No es un adiós
En la despedida de Leonor Llaneza Rodríguez
Carlos Fernández Llaneza 08.06.2020
Leonor Llaneza Rodríguez falleció ayer, a los 92 años. Viuda de Jesús Fernández, histórico del PSOE ovetense, era la madre del autor, que hoy le dedica su sección.
No siempre es fácil abrir esta ventana. Porque hay ocasiones en las que la mirada no se dirige a ningún suceso histórico. Ni contiene ninguna voz reivindicativa. Tampoco rociamos con el esencial sentido del humor algún suceso pretérito o actual. Hoy la mirada es triste. Ciertamente apesadumbrada. Una mirada henchida de emociones. En la que se apelotonan, revoltosos, multitud de recuerdos como si hojeara, apresuradamente, las páginas de un álbum de fotos vital.
Instantáneas en torno a una vida que siempre ha ido pareja a mi propio existir. Que formó parte indisociable de mis días.
Hoy mi mirada se dirige a una mujer a la que le tocó en suerte una vida que no siempre fue fácil. Hija de una generación que en su incipiente infancia sufrió las consecuencias de una revolución en el corazón de la cuenca minera. Que siendo una niña de nueve años, vio cómo su patio de juegos era la dura realidad de una cruel Guerra Civil. Una mirada posada en alguien que cuando escuchaba en una película o en algún reportaje histórico las sirenas que alertaban de un ataque aéreo se estremecía hasta el tuétano. A quien tenía en el anaquel de sus particulares demonios la imagen de unos moros del Tercio saliendo por los respiradores de una mina como diablos emergiendo del Averno. A quien supo lo que era el valor de las mondas de las patatas porque comer cada día no estaba asegurado. Hoy miro a quien me sorprendía cuando la oía contar que lavaba la ropa en las aguas gélidas de un río cada mañana. A la que era la primera en levantarse para encender la cocina de carbón, la misma que había que fregar con arena y no poco esfuerzo durante bastante más tiempo del que se emplea en limpiar hoy una vitrocerámica y que era la última en acostarse. A una mujer que, como tantas, hacía equilibrios con el escaso presupuesto en tiempos en los que aún estaban en vigor las cartillas de racionamiento en aquella España gris que ahora solo vemos en capítulos rescatados de la filmoteca del NODO. Una mujer que dedicó su vida, sin quejarse ni un solo día, a su familia despreocupándose totalmente de sus propias necesidades. Representante de una estirpe de mujeres que, gracias a su imprescindible permanencia y sustento en retaguardia, permitieron a otros dedicar tiempo a su compromiso social y político; eso sí, siempre con el miedo en el cuerpo cuando la noche avanzaba en demasía y él no regresaba; miradas inquietas, discretas e impacientes a través de los visillos con la esperanza de que no se cumpliera ningún funesto temor.
Afortunadamente este país supo dar a esta generación, en la mayoría de los casos, la dignidad que merecen. Aunque muchos abuelos tuvieron que servir de sustento a sus hijos o nietos ante crisis promovidas por la infame codicia de un sistema al que no le importa lo más mínimo los más desfavorecidos o por una pandemia tan inesperada como inoportuna que se ha cebado con muchos de ellos.
Esta mujer a la que hoy dirijo mi mirada desde esta ventana que cada semana abro a este Oviedo que tanto quiero, bien podría ser tu madre, o tu abuela; pero no, es mi madre. Y acaba de irse. Serena. Discretamente. Como vivió. Sirvan estas líneas como el agradecido homenaje que merece. No son un adiós; más bien un hasta luego.
Pero, mamá, hoy entiendo plenamente el sentido de una palabra: huérfano.
https://www.lne.es/noticias-suscriptor/suscriptor/oviedo-opinion/2020/06/08/adios/2645032.html
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