero de 1954. Dedicado también a la orfebrería, consiguió la medalla de oro en la exposición de arte decorativo celebrada en Madrid en 1911. Animado por ese éxito abre un taller en Madrid que pronto alcanzó gran prestigio. En un escrito firmado por el propio Granda dirigido a la abadesa de la Pelayas en julio de 1926, se refiere a la arqueta en estos términos: "he puesto madera de cedro en el interior, me parece que así tiene más semejanza con la caja mortuoria y con la tradición. (..) En la parte superior la estatua yacente del mártir con la palma en la mano, símbolo de su martirio, niños músicos en las hornacinas y en los dos frentes, en uno David niño vence a Goliat símbolo de la victoria que consiguió con su muerte sobre las tentaciones y seducciones del mundo. En el otro el Santo Niño y el Obispo delante del tesoro. En la parte superior, cuatro grupos también de niños, sostienen los escudos de la orden y en los otros, tres cartelas en donde se consigna una oración, fechas y datos. La ornamentación esmaltes sobre plata, flores que indican que es glorioso el sepulcro de los que mueren por Cristo". Y por último, cuatro tortugas que sirven de pie a la caja y que representan la tierra.
Pues bien, rodeado de toda esta historia, queda para la posteridad ese ángel niño tocando su gaita; quien sabe, quizá en Oviedo tengamos, entre tantos ángeles representados a lo largo de la historia tocando diversos instrumentos, la fortuna de tener el único ángel gaitero.
Un motivo más -y no son pocos- para acercarnos al monasterio benedictino de San Pelayo, enclave primigenio que me atrevería a decir ejerce, quizá compartido con ese otro lugar sacro que es la Cámara Santa, como alma de nuestra ciudad.
https://www.lne.es/noticias-suscriptor/suscriptor/oviedo-opinion/2019/11/25/angel-gaitero/2562882.html
https://www.lne.es/noticias-suscriptor/suscriptor/oviedo-opinion/2019/11/25/angel-gaitero/2562882.html