Contar lo que ves, lo que a veces piensas, lo que en determinadas ocasiones sientes... compartir una parte de tu vida en definitiva. Un blog es como abrir una pequeña ventana a tu entorno. Como dice Luis Rojas Marcos: "Internet es positivo porque nos une, nos conecta. El estar conectado nos prolonga la vida y no solamente añade años a la vida, sino vida a los años". Y Oviedo, siempre.
lunes, 19 de diciembre de 2022
TRAPERO DEL TIEMPO
Trapero del tiempo
Despedida de los lectores ovetenses tras diez años
19·12·22
El 17 de enero de 2013 abría por primera vez esta ventana a Oviedo desde las páginas de La Nueva España. En aquellas líneas parafraseaba a Umbral diciendo que escribir es la manera más profunda de leer a Oviedo. Quizá por eso haya respondido sin dudar y sin cesar a la irrefrenable necesidad de entregarme cada semana, gustoso, a la tarea de rellenar el espacio en blanco de una pantalla, sucesora de la temida página en blanco. Desde una esquina de ese páramo albo y desolado, inquieto y expectante, titila el cursor. Retándome. Esperando a que cobre vida una nueva historia. A que todas las piezas que anárquicamente rebotan entre lecturas y recuerdos ocupen su preciso espacio. Tomen forma. Son casi diez años. Tiempo de ir leyendo este Oviedo inabarcable en la gran variedad y diversidad de su multitud de páginas. Casi medio millar de miradas a pequeñas y grandes historias de Oviedo que se han ido quedando enganchadas por las orillas del tiempo. Historias compartidas en las que procuro implicarles, hacerles partícipes estimulando sus propios recuerdos. Cada semana. Cosiendo decenas de retales de mi Oviedo querido, convirtiéndome, como diría Marañón, en un auténtico "trapero del tiempo".
De todo este tiempo lo que perdura en estos regueros de tinta es un auténtico testimonio de amor. Si damos por válido que se puede llegar a amar a una ciudad, lo confieso, amo profundamente a esta ciudad que me vio nacer, en la que crecí, vivo y de la que espero disfrutar muchos años más. Todas estas páginas han supuesto, asimismo, un reto. Un desafío que me obligaba a leer, a conversar con muchas personas, a acudir a distintos archivos para rematar lo que había surgido como un chispazo que espoleaba mi curiosidad intentando hacerlo lo mejor que sé; no en vano, pretendo seguir el consejo de Pérez de Ayala cuando escribe en su novela "Tigre Juan": "Que cada cual procure hacer lo que hace lo mejor que pueda". A su juicio queda.
También he vivido esta aventura semanal como un compromiso. Pretendo ser uno más entre los que buscan continuar sacando de las sombras instantes que fueron. Trayendo al presente pedazos de realidad que, como retratados en un segundo, quedan congelados en el tiempo. Y la responsabilidad, asimismo, de ser, en ocasiones, "voz que clama en el desierto", para que prevalezca la memoria y no caigamos en la tentación de reiterar errores de nuestro pasado. No quiero que Oviedo se convierta en "La ciudad de las desapariciones" como titulaba Iain Sinclair una de sus obras.
Octavio Paz escribía en "La mano abierta" lo que pienso y siento a veces de Oviedo: "La ciudad con la que hablo cuando no hablo con nadie y ahora me dicta estas palabras insomnes".
El próximo miércoles, si usted que me lee lo tiene a bien, a partir de las siete y media de la tarde, nos veremos en el Club Prensa Asturiana. Ese acto será el epílogo a estos diez años que, gracias al diario La Nueva España, hemos compartido. Nuevas tareas me van a exigir tiempo y dedicación así que, digamos, haremos un paréntesis. Solo me resta confiar en que hayan disfrutado con estas lecturas; a fin de cuentas, solo tendrán sentido si ustedes las hacen suyas. Nos seguiremos viendo por las calles de Oviedo.
Oviedo, siempre.
https://www.lne.es/oviedo/opinion/2022/12/19/trapero-tiempo-80160236.html
martes, 6 de diciembre de 2022
LAS SILLAS DEL CORO
Las sillas del coro
Sobre la recuperación de la sillería gótica de la Catedral
05·12·22
Finales de los 60. Un grupo de seminaristas, en compañía del que fuera arqueólogo, profesor de Ciencias Bíblicas y canónigo magistral de la Catedral, Emilio Olábarri, visitan la parte superior del claustro de la Catedral. Espacio, como ya hemos comentado en su día, dedicado a desván con un suelo de tableros debajo de los cuales aún se podían ver panoyas, castañas y avellanas. Allí, cubierta de polvo y olvido, pasto de las termitas, se amontonaba parte de la que fuera sillería del coro de la nave central de la catedral ovetense. El obispo Vigil, en 1902, había mandado desmantelarla. En un principio fue trasladada a la capilla de Santa Bárbara hasta que en 1950 pasaron al claustro alto a la espera de su recuperación y restauración por los ovetenses Manuel Mariño y Luis Espino, bajo la supervisión y patrocinio del matrimonio estadounidense Dorothy y Henry Kraus quienes, en un magnífico libro titulado "Las sillerías góticas españolas" narran todo el devenir desde su primera vista a la Catedral hasta su restauración. Lo contado por el entonces joven seminarista y la lectura del libro de los Kraus, avivó, una vez más, mi curiosidad. Es especialmente llamativo cómo cuentan su llegada a Oviedo, un frío y lluvioso día de 1976. Entraron en la Catedral y se dirigieron hacia un sacerdote llevando en sus manos la carta que explicaba su misión proporcionada por el agregado cultural español en París. Tras leer la carta el sacerdote les dijo: "Pero queridos amigos, esa sillería ya no existe, fue destruida durante la revolución de 1934". El matrimonio Kraus le replicó que, efectivamente, la que se encontraba en la Sala Capitular había sido destruída, pero ¿qué había pasado con la otra mitad que estaba en la capilla de Santa Bárbara? La narración del momento merece la pena ser reproducida literalmente: "Quedose rígido, como abrumado por nuestra seguridad, y sus negrísimos ojos, coronados por sus cejas, igualmente negras, escudriñaban nuestros rostros alternativamente. Nos quedamos un poco asustados de nuestra osadía. Pero el sacerdote parecía más sorprendido que ofendido. Nos hizo un ademán con la empuñadura de su paraguas, como con resignación, y comenzó a desandar el camino en dirección al lugar de donde había salido (…) Proseguimos en silencio: pasamos una puerta sólidamente cerrada, subimos unas escaleras con un tejado lleno de goteras, atravesamos más puertas, utilizamos más llaves, caminamos por intrincados pasadizos y finalmente accedimos a un gran laberinto de almacenes intercomunicados, oscuros y fríos, con los sucios suelos cubiertos de un gran revoltijo de trozos de madera desmembrados, a menudo apilados en caóticos montones. Miramos al sacerdote con sorpresa. ¡Allí estaba la ‘perdida’, la extrañamente inmaterializada sillería baja procedente de la Capilla de Santa Bárbara!". Ojalá pudiese reproducir el resto del relato porque irradia por igual sorpresa, pena por el lamentable estado y un aprecio y consciencia del incalculable valor de aquellos trozos de madera dañada por las termitas y la putrefacción y que, prácticamente, se deshacían en sus manos. Pero allí estaban aún un ángel apoyado en un arpa, un bufón con gorro y cetro; un árbol lleno de pájaros gorgojeantes o un león de espesa melena. Junto con los restos de la sillería se encontraban cientos de libros antiguos esparcidos por el suelo. Restos del más valioso patrimonio que la historia de la ciudad, que la historia de la Catedral, tanto monta, nos había legado. Continúa el relato: "Cuando ya abajo nos quitábamos la mugre de manos y cara y nos cepillábamos el polvo de la ropa, nos sentimos incapaces de reprimir lo que pudo haberse considerado un reto insolente. El clérigo mismo reconocía la calidad única de la vieja sillería. Entonces, ¿cómo él y sus colegas podían permitir que ese arte maravilloso se desmoronase? ¿Por qué no se había restaurado y devuelto a la Catedral?". La respuesta, como podrán imaginar, tiene que ver con la disponibilidad de presupuesto. A lo que los visitantes norteamericanos respondieron: "Vamos a intentar establecer contacto con ciertas personas de nuestro país que quizá puedan ayudarnos". En la despedida, el clérigo escribió su nombre en la agenda de los visitantes: Demetrio Cabo. Deán. "Al leerlo, confusos, nos sonrojamos. ¿Era el deán de la Catedral a quien habíamos estado tratando tan arrogantemente?". Este fue el primer capítulo de una larga historia que concluyó con la restauración de una parte de la sillería de madera de nogal negro que inicialmente constaba de sesenta y nueve sillas, cuarenta y cuatro del coro alto y el resto del bajo, encargada por el obispo Juan Arias del Villar a un autor desconocido y concluida en 1498. Desde marzo de 1983 veintiocho sillas permanecen en la Sala Capitular. Para los Kraus, sillerías góticas esculpidas completamente, como la de Oviedo, son muy poco comunes en España. La sillería ovetense es de las mejores: sus baldaquinos son los más bellos de España; los respaldos, que constan de bustos de apóstoles y profetas, son también de la más alta calidad. Un motivo más para sentirnos orgullosos de nuestro rico patrimonio. Y un devenir que nos invita e incita a estar alerta para que ningún elemento artístico, histórico o arquitectónico sea motivo de olvido, maltrato o abandono.
https://www.lne.es/oviedo/opinion/2022/12/05/sillas-coro-79566600.html
martes, 29 de noviembre de 2022
AÚN EN HONROSA DEUDA CON CLARÍN
Aún en honrosa deuda con Clarín
La huella en la ciudad del autor de "La Regenta"
28·11·22
"Oviedo ha liquidado honrosamente la deuda que tenía contraída con aquel asturiano que se llamó Leopoldo Alas y que universalizó su pseudónimo de Clarín con el que firmaba sus inolvidables artículos periodísticos y sus ácidas críticas literarias". Así encabezaba el diario "El Carbayón" la noticia sobre la inauguración del monumento a Clarín el martes 5 de mayo de 1931. Como quiera que el pasado mes de mayo, al escribir sobre este monumento, habíamos dejado pendiente una continuación, retomamos la mirada sobre aquel día histórico que la prensa definía como "un acto glorioso de cultura al que se sumaron todas las clases sociales unidas por el mismo fervor contenido". El acto, que había sufrido algunos retrasos, se llevó por fin a cabo "para rendir pública y solemnemente a Clarín la pleitesía espiritual que le debía su amada Vetusta". El gobierno había enviado como representante a Álvaro de Albornoz, "discípulo predilecto del maestro". Tras la llegada de los asistentes, a mediodía, tuvo lugar un acto en el teatro Campoamor. "En la mesa presidencial se sentaron junto al señor Albornoz y otras autoridades los hijos de ‘Clarín’, don Leopoldo y don Adolfo Alas Argüelles". Finalizada la intervención del rector, el presidente de la comisión pro monumento manifestó que para él "significaba un alto honor el que se le había concedido de ofrecer al pueblo de Oviedo el monumento del insigne catedrático". Después de sus palabras intervino el alcalde, quien expresó que "a los treinta años próximamente de la muerte del simpar crítico y admirado cuentista, el pueblo de Oviedo le hace justicia ofrendándole este monumento". Continuó el alcalde Laredo: "Pudiéramos decir que ha sido tardíamente pagada la deuda, pero lo que es posible es que sea el día más adecuado, ya que para Leopoldo Alas esta época hubiera sido la por él preferida: época de democracia, de justicia, de libertad y república". Posteriormente intervino el ministro con un discurso lleno de emoción y vivencias personales como alumno de Clarín. Y finalmente llegó el turno al catedrático e hijo de Clarín, Leopoldo Alas, a quien el público recibió "con una salva de aplausos". Alas, emocionado, comenzó su discurso diciendo que "en esta ocasión le era imposible pronunciar una oración florida, porque lo que él quisiera decir es tan hondo que no puede llegar a los labios". Tras el acto, la comitiva se desplazó hasta el Campo de San Francisco para la inauguración del monumento, obra del escultor Manuel Álvarez Laviada, al que asistió "tal gentío que sobrepasaba todo cálculo, no pudiendo los guardias contener a la multitud que invadió los jardinillos cercanos al monumento". La banda del Regimiento Príncipe interpretó el himno de Riego y las hijas de don Leopoldo descubrieron la bandera tricolor que cubría el busto.
Una jornada de alegría y multitudinaria participación ciudadana que se vería ennegrecida cinco años después. El monumento a Clarín fue ultrajado poniéndole primero una cabeza de burro y dinamitándolo posteriormente como si con esta atrocidad quisieran cobrarse una venganza tardía. Juan Antonio Cabezas, bajo el seudónimo de "Boy", escribía el 6 de mayo de 1937 en el diario "Avance": "Hicieron pedazos aquellas piedras, símbolos ya, en lo que representaba su cabeza ungida de noble serenidad, y lo que perdura de su vida de luchador como emblema de su pensamiento, la verdad. Destrozaron a golpes de maza las piedras de la fuente, seca ya de rumores, y vejaron, zafios, en efigie, al que sus padres desearon vejar en vida. Y esto después de saciar su odio ancestral, su crueldad de castidad, con la vejación más trágica, con el fusilamiento de su hijo".
Hubo que esperar hasta el 25 de abril de 1968 cuando el alcalde, Manuel Álvarez Buylla, ordenó colocar de nuevo el busto de Clarín encargado en 1956 al escultor Víctor Hevia. Pero esos últimos avatares son ya otra historia que posponemos para no alargarnos en demasía.
¿Ha saldado la ciudad la deuda con Clarín? Aún no. Al monumento le falta un bajorrelieve: "La verdad libre de toda hipocresía", que nunca se restituyó. El edificio número 34 de la calle Uría, donde Clarín escribió "La Regenta", debe enorgullecerse colocando una placa que lo recuerde. Al igual que su última residencia, al final de la calle Campomanes. La Biblioteca de Asturias ha de destacar una referencia al Archivo Clarín, legado por sus descendientes. E, inexcusablemente, Clarín debe recibir el reconocimiento institucional que contempla el reglamento para la concesión de honores y distinciones del Ayuntamiento. Quizá así Oviedo "liquide honrosamente la deuda contraída con aquel asturiano que se llamó Leopoldo Alas".
https://www.lne.es/oviedo/opinion/2022/11/28/honrosa-deuda-clarin-79213289.html
lunes, 14 de noviembre de 2022
De relojes y del tiempo
La evolución de un objeto que un día fue imprescindible
14·11·22
Que vivimos atados al paso del tiempo es innegable. E inexorable. Desde la mañana, cuando el despertador nos arranca del sueño, hasta la hora en la que, rendidos, apagamos la luz, estamos pendientes del reloj. Supongo que nuestros antepasados, ya superado el guiarse por los ciclos naturales, estarían atentos al reloj de la Catedral que marcaba el curso de la cotidianidad. Clarín, en La Regenta, se refiere al reloj catedralicio en un diálogo entre Víctor Quintanar y su mujer, Ana Ozores, cuando le preguntaba si oía el reloj: "Pues sí, se oye, en estas noches tranquilas ya lo creo que se oye. ¿Nunca lo habías notado? Espera cinco minutos y oirás las campanadas... tristes y apagadas por la distancia". También el reloj del Ayuntamiento marcó los pasos de los ovetenses. Y quién no mira el gran reloj de la Estación del Norte cuando pasa por la calle Uría. Pero antes de que los móviles nos hicieran la función de reloj, despertador y lo que se tercie, era frecuente, con uno de los primeros salarios, comprarse un reloj de pulsera. Algunos tenían la fortuna de heredar el reloj paterno. En Oviedo, ciudad de indiscutible calidad comercial, no faltaron buenas relojerías, aún hoy muchas en exitosa actividad. Vamos a rescatar del olvido un par de ellas que sólo perduran en viejos anuncios vencidos. Así, en el almanaque de El Carbayón de 1883, encontramos un anuncio de la Relojería Suiza de Ramón Valdés, sita en la Plazuela de Riego, 3. Establecimiento "montado a la altura de los mejores de las grandes capitales". Aseguraba al público que siempre encontraría en su comercio "un surtido abundante y variadísimo en relojes garantizados de todas clases: cronómetros, repeticiones de horas, cuartos de hora y minutos, calendarios perpetuos, cronógrafos, segundos independientes, fases de luna, etcétera, de los más reputados fabricantes del mundo, como Patek Philipe y Compañía, de Ginebra; Alamand, de Londres; Lange y Asman, de Alemania...". Por si fuera poco, el Sr. Valdés ofrecía "infinidad de clases de relojes de todos precios, de oro, plata y níquel, que pueden adquirir, por su extremada baratura, aun los más humildes trabajadores". Ofertaba la Suiza, además, "magníficos relojes para habitaciones, montados en mármol, bronce, alabastro y madera tallada; reguladores para despacho, despertadores, candelabros, barómetros y otros objetos para decoración y adorno; leontinas de oro para señoras y caballeros; leontinas de plata, doublé, níquel y acero desde el ínfimo precio de 2 reales en adelante". Por último, en un anuncio que, seguramente no cobraban por palabras, llamaba la atención "sobre lo reducido de sus precios y la superior calidad de los artículos que no admiten competencia, como lo prueba el que vendo para señora relojes de oro de 18 quilates por 45 pesetas". Ahí queda eso.
En 1888 se anunciaba la "Relojería Bravo", Altamirano, 9. Acreditada relojería con más de 70 años de existencia "montada a la altura de las mejores donde sus constantes favorecedores y público en general encontrarán un escogido y reciente surtido en relojes de todas clases". No faltaba la publicidad de sus talleres, "montados con los aparatos más modernos donde se hacen toda clase de composturas y precios reducidos, garantizándolas, así como las ventas".
Cada vez que hablo de relojes no puedo evitar pensar en ese proverbio africano: "Vosotros, los europeos, tenéis los relojes, pero nosotros tenemos el tiempo". Tal vez tengan razón.
https://www.lne.es/oviedo/opinion/2022/11/14/relojes-tiempo-78526998.html
lunes, 7 de noviembre de 2022
LA FERIA DE NOVIEMBRE
La feria de noviembre
Sobre la historia del certamen ganadero de Todos los Santos
07·11·22
No cabe duda de que a los ovetenses nos gusta la fiesta. El calendario festivo local siempre estuvo bien nutrido. Comenzaba el 2 de febrero con la romería de las Naranjas en el entorno de San Pelayo, la fiesta de las Candelas, y concluía en diciembre con los festejos en honor a nuestra patrona, Santa Eulalia de Mérida. No es de extrañar el dicho que nos define como "xente d’Ovieo, tambor y gaita". Entre las fiestas más concurridas se encontraban las ferias de ganado. En Oviedo había tres: La Ascensión, San Mateo y la de Todos los Santos. La de la Ascensión, cerezas en Oviedo y trigo en León, aún perdura, aunque ya no sea en uno de aquellos jueves que brillaban más que el sol. La de San Mateo, polvo en el olvido. Misma suerte corrió la de Todos los Santos a la que hoy vamos a dirigir nuestra mirada. Para ello nos ayudaremos de Fermín Canella que tanto y tan bien contribuyó al conocimiento de Oviedo; historia inabarcable. Pues bien, la Feria de Todos los Santos fue concedida por Fernando IV en 1302 y tenía una duración de 15 días comenzando con la celebración de San Lucas, el 18 de octubre. Tenía carácter de franca o privilegiada "con exención de alcabala, portazgos y otros derechos para los cristianos, moros y judíos que concurrieran; a su celebración se pusieron inconvenientes a fines del siglo XV, pero fue la continuación de la feria amparada por los Reyes Católicos". Como recoge Canella, debió ser por esas fechas cuando se retrasó al 1 de noviembre, hasta 1775 en que por Real Decreto de Fernando VI se dispuso fuese en los días 20 a 28 de octubre "por conveniencia de los ferieros y en relación con otras ferias de Castilla". El lugar donde se celebraba fue cambiando a lo largo del tiempo. Durante muchos años se celebró en las antiguas calles de Mercaderes, lugar de residencia de la comunidad judía, luego llamada la Picota, de la Universidad y finalmente Ramón y Cajal. Otro lugar era el Campo de la Lana, limitado por las tapias de la huerta del antiguo convento de Santa Clara derribadas en 1845 y desde 1869 calle Argüelles. También el Campo San Francisco fue lugar de mercado. Posteriormente se celebró en la Puerta Nueva baja, en la zona actual de Arzobispo Guisasola, conocida durante los siglos XVII y XVIII como calle de los Ángeles y que, en todo ese tiempo, según recoge otro ovetense esencial, José Ramón Tolivar Faes, con el nombre de Puerta Nueva se designaba a la actual calle de la Magdalena. En Arzobispo Guisasola se encontraba también el lugar conocido con el nombre de San Roque. Como cuenta Tolivar, el 23 de junio de 1831 se señaló el Campo de San Roque para trasladar, los jueves de cada semana, el mercado de vacuno que hasta entonces venía celebrándose en el Campo de los Patos, y cuando en 1878 se inauguró en San Roque un matadero municipal, adquirió la calle la característica vitalidad que habría de durar poco más de cien años pues el lugar fue totalmente arrasado en la guerra española. También el mercado de Todos los Santos encontró cobijo en San Lázaro y Pumarín.
En fin. Ecos de una época en la que el comercio de ganado cobraba una relevancia especial, algo lógico en una sociedad en la que la ganadería tenía un peso importante en un concejo como el nuestro que contaba con una importantísima parte rural que, por fortuna, aunque en menor medida, aún conservamos.
https://www.lne.es/oviedo/opinion/2022/11/07/feria-noviembre-78227789.html
miércoles, 2 de noviembre de 2022
NOCHE DE ÁNIMAS
Noche de ánimas
Los encantos y misterios de las visitas a los cementerios
02·11·22
Las modas mandan. Se impone el Halloween importado por más que su origen tenga raíz, probablemente, en tradiciones celtas arraigadas desde antiguo en Asturias. Las visitas a los cementerios van a menos, aunque, en contraste al ocre dominante del otoño, todavía floristerías y bazares se llenan de los multicolores crisantemos propios de estas fechas. A pesar de todo, aún son miles los ovetenses que acuden a los cementerios a recordar a quienes nos precedieron. Preservarlos en nuestra memoria es la mejor forma de que no se vayan del todo. Seguro que muchos conservan en sus recuerdos las obligadas citas a los camposantos. Mi memoria se retrotrae a la visita en compañía de mis padres al cementerio de Santa Marina de Piedramuelle, donde yace mi abuela paterna a la que no tuve la fortuna de conocer. Un sencillo cementerio rural del que perdura en mí el recuerdo del olor de las lamparillas de aceite mezclado con el de las flores frescas y la tierra húmeda. Y, cómo no, el cementerio de San Pedro de los Arcos en el que muchos ovetenses dijeron adiós a sus seres queridos, protagonista de tantos sucesos trágicos en el turbulento siglo XX y que, durante unos años, fue para los escolares del colegio morbosa continuación del patio de juegos. Junto con el de Santullano, los dos cementerios parroquiales que sobrevivieron hasta no hace tanto. Pero dejemos estas remembranzas para otra ocasión y centrémonos en la noche de ánimas. Antes del «truco o trato», a lo largo de toda Asturias se contaban leyendas e historias que, cuando los pequeños las escuchábamos, sabíamos que el miedo nos invadiría, sí, pero la atracción fatal se imponía. Mi madre juraba que, viviendo en Los Casones del Vallobín, vio pasar por delante de casa a una vecina fallecida hacía días. Se me erizaba el vello cuando oía contar que vecinas habían sentido la presencia de difuntos con total claridad. Y una de las leyendas más apropiada a estas fechas, en la que la frontera entre los vivos y los muertos se desdibuja, es la de la Güestia, una «hueste» o procesión de almas en pena. Como recoge, entre otros, Aurelio de Llano en su libro «Del folclore asturiano, mitos, supersticiones y creencias», eran muchos los que creían verla de noche por los caminos, vestida de blanco, con velas encendidas, tocando una campanilla y mascullando rezos y cantos fúnebres; golpeaba a las personas que encontraba a su paso y les decía al mismo tiempo que les daba un palo o una bofetada: “¡Andar de día que la noche es mía! Otras veces al cruzar campos decía: “¡Cuando nos éramos vivos andábamos a estos figos y ahora que somos muertos andamos por estos huertos! / ¡Andar, andar hasta el tueru de la figar! Los campesinos, cuando se cruzaban con la Güestia, si les daba tiempo, trazaban en el suelo un “cercu” y se metían dentro. Ese círculo era respetado por la Güestia. El clérigo Antón de Marirreguera, primer poeta en bable, escribió: «Será acaso, en estornín tornado / l’alma d’un aforcado / o la Güestia que bien del otro mundo, / y sal de los llamales del profundo».
Era costumbre, asimismo, en esta noche, cenar en las tumbas de los familiares, dejar agua y pan a la entrada de los cementerios y velas o nabos ahuecados y rellenos de carbón con el fin de iluminar los caminos para guiar a las ánimas en su camino hacia la luz.
En cualquier caso, mejor cruzarse con unos inocentes niños que vayan pidiendo caramelos que con esta procesión de ánimas que, vaya usted a saber, igual pasa como con las meigas: haberlas, haylas.
https://www.lne.es/oviedo/opinion/2022/11/02/noche-animas-78016324.html
lunes, 24 de octubre de 2022
¡MARCHANDO UNA DE CALLOS!
¡Marchando una de callos!
Sobre los templos ovetenses del tradicional guiso
24·10·22
Acabamos de dejar atrás una de las tradiciones gastronómicas más arraigadas de Oviedo: el Desarme. Seguro que muchos de ustedes disfrutaron de los garbanzos con bacalao y espinacas, callos y arroz con leche. Un manjar. Pero vamos a centrarnos en uno de los platos del menú: los callos. Cuando mis padres se iban de viaje una temporada y no me quedaba más remedio que ser autosuficiente, nunca faltaba en la despensa una lata de callos de "La Tila". En nuestras salidas montañeras de varios días, y cuando aún soportaba una mochila bien cargada, tampoco faltaba una lata de callos. Siendo niño, recuerdo las alabanzas que recibían los callos que preparaba mi tía Julia en el Pisón, en la Lloral. Me consta, asimismo, el reconocimiento del que gozaban los preparados en el Bar Tuña, en la Avenida de Colón. Y, cómo no, en una ciudad con tan dilatada y afamada tradición hostelera, no fueron pocos los establecimientos que se especializaron en este suculento plato. Acudo a "Hostelería del viejo Oviedo" de Luis Arrones, un texto esencial, y así descubrimos alguno de estos lugares. Entre 1906 y 1943, en la calle Pelayo, estuvo Casa del Rey, casa de comidas, bar y sidrería donde paraban los autobuses con servicio a Noreña y Llanera. Su especialidad, junto con los callos, era la fabada y la tortilla de setas.
En un edificio de la calle Independencia, derribado para la apertura de la nueva vía Ingeniero Marquina, estuvo, desde 1911 a 1961, Casa Patas, un local bastante "desastre" pero con numerosa clientela no sólo de Oviedo. Se llegó a decir, "los mejores callos de España eran los que preparaba Casimira". Según explicaba la propia Casimira y recoge Arrones, "el secreto consistía en buscar los callos de buena calidad. Si no los encontraba en Oviedo, iba hasta El Berrón, Noreña, Pola de Siero… o bien iba encontrando unos de aquí, otros más allá". Para el Desarme llegaba a preparar hasta cien kilos. "¿Se hace usted siquiera una vaga idea de lo es nada más limpiar ochenta o cien kilos de callos? Había que rascarlos previamente para quitarles toda suciedad. Y luego, uno y otro y otro lavado hasta que quedasen blancos como la manteca. Era agotador", narra Casimira. Pero el "secretillo" estaba, además de la buena selección de ingredientes, "en que deben de llevar patas frescas de ternera, manos de cerdo y un refrito con bastante jamón. Y todo ello dejarlo cocer a fuego lento para que no se peguen. Eso es todo".
Otro de los lugares en los que, junto con la merluza a la cazuela, destacaba entre sus especialidades los callos era El Cantábrico. Nació en 1875 como tienda mixta y cantina. Se ubicaba en la esquina de Nicolás Soria y la Avenida de Santander. Fue uno de los principales lugares para comer el Desarme. Curiosamente fue con el Desarme con el que se puso punto final a este local. "Hubiéramos querido cerrar primero o de mantener el negocio hasta estas fechas, haber dejado de preparar el Desarme, pero era tal la cantidad de compromisos que teníamos…". Trasladado al otro lado de la calle permaneció abierto hasta 2009.
Cualquiera de estos establecimientos daría para contar mucho más. Sólo resta para completar estas líneas incorporar aquellos bares, chigres, tascas o restaurantes cuyos aromas, cantares, imágenes y sabores permanecen en sus propios recuerdos. Seguro que en alguno de ellos dieron buena cuenta de unos deliciosos callos que, ahora mismo, estarán regustando.
https://www.lne.es/oviedo/opinion/2022/10/24/marchando-callos-77628751.html
Foto: Bar "El Cantábrico". Cortesía de Santiago López García.
EL PILAR EN PILARES
El Pilar en Pilares
Sobre las fiestas del barrio ovetense y su edición de 1934
11·10·22
Seguro que recuerda su fiesta favorita, esa que retiene en lugar privilegiado en los anaqueles de su memoria. Tal vez la del pueblo de sus padres o abuelos. Quizá la de su barrio. O la semana grande de su ciudad. Pero sea la que fuere, seguro que hay una que, al evocarla, le dibuja una sonrisa. La fiesta que a mí me marcó fue la de Vallobín, Nuestra Señora de los Ángeles, en la primera semana de agosto. Fechas en las que los banderines, los arcos de luces, los pasacalles, los caballitos y las verbenas me hacían vivir una auténtica semana mágica. Casi todos los barrios celebraban sus propias fiestas. Hoy vamos a recuperar las fiestas de Nuestra Señora del Pilar, cuya cofradía había sido fundada en 1916, muy posiblemente como contestación al derribo del acueducto el año anterior. Su presidente fundador fue Aurelio Suárez. Comenzó con veinticinco socios llegando, en sus mejores momentos, a los dos mil. Durante años, se celebraban en el entorno de los Pilares, que, como dice el álbum de las fiestas de 1934, es un barrio "amurallado por grandes terraplenes adornado por el antiguo acueducto que le dio el nombre, y cercado por el camino de ferrocarril, como reptil sudoroso y anillado, que jadea la locomotora, llenando el espacio con el negro aliento de su nariz disforme, mientras los muñecos humanos (muchos, vecinos del barrio), cual chamuscados diablejos, la alimentan y atienden con laboriosidad y esmero". El programa de festejos, de tres días, incluía concurso de bolos, conciertos de las bandas de música de la Residencia Provincial y la Musical Ovetense que "a los acordes de airoso pasodoble se situarán en distinto lugar para amenizar la gran iluminación eléctrica que se celebrará en el barrio con asistencia de gaitero, tamborilero y otros atractivos". La primera jornada concluía con la "elevación de un hermoso globo". Por supuesto, imprescindible en toda fiesta que se precie, el reparto del "sabroso bollo con chorizo y litro de exquisito vino tierra de León o una botella de vino blanco terciado de la Nava". Otro clásico en las fiestas: el partido de fútbol. En este caso "en un campo próximo a la carretera de los Monumentos". Tampoco podía faltar la romería en los campos de San Pedro con las mismas bandas de música, gaitero y tamborilero. Completaban el programa concursos de llave y rana, sorteos de "infinidad de regalos" entre los socios, sorteo de "veinte cartillas de ahorro del Banco Central de esta localidad con la imposición de una peseta entre los socios menores de siete años" y para acabar la tercera jornada, "última iluminación eléctrica en la cual se organizará alguna sorpresa para animación de los asistentes".
Para el antropólogo Honorio Velasco "en la fiesta la comunidad cobra relieve. Las gentes ocupan los espacios comunes y allí, al amparo de sus símbolos materializan su identidad social. Las fiestas movilizan a todos, la participación es general y en ellas se expresa y ejerce la condición de miembro de una comunidad. Posiblemente no haya mecanismo social con tan especial magia de convocatoria y participación. La fiesta hace sociedad o, al menos, crea la ilusión de comunidad".
Así lo viví yo. Y, supongo, así lo habrán vivido ustedes.
https://www.lne.es/oviedo/opinion/2022/10/11/pilar-pilares-77100940.html
miércoles, 5 de octubre de 2022
UN BAR CON SOLERA
Un bar con solera
La Belmontina, un establecimiento histórico en la ciudad
03·10·22
Piensen en el nombre de un bar que les resulte significativo. ¿Ya...? Seguro que no les hizo falta más de un segundo para evocar el nombre de un establecimiento que haya formado parte de sus vidas. Por no escurrir el bulto les diré alguno. La Herradura en Vallobín. Vasos de agua para mitigar la sed en medio de las diarias correrías. De casera de naranja o sifón cuando había alguna peseta en el bolsillo. Primeras partidas a la máquina del pinball. Primera televisión en color en el barrio donde los sábados veíamos los dibujos animados gracias a la infinita paciencia del bueno de Luciano... El Abuelo. Iniciación a la cerveza. ¡Y qué pinchos de tortilla! El Marvi, también en el barrio. Horas y horas de tertulia y reuniones para cambiar el mundo con un vino y, si alguien se estiraba, unas patatas bravas. Ninguno existe. El tiempo, ya se sabe, va cobrando su factura. Pero hay bares que aguantan y han visto pasar ante su barra a multitud de ovetenses. Es el caso de La Belmontina. Uno de los más antiguos de Oviedo, sino el que más. Nació en los años veinte como bar y pensión en la plaza de la Catedral de la mano de Plácido Hevia y Pilar Menéndez, apodada La Belmontina por ser originaria de Belmonte de Miranda. Tras los daños sufridos en la Guerra Civil, se instala en el rincón de la calle del Águila, donde se ubica actualmente, en un lugar que antes había sido la sacristía de la vecina iglesia de San Juan. Hace cuarenta y nueve años tomaron las riendas del negocio los tinetenses Paz Muñiz, Pacita, y Manolo, quien, ya jubilado, y como me cuenta su hija Belén, no falta a su diaria partida de chinchón. Tuve la suerte de compartir un café con Belén y sentir su cariño y pasión por un negocio que regenta desde hace trece años aunque ya desde niña colaboraba con sus padres. Hablar con Belén es sentir que estamos ante algo más que un bar. Ante algo más que un negocio. Entre esas paredes está su vida. Creo no equivocarme si digo que su mayor orgullo es constatar cada día que sus clientes se sienten como en casa. Una clientela fiel que, a su vez, atraen nuevos clientes al contagiar sus propias sensaciones. A ver quién se resiste a la calidad que ofrece en platos tan exitosos como la carne guisada, los callos, los rollos de bonito o los huevos fritos con chorizo. No en vano, como ella mismo reconoce, "La Belmontina es La Belmontina por nuestros clientes. Son nuestros amigos".
Tantos años de historia hostelera en Oviedo dan para multitud de anécdotas y sucesos. Uno de los más renombrados fue el conocido como "crimen de La Belmontina". Sucedió en 1956. Unos clientes jugaban su partida de cartas. En medio de la partida surge una fuerte discusión. Uno de los jugadores, limpiabotas de profesión, sale del local corriendo. Su rival lo persigue y le da alcance en una calle próxima. De un navajazo lo mata. Un episodio que pasó a los anales de la crónica negra local.
En una de sus mesas se reunían habitualmente una de esas tertulias tan frecuentes en años pasados; hubiera dado algo por asistir como discreto oyente y escuchar a Macrino Suárez, Plácido Menéndez Arango, Lorenzo Cordero y José Manuel Nebot.
Pero lo importante es que hoy sus clientes siguen disfrutando de un bar que conserva parte de ese espíritu pasado pero que sigue formando parte de la rica tradición hostelera ovetense. Y por muchos años.
https://www.lne.es/oviedo/opinion/2022/10/03/bar-solera-76686622.html
UN TEATRO MERECIDO
Un teatro merecido
Sobre la construcción del Campoamor, inaugurado hace 130 años
26·09·22
Disfruto mucho mirando fotos antiguas. Reflejan momentos congelados en el tiempo. Rostros anónimos que han quedado grabados para siempre en una instantánea y de los que poco sabemos. Ni su nombre. Ni de dónde venían. Ni a dónde iban. Una cara que, en un juego con el tiempo, propone multitud de preguntas. Y una de las que me planteo cuando veo en algunas de ellas a personas claramente procedentes del entorno rural es qué sentirían al ver, por ejemplo, la Casa Conde, proyectada en 1904 por Juan Miguel de la Guardia. O el edificio del Círculo Mercantil, en Marqués de Santa Cruz, diseñado por Julio Galán Carvajal en 1912. O el magnífico chalet de Hermógenes Olivares o Palacio de Rodríguez Sampedro, obra del arquitecto Aguirre de 1833. No podía ser una mirada indiferente. Supongo que mi abuelo paterno, José, nacido en 1877 en Latores, vendría alguna vez a la ciudad quizá acompañado de mi bisabuelo Fernando Antonio. Imagino que contemplar todos estos ejemplos de la magnífica arquitectura que albergó nuestra ciudad no les dejaría indiferentes. Pero faltaba un edificio que la naciente burguesía local reclamaba: un teatro. El teatro de Comedias de El Fontán era pequeño, húmedo y frío. El 24 de abril de 1876 el alcalde José Longoria Carbajal constituye una comisión para "estudiar con discernimiento la forma y términos en que pueda realizarse la construcción de un nuevo teatro". A tal fin, convoca una reunión de vecinos "para procurar los recursos precisos". La comisión estaba formada, además de por el propio alcalde, por los señores Caicoya, Casielles, Masaveu, Buylla, Polo, Prado, Rodríguez del Valle, Zabaleta y Fernández Ponte. En un primer momento deciden construirlo en El Fontán pero, pese a la inicial acogida entusiasta, decae. El 2 de enero de 1882 la Corporación retoma el asunto valorando "la necesidad de un teatro digno de esta culta ciudad y del gran desarrollo que habrá de tener antes de pocos años. La imposibilidad de que se constituya una empresa para la edificación del coliseo es también palmaria. En tales circunstancias sólo cabe que el Ayuntamiento haga un sacrificio pequeño si se compara con los beneficios que proporcionará a la ilustración y moralidad de sus representados". Después de una campaña para la obtención de fondos se publicitan las bases para el concurso de proyectos con un presupuesto máximo de 300.000 pesetas. Expirado el plazo, el Ayuntamiento recibió de manos del arquitecto municipal, De Bolomburu, un proyecto remitido desde Madrid por los arquitectos Siro Borrajo y Montenegro y José López Salaberry. Tras su examen se concluyó que sumaba "todas las consideraciones científicas y de consideración práctica" por lo que fue aprobado. Pero faltaba un pequeño detalle: la ubicación. Hasta que el nuevo arquitecto municipal, Juan Miguel de la Guardia (siempre esencial) sugirió al alcalde en febrero de 1883 situarlo en la plazuela de Santa Clara, antigua huerta conventual. En mayo, De la Guardia, estaba ya dirigiendo las excavaciones de los cimientos. El 27 de junio, un emocionado José Longoria colocó la primera piedra. Meses de dificultades financieras y algún problema técnico parecían abocar el proyecto al desastre. Pero todo se supera y, a partir de la primavera de 1889, las obras cobran nuevo impulso gracias al empréstito de 200.000 pesetas conseguido por el Ayuntamiento. En la sesión municipal del 10 de mayo de 1890, el concejal Leopoldo Alas propuso que se le otorgase el nombre "del poeta asturiano más ilustre", Ramón de Campoamor, propuesta aprobada por unanimidad. Tras un sinfín de contratiempos económicos, administrativos y legales que daría para otra historia, por fin, el 17 de septiembre de 1892, el Teatro Campoamor abrió sus puertas con una representación de "Los Hugonotes" tras unos días de gran expectación que llevó a los responsables, durante las pruebas de iluminación, a abrir las puertas al público "para evitar conflictos si se persistía en el propósito de sólo permitir la entrada a determinadas personas". A partir de ahí continúa la historia. Lo que sí creo que puedo afirmar es que mis abuelos no tuvieron la ocasión de sentarse en sus butacas y sentir, al subir el telón, lo que muchos sí tuvimos la fortuna de vivir: envolvernos en una burbuja en la que los sentimientos, como un sutil hormigueo, fluyen serenamente regalándonos momentos únicos y las emociones, mecidas por la música, nos ofrecen un mágico e incomparable paréntesis de paz.
https://www.lne.es/oviedo/opinion/2022/09/26/teatro-merecido-75891302.html
lunes, 19 de septiembre de 2022
AMÉRICA EN ASTURIAS... Y EN LA MEMORIA
América en Asturias... y en la memoria
La huella que deja en el recuerdo el disfrute del día de las carrozas en plena infancia ovetense
19·09·22
Tarde de septiembre sin colegio. Nervios e inquietud. Se acerca la hora. Toca poner la ropa de fiesta. A medida que nos acercamos a las calles del centro se incrementa el rumor de la multitud. Buscamos un buen sitio. Poco a poco me cuelo entre el gentío para ponerme en primera fila. No quiero perder detalle. Es un día excepcional. De pronto, por Uría, enfilan los grupos folclóricos, las bandas de música. Las majorettes. Los abanderados italianos. Las deslumbrantes carrozas como sacadas de un cuento. Oviedo se dibuja con miles de trazos de serpenteantes colores. En el aire se cruzan las músicas de aquí con otras más lejanas y casi exóticas. Mi mirada no abarca tanto. Demasiados detalles. Los colores de los trajes asturianos se funden en perfecta simbiosis con la indumentaria polícroma de los que desandan el camino en sentido inverso al que lo hicieron tantos asturianos que dejaron atrás tierra, familia, amigos, amores, esperanzas y, para siempre, un trozo de su corazón. Pero todo me parece sensacional. Magnífico. Como si el regreso de la cotidianidad que presagia el fin del verano saltara por los aires con un esplendor difícil de imaginar.
Cuentan que a finales de los años 40 un artesano fallero valenciano comentó refiriéndose a la calle Uría: "Tienen ustedes una de las calles más bonitas de España para desfiles y cabalgatas". Desconozco si, como leí en algún sitio, Alfonso Iglesias oyó esa frase y fue la chispa que le encendió la idea para crear un gran desfile que sirviera como homenaje a los muchos emigrantes asturianos a América, que en verano volvían haciendo gala de su riqueza, especialmente de sus lujosos "haigas" por un Oviedo con apenas coches. Lo de "Haiga", como saben, viene de una frase atribuida a los "nuevos ricos" que al ir a comprar un coche pedían el más caro que "haiga". El primer desfile se celebró el 23 de septiembre de 1950 y congregó a miles de personas fascinadas por el lujo de casi 60 haigas engalanados de flores y banderas, nueve bandas de música y las carrozas. LA NUEVA ESPAÑA del 24 de septiembre de 1950 informaba sobre los ecos del novedoso desfile: “La fiesta más fina, más alegre, más fraternal, más comprendida, más penetrante, más rica, más españolamérica que hemos visto, ha sido la de ayer, organizada por la SOF, incorporada para siempre a las fiestas ovetenses y evidenciadora al mismo tiempo, de la capacidad, entusiasmo, sentido artístico y hasta sentido psicológico de sus organizadores. Loor a ellos y a cuantos han contribuido a que la esplendidez y la gracia se hubiesen hermanado tan patentemente”. Continua la crónica: “Cuando Oviedo dice “aquí estoy”, es tan señor, tan ponderado, tan afectuoso y tan noble que no hay lugar en el mundo donde puedan aventajarle”.
Calles repletas de miles de personas llegadas de toda Asturias en trenes especiales. La mayoría de asistentes lucía una banderita que los identificaba como colaboradores de la fiesta; la SOF había solicitado ayuda para recaudar el presupuesto de 102.634 pesetas de ese primer desfile que estuvo formado por doce carrozas, al frente de las cuales figuraba la sección motorizada de la policía local y, tras ellas, medio centenar de “haigas”. Las carrozas, instaladas en camiones, recreaban distintos pasajes de la vida del emigrante: “La aldea”, “La despedida”, “El desembarco”, una dedicada a México, otra con una pareja de gauchos danzando en medio de un paraje de la Pampa. Una más llamada “América” con un gran abanico compuesto con las banderas de los países latinoamericanos. “El retorno”, un globo terráqueo sobre el que destacaba un lujoso avión, costeada por la SOF. Cuatro más, del Ayuntamiento de Llanes, representando el mar, un jardín romántico, un cisne gigante y una escena musulmana. Cerraba el desfile una carroza aportada por la Fábrica de Armas que llevaba el nombre de “España”. En fin, como relataba este mismo periódico sobre aquel primer desfile: “Gracias a todos los que fueron causa de tanta pompa, de tanta donosura, de tanta gracia como la derrochada ayer en Oviedo con la brillante cabalgata del Día de América en Asturias”. Un día que, muchos años después, hoy, admiraré como si nada hubiera cambiado ni el tiempo hubiera pasado. Desde los ojos del niño que fui.
https://www.lne.es/oviedo/opinion/2022/09/19/america-asturias-memoria-75614887.html
lunes, 12 de septiembre de 2022
LA PERDONANZA DE OVIEDO
La perdonanza de Oviedo
12·09·22
Oviedo, un año más y por fin libres de restricciones, está de fiesta. Para encontrar los orígenes de esta semana festiva debemos remontarnos más de diez siglos atrás. Una tradición que proviene de unos privilegios otorgados en su día a la ciudad por considerarla como un auténtico relicario que acoge las Cruces de Oviedo y que atraía a multitud de peregrinos. La celebración del Jubileo de la Santa Cruz o Perdonanza era ya un acontecimiento en el siglo XVI. En el año 1537 se hablaba de procesión solemne por las calles, con el obispo vestido de pontifical portando la Santa Bula, de tapices colgando de los balcones y de antorchas luciendo noche y día en la Catedral. En el año 1563, en la tarde del 29 de agosto, "a toque de tambor y de pínfano, se manda la Perdonanza por las calles y plazas, que a media noche repiquen solemnemente las campanas y que a la mañana siguiente se toque música en la torre". A las 9 de la mañana deberá hacerse procesión con la Bula del Jubileo. Se mostrará el Santo Sudario, se rezarán maitines a media noche según la antigua costumbre, arderán lámparas toda la noche alrededor del coro. Se abrirá la puerta tapiada de la Cámara Santa hasta el final del Jubileo, como narra Enrique López Fernández en el libro "Las reliquias de San Salvador de Oviedo".
Es conocido que Alfonso II el Casto, una vez dispuesta la Cámara Santa, obtuvo del Papa indulgencias para todos aquellos que visitaran las reliquias. En la escritura de fundación de la Cofradía de la Cámara Santa se explica la llegada de las reliquias en un arca procedente del cercano Monsacro donde el rey Alfonso las depositó en una Cámara que llamaron Capiella de los Ángeles, y que contó, más adelante, con la donación de la Cruz de los Ángeles en el 808. La Cruz de la Victoria, de Alfonso III, llegaría un siglo más tarde. También a Alfonso II se debe la llegada de las cenizas de Santa Eulalia, traídas desde Santianes de Pravia. Estas reliquias fueron objeto de veneración desde antiguo y, aunque se encontraba entre ellas el Santo Sudario, éste no se menciona hasta el año 1075 cuando se abre el Arca Santa para inventariar su contenido a petición de Alfonso VI. No fue el Sudario protagonista hasta varios siglos después, por lo que las reliquias que motivaron el Jubileo son las cruces, especialmente, la Cruz de los Ángeles, por eso el Jubileo es conocido como de la Santa Cruz añadiendo el término de Perdonanza como símbolo de la alegría por el perdón. En Oviedo, el Papa Clemente VI, a petición del obispo Juan Sánchez, concedió en octubre de 1344 numerosas gracias y perdones "a todos cuantos quisieran ser cofrades de la santa Iglesia de San Salvador". Posteriormente, los capitulares solicitaron a la Santa Sede la gracia de un Jubileo como corresponde a un templo de la importancia de la Catedral de San Salvador. El Papa Eugenio IV en una Bula concede la indulgencia plenaria a cuantos visitaran la Catedral de Oviedo el día de la Exaltación de la Santa Cruz o una semana anterior o posterior; sabido es que los españoles somos de dejar las cosas para última hora, por lo que solía visitarse mayoritariamente en la semana posterior, congregándose más número de asistentes el 21, San Mateo, convirtiéndose así en el día más festivo.
Durante tiempo era costumbre colocar unas banderas rojas en la torre para señalar el periodo de la Perdonanza, tradición que este año, felizmente, se recupera. Como se recupera la mostración de la Cruz de los Ángeles en las misas entre los días 15 y 20.
Cuando los peregrinos regresaban a casa llevaban consigo unos regalinos o perdones. Así que si vienen por aquí estos días, cumplan, no vayan a decirles: "Fuistite a la romería, no me trajisti perdones, en veniendo les mayuques, maldita la que me comes".
En fin, un recorrido por nuestra historia para, una vez más, ser conscientes de que en el remoto pasado podemos hallar las respuestas a muchos hechos de nuestro presente.
https://www.lne.es/oviedo/opinion/2022/09/12/perdonanza-oviedo-75317154.html
FIESTA EN EL NARANCO
Fiesta en el Naranco
05·09·22
Oviedo ya no es la ciudad que sesteaba en el estío a la espera de que, con el mes de septiembre, el regreso de los veraneantes y los, para mí, temidos anuncios de Galerías Preciados de la “Vuelta al cole”, retomara su tono vital. San Mateo era la guinda del pastel. Días de fiesta que lanzan a los ovetenses a la calle a compartir diversión. Pero antes, Asturias tiene otra cita: Covadonga. Oviedo, por supuesto, no es ajeno a esa cita. El Centro Asturiano, desde la “resbalada planicie” del Naranco, tiene el honor de inaugurar este mes festivo como así sucedió el pasado viernes con el pregón a cargo del periodista ovetense Carlos Franganillo. Y, cosas de la curiosidad, me pregunto, ¿desde cuándo celebra el Centro sus fiestas? En agosto de 1968, la junta sugería la conveniencia de “la celebración de un día del club con reparto de bollo y vino”. Pero hubo que esperar hasta 1974 para que la directiva iniciase la llamada “Jira”; no confundir con la Jira que la Sociedad Amigos del Naranco y la Coral Vetusta instituyeron con notable éxito en 1929 y que se mantuvo hasta 1936. En septiembre de 1974, el Centro Asturiano organizó una Jira con “alicientes regionales”. Misa de campaña con gaita y tambor e invitación posterior a los socios a “sidra natural de espicha”. La jornada estuvo amenizada por los grupos de Coros y Danzas de Avilés, además de “los ases de la canción asturiana Josefina Argüelles y Enrique Palacio el abogau”. Un programa sencillo pero en el que “tampoco hacía falta más”, según informaba LA NUEVA ESPAÑA en aquellos días, añadiendo que “los alicientes fueron suficientes para que la fiesta, con la benéfica complicidad del buen tiempo, resultara magnífica”. A partir de ahí, la directiva asume el compromiso de continuar con la organización de esta celebración “hasta convertirla en una auténtica romería asturiana”. Así fue. Acudimos de nuevo a la hemeroteca. Septiembre de 1975. “La fiesta mayor de Asturias –el día de Covadonga– tuvo su celebración en Oviedo por obra y gracia del Centro Asturiano”. Coincidió la jornada en medio de un puente, pero a pesar de eso “la concurrencia fue muy numerosa en el Naranco”. La fiesta, una vez más, “estuvo basada en dos ingredientes esenciales: la misa de campaña y una espicha”. Tampoco faltaron la música de gaita y tambor “para ambientar típicamente la jornada institucionalizada ya en el calendario de la sociedad, recuperada para las tradiciones festivas de la ciudad”. El salto cualitativo vino en 1978 cuando se sientan las bases del actual modelo festivo. Por primera vez se elabora el álbum de fiestas en el que ya se detalla el programa para cinco días de festejos. Se inicia la “Mini Olimpiada del deporte”, vigente hasta hoy, con competiciones y exhibiciones de fútbol, baloncesto, tenis, natación, bolos, hockey sobre patines, atletismo, judo, chapó, petanca... Se programan dos verbenas, un festival del folclore asturiano, juegos infantiles, reparto del bollo y del vino y, el día de Covadonga, la consiguiente “alborada con parejas de gaiteros recorriendo la finca y lanzamiento de cohetes” antes de la misa de campaña. Oviedo, un año más, mira expectante hacia el Naranco por el privilegio de ser protagonistas del pórtico por excelencia del mes festivo de la ciudad, al abrigo de estas milenarias laderas del Naranco y bajo el cobijo de nuestra Santina confiando en que la fiesta, y solo la fiesta, sea noticia.
https://www.lne.es/oviedo/opinion/2022/09/05/fiesta-naranco-75033991.html
martes, 30 de agosto de 2022
"LA BARRACA" EN OVIEDO
"La Barraca" en Oviedo
Sobre la visita a la ciudad de Federico García Lorca y la compañía que dirigió con Manolo Ugarte en 1932
29·08·22
Érase una vez una experiencia de teatro popular que pretendió, en una España con demasiada oscuridad, llevar algo de luz en forma de cultura por todos los rincones del país. La idea fue de Federico García Lorca. Expuesta en 1931 al ministro de Instrucción Pública, Fernando de los Ríos, hombre vinculado a la Institución Libre de Enseñanza, quien le dio su aprobación. Lo que pretendía Lorca era "hacer arte. Pero arte al alcance de todo el mundo". La mayoría de los jóvenes componentes de "La Barraca" provenían de la universidad, amantes del teatro, convencidos de la importancia de sembrar de color un país gris y pobre no sólo económica, sino culturalmente. La compañía estaba dirigida por el propio Lorca y por Manolo Ugarte. Su debut tuvo lugar en la Residencia de Estudiantes de Madrid. En julio de 1932 iniciaron gira desde tierras sorianas para, a continuación, dejar las tierras de Castilla en dirección a Galicia. Tras representar en Ribadeo, el 2 de septiembre de 1932 actuaron en Grado cosechando un enorme éxito. Se cuenta que Lorca mantuvo con Valentín Andrés Álvarez, amigo con quien había coincidido en la Residencia de Estudiantes, una animada conversación hasta las tres de la madrugada en la sidrería "El Cabañu". El 3 de septiembre visitan Avilés. Y de Avilés rumbo a Oviedo, a donde llegaron el 4 de septiembre. A las doce y media de la mañana fueron recibidos con un ágape en la Universidad. Estaban presentes el decano, Ramón Prieto Bances y los profesores Estrada, Buylla, Granel y Carlón. También asistieron el ex director del Instituto de Enseñanza Media, Rogelio Masip y su compañero Acisclo Muñiz Vigo, así como representantes de otras instituciones de la ciudad. Concluida la recepción en la Universidad se dirigieron al monumento a Clarín. Allí, José Buylla manifestó: "De todos los homenajes rendidos a Clarín, ninguno tan conmovedor como éste en el que una juventud universitaria proclama el alto valor del maestro". Continuó el homenaje a Clarín en el cementerio de El Salvador. En presencia de su hijo, el rector Leopoldo Alas Argüelles, depositaron una corona de laurel en la tumba del escritor. De tarde, Lorca y sus acompañantes visitaron la Catedral acompañados por el canónigo Benjamín Ortiz, Ramón Prieto Bances y Víctor Hevia. Lorca permaneció sentado en un banco, en silencio, durante varios minutos. Tras salir de la Catedral se prodigó en elogios: "Esa Cámara Santa es un verdadero museo, valiosísimo, si no por la cantidad, por la calidad de lo que en ella se guarda. Un verdadero tesoro de un triple valor: religioso, histórico y artístico". Finalizada la visita sus pasos les acercaron al Fontán, para supervisar el "corral" donde actuarían esa noche. Todos los comentarios coincidieron en resaltar la belleza de la popular plaza ovetense. Un periodista escribió: "¡Pocos lugares en Oviedo que tengan un sabor de época tan característico como el de esa plaza de casas sencillas y recogidos soportales!". Se cuenta que, quizá llevado por la emoción acumulada en tan intensa jornada, Lorca manifestó: "El Fontán es el escenario urbano más importante de España". ¡Ahí queda eso! Las sillas colocadas por el Ateneo, responsable de que "La Barraca" viniese a Oviedo, se fueron ocupando con anterioridad a la hora de la función llegando a abarrotarse por completo. Fue el propio Lorca quien hizo la presentación del programa: tres entremeses de Cervantes, "La cueva de Salamanca", "Los dos habladores" y "La guarda cuidadosa". Resaltó el carácter altruista de su trabajo y que su único interés estribaba en que el pueblo "conociese el magnífico tesoro de nuestro teatro clásico". Gran ovación. Según recogía la prensa posteriormente: "el espectáculo se desarrolló dentro del mayor orden, sin que ocurriera ninguna clase de incidentes tan comunes en estas aglomeraciones de público en las que todos quieren colocarse en el mejor sitio". Al día siguiente, lunes, los componentes del grupo teatral visitaron los monumentos prerrománicos del Naranco guiados por el delegado de Bellas Artes, Aurelio de Llano y Roza Ampudia, y el escultor Víctor Hevia. Finalizada la visita, el Ateneo invitó al grupo a comer en el restaurante "Los Monumentos" en el que dieron cuenta de una gran fabada. Entre los comensales se encontraba el presidente de la Diputación, Ramón Peña, y "Los cuatro ases de la canción asturiana": Botón, Miranda, Cuchichi y Claverol. No es de extrañar que el ambiente fuera distendido, animado y divertido, especialmente por el sentido del humor con el que Claverol contaba distintas historias asturianas que hacían reír a los asistentes. De Oviedo partieron hacia Cangas de Onís y Santander. El 4 de septiembre se cumplirán noventa años de una efeméride reconstruida gracias a la hemeroteca y a un interesante trabajo, en 1982, de Juan Benito Argüelles en "Los Cuadernos del Norte". Recuerdo en el que va implícito el reconocimiento a esa gran labor popular de difusión de la cultura.
Foto: La Barraca en "Lo Monumentos" en 1932.
https://www.lne.es/oviedo/opinion/2022/08/29/barraca-oviedo-74283891.html
viernes, 26 de agosto de 2022
HISTORIA, LEYENDA, GEOLOGÍA Y GEÓLOGOS
Historia, leyendas, geología y geólogos
El pasado de la ciudad, a través de su subsuelo
22·08·22
Una imagen de la Ería, en torno a 1930.| Antonio Passaporte
Historia y leyenda. Así se titulaba uno de mis libros escolares favoritos. Un compendio de relatos de “fondo histórico y patriótico” que don Félix, mi profesor de 3º de EGB en San Pedro de los Arcos, utilizaba para habituarnos a leer en voz alta, para dictados y con el fin de fomentar nuestro interés por la lectura y la historia. Y ahora les cuento a qué viene esto. La semana pasada les hablé de las canteras, tejera, cuevas y areneros de la Ería. Un espacio que nos narra una parte de historia de la industria local de la cerámica, con Faro a la cabeza, y San Claudio por partida doble. No falta algo de leyenda. Se dice que en las cuevas de la Ería se había escondido en tiempos remotos un valioso tesoro y que estaban conectadas por galerías subterráneas con el Boquerón de Brañes y con el hospital. Hasta donde yo sé, ni tesoro, ni conexión alguna. Asimismo, se decía que allí se habían refugiado durante tiempo varias personas durante la guerra civil; de ser cierto, no encontré forma de corroborarlo. Constan varias fotos que, testigos mudos, nos cuentan cómo fueron aquellos areneros. Por otra parte hay toda una ciudad que está a la vista. Que ha perdurado a lo largo del tiempo. Desde nuestro inigualable prerrománico, pasando por el gótico o el barroco hasta un rico patrimonio industrial. El siglo XX, con aciertos y muchos errores, definió la ciudad de nuestros días. Pero hay otro Oviedo que no se ve. El que está bajo el suelo que pisamos a diario. De él hemos extraído la materia prima necesaria para la construcción y la siderurgia y, aunque los más jóvenes no sabrán de qué les hablo, arena para fregar las cocinas de carbón. Volvamos al arenero de la Ería. Era conocido como “La casería del Fraile” y se encontraba en la actual ubicación del Carlos Tartiere. No era el único. Los principales estaban en San Claudio-Piedramuelle, Olivares-La Argañosa, El Cristo-Ayones, Vega-Latores, La Manjoya y San Esteban de las Cruces-Colloto. No solemos prestar mucha atención a lo que tenemos bajo los pies. Pero vaya si es importante. No sólo fue y es necesaria la piedra para construir la ciudad pasada y presente. Es ineludible, asimismo, conocer nuestra geología antes de acometer cualquier obra. En la memoria de todos está el desalojo y derribo, en 1998, de viviendas en la calle Río Orlé de Ventanielles, vinculado a la construcción de un aparcamiento. Temo que, de llevarse a cabo –espero que no– la malhadada ronda norte pueda alterar la estabilidad de zonas como Toleo que, en 2013, dio un buen susto a los vecinos. Podrían verse afectados, asimismo, numerosos acuíferos.
Por eso es imprescindible contar con estudios geológicos rigurosos. Y, claro, hacerles caso. Muchos de ellos se deben a Manuel Gutiérrez Claverol, doctor en Geología por la Universidad de Oviedo, en la que ejerció la docencia durante 46 años. De entre su fecunda producción editorial frecuento la consulta a “Geología de Oviedo”, un trabajo esencial realizado junto con Miguel Torres Alonso, datado en 1995. Otro de los libros que guardo como oro en paño en mi modesta biblioteca de temática ovetense es “Canteras históricas de Oviedo”, publicado en 2012 junto a Carlos Luque Cabal y Luis Alberto Pando González; obra completa y valiosa que nos permite conocer la génesis pétrea de nuestro patrimonio artístico.
Además de sus publicaciones en revistas científicas, la actual labor divulgativa de Manuel Gutiérrez Claverol a través de estas páginas de LA NUEVA ESPAÑA logra hacernos asequibles saberes de complejidad técnica que nos ayudan a conocer con mayor profundidad (nunca mejor dicho) nuestra amada ciudad.
https://www.lne.es/oviedo/opinion/2022/08/22/historia-leyendas-geologia-geologos-73757329.html
miércoles, 17 de agosto de 2022
UNA DE CASETAS
Una de casetas
Sobre la costumbre estival de hacer refugios efímeros para pasar el día con los amigos
15·08·22
Haber sido niño en el Vallobín de los 70 tuvo sus ventajas. Una de las mejores, vivir rodeado de prados. Correr de sol a sol en ese horizonte difuso entre los límites del barrio y la falda del Naranco. Vida en libertad. Infancia en plenitud. No nos faltaban juguetes; SS. MM. cumplían puntualmente. Tampoco faltaba imaginación. Sabíamos convertir chapas de botellas en ciclistas. Unas tablas en un patinete con rodamientos comprados en el garaje de Lobato. Una rama con la forma adecuada en un "forcao" y cualquier material tirado en un vertedero (más de los deseables y más cercanos de lo recomendable) podía tener una segunda oportunidad. Uno de los empeños estivales era hacer una caseta. Un año hicimos una que tenía, palabra, ¡hasta moqueta! No nos faltaba ni ambientador. Alguien lo había tomado "prestado" en la droguería del bueno de Marcelino. Allí pasábamos el día charlando de cualquier trivialidad, echando algún cigarro que otro (los mayores que desafiaban la prohibición parental, claro está) o jugando a las cartas. En una ocasión se nos ocurrió la temeridad de intentar construir una en un árbol en la Avenida de los Monumentos. En un frondoso plátano de sombra. Pero, ante el elevado riesgo de acabar en la Casa de Socorro de la calle Quintana (sólo recordar el olor me eriza el vello), desistimos no la fuéramos a liar. Todo nuestro entorno era territorio para el disfrute. Y si queríamos columpios, que por el barrio no había ni uno, escapada al cercano Campo San Francisco y resuelto. Nuestros mayores también buscaban sus lugares de ocio y esparcimiento. Preferentes, los bares. Los muchos bares. Normalmente, en las horas de sobremesa o ya en la atardecida, había partida de cartas y, en algún caso, de dominó. Podría citar un montón de nombres de estos auténticos templos de encuentro vecinal, de tertulia, básicamente de fútbol que hablar de política, a excepción de algún irreductible, locuaz y testarudo asiduo que bien conocí, era bastante arriesgado. Tampoco era infrecuente, salvo que de la pared colgara el cartel de "se prohibe cantar y blasfemar", llegado el caso y al calor de los efluvios alcohólicos, echar unos cantarinos. Seguro que ustedes, ahora mismo, están evocando lugares como los que describo y que están, durmientes, en sus propios recuerdos. Ese mismo ingenio ancestral de construir cobijos lo tenían muchos jubilados que edificaban sus propios albergues. En San Pedro de los Arcos, contra el muro del chalet de Subirana, donde estaba la que, para mí, siempre fue "La casa embrujada" y hoy se ubica el Colegio Auseva, había una precaria caseta donde se juntaban a diario varios jubilados a conversar y a jugar a las cartas. La orientación sur al resguardo de los vientos fríos del norte conseguía que aquellos abuelos pasaran los días tan a gusto. Los recuerdos, a veces, se difuminan como cubiertos por una especie de neblina, pero, creo que, en la Ería de la Argañosa, había otra de estas construcciones. Con frecuencia pasaba por allí camino de casa de mi abuela en Buenavista. Entre esos recuerdos un tanto difusos, están el arenero, la tejera, las canteras, las cuevas, de las que se contaban historias fantásticas, la fábrica de galletas y Quitapesares. Seguro que alguno de ustedes recuerda mucho mejor toda esa zona. Otra de estas casetas estaba en el Paseo de Valdeflora, "vía del trenecillo" y, hoy, pista finlandesa. La primera fue construida por un grupo de jubilados en torno a 1975. En varias ocasiones quemada e, inasequibles al desaliento, levantada de nuevo. Doce años más tarde construyeron otra. Era conocida como "La Moncloa". Cuando había quorum para formar el "consejo de ministros" se daba inicio a reñidas partidas de tute o subastao. En fin, casetas en la memoria de todos. Sencillas y destartaladas. Pero no carecían de un caótico encanto y un ambiente bohemio añorado, tal vez, en los centros sociales de hoy.
https://www.lne.es/oviedo/opinion/2022/08/15/casetas-73571304.html
lunes, 8 de agosto de 2022
PEREGRINO AL SALVADOR
Peregrino al Salvador
Sobre la devoción de los fieles que entran en la Catedral de Oviedo
08·08·22
¿Qué sentirían los peregrinos que llegaban a nuestra Catedral del Salvador? Tenía que ser un momento realmente sobrecogedor. Pónganse, por un segundo, en las sandalias de la mayoría de esos caminantes que, como nuestro romero, no habrían visto más que paupérrimas aldeas. Impelido por su sencilla pero firme fe, tras semanas de camino, por fin, estaba allí. Su meta. O, tal vez, un alto en su destino final: Compostela; no en vano, Alfonso el Sabio define a los peregrinos como "los que andan en pelerinaje a Santiago o a San Salvador de Oviedo o a otros lugares de luenga e de estraña tierra". La sensación al elevar la mirada al cielo, siguiendo la silueta de la "gentil torre de la Santa Catedral Basílica, como un álamo de piedra dorada sobre el cielo limpio y lavado", en magistral definición de Pérez de Ayala, no dejaba indiferente a nadie. Bien lo sabían los arquitectos que crearon la belleza imposible. Retando lo conocido hasta entonces, alzaron arcos irrealizables. Crearon ventanales inverosímiles. Y rosetones inviables. Aquellos constructores de catedrales ansiaban tocar el cielo. Nuestro peregrino se achica. Se siente pequeño ante tanta grandeza. Ante lo sublime. Se sobrecoge. Con ese sentimiento cruza el pórtico y accede a la nave central. Ahora se deja envolver por la luz que, vaporosa, se filtra sutilmente por las vidrieras. Y el olor. Nuestro visitante está un poco desconcertado. Es un olor nuevo. ¿Huele así la inmensidad? ¿Huele así la infinidad? Una leve humedad secular le envuelve. Los padecimientos del camino han merecido la pena. Todo esfuerzo cobra sentido. Se siente abrazado por la historia. Se abandona en la calma. El tiempo no existe. Las ansias de los miles de peregrinos que hasta aquí han llegado confluyen en él. Con pasos torpes se acerca a la imagen del Salvador, probablemente de tiempos del obispo Pelayo (1098-1129) y que, casi seguro, estaría como titular en el centro del ábside de la primitiva Basílica del Rey Casto. La imagen está situada sobre un pedestal decorado con conchas, símbolo del peregrino jacobeo. Se fija en su policromía. En su gran tamaño. En su poblada melena y barba. Clava su mirada en su mirada serena. En su gesto. Roza, suave y respetuosamente, sus pies descalzos. En ella ve al Salvador, bendiciendo y sosteniendo el orbe en su mano izquierda. Conoce que es meta y salida de peregrinos que vienen a postrarse ante Él pues "quien va a Santiago y no a San Salvador, visita al Criado y deja al Señor". Nuestro peregrino desconoce que fue el rey Fruela el que dedicó una Basílica a San Salvador y a los Doce Apóstoles. Ignora que fue destruida en una incursión musulmana y reedificada por su hijo, Alfonso II, quien la erigió en Sede Episcopal en 812. No sabe que, desde entonces, nuestra Catedral está dedicada a San Salvador y a los Doce Apóstoles. Y que, como tal, el Salvador es el titular de la Catedral pero que no ostenta ningún patronazgo de la ciudad; Oviedo tiene patrona: Santa Eulalia de Mérida. No tiene ni idea de esa confusión –en la que reincide el propio Ayuntamiento– tal vez facilitada por la dificultad, en palabras de Silverio Cerra, hombre sabio y bueno, "de discernir entre titularidad y patronazgo, en que a veces se unifiquen templo y mapa". Ni lo sabe ni le importa. Está feliz. Coge un ramito del laurel con el que la imagen está engalanada ese día y continúa su camino con el cuerpo descansado y el alma serena. Mira de reojo el pomo que porta en su mano izquierda, que simboliza el mundo que se deposita en manos del soberano para que lo proteja. Confía que esté bien asido. No vaya a ser cierta la leyenda que dice que el día que la bola se caiga de su mano será el fin del mundo. Sabe que lleva un instante infinito de Oviedo dentro de sí. Para siempre.
Imagen: Litografía de Francisco Parcerisa del interior de la Catedral, realizada entre 1855 y 1857.
https://www.lne.es/oviedo/opinion/2022/08/08/peregrino-salvador-73161789.html
martes, 2 de agosto de 2022
CUANDO OVIEDO TUVO ALCALDESA
Cuando Oviedo tuvo alcaldesa
Sobre Eloína Suárez Suárez, que presidió la Corporación entre abril de 1978 y mayo de 1979
Eloina Suárez Suárez, en su época de alcaldesa | Santiago García López
Carlos Fernández Llaneza
01·08·22
Sondeando entre mis allegados si Oviedo tuvo alguna vez alcaldesa, la mayoría respondió que no. Pero Oviedo sí tuvo alcaldesa: Eloína Suárez Suárez. Entre el 6 abril de 1978 y mayo de 1979. A pesar de no haberla tratado personalmente en los últimos años, guardo un entrañable y afectuoso recuerdo suyo. Uno de los amigos de infancia pertenece al entorno familiar de Eloína. Un día, siendo unos críos, acompañé a mi amigo a casa de Eloína que, por entonces, aún no había accedido a la alcaldía. ¡Imagínense! ¡Estar en casa de una concejala de Oviedo! Tengo muy difuminado el recuerdo de aquel par de visitas pero permanece en mí la sensación de cariño y de afable hospitalidad que me transmitió. Si mal no recuerdo, nunca más volví a verla. Así que me parece adecuado, desde esta ventana que cada semana abro a Oviedo, tributarle un recuerdo. No eran años en los que la presencia de la mujer en la vida política fuera habitual. Costó mucho romper esa barrera. Hubo mujeres antes que ella en la Corporación. Las pioneras, Isabel Maqua Carrizo, viuda de Menéndez de Luarca; Gertrudis de la Sala y Jove y María Galán Carvajal. Tomaron posesión el 18 de octubre de 1929, con el fin de cubrir varias bajas por dimisión. Las tres estuvieron en el cargo hasta febrero de 1930. Pero volvamos a Eloína. Nació en Oviedo en noviembre de 1922, en el edifico que ocupaba el Sanatorio Getino; esquina de Conde Toreno y Asturias. Allí se ubicaba la tienda de ultramarinos "La Gran Vía" que regentaban sus padres, Manuel y Obdulia. Su madre, maestra destinada en un pueblo de Mieres, dedicaba las tardes a enseñar a leer a los mineros. Allí conoció al que sería su marido. Eloína no lo tuvo fácil en la vida. Siendo una niña le tocó vivir las dramáticas consecuencias de una revolución y de una guerra civil. Al igual que su madre, estudió magisterio. Se casó joven con Alfonso Fuertes, profesor de Filosofía del Derecho y Derecho Natural, fallecido prematuramente a los 37 años. Eloína, con 36 años, se quedó viuda y al cargo de sus seis hijos. No llegó a ejercer el magisterio; se hizo cargo del negocio familiar. Tras visitar en Francia negocios similares, convirtió la tienda en el primer autoservicio de Oviedo. Su empeño por mejorar la llevó a estudiar por las noches Dirección de Empresas. Con el derribo del edificio cerró la tienda. Trabajó también en Artespaña, situada entonces en un local con entrada por Uría y Pelayo.
El 7 de febrero de 1971 tomó posesión como concejala del Ayuntamiento, la única mujer en la Corporación. Desde 1975 era alcalde Félix Serrano González-Solares. Pero ante la enfermedad de éste debía asumir la alcaldía el primer teniente de alcalde, Higinio Rodríguez Pérez. Pero renunció. Así que todas las miradas y, supongo, no pocas presiones, recayeron en la segunda teniente de alcalde: Eloína Suárez Suárez. Con la llegada de Luis Riera en 1979 terminó su etapa de alcaldesa. Entrevistada por La Nueva España en junio de 2015 manifestó: "Cómo iba a pensar yo que sería alcaldesa de Oviedo. (…) Muchos pensaban que iba a decir que no, pero dije que sí. Soy del montón, que me toca ser alcaldesa, pues soy alcaldesa".
Quienes mejor la conocen la definen como una mujer trabajadora y luchadora. Una mujer que también, una vez jubilada, supo disfrutar de la vida. Presidió durante veintiún años la Asociación de Viudas y, durante muchos años, junto con su hermana Palmira, no faltaba a su cita en la Cocina Económica donde colaboraban habitualmente.
El periodista Orlando Sanz, en 1978, decía de Eloína: "No sólo hay que ver en su designación la conquista femenina del Ayuntamiento. La formación, seriedad, serenidad, integridad, delicadeza, rigor, suavidad, exigencia, sentido del deber, simpatía (podría seguir así hasta mañana) de Eloína hacen que podamos celebrar su llegada a la Alcaldía con satisfacción, tranquilidad y suma confianza".
En noviembre cumplirá cien años. Un siglo vivido en plenitud y siempre con vocación de servicio desinteresado a sus convecinos. Algo que hay que agradecer.
https://www.lne.es/oviedo/opinion/2022/08/01/oviedo-tuvo-alcaldesa-72035879.html
sábado, 30 de julio de 2022
LA CANCIÓN DE LAS NOCHES PERDIDAS
La canción de las noches perdidas
Sobre la historia de La Vega y el protocolo recién firmado
25·07·22
Quiso el azar que, mientras leía la numerosa información sobre la reciente firma del protocolo sobre La Vega, escuchara de fondo a Sabina: "Esta es la canción de las noches perdidas / que se canta al filo de la madrugada / con el aguardiente de la despedida / por eso suena tan desesperada". Inmediata y curiosa asociación de ideas: leyendo la noticia temo que Oviedo sea, una vez más, la ciudad de las ocasiones perdidas. Quizá compartan conmigo la creencia de que hemos dejado pasar muchas oportunidades a lo largo de nuestra secular historia. ¿Corre el riesgo La Vega de convertirse en otra de esas oportunidades perdidas? Temo que así pueda ser. Según el preacuerdo Defensa se queda una parte de la parcela con la intención de edificar mil viviendas incluyendo una torre de 25 alturas que, ufana y agresiva, pretende hacer sombra a la esbelta torre catedralicia, "poema romántico de piedra, delicado himno" en inigualable descripción clariniana. Cabe recordar que en Oviedo contamos con cerca de veinte mil pisos vacíos. Y, por si todo fuera poco, desaparecen los chalets de la Tenderina, con los que Defensa incumplió su obligación de conservación y que podrían prestar valiosos servicios a los barrios cercanos, además de configurar una perfecta integración entre el interior de la parcela y la trama urbana. Pero si Defensa se lleva los beneficios no ocurre así con las numerosas cargas que recaerán, en buena medida, en todos los ovetenses. Por su parte, el Principado, interviniente sobrevenido, se suma a la operación y se otorga la nave de cañones para un "centro de investigación e innovación". Y ¡atención! ¡La autopista por el medio del recinto! Pareja al polo de investigación biomédica, lo que no parece lo más razonable. Por otra parte, no hay que olvidar que en la parcela de La Vega es más que probable que se encuentren los restos de un complejo palatino de Alfonso II vinculado a Santullano, como así lo describieron en un anejo de la revista "Nailos" en 2016, César García de Castro y Sergio Ríos por lo que sería obligado un riguroso estudio arqueológico.
Hay una pregunta obvia, ¿se ha contado, en su planificación y diseño, con urbanistas de prestigio en algún momento? La Vega es una oportunidad de futuro para Oviedo que no podemos malgastar. Un patrimonio histórico que brindaría a la ciudad un espacio con gran potencial para multitud de usos. Pero, además de todo esto, hay un dato nuclear muy importante y esencial en todo este proceso: nadie ha tenido en cuenta nunca a las legítimas propietarias de buena parte de los terrenos: las Pelayas. Recordemos: 31 de julio de 1854. Seis de la mañana. Las religiosas de La Vega abandonaban su monasterio con destino al de San Pelayo. La razón es que la Junta de Gobierno de Asturias y el Ayuntamiento las habían conminado a abandonarlo con el fin, supuestamente, de crear en sus dependencias un hospital ante la posibilidad de un brote de cólera en Asturias. La atemorizada comunidad de La Vega no atisba ninguna posibilidad de impedir "tan arbitraria e ilegal decisión". Esa misma noche, "la comunidad por evitar algún atropellamiento que se susurraba y lanzando gritos al cielo se resolvió a dejar su inolvidable morada". Un día después de ese injustificado traslado, la Junta Provincial de Gobierno, ya desocupado el monasterio, se pone de acuerdo con el director de la fábrica de armas "para que se haga la distribución de la parte que ocupar". Así se consumó el traslado de esta comunidad hacia el monasterio de San Pelayo. Allí estuvieron hasta que sólo quedaba con vida Manuela Mier Castañón, única heredera, por tanto, de todos los bienes de la comunidad de La Vega. Así pues, la comunidad de San Pelayo pasa a ser la beneficiaria de los bienes. No hay documento alguno de venta, compra, cesión o expropiación. Se ha argumentado que no procede este razonamiento puesto que fue afectado por la desamortización de Mendizábal; falso. La desamortización había ocurrido varios años antes y sólo era aplicable a monasterios con menos de doce monjas. La Vega, entonces, contaba catorce y dos de "velo blanco" (novicias) así que ese razonamiento no es válido. Santa María de la Vega no era sólo el recinto monacal amurallado; buena parte de predios rurales que lo circundaban también pertenecían a la comunidad como "el prao grande", "la Nozaleda" y otros. ¿Es justo que no se repare este abuso? Claramente hay una deuda pendiente de resarcir con la historia y con la comunidad benedictina de San Pelayo.
Perder la visión de La Vega en su totalidad desmembrándola en tres trozos no parece la mejor idea. Pero peor es carecer de la visión de conjunto de la ciudad. Es necesario pensar y planificar el futuro de Oviedo desde una perspectiva global para acertar en lo concreto. Con un proyecto determinado de ciudad. No deberíamos planificar nada en La Vega sin saber qué queremos hacer en el Cristo, el Naranco, fábrica de gas u otras zonas. La segunda mitad del siglo XXI llama a la puerta y es necesario abrirla con una respuesta ambiciosa, integral, sostenible, amable, pausada, participativa y beneficiosa para el conjunto de los ciudadanos. Así pues, ¿será Oviedo, una vez más, la ciudad de las noches o, en este caso, de las oportunidades perdidas?. Hagamos entrar en razón a la sinrazón. No nos merecemos otra canción desesperada.
https://www.lne.es/oviedo/opinion/2022/07/25/cancion-noches-perdidas-70064058.html
martes, 19 de julio de 2022
AY, VIEJO HUERTO DE SAN FRANCISCO...
Ay, viejo huerto de San Francisco
Los cuidados que necesita el Campo
18·07·22
“Campo de San Francisco, justo orgullo de los ovetenses”. Acertada definición del Campo con la que me siento totalmente identificado. El Campo es uno de esos espacios sustanciales para cualquier ovetense actual, pasado o futuro. Por eso es imprescindible preservar y defender este espacio, me atrevo a afirmar, casi sagrado. Hace unos días protagonizó varias noticias. Unas para alegrarnos: reparación del pavimento, bordillos, elementos metálicos, recuperación de fuentes y la tan ansiada restauración del quiosco del Bombé. Enhorabuena a los responsables. Otras son más preocupantes. Por un lado, la sentencia que rechaza la obligación para el Ayuntamiento del derribo del edificio conocido como “Pavo Real” que reclaman, asistidos por el más elemental sentido común, “Los Franciscanos”. Mi primer escrito en LA NUEVA ESPAÑA fue un ya lejano 30 de noviembre de 1992 en cartas al director. En aquellas líneas lamentaba lo inoportuno de esta construcción preguntándome sobre la legalidad de la misma y señalando que “el Campo es un tesoro heredado que debemos legar”. Treinta años después sigo pensando lo mismo. Ese edificio, además de innecesario y superfluo, atenta contra la magnífica obra de Juan Miguel de la Guardia impidiendo contemplar el templete como lo concibió el arquitecto al que Oviedo tanto debe. Otra noticia preocupante es la demora de la restauración del mosaico del Paseo de los Álamos, a la espera, según parece, de la pretendida ampliación del estacionamiento de la Escandalera. Y digo bien: preocupante. La reparación del mosaico es tan necesaria como urgente. Desde el recuerdo de las masivas y exitosas manifestaciones en el verano de 2010 en contra de la pretensión de construir un aparcamiento, me pregunto, ¿procede la ampliación del estacionamiento bajo el Campo con el consiguiente riesgo de afectación al arbolado y al mosaico? Más bien lo que urge es la restauración de la obra de Antonio Suárez, composición que se ha convertido, por derecho propio, en uno de los símbolos de la ciudad. Ignacio Álvarez Castelao consideraba al mosaico de Suárez como “uno de los mayores tesoros de Asturias”. Para Ana Gago, doctora en Historia del Arte y experta en la obra de Suárez, el mosaico de los Álamos “es la mejor obra de arte urbano moderna de Oviedo”; por cierto, en una conferencia en el RIDEA en 2014 ya advertía de que “no podemos tolerar más salvajadas en el pavimento de los Álamos”. Como dice la canción, “la vida sigue igual”. En 1996, en un artículo publicado en estas páginas, la entonces profesora de Historia del Arte Contemporáneo de la Universidad de Oviedo, Covadonga Álvarez Quintana, decía sobre el mosaico que “su valor testimonial se incrementa por efecto de su condición de obra aislada y de excepción en el contexto asturiano”. Gran acierto al confiar en Antonio Suárez. El artista realizó los bocetos sobre papel de estraza durante dos días y dos noches en el suelo del salón de su casa, entregando seis cartones de 4x9,5 metros, que debían repetirse doce veces cada uno hasta cubrir los setenta y dos rectángulos diseñados por el arquitecto municipal Florencio Muñiz Uribe. En noviembre de 1966 se pudo admirar el trabajo concluido. Es obligado reconocer no solo el valor artístico de esta obra, sino su fuerte carácter representativo, máxime si se tiene responsabilidad de gobierno; por tanto, urge su recuperación para que las generaciones futuras de ovetenses sigan pudiendo pasear sobre una auténtica obra de arte, unánimemente elogiada, que para siempre forma parte del valor totémico que posee nuestra fronda franciscana; la misma de la que dice la vieja copla: "Ay, viejo huerto de San Francisco/ el de los árboles altos/ donde se cumplen los gustos/ y al hospital van los llantos”.
https://www.lne.es/oviedo/opinion/2022/07/18/ay-viejo-huerto-san-francisco-68440517.html