Preguntas en blanco y negro
La comunidad de las madres agustinas en Oviedo
Carlos Fernández Llaneza 28.02.2018 | 03:40
Convento y capilla de las madres agustinas en la hoy avenida de Colón. ARCHIVO DE LA COMUNIDAD
¿Nunca les ha pasado que se encuentren con una vieja foto en la que aparece algún edificio que no son capaces de identificar y no paran hasta resolver el enigma? Seguro que sí. Más en estos días en los que hay tantos foros en los que se rescatan fotos de un Oviedo que ya no es. Sólo existe, si hay suerte, en las brumas de la memoria de cada quien. Pues bien, hace un tiempo, en una foto tomada el 12 de junio de 1951 con motivo de la visita de la Santina a San Pedro de los Arcos, aparecía de fondo, hacia la zona de la Argañosa, una torre de una iglesia, desconocida, y su desafío. Casi no recuerdo el Oviedo de 1970 como para recordar algo de más atrás. La curiosidad, ya se sabe, hizo el resto. Empecé a preguntar aquí y allá y al final hallé la respuesta: se trataba del Convento y capilla de las MM agustinas en la que hoy es avenida de Colón. Y la respuesta completa a esa pregunta, que llevaba tanto tiempo rondando, llegó en forma de libro: Historia de la comunidad de monjas agustinas Recoletas. De Llanes a Oviedo. Su autor es Juan Luis Diego Arias y se presentó hace unas semanas.
A través de su lectura descubro los avatares de esta comunidad desde que llegó a Oviedo el 4 de septiembre de 1885 a un convento en la calle San José que habían dejado libre las monjas Salesas tras su traslado a su nueva residencia en la calle Caveda. Y después de una docena de cambios obligados por las vicisitudes vividas entre julio de 1934 y septiembre de 1940 adquieren, en la avenida de Colón, el edificio del antiguo Instituto Provincial de Higiene, un palacete conocido como "Quinta Alvaré" al que se trasladan el 24 de septiembre de 1940. Era una zona esta alejada del centro de Oviedo. El tranvía que subía por Independencia tenía su última parada en la actual plaza de la Libertad. Pero allí estarían 31 años. Pronto decidieron edificar una capilla para lo que contaron con proyecto del arquitecto Enrique Rodríguez Bustelo, inaugurada el 30 de junio de 1949. Y ahí está la respuesta a la intriga de qué era aquel desconocido edificio que aparecía en la foto de 1951. Saciar esa curiosidad me permitió conocer, además, que en junio de 1956 la comunidad compró a Julián Rodríguez una finca en Los Solises de más de dos hectáreas en la que construirían su nuevo convento. De nuevo con proyecto de Rodríguez Bustelo, el 25 de marzo de 1968 se colocó la primera piedra y el 24 de marzo de 1971 las agustinas dejaban su emplazamiento de la Argañosa para trasladarse al actual de la avenida de los Monumentos. Las obras concluirían pocos meses después y así, con un triduo celebrado los días 13, 14 y 15 de mayo de 1972, se inauguró el nuevo convento e Iglesia. Ese lugar sí me es ya familiar. Allí asistimos al catecismo los niños de San Pedro de los Arcos al cerrarse la iglesia parroquial al culto por las obras de una desafortunada reforma entre 1972 y 1974. Cuántas veces iríamos a comprar, como si fueran chucherías, los recortes sobrantes de la elaboración de las formas que eran servidas, con cierto misterio, a través de un enigmático torno, auténtica frontera insalvable entre el arcano mundo de la clausura conventual y nuestra realidad de vida en plenitud en las, entonces, inmensas praderías del Vallobín.
Hay un Oviedo desdibujado ya para siempre. Muchas veces hemos lamentado la gran pérdida de patrimonio histórico, artístico y arquitectónico que, como consecuencia de confrontaciones civiles, especulación o, simplemente, la estupidez humana, hemos ido dejando, como pelos en la gatera, a lo largo de décadas.
Quiero pensar que, cada vez que rescatamos una pequeña historia de un trozo de ese Oviedo difuminado estamos, de alguna manera, haciendo las paces con la historia común.
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