PREGUNTAS EN VOZ ALTA.
A pesar de que en nuestro entorno más cercano y personal, probablemente las cosas anden más o menos como de costumbre, no hay que ser precisamente un lince para darse cuenta de que vivimos días difíciles y duros. Hemos asistido durante meses a los prolegómenos de la tramoya de una obra de la que todos éramos conocedores en buena parte del guión, y tras su puesta en escena, no me gusta nada; afortunadamente, esta espantosa tragedia parece que está dando las últimas bocanadas aunque aún quede mucha tela que cortar; muchas, muchas heridas por cerrar y mucha justicia por sembrar, tarea difícil verdaderamente. Como no podía ser de otra forma, al igual que miles, que millones de ciudadanos de esta tierra que nos acoge, intento –confieso que en vano las más veces- de responder a un montón de preguntas: ¿por qué? ¿Por qué el hombre en tan necio?. ¿Por qué otra vez hemos llegado a este extremo? ¿Por qué no se ha podido evitar el que resonaran tan alto y fuerte los tambores de guerra? ¿Por qué tanta prisa para desencadenar una vez más el fuego de la ira?. ¿Por qué la ONU se está yendo a hacer puñetas? ¿Por qué la actitud de nuestro gobierno? ¿Por qué no puedo evitar pensar en intereses ocultos detrás de todo? ¿Por qué ahora sí, la respuesta masiva de los ciudadanos? ¿Por qué...? Muchas preguntas, pero tranquilos, tranquilos... no voy a ser tan presuntuoso como para intentar siquiera dar respuesta a una de ellas. Ya corren bastantes ríos de tinta y ya se baten el cobre tertulianos de todo pelaje en las ondas a diario. Obviamente, la guerra es un fracaso lo miremos por donde lo miremos. Ya lo decía Henry Miller “cada guerra es una destrucción del espíritu humano”. Insisto: toda guerra es un desastre. Toda guerra. Toda violencia. En cualquier forma y de cualquier modo. Pero vamos por partes que me pierdo... orden ante todo.
Vamos a ver. Volvamos al título: preguntas. Es claro la relación causa efecto entre el conflicto que nos asola y las masivas manifestaciones ciudadanas que se han vivido en todo el mundo. He asistido a las dos grandes concentraciones celebradas en Oviedo y francamente, no recuerdo ninguna anterior que hubiese congregado a tal número de personas. Pero, y que nadie me entienda mal, ni me llamen demagogo, no, no... sólo me lo pregunto... ¿no será también el momento de que la ciudadanía se movilice por fin por algo más?. Al día mueren cientos de miles de personas en el mundo de la forma más inhumana e indignante: de hambre. ¡¡40.000.000!! de personas en África según un reciente informe de organismos de la ONU están al borde de la hambruna. ¡Eso sí que es tocar fondo!. No digo que tengamos que ir a África a repartir sacos de harina o algo por el estilo, pero igual sí que va llegando el momento de una masiva movilización mayor aún a la actual para exigir a los gobiernos e instituciones que se impliquen mucho más en la búsqueda de la utopía (no quimera) de la justicia social en el mundo. Presionar para que las políticas internacionales, nacionales, autonómicas y municipales en el ámbito social sean mucho más ambiciosas. Luchar por contrarrestar las causas que producen los graves desequilibrios, los motivos que llevan a tantos millones de personas a situaciones límite. No hay que desesperar y hay que seguir manifestándose en contra de la guerra de Iraq o de la guerra que sea ¡por supuesto! Pero también quiero manifestarme para que de una vez, desaparezcan esas imágenes de niños con la mirada muerta y la sonrisa borrada porque el único “rey mago” que esperan es el apocalíptico jinete del hambre y su único futuro la muerte. ¿Dónde están las pancartas por estos millones de olvidados? ¿Dónde están las voces por las guerras olvidadas? ¿Dónde están los poderosos medios de comunicación internacionales, los políticos, los ciudadanos, etc. Clamando, por ejemplo, contra la reciente masacre que ha costado la vida a más de mil personas en la República del Congo y que apenas ha llenado una columna en la prensa? Llamadme demagogo si queréis pero creo que si la ciudadanía insistiera a sus respectivos gobiernos, como de hecho se hace ahora de forma correcta contra esta injusta e ilegal guerra, el cuento de la lechera, por ejemplo del 0,7% igual cambiaba de final. Sólo ansío un nuevo orden que luche por la Justicia en este mundo. Debemos luchar por este sueño, ¿o no? ¿Seré sólo un ingenuo...?
Vengamos ahora a nuestro país, donde me voy a hacer otra pregunta. Vivimos desde hace años una auténtica lacra: el terrorismo de ETA con todo el tejido paralelo de situaciones de injusticia que claman al cielo. Y digo yo, ¿no habría que salir a la calle por cientos de miles también, por cada muerto inocente? ¿No habría que presionar y vocear también contra los dirigentes políticos de aquellos partidos que bien por acción u omisión amparan a los que realmente quieren poner en peligro nuestra libertad? ¿No habría que llamar asesinos a los que de verdad lo son o a los que callan ante ellos? Probablemente, digo yo...
Estoy en el polo opuesto de la postura oficial del P.P en el conflicto actual, pero jamás se me ocurriría tirar aunque sólo sean huevos a sus sedes y mucho menos aún se me ocurriría impedir que cualquier miembro de ese partido, sea donde sea, pueda expresarse en total libertad. Yo tengo el perfecto derecho de manifestarme en la calle tantas veces como me salga de salva sea la parte y a protestar tantas veces como me parezca contra la actitud de mi gobierno; pero eso sí, claro está que sus miembros, o cualquier persona del partido que lo sustenta, tienen el mismo derecho a expresarse cuando y como les plazca. Ya se sabe de antiguo la vieja frase de que mi libertad termina donde empieza la tuya, ¿no? Pues eso.
Y ahora volvamos a Oviedo, que nos pilla más de cerca. Espero poder seguir participando de manifestaciones como las vividas en Febrero y Marzo, sin tener que avergonzarme porque grupos de jóvenes, por ejemplo, tomen la Catedral como si de los cuarteles de invierno se tratara, o llenen fachadas de sedes de partidos democráticos con pintura e insultos. No pretendo emular a Voltaire cuando decía aquello de “combatiré tus ideas hasta la muerte y hasta la muerte defenderé tu derecho a defenderlas”, no, no... pero creo que el espíritu de la libertad en democracia debe de ir más o menos por ahí. En fin, el tema daría mucho más de sí pero intuyo que mal abanderado es de ninguna paz y de ninguna libertad el que pisotea la libertad de los demás, ¿estaremos de acuerdo también, no?
Bueno, pues en este viaje de lo universal a lo local y tras arreglar el mundo una última pregunta que me he/ han hecho de forma reiterada e insistente, aun a riesgo de que parezca meter entre col y col una lechuga: ¿por qué te quieres meter en política? ¿Por qué quieres ser concejal? ¡¿Cómo se te ocurre, hombre?!. ¿Habría que responder porque la política esta ahí, como respondió el montañero ante la pregunta de que por qué escalaba las montañas? ¿ O habría que decir como Grahan Greene que porque “la política está en el aire al igual que la presencia o ausencia de Dios?"?. Quizá. O quizá por lo que se desprende de todo lo anterior. Porque creo en el diálogo y el consenso como camino para llevar a cabo proyectos que redunden en beneficio de las personas. Porque aunque poco pueda hacer para evitar la guerra en Oriente Medio, sí puedo intentar aportar algo en pro de mejorar de alguna manera la vida en esta ciudad. Siempre he creído eso de que la política municipal es la más agradecida porque es la más cercana a los ciudadanos y desde la que se puede hacer más por todos los que vivimos en esta maravillosa ciudad. Me gustaría contribuir, humildemente, a lograr una corporación donde a pesar de estar en posturas opuestas y desde la confrontación política, logremos alcanzar el acuerdo en aquello que repercuta en el ansiado bien común. Por encima de intereses personales o de partido debe de prevalecer el bien de los ovetenses. A todos los niveles. Diálogo. Cooperación. Pero con exigencia y sin concesiones gratuitas. Quizá pensemos que podemos hacer poco por mejorar este que parece cada vez más maltrecho mundo. Error. Hambre también es la necesidad del vecino. Me gustaría colaborar a hacer de Oviedo una ciudad donde no se valore sólo el oropel, que a lo mejor no está mal, pero que aparte de que nos den una “escoba de oro”, nos den el unánime reconocimiento porque desde las responsabilidades y competencias del equipo de gobierno al que aspiramos, se luche por conseguir una ciudad más justa, más solidaria, más habitable, más digna, más pacífica, más ejemplar, más... ¡¡ay mamá que quiero la luna!! No. No sueño. Es lo que quiero para Oviedo. Y aunque me gusten las fuentes, los magnolios, las farolas fernandinas (que ni me gustan muchas de las fuentes, ni los magnolios, ni las farolas en determinados sitios, pero bueno...), me gustaría más ver que en nuestra ciudad la pobreza desapareciera, que nuestra economía no fuera una especie de agujero negro, que los jóvenes no tuvieran que hipotecarse de por vida (y eso el que pueda) para comprar una vivienda. Que fuera un lugar donde se pueda respirar un aire limpio de humos y de mala leche. Una ciudad donde la cultura, la historia y el patrimonio, se respete y no se toque con la varita mágica de la ordinariez; donde el urbanismo no sea sinónimo de especulación y sin embargo vaya de la mano del término de Ecología Urbana que tanto puede y debe de englobar. Donde nuestro Ayuntamiento aproveche todas las sinergias con otras administraciones para llevar a cabo ambiciosos planes de empleo que ayuden a abrir la puerta del mercado laboral a aquellos que más lo necesiten. Una ciudad donde los ciudadanos no vean en el Ayuntamiento a un hambriento recaudador de impuestos que todo lo devora, sino un lugar de encuentro y participación. Que vean que su dinero se invierte en el beneficio de todos, pero sin hipotecar hasta a sus bisnietos, etc., etc. Y ahora dirán, claro, es muy fácil pintar aquí la Arcadia feliz, pero luego, si te vi no me acuerdo. Yo no prometo nada. Bueno sí. Prometo que esto es lo que quiero y prometo que lo intentaré. Y además creo firmemente en la persona que encabeza este proyecto y sé que lo va a intentar llevar a cabo con todas sus fuerzas y desde la más absoluta honestidad personal. Oviedo ha cambiado, no soy tonto y veo que la ciudad ha mejorado en muchos aspectos. Pero aún hay muchas cosas que deberían de haber cambiado y no lo han hecho. Y hay muchas que pueden y deben mejorar. Por eso quiero estar ahí. Por poner ese mínimo grano de arena en ese proyecto que aunque con dificultades, está lleno de ilusión no sólo para nuestro grupo municipal, sino para TODOS los ovetenses. Repito: TODOS. Nunca me gustaron las etiquetas ni la política del “quítate tú pa poneme yo”. No. El Ayuntamiento es de Oviedo y de los ovetenses y no de ninguna sigla que pecaría si lo secuestrara. Y tranquilos que ya voy terminando.
Os invito a todos a manifestaros una vez más; esta el 25 de Mayo, y a manifestarse de la manera mejor que se me ocurre: introduciendo un voto en la urna. Ni huevos, ni piedras, ni voces, ni pancartas... Un voto. Esa es nuestra mejor voz y nuestro mejor grito. Un grito por la libertad. Un grito por la Paz. Por la concordia. Y que cada cual coja la papeleta que estime más conveniente en conciencia. Pero que la coja. Ha costado mucho a muchos poder llegar a que un Domingo de vez en cuando, tengamos unas urnas abiertas para que pasemos de largo sin detenernos ante ellas a hacer ese gesto tan sencillo y tan importante. Por la Paz, por la Libertad, por la Democracia... por el sentido común... ¡¡Votemos!! Y al que Dios se la de, San Pedro se la bendiga...
Publicado en La Nueva España el 16 de abril de 2003.