miércoles, 26 de febrero de 2014

ÁRBOLES VENCIDOS

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El Otero

Árboles vencidos

Del carbayón al olivo del cementerio de peregrinos

26.02.2014 
Árboles vencidos
Árboles vencidos
Me gusta el viento. Y si es del sur, otoñal, mejor. En días así busco alturas en las que sentarme a vivir el horizonte, mientras las ráfagas, tenaces y constantes, me agitan, me revuelven y envuelven. Contemplando. Sintiendo. Dejando que se lleve las cenizas de lo que no ayude a seguir, siento que me renueva un poco más en cada embestida. Si escuchas, oirás más de lo que imaginas... Pero, a veces, ese viento conciliador afila las garras y se muestra arisco, huraño, agresivo, como si quisiera cobrarse viejas deudas, vete tú a saber por qué y de quién, y, en ese arrebato de furia, se lleva por delante lo que se interponga. Y así lo quiso demostrar, otra vez, en este loco febrero, dejando bien sentada su firma poderosa. Una de sus últimas fechorías fue llevarse buena parte del centenario olivo del cementerio de los peregrinos de nuestra Catedral, ¡cuánto Oviedo ha pasado bajo su sombra! Siento pena al ver, desmochado, a ese árbol que decidió echar raíces, no en Jerusalén, de dónde se dice que procede, sino en tierra carbayona, para siempre ya, compartiendo vida y destino con la propia Sancta Ovetensis, como nos narró, brillantemente, Agustín Hevia Ballina en días recientes.
No hace muchos días, compartía el disgusto de un amigo que vio, impotente, cómo ese mismo viento afilado se había llevado una faya que él había plantado hace dos décadas con sus propias manos.
No puedo evitar, magia de los olores, cada vez que percibo el intenso olor de las mimosas, evocar a una enorme que estaba en la finca del caserón de Subirana, que hoy ocupa el colegio Auseva. Una noche de viento rabioso se la llevó por delante, tapia incluida, dejando a la vista los secretos ocultos, casi esotéricos, que imaginábamos en la que por todos era conocida como la "casa embrujada".
Los viejos negrillos de San Pedro de los Arcos, que vieron, como testigos privilegiados, estirarse la ciudad a sus pies, tampoco están ya. No fue el viento esta vez, sino la grafiosis, enfermedad que se llevó a casi todos los olmos del concejo, como el que estaba delante del Reconquista, cedido bajo el peso de la nieve reciente y la fuerza del viento, a las 12.15 del 10 de diciembre de 1990; iba a ser declarado monumento natural. Muy probablemente habría sido plantado en torno a 1754.
Don Fermín Canella también recordaba con pesar el triste amanecer del 25 de noviembre de 1865 cuando "vino la luz para consuelo de todos, tras una noche de terror sin sueño, perturbado por el huracán que azotó al pueblo de Fruela (...) en el Campo, más de treinta árboles llenos de vigorosa lozanía cayeron al suelo, unos tronchados, descepados los más, y entre ellos, el famoso negrillo, así llamado por autonomasia, esbelto, gallardo, de artística copa".
Cómo no recordar a nuestro carbayón, tótem y gentilicio, que cayó un 2 de octubre de 1879, vencido por el ansia especulativa, permitiendo así ensanchar, regada ya para siempre con su sangre verde, la calle Uría. Años después, en 1925, la hilera central de álamos del paseo al que habían dado nombre, sucumbieron ante el hacha ciega y sedienta. Y en el Campo, que hoy cuenta con 955 árboles, ¿cuántos quejidos llorosos de troncos segados pudimos oír?
Ojalá que sus robles -algunos atesoran tres centurias de ser ovetense en su hondas raíces- gocen aún de larga vida. Años más tarde fueron los chopos de Geológicas, los tilos del actual parque del Marqués de la Rodriga... Sea el viento o la enfermedad, inevitable, sea por el hacha, evitable en muchos casos, cada vez que un árbol cae, algo muy nuestro falta.
Me alegra enormemente que el olivo de la Catedral tenga una segunda oportunidad; como un ave fénix, podrá seguir agazapado sobre nuestras piedras milenarias, y de su madera derrotada surgirá una talla artística que acompañará, al otro lado de los muros catedralicios, al viejo olivo.
Y confiemos que, más pronto que tarde, cuando miremos a los ojos a nuestro Naranco, veamos lo que siempre fue y nosotros le impedimos ser: un bosque, legión de árboles, abrigo y abrazo de la ciudad, que quiere ser de todos y para todos.
No se me ocurre mejor epílogo para hoy, que estos hermosos versos de Neruda:
"Me acerqué y era tal / su fuerza herida, / tan heroicas sus ramas en el suelo, irradiaba su copa / tal majestad terrestre / que cuando / toqué su tronco yo sentía que latía / y una ráfaga / del corazón del árbol / me hizo cerrar los ojos y bajar la cabeza...".

miércoles, 19 de febrero de 2014

OVIEDO INDUSTRIAL

http://www.lne.es/oviedo/2014/02/19/oviedo-industrial/1545275.html


Oviedo industrial

Un repaso a las fábricas históricas que dejaron huella en la capital del Principado

19.02.2014 
Oviedo industrial
Oviedo industrial
Oviedo es una ciudad de servicios, una ciudad eminentemente comercial y administrativa, pero también, cómo no, atesora su propia historia industrial; así pues, me parece oportuno, en un presente en el que corren tan malos tiempos para nuestra industria local y regional, en el que tantos trabajadores están pasando tan malos momentos, echar una pequeña mirada hacia atrás y ver qué huellas tenemos en Oviedo de otros tiempos; pediré ayuda a D. Fermín Canella, quien advierte para empezar que "no es Oviedo un pueblo fabril en toda la extensión de la palabra"; así pues, ¿qué tuvimos entonces en Oviedo?. Empecemos por la "Fábrica de armas portátiles de fuego" llegada a la ciudad en 1794, procedente de las vascongadas, trabajando los armeros por gremios en sus propias casas hasta que se instaló, en 1895, en el convento que había acogido a las monjas benedictinas de Santa María de la Vega; no hace mucho que, lamentablemente, pasó a mejor vida.
Otra industria que florecía en la ciudad era la fábrica de fundición y construcción La Amistad. Estaba situada en la calle 9 de Mayo, cerca de la estación. Había sido fundada en 1856 en la calle Las Dueñas, coincidente, en parte, con la actual Palacio Valdés y conocida también en los padrones de 1681 y 1705 como "Estanco de Arriba", muy curiosa la historia de esta calle, por cierto; bueno, a lo que vamos, "La Amistad" pertenecía a una sociedad denominada "González Alegre y Cía.", sucesora de las de "Camposagrado, Elorza y Cía." y "Gil Prado y Cía". En ella trabajaban más de un centenar de obreros. La sirena que anunciaba los cambios de turnos marcaba los tiempos a los vecinos. En 1860, D. Carlos J. Bertrand, funda, así mismo, en el paseo de Santa Clara la "Fundición Bertrand".
Bajo la razón de de González Alegre, Polo y Cía, se establece el 7 de mayo de 1858 en la antigua calle del Paraíso, la "Fábrica del Gas". Constaba de "todos los adelantos que la fabricación exige".
Hubo también por el barrio del Águila, en San Lázaro, una fábrica de "cerillas fosfóricas", fundada en 1862 por D. Pedro San Román que confeccionaba diariamente doscientas cajas de cerillas ordinarias, entrefinas, extrafinas y aromáticas; poca gracia le harían a éste los mecheros. Como por estos lares siempre fuimos muy llambiones, por supuesto que teníamos nuestras fábricas de chocolate; "La Asturiana" en la calle de la Vega, fundada en 1867 por D. Francisco Acebal, y "La Perla Americana", radicada en la calle de la Rúa primero y trasladada posteriormente a la calle de Santa Susana y propiedad de D. Antonio M. Fernández. Años más tarde, me tocaría tener enfrente de casa, en la calle de Víctor Hevia, en Vallobín, los almacenes de los chocolates bilbaínos "Chobil", ummm... qué olorcillo. Y aunque establecida en Siero, cómo no mencionar a "La Cibeles", anda que no merendé chocolate para ver si completaba algún álbum de cromos.
La pólvora tampoco nos era ajena. Por aquí tuvimos a la sociedad anónima "La Manjoya", sucesores de Thiry y Cía., próxima a la fábrica de mechas de los señores Herman y Millet. Y también en Oviedo estaban las oficinas de la fábrica de pólvora "Santa Bárbara", a la sazón, proveedora de pólvora prismática parda a la marina nacional, mira tú. Por supuesto, también existieron multitud de tejeras y fábricas de ladrillos; San Esteban, La Manjoya, Santa Marina, San Pedro de los Arcos, San Claudio... D. Fermín, tan documentado siempre, no se olvida de los telares, hornos, fábricas de carruajes, salazones, corchos, cera, jabones, yeso y la multitud de gremios de los más diferentes oficios.
Multitud de nombres se quedan en el tintero, así que, cualquier día de estos, lo agitaremos un poco para sacar de él más empresas locales del olvido del tiempo.

miércoles, 12 de febrero de 2014

CARTA DEL NARANCO A LOS OVETENSES

http://www.lne.es/oviedo/2014/02/12/carta-naranco-ovetenses/1541802.html

El Otero

Carta del Naranco a los ovetenses

El olvido y las agresiones que sufre el monte de Oviedo

12.02.2014 
Carta del Naranco a los ovetenses
Carta del Naranco a los ovetenses
Mis muy queridos vecinos de Oviedo:
Siglos llevo abrazando y abrigando nuestra ciudad. Siempre aquí, como un infatigable vigía, viéndoos crecer. Cuando aún no erais, yo ya estaba aquí. Desde mis privilegiadas alturas vi a la ciudad estirarse poco a poco, década tras década, como un goteo paciente y constante, hasta que, irrespetuosamente, trepa por mí.
Calmé vuestra sed con agua de mis frescas y abundantes fuentes; la misma que llenaba, generosa, los numerosos lavaderos en los que durante tantos años lavasteis vuestras ropas para luego tenderlas al verde, pintando, así, un paisaje níveo en mis laderas. En umbríos recovecos atesoraba el hielo cuando aún ignorabais lo que era un frigorífico. Mi tierra os dio frutos, alimentó vuestro ganado, os surtió de madera. De mis entrañas salió la piedra para construir palacios, iglesias o casas humildes; alguno de vuestros reyes antiguos, embelesado con mi entorno, edificó aquí su palacio e iglesia; por algo será. Abastecí de mineral a la industria, y, a día de hoy, me siguen royendo los tuétanos sin piedad alguna, masacrando mi futuro. Acogí, con gusto, el hogar de muchas familias.
Bien presumía de bosques amplios y hermosos, llenos de vida; pero poco a poco, fuisteis, insensatamente, talando o suplantando mis árboles seculares por especies foráneas que agotaron mis manantiales. Me cruzasteis de tendidos eléctricos sin ninguna compasión. ¡Cuántas veces me habéis hecho arder temerariamente! Me plagasteis de horrendas e ilegales construcciones. Cegasteis muchos de mis caminos, ¡a mí!, que tanto gozaba de sentiros respirar mi esencia. Y yo, siempre callado. Aguantando. Sufriendo por no entender que pudierais seguir viviendo dándome la espalda. Y seguí esperando. Confiando...
Con el siglo XXI creí llegado mi momento. Por fin parecía que me ibais a dar la oportunidad de recuperar buena parte de mi ser primigenio. ¡Al fin se hablaba de mí! Eso que llamáis "la administración" se hizo eco de muchas voces que ponían voz a mi angustia y decidieron crear un documento con el complejo nombre de: "Plan territorial especial supramunicipal del parque periurbano del Naranco". ¡Lo orgulloso que estaba de verme en el BOPA! Hubo otros intentos antes, otros proyectos, pero éste parecía que era el más completo, el más ambicioso, por eso me ilusioné y esperancé sobremanera. Soñé, vana ilusión, que las setenta actuaciones que contemplaba, valoradas en casi 37 millones de euros, me darían la oportunidad de transformarme en positivo para seguir, como siempre, a vuestro lado con un renovado futuro. En las hemerotecas podéis leer sobre lo mucho que se habló y lo poco que se hizo. No creo que sea preciso recordar todo lo que se pretendía llevar a cabo, pero la realidad, terca, se llevó por delante buena parte de mis esperanzas.
Se invirtieron más de cuatro millones de euros, sí, pero se quedaron también por el camino multitud de buenas intenciones que, por unas u otras razones, se fueron como el humo por la chimenea de la indolencia.
Ahora resulta que un tribunal que, al parecer, manda mucho, ha dicho que ese plan no vale, que lo pueden tirar a la papelera. No sé nada de leyes y ni necesito ni quiero saber. Lo único que sé es que confié en vosotros, creí en vosotros, tuve esperanza en vosotros... Y sigo como estaba. O peor.
Decepcionado. Triste. Desencantado. Abandonado...
Necesito poco para recuperar la ilusión, pero no más palabras, por favor, no más discusiones de números, de planes, de proyectos fatuos... ¡hechos! Obras son amores y no buenas razones, o eso dice uno de esos dichos populares vuestros que creo entender. Sumad voluntades. Derribad absurdas barreras. Arrancad muchas etiquetas estériles. No caigáis en la trampa de las confrontaciones inútiles y poneos manos a la obra.
¡Ayudadme! Solo no puedo. Vuestras manos son mi fuerza. Vuestra ilusión es mi confianza. Vuestro compromiso es mi esperanza. ¡Entre todos, seguro que podemos!
Y no olvidéis esa frase de Valentín Andrés: "Millares de siglos antes de existir Oviedo, el Naranco ya era ovetense...".

viernes, 7 de febrero de 2014

SORPRESA SOBRE EL ASFALTO

http://www.lne.es/oviedo/2014/02/05/sorpresa-asfalto/1538276.html

El Otero

Sorpresa sobre el asfalto

La necesidad de abrir los ojos para poder ver las maravillas que alegran la vida

05.02.2014 
Sorpresa sobre el asfalto
Sorpresa sobre el asfalto
Leo diariamente la prensa de cabo a rabo, con mayor inclinación, claro, hacia las noticias que tienen a Oviedo como telón de fondo. Escucho algún boletín de noticias en la radio. Procuro ver alguno de los informativos nocturnos de TV. Siempre atento a la noticia, aunque, confieso, cada vez me resulta más cansino; suele ser más de lo mismo, como habitúa a decir mi ídolo Homer Simpson: "me aburrooo". Por eso me agrada que algo me sorprenda.
Arrecia el viento sobre la ciudad en estos días invernales. Debe de andar el grajo volando bajo porque hace un frío del carajo. Tan pronto llueve, como el sol saluda, eufórico, entre las nubes veloces. Bajaba en coche por la avenida del Cristo, con más tráfico del que me gustaría, cuando vi, en medio de la calzada, ¡palabra!, aguantando el tipo entre el tráfico procesional y el viento cabezón, una planta de flores rojas. Como salida de la nada, aunque aun a riesgo de perder cierto romanticismo misterioso, supongo volada de algún tiesto cercano. Pero allí permanecía, sin moverse y sin que nadie pareciera percatarse de ella. Tuve la suerte de que el semáforo me detuviera a su lado y así pude quedar observando la escena un rato. Bajé la ventanilla para comprobar si el viento daba tregua. No. Y ¡oye!, allí seguía cual esfinge, como una imagen rescatada de alguna película surrealista, en medio de la carretera. Por si esto fuera poco, una persona empezó a tocar el acordeón y ya el conjunto fue para nota. Y la gente, como si nada, para arriba y abajo en su cotidiano deambular. No me negaréis que hay cuadros que son, cuando menos, curiosos. Rompen con una previsible cotidianidad y te asaltan y conmueven porque son capaces, por sí solos, de abrir un paréntesis chocante en una jornada previsible. Me quedé, absorto, contemplando las dichosas flores, hasta que el amable conductor que esperaba detrás rompió el encanto, faltaría más, con su estridente claxon.
Tonterías como esta -o no tan tontería- son las que sirven para cavilar un rato y llegar a la conclusión de que no hay por qué presuponer la noticia siempre agazapada tras los mismos matojos, que no necesariamente se la encuentra por los cauces normales; que lo esperable, por su condición innata, quizá no sea siempre lo mejor. Que la vida te puede sorprender en cualquier recoveco, simplemente, con abrir los ojos a lo que nos rodea. Que por fríos que soplen los vientos, aún en medio del estresante caos del tráfico mundano que nos rodee en nuestro diario bregar, puede aparecer, como la liebre del refrán popular que ya sabes cuándo salta, lo que nos haga abstraernos de una realidad, tristemente, no siempre amable y bondadosa.
Por desgracia, no es fácil hallar un bálsamo de Fierabrás que cure todos nuestros males como por arte de magia potagia, no soy un ingenuo, pero ¿a que no hay nada malo en obstinarse en dejarnos pasmar por sabe Dios qué en vete tú a saber dónde?
Miremos. Estemos atentos y dejémonos sorprender. Que no nos quiten también la capacidad de asombro. Que nadie nos privatice la esperanza. Que a ninguna mano oscura se le ocurra recortarnos la alegría, y que, ni mucho menos, ningún salvapatrias, ni propia ni ajena, nos expropie también nuestros sueños.
Doménico Estrada, escritor mejicano, lo decía también a su manera: "Allí está el fastuoso escenario de la vida para los que saben mirar un poco".