miércoles, 18 de marzo de 2015

LA VACA QUE RÍE

El Otero

La vaca que ríe

Sobre los secretos que guardan las tallas de las puertas de la Catedral

18.03.2015 
La vaca que ríe
La vaca que ríe
¡Cuánto no se habrá escrito sobre la Catedral de Oviedo! Quizá, sencillamente, sea inabarcable. ¡Es magnífica! Entrar en ella es acceder a otro espacio. Su silencio, su luz, su espíritu, su historia, su olor... sobrecogen. Flanquear su puerta es casi sumergirse en otro tiempo. Con nosotros, son miles de peregrinos los que han cruzado esa línea invisible entre la realidad cotidiana y un espacio con un tiempo difuminado e inmensurable.
En 1723, un rayo, tal vez celoso de esos privilegios mundanos, causó importantes destrozos en la torre por lo que, aprovechando las obras posteriores, el Cabildo decidió, en marzo de 1746, que "cuanto antes manden hacer unas puertas nuevas para la Iglesia, las que sean fuertes y bien adornadas en talla y moldura". José Bernardo de la Meana fue el responsable de su factura. Germán Ramallo, coautor del libro "La Catedral de Oviedo", nos brinda información sobre estas puertas centrales: "Están formadas por dos grandes hojas completas estructuradas en tres zonas de decoración. La central acoge figuras humanas (el Salvador y Santa Eulalia); la inferior, rodeada y coronada por marcos de máscaras y animales fantásticos, y la superior en la que está la zona heráldica con el escudo de España, en la hoja de la izquierda, sobre el Salvador, y la Cruz de los Ángeles, en el de la derecha, sobre Santa Eulalia. El Salvador protege a la ciudad de Oviedo, representada por la torre de su catedral y la fachada de la capilla del Rey Casto, y Santa Eulalia regando los campos. La estructura es de castaño y los paneles labrados de madera de nogal, paneles que en origen estabas cubiertos de pan de oro y policromía".
A finales de los 80, a Luis Suárez Saro y Jesús Puras se les encargó una restauración de estas puertas, por lo que el Cabildo, hace un año, les confió de nuevo un tratamiento de "conservación preventiva" para que luzcan su magnífico aspecto actual.
Pero, ¿qué tiene que ver todo esto con el título de la vaca risueña? Lejos de mí hacer publicidad a ninguna empresa láctea. Ahora bien, datos sobre la historia de la Catedral y sus vicisitudes a lo largo de los siglos -que tenerlas, las tuvo y abondo- hay muchos y buenos, pero en el capítulo de las anécdotas de cada cuál... eso ya es otra cosa. Pues bien, mi primer acercamiento a estas puertas centrales de la Sancta Ovetensis no vino de la mano de ninguno de los muy buenos maestros que tuve en mi EGB, de ningún historiador ni de la lectura de la variada bibliografía que he ido reuniendo al respecto, sino del reto de encontrar entre las tallas barrocas ¡una vaca riendo! ¿Qué no me creen? Acérquense a la Catedral y busquen. Quizá, junto con la vaca, encuentren la misma satisfacción que aquellos niños que se contagiaban, no de la majestuosidad de la imponente construcción que nos rodeaba, sino de la sencilla y simple talla de una vaca que lleva casi trescientos años sonriendo a los ovetenses que, conservando aún la mirada cándida de un niño, quieran compartir esa sonrisa.
http://suscriptor.lne.es/suscriptor/oviedo-opinion/2015/03/18/vaca-rie/1728790.html

No hay comentarios:

Publicar un comentario